Verónica Fernández es una de las guionistas más brillantes y prolíficas de España. Ha escrito y coordinado varias series, entre ellas “El Comisario”, “Cuéntame”, “El Síndrome de Ulises” y actualmente “Hospital Central”. Ganadora de un Goya por la escritura de “El Bola”, también ha publicado novelas y obras de teatro. Por si fuera poco, Verónica imparte clases en la ECAM y en el Máster de Guión de la Universidad Carlos III.
Hace tiempo que quería escribir algo para este blog. Me gusta saber que otros seres como yo, llamados guionistas, nos enfrentamos día a día a los mismos problemas narrativos y a la mismas zozobras laborales. Sentirse parte de un grupo es gratificante, sobre todo cuando encuentras tantas cosas que compartir. Es como ver un partido de fútbol con amigos del mismo equipo que el tuyo. La empatía gremial te garantiza una especie de colchón emocional, que tantas veces necesitamos para hacernos fuertes frente a nuestros enemigos.
Hoy quiero compartir con vosotros algo que pensaba hacer desde hace mucho tiempo y tengo el total convencimiento de que muchos entenderéis mi propósito perfectamente. Allá voy. He ganado algún premio, alguno con cierto sabor amargo, pero no he tenido la suerte de poder hacer mi speech delante de tres millones de espectadores dedicándoselo a alguien. Si esto hubiera sucedido, los tres millones de espectadores hubieran sentido el mismo hastío que siento yo cuando escucho eternos agradecimientos familiares, que uno entiende, pero que no por ello dejan de ser terriblemente aburridos y hasta prescindibles.
Hoy quiero hacer una dedicatoria como si me hubieran dado el oscar al mejor guión original de una gran película. Nadie tendrá la osadía de bajarme el micrófono o de sacarme a empujones del escenario. Me voy a despachar a gusto.
Quiero dedicarle este premio a todos los que de alguna manera me habéis enseñado lo que es un guión y lo que no es, lo que es ser un buen profesional y lo que no lo es, lo que supone comprometerse con la escritura y lo que es pasar de puntillas, lo que es tener miedo y lo que es vencerlo… Esas personas con las que me he cruzado a lo largo de mi carrera tienen nombres y apellidos. Con el riesgo de olvidarme de alguien, me voy a atrever a dedicarle este premio virtual a ellos. Si ha habido bastardos que han hecho listas negras en algún momento de nuestra historia, yo quiero hacer una lista blanca, una lista de gente imprescindible en mi vida como guionista (¡perdón!, en mi vida). Aquí va mi pequeño homenaje a ellos que son compañeros y en muchos casos amigos. No se trata de hacer la pelota a nadie. Quiero simplemente haceros partícipes de una parte de mi historia y reconocer la valía de muchos de nuestros colegas. Empezamos:
A Ignacio del Moral le tendría que dedicar más de un oscar. Es y ha sido maestro de muchos de nosotros. Yo he tenido la suerte de trabajar con él en proyectos de lo más variado y puedo presumir de gozar de su amistad. De todas las cosas que me ha enseñado quiero resaltar una que me hizo entender mucho mejor la escritura. Ignacio cuida a sus personajes, los entiende, no los juzga. Y ese respeto hacia ellos tiñe su escritura de una verdad y una profundidad que emociona.
Yolanda García Serrano apareció en mi vida como profesora de la Ecam. Con ella he escrito de todo, hasta dos novelas. Siempre me ha deslumbrado su manera de enfocar las historias, de sacarles punta, de colocarse siempre en un lugar en el que todo es posible. Y además, por favor, qué rápida es, que poca pereza tiene siempre para sentarse delante del ordenador.
Carlos López ya tenía un carrerón cuando yo le conocí. Poco sabía de su rigurosidad, de su compromiso, de su entrega, cuando nos cruzábamos en asambleas de ALMA y apenas sabíamos quién era el otro. Con Carlos contar cualquier historia, por mala que sea, se convierte en un viaje fascinante, porque tiene el poder de convertir en oro todo lo que toca. No podía faltar en mi dedicatoria virtual.
Alberto Macías me enseñó algo que yo considero importantísimo y que intento trasmitir a mis alumnos y es: la falta de complacencia. Alberto es exigente, no se conforma con lo primero que le viene a la cabeza y siempre cree que todo puede estar mejor. Su inteligencia narrativa está fuera de dudas y ojalá algo se me pegara, aunque fuera por osmosis, los años que trabajé con él.
Jorge Díaz es el mejor coordinador de guiones que conozco. Me llevó a Hospital Central hace ya algunos años y tuve la suerte de trabajar para él. Inteligente, estructurado, con una intuición fuera de lo normal para saber elegir tramas, Jorge siempre estaba a favor de obra, siempre a favor de su serie, aunque para ello tuviera que soliviantarse ante quien fuera. Todos sus guionistas nos hemos sentido muy protegidos por él.
Antonio Mercero es un todoterreno. Salta de la comedia, al drama, al género con una facilidad que más que aprenderla, he envidiado siempre. Su capacidad de profundizar y de no dejar que la historia se diluya entre las manos como si fuera arena, me conmueve. A él le debo muchas pizarras cargadas de buenas ideas y alguna que otra cena en Viridiana.
Carlos Montero tiene el don de la oportunidad y un talento extraordinario que no ha dejado de demostrar en toda su trayectoria. Su generosidad en el trabajo en equipo es tan grande, que resulta muy fácil dejarse arrastrar por su energía. Toda la frescura que le imprime a todo lo que escribe hace que sus guiones siempre parezcan nuevos. Se atreve con todo y eso se contagia. Quien lo conozca sabe de qué hablo.
Aitor Gabilondo quizás sea la personalidad más brillante que haya pasado por mi vida. Aitor es un ciclón que tan pronto le da la vuelta a un guión entero, que te escupe diez ideas maravillosas que él estaría dispuesto a tirar y que a ti te parecen imprescindibles. Y su lección es una muy difícil de aprender y sobre todo de asumir: se puede tirar todo porque siempre podemos tener una idea mejor.
Joan Barbero tiene una serenidad en la escritura y una manera de implicarse en los proyectos que nos deja a todos con la boca abierta. Si hay que leerse diez libros para documentarse, Joan se lee veinte. Joan hace cualquier cosa para llenar de verdad su trabajo y eso a mí me ha ayudado a entender que nuestro trabajo no pasa exclusivamente por la escritura.
Quiero acabar mi lista con un nombre que me hace mucha ilusión poner: Ángela Armero. Fue alumna mía y ahora compartimos trabajo en una productora. Sólo hemos coincidido en un proyecto y por muy poco tiempo, pero la veo todos los días y ya le he afanado una de sus virtudes: no se puede tener más pasión por la escritura que la que tiene ella.
A todos, y a alguno que seguro se me escapa, quiero agradecerles lo tremendamente generosos que fueron conmigo. Sin ellos yo sería peor de lo que soy, mucho peor. Si algo he aprendido durante estos años es que tenemos que ser capaces de admirar las virtudes de los otros y, a ser posible, robárselas un rato.
Otro día que esté de mal humor, prometo escribir una lista negra, porque cosas negativas también he aprendido y algunas hasta dolorosas. Hoy era el día de celebrar ese premio virtual y aunque no tenga tres millones de espectadores esperando mi dedicatoria, me he quitado una espinita. Gracias a todos.
También me apasionan los spaghetti carbonara. Gracias, Verónica. Es una pena que ya sea mayor porque de mayor me gustaría ser como tú.
Como nos pongamos a hacer listas negras, tendríamos que hacer un monográfico de una semana. Ríete tú del juego que nos dio la SGAE…
¡Bienvenida, Verónica!
Vero, sigues siendo igual de generosa, justa y buena que cuando eras tan sólo una niña.
Enhorabuena por tus éxitos, te lo has currado mucho!
Enhorabuena, y gracias, por un post tan buenrrollero y edificante.
Muchas gracias por la parte que me toca, aunque sea exagerada. Yo también he aprendido mucho de ti y de otros de los que están en la lista.
Una de las cosas buenas de esta profesión (que las tiene, y muchas) e la de que siempre hay algo por aprender, porque el mundo que nos rodea e inspira cambia continuamente. Yo, como todos, aprendí de una serie de maestros (Mercero, Oristrell..) que llevaban años en activo cuando yo empecé. Pero también me ha sido dado aprender, y mucho, de aquellos que me he ido encontrando como compañeros, bien de mi generación (Carlos Asorey, Carlos Lopez, Yolanda García Serrano, bien más jóvenes. De estos últimos he obtenido hallazgos decisivos y puntos de vista nuevos. Son los que llamo mis jóvenes Maestros; escritores como Verónica, Fernando León, Carlos Montero, Aitor Gabilondo, Joan Barberos, David Planell, Daniel S. Arévalo… me dejo muchos.
Siempre es oportuno dar las gracias.
(Como casi siempre, el comentario anterior va lleno de erratas. Eso sí que no lo aprendo, corregir bien antes de enviar. Pero viejo no aprende trucos nuevos. Patético. Pido disculpas)
El pudor, en el ADN del guionista, me ha impedido responder públicamente a este regalo en forma de agradecimiento que nos ha hecho Verónica. Ya está bien, ya es hora de que venga aquí y lo diga: si uno conoce a Verónica y lee con atención esta entrada, verá que ella misma es la suma de las virtudes que nos achaca a cada uno de nosotros. No sé si ha sabido sacárnoslas, si nos las ha robado o las ha bajado de internet, lo que sí sé es que su forma de vivir es la escritura y que enfrenta el trabajo con una actitud tan profesional que resulta facilísimo trabajar con ella.
Uno nunca acaba de aprender, menos mal, y también hay que aprender a dar las gracias, a no representar ese papel tan manido y fatigoso del guionista protestón. Gracias, Verónica, pero esto no te libra: cuando te den el óscar al mejor guión original, espero que nos sigas incluyendo en el agradecimiento, y que no se les ocurra echarte a la orquesta encima.
Ay, da gusto tener tantos amigos con talento. Graciassssssss!!!!!!
Los comentarios están cerrados.