NO PUEDO DAR NOMBRES

por Sergio Barrejón.

En un spot que rodé el año pasado, le pedí al de director de Arte que me consiguiese una planta grande, un ficus o así, para rellenar cierto rincón del set. El tipo me convenció de que las plantas de interior que se alquilan para rodajes tienden a ser bastante decrépitas, y de que comprar una iba a costar mínimo 300€. Íbamos ya muy justos de presupuesto, y además me aseguró tener una idea mejor. Me propuso emplear en su lugar una escultura que él conseguiría. Rellenaría igual y él estaba convencido de que combinaría mejor con el resto del set. Siempre me gusta dar margen a los jefes de equipo para que aporten su criterio personal, y como le vi muy convencido, acepté su propuesta. El día del rodaje, el tío apareció con una escultura horrenda. Pero ya no había tiempo de cambiarla, así que allí se quedó.

Unos días después, comí con el productor del spot. Le pregunté, entre risas, de dónde habría sacado el de Arte aquel engendro de escultura. “La hizo su madre”, me dijo. “Y el alquiler nos costó 300€”.

En una coproducción que hice con empresas de varias comunidades autónomas, uno de mis socios me estuvo dando la lata desde el ultimo día de rodaje hasta el final del montaje con que quería ver el material. “Quiero ver material, quiero ver material”. Yo le di largas hasta que todo estuvo bien montado y el sonido premezclado, porque según mi experiencia, casi nadie es capaz de ver un premontaje con la actitud mental adecuada (todo el mundo dice “yo sí sé ver premontajes”, pero es mentira). Cuando finalmente convoqué una proyección con todos los coproductores, me dio largas él a mí: “No puedo ir, estoy con fiebre, tengo nódulos en la garganta y una gripe terrible. No sé cuánto tardaré en recuperarme”.

Dos días después, al salir de la proyección, le llamé para preguntarle qué tal estaba y para comentarle que los otros socios estaban muy satisfechos con el material. Pensé que eso le ayudaría a sobrellevar su convalecencia. Pero la conversación apenas duró unos segundos: “Ahora no puedo hablar. Estoy buceando en el Mar Rojo. Te llamo cuando vuelva”.

Hace años trabajé en una gran empresa de marketing audiovisual. Gente encorbatada, secretarias que imprimían los emails, edificio con ventanas que no se abren… Ese mundo. En Nochebuena, la empresa ofrecía un convite a mediodía, en la oficina. Todos los empleados nos congregamos en la sala principal de la oficina. Las secretarias pasaban con bandejas, ofreciendo cava, vinos y aperitivos. Poco después, el personal estaba ya un poco achispado. En un momento dado, la secretaria del director de la empresa (quien, según todo el mundo rumoreaba, también era su amante) pasó con una bandeja de flanes. Cuando llegó frente al director, éste se echó a un lado la corbata, se agachó sobre la bandeja y, sin usar las manos, sorbió ruidosamente uno de los flanes, tragándoselo de una buena vez.

La secretaria arrugó la cara. “Mira que eres guarro”, le dijo. El director general se limpió con el dorso de la mano, se acomodó la corbata y le dijo en voz perfectamente audible: “Cosas más grandes te he visto yo meterte en la boca“.

13 comentarios en «NO PUEDO DAR NOMBRES»

  1. ¡Qué delgadita es la capa brillante y crujiente de la convención social! A poco que se rasque, enseguida se alcanza el interior viscoso y turbio…

  2. En un largometraje en 35mm en el que trabajé como Director de Arte, había un requerimiento especifico para una secuencia; un carrito de la compra. Dicho elemento debía tener ciertos atributos exigidos por el guión, un color apropiado, un aspecto físico “vivido” y sobre todo el modelo elegido tenía que coincidir con la época que intentábamos representar. No era una secuencia complicada, pero sí que es verdad que el carrito era la herramienta que articulaba la tensión de lo que se quería contar. Así lo veía nuestro director. Así lo entendimos todos. Hasta aquí todo correcto.
    Después de proponer, desde mi departamento, distintos modelos de carro, y hacerlos llegar hasta la oficina, nuestro director inquieto los estudiaba detenidamente, haciendolos funcionar. Carro en mano paseaba por los pasillos y como un poseso, buscaba escalones para probar el funcionamiento de las ruedas. No había comentarios, solo un meticuloso estudio del rendimiento de los artefactos presentados. Perplejos los presentes, esperábamos que después de toda aquella “performance” habría una elección firme o por lo menos alguna pista para seguir buscando el Carro Ideal. Cansado del trajín y después de un largo silencio solo hubo un comentario por su parte:

    -Cualquiera de los que propones está bien, pero tiene que estar muy oxidado, pero que muy muy oxidado.

    El óxido se consigue en el cine con una buena patina aplicada por un buen profesional. Así se controla la apariencia de la oxidación y se evita la espera que los productos químicos o la propia humedad exigen naturalmente. Todo se representa en el cine, si las humedades se pintan, los oxidos también. Tenía un buen pintor de avance y el reto se planteaba sencillo.

    Después de una mañana de trabajo de pintura, ya teníamos el carro perfectamente ambientado y patinado. Era momento de mostrarlo al equipo de dirección y zanjar el asunto. Ya en la oficina el carro causo cierta expectación, ya que el grado de verosimilitud era alto y todo apuntaba a que solucionado este tema podríamos continuar con el resto de múltiples cosas que el proyecto exigía.

    LLego el director y sonriente por la apariencia del carro, procedió a su meticuloso estudio. Tras inspeccionarlo visualmente, cogió el carro y desapareció nuevamente por entre los pasillos de la productora.

    Anhelantes y tengo que reconocer que con cierto nerviosismo, todos los allí presentes esperábamos la vuelta del director con su beneplácito.
    LLegó a nuestro encuentro sin la sonrisa con la que se fue y sin el carro. Y solemnemente nos dijo:

    -No me sirve. Las ruedas no chirrían.

    En ese momento entendí quien nos iba a dirigir.
    Nadie se atrevió a sugerirle que existía la postproducción de sonido. Hubiera sido humillante.
    No hubo otra opción de carro por mi parte, tenía cosas más importantes que hacer en favor de la película. Se rodó con ése que no chirriaba en el rodaje, pero que sí lo hizo en el montaje final.

    No puedo dar nombres.

    1. Las reuniones de gente de equipos de arte explicando anécdotas, aventuras, flipadas y delirios de los equipos de dirección, producción, foto y actores, son tan interminables como desternillantes.
      Las incoproraciones a la profesión en cargos importantes de gente recien salida de la escuela, que no ha pasado por el meritoriaje o la ayudantía está generando en los últimos años suficientes anécdotas com para rebosar el límite.

    2. Efectivamente era un director novel!! Con una subvención por su categoría profesional y un par de cortos como curriculum. Aunque debo decir que no todos los noveles son así.

    3. Madre mía… Que gente así alcance esos puestos con ese grado de ineptitud mientras otros, con mil patadas más de talento, se comen los mocos (sí, sí, suena a envidia y a frustración personal, pero no es el caso: para culparme de mi fracaso ya estoy yo)

      ¿CÓMO, señor, se puede llegar hasta ahí sin un mínimo sentido de trabajo en equipo??!! Yo también acabo de salir del nido (que no de las escuelas de marras), pero un curso de chichinabo y un par de cortos me han bastado para aprender que uno, por mucho que destaque en algo, tiene que interesarse también por cómo funciona el trabajo de los demás departamentos. Y hablo de sentir curiosidad genuina, de querer aprender el funcionamiento básico de cada oficio. No sólo porque siempre es útil para pequeños proyectillos en solitario, sino porque se trata de un trabajo CORAL. Y yo creía que estaba verde…

      No sé qué extremo lo pasará peor, quien lo tiene todo mascadito pero no da más de sí, o quien tiene potencial y todo un océano de sudor y sangre por delante. Supongo que a la larga le pasará más factura al primero, porque en retrospectiva pica más la impotencia de quien ha tenido medios y no los ha sabido aprovechar que el fracaso de quien lo ha intentado y ya sabía de antemano que lo iba a tener difícil (pretexto tras el cual uno se puede escudar más cómodamente). En fin, qué mas da, al final lo difícil es no acabar jodido…

  3. “Yo, he visto cosas que vosotros no creeríais: directores de arte con esculturas horrendas de su madre, el timo del “ficus” a 300 euros, gente que habla mientras bucea en el mar rojo, personal achispado, directores de empresa bailando flanes, secretarias comepollas… todos esos momentos se perderan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia […]”

  4. Pingback: No puedo dar nombres

  5. Uy, qué sorpresa. El mundo está lleno de gilipollas. Por cierto, si el flan era de una medida estándar, pedazo pollón el del director de la empresa de mkt, ¿no?
    Mi ejemplo: Hace 4 meses pedí una auditoría en mi empresa pq había visto cosas raras. ¿estás seguro? Lo estoy. Y se auditó. Y resultó que faltaban 120.000€. El director financiero pringado hasta el cuello. Dimes, diretes, comentarios. La que has montado me decían.
    Bueno, pues han pasado 4 meses y los 120.000€ no han aparecido, el director financiero sigue siéndolo (se ha demostrado su ineptitud pero no se ha podido hacer lo mismo con su culpabilidad) y yo me he convertido en el puto chivato que se las pagará tarde o temprano.
    Es decir que si no tenéis inconveniente, procederé a mearme en tu ficus de 300 € y en la estatua oxidada cuyas ruedas no chirriaban del comentario de sanson.

  6. Pues, para otra ocasión que se requiera, yo tengo un ficus precioso (puedo mandar foto) y lo alquilaría sólo por 275 euros, nada de 300. Qué abuso!

Los comentarios están cerrados.