DECIR “NO”

Por Guionista Hastiado

Hemos hablado de refilón algunas veces en “Bloguionistas” de los motivos que pueden llevar a un guionista a dejar –o a rechazar- un trabajo. En estos tiempos de cifras récord del INEM el tema podrá parecer algo provocador, pero se trata de un dilema que antes o después todo guionista se acaba encontrando en su trayectoria profesional.

Este oficio tiene ciertas peculiaridades. Se trata de una labor creativa, vocacional, en la que mayoría acabamos porque tenemos un deseo –incluso necesidad, lo llaman algunos-de contar historias y de aportar una cierta visión personal del mundo a través de ellas. Pero, al mismo tiempo, se trata de un curro. No conozco a ningún guionista que escriba exclusivamente por placer; es una actividad laboral con la que nos ganamos el pan, por mucho que, en tantas ocasiones, sea una labor con la que disfrutamos. En esencia, vivimos tratando de conjugar una constante contradicción.

En la gente que está empezando en el oficio detecto cada vez con mayor presencia un afán constante por “meter el pie”, por enganchar un buen curro y no soltarlo, creyendo que ése es el fin de sus esfuerzos –convertirse en guionista- en lugar de considerar que no es sino el principio de su carrera. Y me resulta una actitud especialmente llamativa en gente muy joven, a la que siempre se le suponen más ganas de asumir riesgos y probar cosas antes de apoltronarse.

En mi opinión –todo esto es mi opinión personal absolutamente rebatible, y, como siempre, más centrada en el universo televisivo- lo mejor que puede hacer un guionista es intentar labrarse una carrera solvente. Y eso significa, fundamentalmente, aprender a desenvolverse en distintos géneros y formatos y demostrar su solvencia como narrador. No resulta fácil, por supuesto. Es una carrera de fondo y a veces es dura, pero no sólo conseguirá ser mejor escritor, también le será más fácil poder acceder a distintos trabajos dentro de la industria.

En televisión es muy frecuente la figura del guionista “de plantilla” que se ha desarrollado como profesional dentro de una sola empresa. Es una opción perfectamente válida; sobre todo porque te permite tener una mayor estabilidad y, si se tiene talento y paciencia, ascender poco a poco e ir teniendo mayores responsabilidades en los distintos proyectos con los que se colabora. Quizá la única pega de esta estrategia laboral es que se aprenden a hacer las cosas de una sola manera, y se pueden coger ciertos vicios de escritura.

La otra opción es la del freelance o el guionista que cambia con asiduidad de trabajo. Es una forma de desenvolverse mucho menos segura y con pegas evidentes, pero, en compensación, uno se enriquece mucho más colaborando con profesionales de todo tipo que plantean la escritura y la creación de maneras muy diferentes.

En realidad no creo que haya una opción mejor que otra, y pienso que es una cuestión que tiene que ver, más que nada, con el carácter de cada uno, con la paciencia, la capacidad de asumir riesgos o lo inquieto que sea el culo de cada uno. Yo me reconozco más en el segundo grupo, pero tengo muchos buenos amigos que prefieren la estabilidad, a los que les va muy bien y que son grandes profesionales.

Pero volvamos al asunto del post. ¿Cuándo es el momento de dejar un trabajo? ¿Cómo se toma esa decisión? Evidentemente cada persona y cada situación son diferentes. Yo voy a hablar aquí de mi experiencia personal, que posiblemente importará muy poco a muchos, pero que tal vez pueda interesar a unos pocos. En mi caso particular, lo que yo le pido a un trabajo perfecto es:

– Ganarme la vida (que me paguen).
– Divertirme.
– Aprender.

Siempre he procurado que los trabajos en los que estoy cumplan al menos dos de esas condiciones (a ser posible incluyendo la primera, claro, por meras cuestiones alimenticias). Por supuesto, añado otra serie de asuntos fundamentales que asumo como irrenunciables, como el hecho de que se te trate con respeto, de que no te obliguen a llevar corbata, o de que no te obliguen a escribir algo que va contra tus creencias (una apología del nazismo, por ejemplo). Afortunadamente, son situaciones a las que todavía no me he tenido que enfrentar.

Por concretar. Hace unos años yo me fui de “7 vidas” cuando estaba en la que sería su penúltima temporada. Mucha gente me ha preguntado a lo largo de este tiempo por qué me marché de una serie que tenía una impronta de “calidad” y en la que contaba con una razonable estabilidad laboral. En aquel momento, yo llevaba casi cuatro años escribiendo la serie. Había entrado en más o menos cuando se estaba escribiendo el capítulo 90 de la serie, y me fui cuando andábamos ya por el 180. Entré como guionista “junior” y al año y medio más o menos me hicieron jefe de equipo (en un sistema en el que se trabajaba con varios equipos de tres personas, yo era el responsable de uno de ellos). Cobraba si no recuerdo mal unos dos mil euros, lo que a muchos les parecerá un buen sueldo, pero se trataba de una cantidad muy por debajo de lo que se paga habitualmente por asumir una responsabilidad como la que yo tenía.

En definitiva, llevaba mucho tiempo haciendo lo mismo, había pocas posibilidades de que la serie fuera a mejor, quería aprender a escribir otras cosas, probarme a mí mismo, y, también, que se reconociera mi labor en su justa medida. Si a eso le sumamos que el ambiente de trabajo estaba ya algo viciado, creo que se comprende que la decisión viniera sola. En las productoras a menudo van a intentar convencerte de que fuera de su órbita te vas a ver abocado al paro y la desolación absoluta. (Es famosa en la profesión la frase “ahí fuera hace mucho frío”). Es la manera que tienen de justificar sueldos bajos o condiciones laborales leoninas. Pero deben creerme cuando les digo que eso no es cierto, o no al menos de una forma tan tajante. Uno debe saber valorar sus opciones, y hay veces en las que compensa saber decir “no”.

En aquella ocasión, en un patético arranque de autoestima, yo pedí un aumento de sueldo asegurando que si no me lo concedían, me iría de la serie. Por suerte, no me lo concedieron (yo no era, para nada, imprescindible). Y ya no podía echar marcha atrás (por una absurda cuestión de navarrismo). Recuerdo que durante algunas horas estuve temblando: ¿cómo iba a pagar el alquiler del piso? ¿Quién querría contratarme “ahí fuera” si yo no conocía a nadie en la industria? ¿Cómo le explicaría a mi madre que había dejado un trabajo sin tener otro? ¿Dejaría de quererme?

La casualidad o la divina providencia quisieron que esa misma tarde me llamaran para ofrecerme dos trabajos, ambos interesantes y con sueldos que sobredoblaban el que cobraba entonces. Tuve suerte y todo salió bien, y rápidamente me reafirmé en mi decisión; más aún cuando, meses más tarde, muchos de mis compañeros siguieron mis pasos (precipitando, en cierto modo, el final de la serie).

Hay multitud de causas que pueden llevar a alguien a rechazar un trabajo o encargo:  una exagerada o innecesaria cantidad de horas de trabajo, un trato incorrecto, un agotamiento creativo, un sueldo injusto,tiempos de escritura absurdos, una descompensada atribución de méritos, la sensación de no sentirse útil o de no estar a la altura de lo que se requiere… Ésas pueden ser algunas de las causas, pero lo importante es la consecuencia, que casi siempre suele ser la pérdida de la ilusión.

Por muy profesionales que seamos, la semillita creativa que germinó un día dentro de nosotros cuando éramos adolescentes, y que nos impelió a meternos en estos fregados, sigue pidiéndonos que la reguemos de vez en cuando. Si no tenemos ilusión por lo que estamos escribiendo el resultado se resentirá inevitablemente, lo que resultará perjudicial tanto para nosotros como para la gente que nos contrata. Por eso es importante que las productoras comprendan la necesidad de “mimar” a sus escritores. No es una petición caprichosa, sino una necesaria e inteligente política para lograr mejores resultados. De hecho la mayor parte de los guionistas se conforman con muy poco, no pedimos chófer y reverencias en la entrada de la productora, sino tener la posibilidad de mimar nuestro trabajo y sentir que estamos dando lo mejor de nosotros mismos. Hay que regar la ilusión. Todos los días.

Por lo que me cuentan compañeros más metidos en ajos cinematográficos, el escritor de largometrajes sufre de parecidas dificultades. La descarnada, exagerada y prolongada intervención en los guiones de personas que no son guionistas redunda con frecuencia en historias malformadas, frankensteins narrativos que avanzan renqueantes, que perdieron toda la frescura a lo largo de un complejo y desilusionante proceso creativo trufado de errores.

Con el tiempo uno aprende a detectar ciertas dificultades incluso antes de que se presenten, lo que puede ayudar a tomar la decisión de rechazar ofertas laborales. La información, por supuesto, también cuenta. Es una industria pequeña y todo se sabe, y, siempre que uno se pueda permitir elegir, es mejor decir “no” a una propuesta peligrosa -por muy jugosa que sea la manzana que te ofrecen- antes que meterte en un sitio del que sabes que sólo te llevarás frustración y sensación de haber perdido el tiempo. Puede que a la postre ganes menos dinero, pero serás más feliz y aprenderás más.

“7 Vidas” no fue el único proyecto que he abandonado, ni será el último. Como ustedes ya sabrán, ayer se estrenó la segunda temporada de “Hispania, la leyenda”, serie en la que he trabajado durante dos temporadas como coordinador de guión. Y lo digo en pasado, sí, porque como ya conté ayer en mi blog, una vez terminada la escritura de la segunda temporada, he dejado mi puesto por voluntad propia, con ganas de descansar y lanzarme a escrituras más personales y retadoras, aunque también con gran dolor de corazón. Ayer fue, oficialmente, mi último día.

“Hispania” ha sido una de las series más apasionantes en las que he trabajado, y una en las que más he aprendido. Como se suele decir, mi marcha es más un “hasta luego” que un “adiós”. Si hay algún buen consejo que dar a quien decida dejar un trabajo, es que intente siempre ser correcto y constructivo. Hay que procurar ofrecer toda nuestra colaboración para que nuestra marcha no provoque grandes problemas, y dejar la puerta abierta a futuras colaboraciones. Se trata de puestos laborales, no de rupturas amorosas, seamos mesurados, por dios. En “Hispania” yo he estado tecleando hasta el último segundo, y dejo atrás a un nutrido grupo de grandes profesionales que suplirán sin ningún problema el torpe trabajo que yo pueda haber hecho, así que los seguidores de la serie no tienen por qué preocuparse.

Cada trabajo que realizamos lo llevaremos con nosotros el resto de nuestras carreras profesionales, en nuestra forma de escribir, de organizar el trabajo y de relacionarnos con los compañeros. Pero, sobre todo, mantendremos a nuestro lado esas grandes amistades que se forjan, paradójicamente, entre las paredes grises de un despacho durante horas de risas y frustraciones. Esa gente con la que te cruzas un día por motivos laborales y que descubres que se ponen a navegar a tu lado en las procelosas aguas de la vida. Ellos son, sin ninguna duda, lo mejor que te puedes llevar de un curro.

Y encima es gratis.

21 comentarios en «DECIR “NO”»

  1. Totalmente de acuerdo en que es mejor decir no que sentirte como un pelele que ha perdido el tiempo, pero quizá, como has señalado, en estos tiempos de paro y abatimiento generalizado sea más difícil rechazar casi cualquier propuesta. De todos modos, comparto la idea de afinar los criterios a la hora de aceptar un curro. Gran post.

  2. El momento de dejarlo es cuando empiezas a pensar en dejarlo. Porque la semilla ya está plantada y, si no das tú el paso, acabarán por echarte ellos. Y tú te quedas pensando: “mierda, con lo a gusto que me hubiera quedado marchándome yo”.

    1. Algun@s prefieren provocar que sea su novi@ el que l@s deje porque no se atreven a ser ellos los que digan que no más…

  3. Interesante el post y aprovecho para Felicitar a los que hacéis Hispania si es que más de uno se pasa por aquí. El 2×1 arrancó bastante arriba y no pararon de suceder cosas. Me lo pasé pipa con la Claudia mega maquiavélica y eso que sólo acaba de empezar y con un Viriato pasado de rosca y guerrero total. Ya sólo me falta Galba a ver cómo vuelve porque que se prepare Claudia que conociendo al Pretor telita…

  4. “Hispania ha sido una de las series más apasionantes en las que he trabajado, y una en la que más he aprendido”. Supongo que no lo suficiente como para quedarse un poco más. Me apena y me inquieta la noticia, Hastiado. Parece una decisión coherente con lo que de forma acertada expone en el post, pero, en esta ocasión, como espectadora y egoístamente, me parece fatal que haya dicho no a Hispania. Ya se me pasará el mosqueo, pero hoy no puedo verlo de otra manera, ni creo que tenga perdón de Dios.

    1. Es que no me ha dejado otra opción que la del pataleo, Hastiado. La serie seguirá, sí, pero igual o incluso mucho mejor, seguro que NO. Otra cosa es que quiera convencerse de ello, para que no le asalten los remordimientos. Bueno, ya se me pasará la mosca..

  5. ¡Qué desfachatez!¡Con el paro que hay y tú despreciando tu puesto de trabajo! No, si ya sé cómo os las gastáis los de la ceja, ya. Pero claro, es muy fácil vivir de las subvenciones que os pagan con el dinero del contribuyente, que luego tiene que volver a pagar para ver esas películas que no le interesan a nadie.
    ¿Y qué demonios es eso de divertirse y aprender en el trabajo? ¡Maldito energúmeno antiespañol!

  6. Mira, que dejes Hispania… pss… ¿pero esta frase?

    “Esa gente con la que te cruzas un día por motivos laborales y que descubres que se ponen a navegar a tu lado en las procelosas aguas de la vida.”

    ¿Qué somos ahora? ¿Poetas? Yo esta frase NO TE LA PERDONO.

    1. Para mí que se refiere a cuando estás escaletando en la pizarra y descubres que tu compi tiene abierto el Explorer.

  7. Totalmente de acuerdo. Hace poco más de un mes tomé una decisión similar dejando mi trabajo. La diferencia es que la ilusión la perdí nada más entrar en él. Un año y medio después, y con el apoyo de mi pareja, he decidido cortar y buscar algo mejor, y entre tanto, escribir y desarrollar otros proyectos, y tratar de entrar en alguno en el que pueda aprender, que es lo que más me interesa ahora mismo, meter cabeza para cojer experiencia, aprender, conocer otros profesionales, etc.

    De momento la cosa no se mueve mucho, pero tengo la esperanza de que en algún momento surja algún proyecto interesante y con gente de la que poder aprender todo lo posible.

    Suerte con tus proyectos!

  8. Malcom in the Middle of Nowhere

    Estoy ESCANDALIZADA de saber que usted aceptó ser jefe de equipo de guión por 2.000 E al mes. No le descubriré nada si le digo que probablemente usted cobró menos por capítulo que cualquiera de los eléctricos, o que la encargada de peinar a los extras.
    Lo malo es que somos todos igual de gilipollas.

    1. Hombre, amiga Malcom, preferiría hacer hincapié en que, de hecho, me fui en parte debido a esas condiciones.
      Somos todos igual de gilipollas, sí, pero algunos más iguales que otros, ;-)

      Un saludo.

Los comentarios están cerrados.