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ARCOS

por David Muñoz

Muchas veces estoy explicando algo en una clase y noto que alguno de mis alumnos piensa que lo que digo es una chorrada. Si la vida fuera un cómic, sobre su cabeza aparecería un globo de pensamiento en el que se leería: “Pues vale, pero digas lo que digas voy a seguir haciendo las cosas como a mí me parece. Si quiero que el detonante de mi historia aparezca en la página 45 porque estoy convencido de que a los lectores de mi guión les va a fascinar que describa mi mundo y mis personajes durante las 44 anteriores, lo haré, y a la mierda con lo que me diga el tipo este canoso que no lee el Cahiers, ¡y al que además seguro que le gusta el libro ese de mierda, ¡Salva el gato!”.

Y la verdad es que no me molesta. No me molestaría ni aunque me lo dijeran. Yo también he sido ese arrogante* alumno de veintipocos años totalmente convencido de que sabía más que mis profesores. Además, sé que no voy a poder hacer nada para que cambien de opinión. No hay cosa que toque más las narices que cuando discutes con alguien mayor que tú , éste renuncie a tratar de convencerte de algo y cierre la discusión con una sonrisa de suficiencia y una frase del tipo “ya te darás cuenta de que tengo razón dentro de unos años, cuando hayas vivido lo que he vivido yo”.

Una de esas cosas que me repateaban cuando tenía esa edad y creía saber mucho más de lo que sabía, era la insistencia de los manuales de guión sobre la necesidad de que los personajes tuvieran un arco de transformación claro. Ahora estoy convencido de que hacen falta y que sin ellos es prácticamente imposible contar una historia que merezca la pena.Pero como ya lo he comentado aquí en varias ocasiones, tampoco voy a insistir mucho más en ello. De lo que quiero hablar hoy es de porqué me repateaba.

Me molestaba porque me parecía que era una convención dramática hollywoodense que llevaba a contar una y otra vez historias de superación personal con una finalidad ejemplarizante, parábolas moralistas de lo más facilón destinadas a convertirnos no sé si en mejores personas pero sí en personas más aceptables desde el punto de vista moral por el hipócrita sistema de valores convencional.

Ahí es nada.

Aunque en mi argumentación yo obviaba los arcos de transformación que podríamos llamar “inversos” (descensos a los infiernos en vez de a los cielos), de ser cierto mi razonamiento, en realidad estos también estos también servirían a la misma intención, solo que de manera más retorcida (mostrándonos no qué hacer, sino qué no hacer).

También creo que me molestaba que en estos arcos inversos, el hundimiento del personaje siempre iba acompañado de la renuncia a sus sueños, y, cuando se pretendía que a pesar de todo el final de la historia no resultara demasiado amargo, una cierta resignación por su parte. Y a esa edad uno no quiere ni siquiera pensar que la vida puede acabar derrotándote, que puedes terminar no siendo quién quieres sino quién puedes. Sobrado de energía como vas (y de deseos y ambiciones) llegas a despreciar a esos profesores que han preferido dedicarse a la docencia a seguir persiguiendo a cualquier precio los sueños que les impulsaron años atrás (en realidad no sabes que muchos siguen intentándolo). Te parece que tipos así solo pueden enseñarte cómo no debe ser tu futuro. Paradójicamente, aunque por aquel entonces prácticamente el cine que veía era solo el que programaban los Alphaville, los Renoir y la Filmoteca, mi forma de pensar era propia del protagonista de una película comercial norteamericana, puro “viaje del héroe”.

Pero, sobre todo, no creía en la posibilidad de que la gente pudiera cambiar. No me daba cuenta de que en realidad todos estamos cambiando continuamente, aunque sea solo un poquito cada día. Y que los cambios realmente importantes, los que habitualmente cuenta el cine, también se dan. Sí, incluso los que nos hacen mejores personas (y no digamos ya los que nos envilecen o amargan). Pero para que se den es necesario tanto que el “personaje” (o la persona) las pasen canutas y que además se muestre receptivo previamente –aunque sea de forma inconsciente- a la posibilidad del cambio. La comodidad, la estabilidad, el estatismo, son los enemigos del drama.

Exactamente lo mismo que he acabado explicando en mis clases cuando hablo de las características que debe reunir un personaje capaz de protagonizar un guión de largometraje.

Digo cosas como: “Cuando no sepáis elegir entre una idea u otra para seguir haciendo que la trama avance, elegid aquella que le ponga las cosas más difíciles al protagonista, que le ponga contra las cuerdas. Hacedle todo el daño que podáis”, o “un conflicto es más interesante cuanto más difícil es resolverlo; a mayor distancia entre el personaje y su objetivo, mayores son las posibilidades dramáticas”.

No estoy seguro de que el único motor del cambio sean las experiencias traumáticas, pero sí que creo que la mayoría vivimos atrapados en el abismo que separa la realidad de nuestros deseos, prisioneros de la cobardía y de una comodidad que tiene que ser destruida para que nos atrevamos a dar un paso adelante. Como a Luke Skywalker, los soldados imperiales tienen que pegarle fuego a nuestra granja y matar a nuestros tíos para que nos atrevamos a unirnos a la rebelión.

Eso no quiere decir que el proceso que lleva al cambio sea agradable o que cuando lo estemos viviendo no estemos deseando todos los días poder regresar a la situación anterior de tranquilidad. Las personas tenemos más de Frodo o de Luke que de los protagonistas de las series de televisión convencionales, que siempre resurgen de las cenizas cuál ave fénix, dispuestos a vivir una nueva aventura como si antes no hubiera pasado nada. Para cambiar hay que pagar un precio. Es entonces cuando descubrimos que por algo la mayoría hemos adoptado como mantra inconsciente aquello de “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Porque puede que nos guste más la persona que fuimos que aquella en la que nos hemos convertido.

El final del viaje
El final del viaje

Pero nada nunca se queda como está. El cambio llega siempre aunque no estemos destinados a salvar a la galaxia de las garras del malvado imperio o a destruir el anillo único. Tarde o temprano la enfermedad, el dolor, nos alcanza a todos.

Ni siquiera hace falta algo tan tremebundo. El tiempo, los reveses inevitables, también detonan procesos de cambio más lentos y sutiles. Ahí están todos esos directores de mi generación que se creyeron los reyes del mundo tras dirigir su primera película sin saber que en realidad habían dirigido dos, la primera y la última; que se comportaban como malvados reyezuelos de una película medieval, gritando en los rodajes, despreciando a todos sus colegas y castigando a todos sus colaboradores con su insolencia y sus malos modos. Ahora, muchos están en la tele, lidiando con las cadenas, aceptando que no son ni van a ser Stanley Kubrick. Convertidos no sé si en mejores personas pero sí que en personas más tratables. La realidad les ha puesto en su sitio. Que, al final, es el de casi todos.

Avanzamos por la senda de nuestro particular arco de transformación pasito a pasito, sin darnos cuenta.

Y un día, de pronto, somos otros.

*Una cierta arrogancia es necesaria para no desanimarse en una profesión donde continuamente eres cuestionado. Demasiada te puede convertir en un insoportable.

17 comentarios en «ARCOS»

  1. Dices: “contar una y otra vez historias de superación personal con una finalidad ejemplarizante, parábolas moralistas de lo más facilón destinadas a convertirnos no sé si en mejores personas pero sí en personas más aceptables”

    Estoy muy de acuerdo, yo creo que en el fondo vamos al cine para aprender, pues como bien dices contínuamente estamos en aprendizaje y el cine nos enseña, nos muestra como los personajes solucionan problemas, problemas que un día quizás sean tambien los mios, porque estos son comunes y nos afectan a todos, así que despues de ver a Tom Hanks en “Náufrago” me quedo más tranquilo, ya se algo más de islas tropicales apartadas del resto del mundo.

    Fantástico blog, un fuerte abrazo.

  2. Ahí están todos esos directores de mi generación que se creyeron los reyes del mundo tras dirigir su primera película sin saber que en realidad habían dirigido dos, la primera y la última; que se comportaban como malvados reyezuelos de una película medieval, gritando en los rodajes, despreciando a todos sus colegas y castigando a todos sus colaboradores con su insolencia y sus malos modos. Ahora, muchos están en la tele, lidiando con las cadenas, aceptando que no son ni van a ser Stanley Kubrick. Convertidos no sé si en mejores personas pero sí que en personas más tratables. La realidad les ha puesto en su sitio.

    La bomba atómica (emocional) del día. Gracias.

  3. Ostras. Pues casi que me dedico a otra cosa. En serio, lo mejor es no tener muchas expectativas y trabajar. Si sale, y acabas siendo un gran creador perfecto. (que tampoco me convence mucho la idea de fabricar diálogos elevados a diario). Si no, pues oye, habrás tenido la suerte de que te paguen por algo que te gusta, que no todo el mundo puede decirlo. Yo, la verdad, es que no me imagino haciendo otra cosa. Y veo con las mismas ganas la última de Harry Potter, La red social o las pelis casi mudas de los renoir . Y creo que aún me falta muchísimo por aprender, porque vale, me he leído todos los manuales de guión, he visto todo lo que se supone que hay que ver, escribo de manera aceptable… pero me he dado cuenta de que por ejemplo, me hablan de Marvel y todas las movidas que rodean a sus personajes … y soy una novata. Con esto quiero decir que no creo que haya categorías o clases de guionistas. La información, el material está ahí, a nuestra disposición. Dejando a un lado la soberbia y el ego, tenemos que pensar que escribir es un trabajo y que conjugando los elementos de manera más o menos acertada, tenemos mucho ganado. El camino tortuoso lo ponemos nosotros. También se puede mirar desde el otro lado y pensar que esta profesión es un chollo.

  4. Madre mía. Que cosas tan profundas de buena mañana. Si lo escuchara con la voz de Morgan Freeman se me pondrían los pelos de punta.

    He oído por ahí que existe un cuarto acto que no se suele incluir en la versión cinematográfica del viaje del héroe. Este cuarto acto consiste en la dificultad del héroe para volver a su “estado natural” después de haber hecho el viaje y, por lo tanto, haber cambiado. Sería algo así como Frodo con unos buenos años de más, aburriendose como una ostra en su casa y echando de menos los tiempos en los que tenía que dormir al raso en las cumbres de Mordor.

    Algo conocido de forma popular como “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

    1. Como ‘It is’ después de ‘Las cenizas de Ángela’ … todo el mundo pareció decepcionado y sin embargo era casi mejor que la primera

    2. Ese cuarto acto existe en el libro, pero no consiste en Frodo nostálgico de aventuras, sino en Frodo adicto sin remedio al Anillo perdido (con mono del Anillo, vamos), y enfermo del “hálito negro”, la secuela de haber peleado con los Nueve y haber sido herido.
      Frodo salva el mundo, pero no para él, pues ya no puede vivir en paz en la Comarca, y acaba partiendo en barco al Otro Mundo, las Tierras Imperecederas, ese trasunto de la leyenda celda de Avalon, una especie de muerte sin muerte.
      Es un “cuarto acto” épico para rematar una historia épica, donde el héroe vence y vuelve, y a la vez en cierto modo muere en el intento.

  5. Yo también discutí fuerte con mi profesora de dirección cuando tenía veintipocos. Llegó un punto en el que mis compañeros me dijeron que no discutiera tanto que entorpecía la clase y eso que yo soy de los que pasa inadvertidos. :)

  6. ¿Y si le pedís al doblador de Morgan Freeman que lo lea en voz alta? ¡Estoy de acuerdo con que sería la leche! Sueltas varias verdades como puños en esta entrada, muchas de ellas, difíciles de reconocer en el día a día.
    Una entrada muy inspiradora.

    ¡Saludos!

  7. Vaya que sí, como espectador y desde fuera del gremio, hay muchas cosas que dices de vuestro trabajo y de la vida en general con las que coincido plenamente.
    No llego a los 40 y cada vez tengo más claro que en mis últimos días me arrepentiré de no haber dado ese paso adelante. Incluso pienso que una de las mejores cosas que me pueden pasar es que me despidan para cambiar de sector. Pero claro, tan acojonado estoy que cualquiera lo hace por su cuenta.

    Dicho esto, OFF-TOPIQUEO un pelín, abriendo un tema por si da para que algún día expliquéis algo más.
    Os llevo leyendo desde que empezasteis aquí, ya que vengo de leer los blogs de alguno de vosotros. Así que tengo más o menos claro cómo funcionan las cosas en la televisión patria.
    Partiendo de la base que los que escribís en televisión tenéis un nivel mínimo como profesionales, a partir del cual cada uno llega hasta donde llega, y que no va a dar la casualidad que una serie contrate a los más incapaces y otra a los únicos buenos… ¿cómo es posible que el mismo colectivo escriba Crematorio y Piratas? Es decir, sé por vosotros mismos por dónde van los tiros, pero tengo una malsana curiosidad por saber cómo os dirigen en el día a día para escribir unos u otros diálogos. Porque no me puedo creer que nadie escriba según qué cosas convencido de lo que hace.
    Lo pregunto en serio, no me puedo explicar lo que vi y oí durante un rato anoche a razón de cien kilos el capítulo.

  8. Por explicarme un poco mejor… Me lo imagino como en “Shakespeare in love” cuando le dicen “Y el perro… ¿dónde está el perro?”.
    ¿Es así?

    1. ¿Pero de verdad puede ser tan increíblemente mala?
      ¿Y si es al contrario y lo que ocurre es que está por delante de su tiempo y faltan muchos años para que se comprenda?

  9. He disfrutado tanto de la refexión, David, que he tenido que leerla dos veces, como hago con las buenas películas. Y aunque mañana pudiera ser otra persona distinta, no cambiaría nada de lo que dice. Gracias por hacernos pensar en el cambio que siempre sobreviene a través nuestro arco, aunque no siempre seamos conscientes, ni esté en nuestros planes hacerlo.
    Un abrazo.

  10. De vez en cuando ese chaval que te toma por imbécil tiene razón y acaba reinventando el cine.
    Me imagino que todos quieren ser ese chaval. Así que mientras se inspiran te toman por gilipollas, que por algún sitio hay que empezar el camino de la genialidad. Y claro, la mayoría se queda por el camino y se la tiene que envainar, pero el que acierta… Ese tiene gilipollez para una buena temporada.

    1. Reconozco que yo mismo fui uno de esos alumnos arrogantes. Mil hostias más tarde no me ha quedado más remedio que aceptar que quizás no se me valore hasta después de muerto.

  11. “aunque por aquel entonces prácticamente el cine que veía era solo el que programaban los Alphaville, los Renoir y la Filmoteca, mi forma de pensar era propia del protagonista de una película comercial norteamericana, puro “viaje del héroe”.”

    genial esto!

Los comentarios están cerrados.

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