por David Muñoz
La sinopsis que aparece en la contraportada de esta novela explica que cuenta la historia de Enrique y Margaret, un pareja de Nueva York que “tras treinta años de matrimonio y alcanzada una estabilidad que parecía imposible (…) lleva tres años luchando contra el cáncer que ella padece y que ha entrado en fase terminal”. Mientras Margaret se prepara para despedirse de sus familiares, Enrique “va reconstruyendo la historia de su matrimonio”. Así que supongo que algún lector se estará preguntando qué hago hablando de ella en un blog de guionistas.
Pues bien, la razón es que su autor, Rafael Yglesias, además de novelista es guionista de cine. Entre otros, ha escrito los guiones de From Hell, Dark Water, Fearless y La muerte y la doncella. Y, dado que la novela es autobiográfica, Un matrimonio feliz no es solo la historia de su matrimonio sino también la de su carrera como guionista. Toda el libro está salpicado de comentarios y reflexiones sobre nuestro extraño y esquizofrénico oficio, en el que una y otra vez se nos pide que demostremos talento (una “voz” personal, una particular forma de ver las cosas) para luego pedirnos oficio, que seamos dóciles y no nos importe escribir prácticamente al dictado. Por Ej. me ha hecho gracia lo que dice Yglesias cuando recibe un fax con el encargo de escribir el guión de From Hell: “(…) (tenía que) volar a Los Angeles a final de semana para comenzar a trabajar con el director y las notas del estudio. Notas antes de escribir una sola línea de guión. Esa era una de las brillantes innovaciones de Hollywood, criticar al escritor antes de que empiece. Necesitaban el guión deprisa, afirmaba, para poder empezar a rodar antes del Año Nuevo. Eso no impresionó a Enrique. Los estudios siempre exigían que el escritor se diera prisa porque el rodaje era inminente, y luego, tras recibir el guión, el proyecto avanzaba a paso de tortuga”.
Vamos, que en todas partes cuecen habas.
La cierto es que Yglesias realiza un relato absolutamente descarnado y sincero de la forma de ser de muchos de los que nos dedicamos a esto. Pese a lo que pueda parecer por el párrafo que he copiado antes, en su novela no abundan los momentos en los que se retrata al guionista como un héroe trágico enfrentado a los despiadados productores. Al fin y al cabo si estamos en esto es porque nos da la gana y somos tan cómplices de lo que nos ocurre como aquellos que toman las decisiones que tanto nos molestan.
También se describen muy bien lo que llamaría “las fases psicológicas del guionista”. El paso de aspirante a novato y de novato a veterano y la forma de sobrevivir a todas ellas sin acabar convertido en un tarado, o peor, en un imbécil. La manera de hacerlo suele ser comenzar a tomarse las cosas con un poco de distancia. El mundo no se acaba porque no seas Orson Welles (o Amenábar), y tampoco merece la pena estar a punto de sufrir un infarto cada vez que sufres un revés en tu carrera (que de todos modos nunca es cómo la imaginaste cuando empezaste, o más bien cómo la deseaste). Eso tampoco significa que deje de importante lo que haces o que no te impliques. Ya lo he dicho aquí muchas veces: la única manera de disfrutar escribiendo es implicarse.
Lo hablé hace unos días con un director en el que estoy trabajando en el desarrollo de una serie. No se trata tanto de distanciarse como de levantar barreras psicológicas que te impidan que la frustración te destruya cuando las cosas van mal (que en en nuestro oficio suele ser muy a menudo). La clave es relativizar. Que el dueño de un canal de televisión decida tirar de pronto a la basura el proyecto en el que has estado trabajando durante un año no debe llevarte a tomar antidepresivos.
Un matrimonio feliz me ha impresionado tanto que me gustaría poder escribir una entrada mucho más larga sobre ella. Pero como precisamente esta semana estoy hasta arriba de trabajo, no voy a poder extenderme demasiado.
Solo un par de apuntes: hay historias que nos permiten entendernos mejor a nosotros mismos y el mundo en el que vivimos, y en mi caso esta ha sido una de ellas. Para bien o para mal, en más de un sentido, y no solo el “guionístico”, Un matrimonio feliz es la historia de mi vida. Una y otra vez Yglesias aborda con una lucidez perturbadora cuestiones que a mí me llevan agobiando años. No sé si leerle me ha ayudado a llevar las cosas mejor, pero sí que es un consuelo descubrir que uno no está tan solo como creía.
Claro que para mí otro elemento perturbador del libro es que Rafael Yglesias es hermanastro de Lewis Cole, un buen amigo, escritor y profesor de guión de la Universidad de Columbia, al que conocí cuando “tutorizo” un guión mío y de Antonio Trashorras en un taller que se celebró hace más de una década en una isla griega. Como ya comenté en mi blog, por desgracia Lewis murió hace unos años. Y Lewis también aparece en el libro de Yglesias (no queda muy bien parado. Rafael quería y admiraba a su hermano, pero ambos tenían una relación muy competitiva. Los dos eran escritores y durante una época trabajaron juntos como guionistas). Me ha resultado interesante pero también extraño ver como en la novela se cuentan muchas historias que ya conocía a través del punto de vista de Lewis. De hecho, una vez tuve la oportunidad de cenar con Rafael Yglesias en la casa de Maine que la familia tenía en Maine y la que tantas veces se alude en el libro. Pero os aseguro que mi recomendación no tiene nada que ver con mi interés personal por la familia Yglesias/Cole. Un matrimonio feliz es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Y estoy convencido de que muchos de sus lectores se habrán sentidos tan reconfortados y perturbados como yo al leer sus páginas. Pese a la HBO, todavía casi el único lugar donde pueden encontrarse historias que hablan con honestidad y profundidad de los aspectos más oscuros de la condición humana sin caer en el cliché es la literatura.
Y por cierto, en un texto que Yglesias ha escrito recientemente sobre lo que debe hacer un escritor para tratar de dominar su oficio, dice que conviene “aprender cómo hacen lo que hacen los escritores que desprecias; puede que descubras algo que te resulte útil por tu trabajo”. Lo comento porque tiene que ver bastante con mi entrada sobre ¡Salva al gato! y lo que comenté aquí la semana pasada acerca de la opinión sobre él de algunos lectores de Bloguionistas.
El resto del texto lo podéis leer aquí.
La leeré con ganas. Gracias, David.
Aunque toca el mismo tema que una novela que estaba empezando a diseñar… Probablemente, deje de hacerlo. Es lo que tienen las ideas. Que la misma anida en más de una cabeza al mismo tiempo. bueno, en este caso, en la de él, antes.
Ahora toca buscar otra (idea).
Pero no se trata tanto de la historia ¿no? sino de la manera de contarla
Exacto. Bubybarton, ¿no consideras que tú historia merezca la pena ser contada? Si no te hubiesen comentado la existencia de esta novela, lo habrías hecho. La pulsión está ahí. El problema sería dejarse contaminar por la idea de otro, pero si no es caso, ¿por qué renunciar?
Gracias, de verdad… primero lo leeré… Aún así, daré prioridad a otras cosas: llevo dos series en producción a cuestas y un encargo en firme (contrato firmado vaya) de un “peculiar” libro sobre guión para El Aleph… Es cuestión de dedicarse a otras cosas y dejar reposar tanta coincidencia.
Pero muchisimas gracias por el detalle.
Besos.
“Nuestro extraño y esquizofrénico oficio, en el que una y otra vez se nos pide que demostremos talento (una “voz” personal, una particular forma de ver las cosas) para luego pedirnos oficio, que seamos dóciles y no nos importe escribir prácticamente al dictado”
BRAVO.
BRAVO.
No se puede definir mejor.
Yo que me creía alguien por haber escrito una novelita (genial, por supuesto), y resulta que aquí todo el mundo ha hecho eso y bastante más.
Ya ni en un blog de guionistas puede ir uno a sentirse superior a los demás.
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