por David Muñoz
AVISO: Esta entrada incluye “spoilers” de “El Gran Vázquez”. Así que si queréis verla… mejor saltárosla. Intentaré no desvelar demasiado sobre los detalles más importantes del argumento, pero aún así, yo que vosotros no me arriesgaba.
Hace un par de entradas o tres creo que dije algo así como todas las películas necesitan que su protagonista tenga un objetivo que le ponga en marcha. Y que cuanto más concretos sean esos objetivos, mejor impulsaran la trama. Resulta más sencillo contar la historia de alguien que busca recuperar un maletín que le han robado que contar la de un tipo que necesita encontrar el sentido de la vida, aunque al final lo del maletín sirva para lo mismo y para eso hablemos de objetivos conscientes/inconscientes, de lo que el personaje quiere y lo que necesita, etc.
A mí me parece de cajón. Vamos, que esto no es algo que diga yo, sino todos los que alguna vez han escrito algo sobre cómo se escriben los guiones de cine o televisión. Aún así, en los comentarios había quien lo ponía en duda, utilizando ejemplos de películas que aparentemente estaban protagonizadas por personajes sin objetivos claros, como “Bajo las estrellas” o “De latir mi corazón se ha parado”. En la discusión subsiguiente, otros lectores de este blog explicaron bastante bien cómo a pesar de todo sí que veían esos objetivos en guiones que aparentemente no los tenían. Lo que no quiere decir que no haya películas de ese tipo. Otra cosa es que la mayoría sean un tostón.
Y precisamente días después de ver aquella entrada, vi una película, que además de gustarme mucho (para los que os interese lo que me pareció, ya lo comenté en mi blog), es una de esas historias que aparentemente tienen como protagonista a un personaje sin objetivos.
Se trata de “El gran Vázquez”, la biografía del mítico dibujante de Bruguera Manuel Vázquez que ha escrito y dirigido Óscar Aibar y protagonizado Santiago Segura. Como casi cualquier “biopic”, “El gran Vázquez” corría el peligro de haber vagado sin rumbo narrativo y haber resultado un rollo. La vida no tiene estructura, no existe necesariamente una relación de causa y efecto entre los diferentes momentos que protagonizamos, la mayoría no tenemos “arco”. Pero sin embargo, el largo de Óscar Aibar funciona muy bien. No resulta aburrido en ningún momento y pese a no contar con una trama convencional, sí se tiene la sensación de que existe una progresión dramática, de que no estamos ante una sucesión de viñetas intercambiables sino de una historia.
Pensando en todo esto, decidí ponerme a analizar la película para descubrir cómo lo había hecho Óscar Aibar (un ejercicio que os recomiendo que alguna vez hagáis todos con las películas que por alguna razón os llamen la atención; se aprende mucho).
Y la conclusión a la que llegué fue que en realidad “El gran Vázquez” es una película mucho más convencional de lo que aparenta en un primer vistazo. Por supuesto, uso “convencional” sin ninguna intención peyorativa.
Estas fueron las notas que tomé mientras veía la película (y aviso: mis análisis no son muy exhaustivos, no son análisis de crítico o teórico sino de guionista):
-Vázquez sí que tiene un objetivo: vivir cómo le da la gana. Para quien no conozca al personaje, Vázquez, además de ser el creador de personajes como Anacleto, agente secreto o Las hermanas Gilda, se jactaba de ser prácticamente un moroso profesional. Compraba a plazos y nunca pagaba las letras; estaba siempre en deuda con sus caseros; vivía por encima de sus posibilidades; estafaba a sus jefes en la editorial Bruguera cobrándoles páginas que nunca había entregado, etc. Vamos, que se pasaba el día tratando de escapar de los primos que se habían dejado estafar por él. Y en lo personal también era un prenda de cuidado. Combinó varias parejas al mismo tiempo en varias ocasiones. Incluso varias familias, ya que tuvo hijos con algunas de las pobres inocentes que se cruzaron en su camino.
Volviendo al objetivo, está claro que el de Vázquez es demasiado abstracto para impulsar una trama. Pero este objetivo abstracto se convierte en objetivos concretos (pasar varias noches en un hotel sin pagar; librarse de sus “mujeres”, etc.) que son sustituidos por otros una vez han cumplido su utilidad. Lo importante es que todos responden al mismo “superobjetivo” inicial que marca el camino a seguir: la necesidad casi enfermiza de Vázquez de vivir a su manera, aunque tenga que pagar un alto precio por ello.
-Vázquez tiene un archienemigo, un antagonista clarísimo, su propio Darth Vader: Peláez, el segundo de a bordo de Bruguera (interpretado por Alex Angulo). Se trata de uno de los únicos personajes de la película que no existió realmente y su función es darle voz a la miríada de tipos que se enfrentaron a Vázquez en la vida real. Ruin y patético al mismo tiempo, Peláez representa todo lo que Vázquez desprecia más en la vida. Es el antagonista perfecto. Su existencia, como le ocurre a Batman con el Joker, hace que nos resulten simpáticos incluso las acciones más criticables del héroe (como cuando Vázquez decide estafar a Bruguera falseando cheques; algo que ya más que una picardía es un delito).
-El patrón narrativo de la película sobre el que se construye la película también es muy clásico. Se trata del esplendor y la posterior decadencia, con agridulce remontada final, de un héroe. En ese sentido, no está tan lejos de una película de deportes. Vázquez es el Rocky de los jetas. Primero, le conocemos disfrutando de la vida a su peculiar manera. Agobiado por los acreedores, pero feliz. Sabe perfectamente que si quiere seguir viviendo como le gusta, tiene que aguantar ciertas cosas. Y mejor tener que salir corriendo que tener que vivir como un pringado. Entonces, conoce a Rosa, una chica bastante inocentona que acaba de llegar a Barcelona para servir en una casa, a la que Vázquez engatusa después de llevársela a pasar unos días con él en un hotel de lujo (sin pagar, claro).
Fascinada con la nueva vida que le ha mostrado el dibujante, Rosa se convierte en la cómplice de sus planes más descabellados. Y durante un tiempo todo va bien. Hasta que Rosa descubre alguno de los secretos que le oculta Vázquez y su relación empieza torcerse. Al mismo tiempo, Peláez decide tenderle una trampa que le ofrece a Vázquez la posibilidad de realizar una estafa que puede provocar que acabe dando con sus huesos en la cárcel. Y eso es exactamente lo que ocurre. Además, Rosa le deja. Estamos más o menos a los 100 minutos de película. Final del segundo acto. Ese momento en el que todo lo que podía ir mal va mal o peor.
Tras cumplir su pena, Vázquez, harto de todo y deprimido, vuelve a Bruguera con el rabo entre las piernas (la empresa ha seguido publicando historietas de sus creaciones dibujadas por otros) y hace acto de contrición. Intenta recuperar a Rosa, pero ésta no quiere saber nada de él. Realmente parece que ha sido destruido como persona y como personaje. Pero, cuando todo parece perdido, Vázquez renace de sus cenizas (no cambió, se rindió) y le marca un gol en toda la escuadra a Peláez, haciéndole caer en una trampa que le pone en dificultades con la policía, como le ocurrió a él con el tema de los cheques.
Después, ya todo lo que queda es epílogo, un breve recordatorio de lo que fue la vida de Vázquez tras el fin de la editorial Bruguera. Y por supuesto, la película tiene muchas más subtramas (quizá la más emotiva sea su relación con el mucho más famoso Ibañez, pero hay más, como la que tiene con su hijo; el guión es mucho más complejo de lo que parece, tiene que haber sido realmente difícil escribirlo). Pero de cara a estructurar el guión creo que lo que he contado es lo más importante: Vázquez y Rosa y Vázquez y Peláez. La evolución de ambas tramas (y la desaparición en el momento adecuado de la de Rosa) es lo que impide que tengamos la sensación de estar ante una sucesión de sketches.
Gracias a ellas, aunque la película tiene muchos momentos que sí que podrían eliminarse tranquilamente si sólo pensáramos en dejar las escenas que avanzan alguna trama, no importan que haya relativos “parones”, porque cuando se corre el peligro de perder el interés, en seguida se vuelve a las dos historias que han conseguido engancharnos emocionalmente.
En este tipo de película, el héroe busca un objetivo, su búsqueda le lleva a meterse en problemas (final del primer acto) y tras darse un buen batacazo a entender que ser cómo es le está impidiendo ser feliz (final del segundo acto), pero, tras un momento de duda, se da cuenta de que no puede evitar ser cómo es, se anima y tira para delante. En cierto sentido, el suyo es un arco de “ida y vuelta”. Todo cambia para que al final no cambie nada. Quizá por eso no suele dar lugar a películas muy comerciales. Parten de un planteamiento que es precisamente la antítesis del cine comercial. No se consiguen cosas, se pierden. Son historias de renuncia.
Dos Ej. de una estructura de este tipo que siempre uso en clase son “Superman Returns” (Bryan Singer, ), y “El hombre del tiempo” (Gore Verbinsky, 2). En principio parece que no tienen nada que ver entre sí, pero pensadlo un poco y veréis cómo en el fondo cuentan exactamente lo mismo. En ambas el personaje consigue su objetivo primario (vencer a Lex Luthor; conseguir su nuevo puesto de trabajo) pero pierde el secundario, el emocional (Superman, recuperar a Lois Lane y ser un padre para su hijo; el “hombre del tiempo”, conseguir que su ex mujer vuelva con él). ¿Por qué? Pues porque justo lo que les hace ser buenos en lo suyo les impide llevar una vida normal.
Exactamente como a Vázquez.
Yo creo que lo bueno que tiene El gran Vázquez, es precisamente que la construcción del personaje, como dices, no es la de un biopic al uso. Utiliza al personaje para construir la historia, pero también utiliza la historia para construir al personaje. Dispone de una base abierta pero sólida, quizá con una libertad no posible en otros casos, que pueda venir derivada de la propia idiosincrasia de la persona real y su mundo interno. Circunstancia que, por extraordinaria y excéntrica, ofrece un amplio ancho de banda donde cabe lo que en otros nos parecería poco creíble.
Excelente. Muchas gracias!
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