Alejandro Pérez, también conocido como Thehardmenpath, ha escrito y realizado cortometrajes como Estramonio, Un cortometraje de Alejandro Pérez y ¿Quién está ahí?. Actualmente trabaja como freelance de postproducción y dirige la serie documental Tus derechos 2.0.
YO COCINO COCINEROS
Me pasó una cosa curiosa el otro día. Estaba con unos amigos de cañas y me invitaron a cenar en su casa. Yo, encantado, les dije que sí. Uno de ellos, Paco, es un cocinero excelente, vocacional, criado en una familia de gourmets, como otros se crían en una familia de músicos y transpiran talento.
Mientras íbamos para allá, estuvimos hablando de lo que podíamos cenar. Paco se dio cuenta de que su nevera de ex-tudiantes estaba vacía. Podía cenarse algo rápido, pero después de fantasear, no podíamos ir por lo bajo. Había tiempo, ganas y hambre. Nos apetecía cenar bien. Así que fuimos a comprar.
Paco se dio cuenta en plena tienda de que no le quedaba suelto. A su colega, Cogollo, tampoco. Habían salido con lo justo para un par de cañas. A mí me quedaban unos cuantos euros en el bolsillo. No hizo falta pedir ni ofrecerse. Fue automático, pura amistad.
Pero en esto, cuando Paco estaba por las legumbres, me mira con ojos de gato y me dice “¿Podemos coger alcachofas?”.
No me gustan nada las alcachofas.
Soy un mal cocinero. Mis áreas de investigación son croquetas, pollo con almendras y tortilla de patatas. Eso es TODO lo que sé de cocina. Paco, comparado con cualquiera es un muy buen cocinero, y si lo comparas conmigo es un puto genio. Si él quiere usar alcachofas, tiene sus razones. Quizá sepa sofreírlas, condimentarlas, inserte un verbo aquí que ni siquiera conozco, de modo que me gusten. Pero son alcachofas, maldita sea.
Y entonces me convertí en productor.
Tenía una posición de poder. Por alguna razón, no podía permitir que con mi dinero se produjera una cena con las alcachofas como elemento fundamental. Aceptaría muchas otras cosas, pero alcachofas, no.
El argumento de Paco era que las alcachofas tenían una pinta estupenda. El mío era que no me gustan, sin más. Mis imposiciones estaban destruyendo su creatividad. Él podía imaginar algo que yo era incapaz de ver. Por alguna razón que no acabo de entender, le dí un rato para intentar convencerme, sabiendo a ciencia cierta que yo iba a cerrar la discusión con un No rotundo.
La cosa acabó ahí. Seguimos siendo amigos. De camino a su casa me di cuenta de lo que había pasado y se lo comenté. Él no está relacionado con el mundo del cine, pero lo entendió perfectamente.
Resulta curioso, pero donde él había hecho una selección, yo la había hecho por encima. Si él eligió las alcachofas, era porque tenían buena pinta, del mismo modo que yo invité a los ingredientes porque me fiaba de su perfil de cocinero. El meta-cocinero no necesitaba ser creativo más que para decir “sí” o “no”, y para elegirle a él. Sin duda, Paco habría sido feliz con una serie de síes, y seguramente mi estómago también, pero entonces no quería verlo.
En ese momento recordé la trayectoria de Paco: auténticas maravillas, pero también algún menú fallido. Ésos pesaban mucho más en mi memoria. Ya no me acordaba de otras veces que había sacado delicias de ingredientes que no me atraen. Yo me sentí como el conductor que tiene que cuidar constantemente de no salirse del carril. Yo, en lugar de él. Todo lo que pasara debajo del capó, la cocina, escapaba a mi entendimiento.
Lo interesante del asunto es que tanto el guionista, como el director o el productor tienen la tendencia a sentirse el conductor del coche, la pieza clave, el ego menos intercambiable de toda la maquinaria. Pero todos somos imprescindibles.
Fui terco y pesao, pero tenía mis razones, que quede claro. Mi cabeza no era capaz de concebir un resultado aceptable con esos ingredientes.
No, sencillamente no confiaba en el proyecto, así que no quería ese proyecto. Quería otro en el que pudiera confiar de entrada. Esto en lo nuestro pasa mucho, distintos agentes de una peli creen que están haciendo una obra totalmente distinta, o quieren hacerla. Puede argumentarse, con mucha razón, que debería ser capaz de confiar lo suficiente en el talento del director para ver más allá que yo, que ésa es su función, pero si convertimos 10 euros en 3 millones… ¿también? Me da escalofríos. Desde esa compra de ingredientes, me doy cuenta de que lo que debe de ser estar al otro lado. La poca visión que se le achaca al productor medio puede ser un argumento válido, pero tiene su sentido, y casi hasta su función.
Deseo, por mi bien, que ponerme una sola vez bajo esa piel haya sido suficiente. (En el mundo de los derechos de autor, no. Ahí, creo que es imprescindible hacerlo de manera continuada.)
Y, por cierto, esa noche cenamos Doritos.
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La cosa se pone más graciosa cuando eres tú el que hace la compra y quieres probar una receta nueva a fin de mes. Entonces te conviertes en una especie de bicéfalo que pretende venderse la moto a si mismo. Una cabeza quiere probar a hacer sushi y la otra espaguetis con tomate.
Te doy la razón.
Ahora, analízalo: al final cenasteis Doritos. Eso no es cena. Fracasaste como productor: no encontraste una solución.
La analogía está bien y se entiende el mensaje, con el que estoy de acuerdo, en líneas generales. Sin embargo, hay algunos huecos:
– ¿Ya habías probado sus alcachofas antes? Si es así, es comprensible tu negativa; si no, ¿y si las prepara de una forma nunca antes probada?
– ¿No había una alternativa mejor que los Doritos? ¿En serio? ¿Era alcachofas o nada? Eso demuestra muy poca imaginación y capacidad de adaptación por parte de ambos.
Lo malo de las analogías es que no todo el mundo las entiende de la misma manera.
En realidad, todos somos prescindibles (no imprescindibles)
Yo no tengo la más mínima idea de cocinar, pero tengo un secreto para hacer una masa de pizza casera que está de muerte. Tanto que mis amigos me la piden a menudo. Debo ser el realizador de realities o algo así, jejejej…
Buena fábula, muy ingeniosa y bien contada. E ilustra muy bien la relación productor-guionista.
Está muy bien este ejercicio de ponerse en los pantalones del otro, aunque sea a costa de vilipendiar a las alcachofas ;P
Os intento contestar a todos:
elperejil, gracias. Parece una fábula, tal vez lo sea, pero ocurrió de verdad.
Octavio y cansado: Los dos habéis dado en el clavo. Se trata de eso.
Kohonera, sí, las he probado. Y para rematar más la alegoría, he trabajado durante años en una empresa de videojuegos llamada Alcachofa Soft. Tengo mucha mejor relación con ellos que con el vegetal.
Vamos, que tu amigo presentó al menos un argumento y tú apelaste a tu paladar. ¿No es como decir que no quiero a Laurence Olivier en mi peli porque es inglés?
Yo creo que en el mundo de los productores lo que hay es mucho cocinero frustrado.
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Las alcachofas son una mierda, hoy mismo me han jodido una ensalada. Y los Doritos están cojonudos.
Sin alegorías.
Las alcachofas te podrán gustar o no (a algunos: a otros les parecen deliciosas) pero es una alimentación sana. Los doritos, pa un guateque valen. No es bueno comer lo mismo todos los días (ni alcachofas ni doritos). En la variedad está el gusto. Pero entre la alcachofa y los doritos hay una amplia gama de alimentos más saludables que estos últimos. Y con un poquito más de clase.
Es como el vino. Si tienes un paladar que descubre y saborea un ribera de Duero (no necesariamente caro), ya no vuelves al tetrabrik de Don Simón.
Entiendo que el tetrabrik es más barato (allá cada cual con su gusto) pero la comparación es objetivamente odiosa (como la de las alcachofas y los doritos).
El problema es que veo mucho Don Simón y mucho dorito en la producción española y me lo quieren vender como una cuestión de gustos. No: es de mala calidad alimentaria.
Y el autor del post lo deja claro: cocina cocineros. Luego los fagocita, se los come… No aprende a cocinar con quien sabe. No le dice: “no compres eso que no tenemos pasta”. No. Le dice: “como yo tengo la pasta aquí se cocina lo que yo quiero”. Bien. Está en su derecho. Pero no es muy inteligente. Para hacer un buen equipo siempre es conveniente rodearse de gente que sepa más que tú en cada área. Escucharles a todos. Y luego, decidir, que para eso tienes la pasta y eres el jefe.
Otra cosa es que tengas la idea original y ajustes a los demás hasta que te den lo que quieres. Pero, aún más doloroso, el proceso es el mismo: escuchar, analizar, ser criticado por expertos cocineros. Y luego decidir. No cocinarlos.
La verdad es que es de agradecer la aparición de productores en este blog expresándose tan claramente. En otro post, uno animaba a “trabajar duro y triunfarás” tras reconocer que de 1.500 guiones no le valía ni uno a sus excelsos ojos (o es muy exigente o no estaba encargando correctamente).
Ahora, éste cocina cocineros.
Como supongo que ambos son jóvenes y no productores tradicionales, sólo me queda decir que veo exactamente los mismos defectos que hacen que nuestro audiovisual esté como está. O sea, que el futuro es cojonudo, vaya.
Y que conste que para el que esto escribe el trabajo y la función del productor es: 1) maravillosa, 2) supercreativa -tal vez la que más: pone el sello a cada cosa-, 3) hipernecesaria.
No creo en el guionista-artista. Si fuera así escribiría poesía y no guiones. Ni en el director-guionista por cojones. Soy guionista y necesito productores y directores… como ellos nos necesitan a nosotros.
Pero sólo podemos crear cosas de calidad desde la autocrítica, la admisión de la crítica de los demás, el oficio, el conocimiento… Y no desde competir a quien la tiene más grande. Ni confundir un gusto caprichoso con un argumento de calidad. Ni olvidar que aquí se trata de contar algo que el espectador reciba, le emocione o le divierta. No de mostrar tu ombligo al mundo.
Perdón por la sábana.
No puedo entender que no te gusten las alcachofas
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