“SI PESTAÑEAS, TE LO PIERDES”

por Mercedes Rodrigo.


A riesgo de resultar pesada, me dejo llevar por el entusiasmo y abordo un tema recurrente en Bloguionistas: El Taller de Thriller que tuvo lugar en la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España.

Si, compañeros, yo también fui. Y os aseguro que mereció la pena. Entre otras cosas, por poder asistir a la Clase Magistral que nos regaló Enrique Urbizu.

Y es que hacía mucho tiempo que no quedaba tan conmovida por un discurso sobre guión, cuajado de perlas que siguen brillando en mi cabeza como flechas de neón. Tan útiles para indicar el camino y solucionar los múltiples problemas que surgen en el guión que escribo, que es precisamente un thriller.

Urbizu trató muchos temas en su charla, desde la importancia que tiene el MacGuffin en sus películas, hasta la atmósfera cautivadora de hollín y óxido del Bilbao de los ochenta. Pero me llamó especialmente la atención esta pregunta que lanzó al aire: “¿Hasta qué punto complaces al espectador?”

Por supuesto que él tiene muy clara la respuesta y, si bien trató el tema en el ámbito del thriller, se puede aplicar a todos los géneros.

Hablo de cine, claro. De una película pensada para proyectarse en una sala oscura o, al menos, para ser vista con toda la atención. Una atención que cada vez es más difícil exigir al espectador de nuestro tiempo, y no necesariamente porque éste sea responsable.

Esa atención sale de manera natural cuando se acude a una sala de cine. El lugar proporciona la atmósfera, el resto ya es mérito de la película. El cine pide silencio y concentración, a cambio proporciona evasión, conmoción y, en ocasiones, reflexión.

La tele puede proporcionar lo mismo pero con menos intensidad. Se presta más a originar opiniones inmediatas, comentarios, conversaciones. Está integrada en la escenografía de nuestra propia casa, con la luz cotidiana que acompaña nuestro día a día, bajo el dictado del zapping y el despiste del consumidor.

En el lenguaje televisivo estamos más que acostumbrados a complacer al espectador.

Yo, que acumulo la mayor parte de mi experiencia escribiendo series diarias, tengo una tendencia casi patológica  a dejarlo todo claro.

Y no es que subestime la inteligencia del espectador (que es la mía propia) sino que cuento con su falta de concentración  y trato de ponérselo lo más fácil posible.

Porque el objetivo, es que el espectador vea el mayor número de capítulos posibles, ya sea niño, anciano, o adolescente. Se trata de que, si se pierde un par de capítulos, pueda seguir la trama sin problemas.

Por eso, si una trama se basa en la confusión que ocasiona que un personaje confunda un maletín con otro idéntico, ha de hacerse un plano detalle de esos maletines e incluso verbalizar la coincidencia, dejando claro al espectador que eso será la clave de la confusión y de un futuro conflicto.

Godard definió estas diferencias entre la pantalla de televisión y la de cine de manera muy gráfica: “En un cine, el espectador levanta los ojos para ver la pantalla; cuando ve la televisión, los baja…”

Vivimos en la época de La Pantalla Global. Encontramos pantallas allá donde se posa nuestra mirada: pantallas en el metro, en el aeropuerto, en nuestros móviles, en los bares, en el ordenador.

Es la imagen la que nos busca y no al revés.

Se nos ofrece constantemente un exceso de imágenes que apelan a la estimulación sensorial, en busca de ser rápidamente “elegidas” por el espectador.

Parece que, ante tanta proliferación de pantallas y canales, los lenguajes publicitarios, televisivos y cinematográficos se mezclan y confunden.

Asimismo, el espectador es más sabio que nunca y conoce perfectamente los resortes visuales, por eso no le vale cualquier cosa.

Por eso existen series como “Lost” o “The Wire”, donde apenas se verbaliza la acción y las incógnitas se resuelven sin previo aviso ni posterior resumen. Como te descuides, ni te enteras, y te lo tienen que contar.

Más de un seguidor de estas series tendrá que reconocer que, para mayor disfrute del capítulo, apaga la luz de su cuarto y no atiende ni las llamadas de teléfono.

Es tele que consumimos con la atención y la avidez con la que consumimos cine.

Pese a todo, siempre surge la eterna duda sobre si facilitar o no al espectador el seguimiento de la trama.

El tema de complacer o no al espectador se vuelve más complejo cuando, en España, la mayor parte de cine está producida con dinero de las televisiones, y los productores que vayan a trabajar con directores y guionistas, obviamente, van a buscar la rentabilidad del producto.

Porque bien lo dijo Urbizu: “El productor siempre va a tratar de hacer un cine confortable para el espectador.”

El director, que ahora vive inmerso en la postproducción de su última película “No habrá paz para los malvados”, nos explicaba así una diferencia de opiniones entre él y sus productores.

Urbizu plantea un plano general en el que el protagonista baja a un sótano donde se encuentra un objeto indispensable para la trama pero en el que el protagonista no se fija especialmente.

El director cree que si el personaje no ve nada especial en el objeto, el espectador tampoco tiene que verlo.

El productor, en cambio, piensa que el espectador agradecerá un plano detalle del objeto en cuestión, una pista más que evidente de que ese objeto juega un papel importante en la trama.

Tal vez exista algo de miedo a que el espectador se sienta perdido en la trama y se frustre pero, en mi opinión, la intención del director es la correcta, sabe lo que hace.

Sólo trata de respetar el punto de vista del personaje sin hacer concesiones al espectador.

Así obliga al espectador a releer la imagen cinematográfica, exigiéndole toda la atención que requiere esa película que ha sido pensada al milímetro (no en vano Urbizu ha rodado su última película en formato panorámico, ofreciendo al espectador mucho fotograma para ver, buscar y deleitarse).

Es la única manera de disfrutar de la complejidad de la trama, de las rimas de imágenes que se suceden y que pasarían desapercibidas si no se le prestara al conjunto toda la atención que merece.

“Si pestañeas, te lo pierdes”.

La intención es que la historia no termine cuando acaba la película, sino que vaya más allá. Así se reta al espectador a una mirada diferente: la propia.

Y Urbizu lo hace porque ésas son las películas que le gustan a él.

También son las películas que me gustan a mí.

Es un valor añadido para una película que el espectador salga de la sala haciéndose mil preguntas y conjeturas sobre lo que acaba de ver, pese al riesgo que existe de que algún espectador se pierda y termine frustrado.

Tenemos un ejemplo claro en la película “Inception”, en la que el espectador está mucho tiempo desconcertado, sin saber qué está sucediendo exactamente, pero con toda la atención puesta en los detalles, releyendo la imagen cinematográfica constantemente en busca de pistas.

Por eso, cuando Urbizu contó que no rodó ni uno solo de los insertos que se habían incluido en el guión, os juro que el corazón me dio un vuelco.

Una actitud tan valiente no puede sino merecer mi más sincera admiración.

Respeta el punto de vista de los personajes y, al hacerlo, está respetando la inteligencia del espectador, tratándolo como a él le gusta ser tratado.

Después de un discurso tan inspirador lo primero que hice fue ver de nuevo “La Caja 507” y comprobé en cada plano lo consecuente de sus palabras.

Así que, como él mismo reflexionó, tal vez tenga que esperar mucho tiempo para rodar una película y tal vez éstas no consigan la rentabilidad económica esperada.

Pero de lo que no me cabe ninguna duda es que alcanzan con creces el objetivo, tanto temático como visual, que se propuso como director: “Acabar con la mirada inocente del espectador”.

16 comentarios en «“SI PESTAÑEAS, TE LO PIERDES”»

  1. ¡Aleluya! Alguien que trata al espectador como a un adulto en este tiempo de “papillas” intelectuales en todos los ámbitos.
    Ese ha sido el salto cualitativo de la ficción televisiva norteamericana y británica: han comenzado a hacer series para adultos, donde el espectador tiene responsabilidad en la visión del producto. Aquí continuamos haciendo series para adolescentes, niños y abuelos, todos ellos sectores a los que se les han retirado cualquiera de las barreras que puedan obstaculizar su acceso al consumo. Teniendo en cuenta que los USA también pasaron por ahí, me queda el consuelo de que algún día podremos ver una serie nacional que nos exija un poquito.

    1. Eso es un poco optimista: las series “adultas” de Estados Unidos son todas producidas para cadenas de cable. Aquí no hay una cadena con el poderío económico necesario para hacer una serie de prime-time con un target de “sólo” un millón de usuarios.

      Lo más parecido a eso es el experimento de hachebeoización de Canal+. Veamos qué tal funciona. Ojalá salga bien, porque si sale mal… no creo que haya más intentos.

    2. Cierto, esas series van destinadas a cadenas de cable, en las que la tele se consume como si fuese cine y donde el producto que se vende son los contenidos en sí y no la capacidad de atracción de espectadores para que consuman publicidad. Sí, posiblemente peque de optimista.

    3. Si todo el mundo pensara que no es posible un cambio, allí no llegaremos más nunca. Hay que intentarlo toda costa.

      “el espectador es más sabio que nunca y conoce perfectamente los resortes visuales, por eso no le vale cualquier cosa…”

      Viéndolo de esta manera, con seguridad que algún productor comenzará a abrir los ojos también.

  2. Evidentemente estoy de acuerdo contigo. Pero sí creo que en lo que plasmas es importante atender a las equivalencias. Hay un punto que podíamos denominar “la delgada línea roja”, que es dónde a todos nos surgen dudas; el punto entre la sutilidad y el entendimiento. Pasarse o quedarse corto. El run-run constante en la cabeza de “A ver si no se va a entender”. A mí me parece uno de los puntos más difíciles a la hora de tomar decisiones en el guión.

    En cuanto a lo que comentó Urbizu, a mí lo que de alguna manera más me llamo la atención, es la relación (muchas veces la falta de ella) entre la acción descrita en un guión y lo que se ve por pantalla. La interrelación entre una descripción y un plano, entre una escena y el montaje de ésta. En mi opinión es muy importante que aunque como guionistas no participemos en la realización, sí que pensemos en ello a la hora de escribir.

    Saludos.

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  4. Ciertamente, se agradece un post tan lúcido y acertado. “La intención es que la história no termine cuando acaba la película, sino que vaya más allá”. Muchas de las ficciones qué no van más allá, pasan sin pena ni gloria. Se olvidan con facilidad y cuando vuelves a verlas después de un año, ni siquiera las recuerdas. Te dices, sí, me suena, la he visto, pero no recuerdo ni como termina. También ocurre, que en TV al complacer tanto al espectador y dárselo tan mascado, éste, lejos de agradecerlo, subestima el producto y dispersa su atención de una manera multimedia.
    Sin duda, evitar la excesiva complacencia es un primer paso para conseguir que el espectador valore y focalice su atención en el producto, sin interferencias.

  5. Es que eso es precisamente lo divertido, “no pestañear”, que te dejen pegado a la pantalla. Pero es cierto lo que comentas sobre la dispersión visual ante la pantalla de TV: la del propio espectador y la que se fomenta; hay espacios que se pueden seguir perfectamente poniendo la mesa, o cualquier otra actividad que no exiga tu presencia física delante de la TV, basta con prestar un mínimo de atención a lo que oyes. Que no significa que no haya series, en este caso, que pierdan un ápice de gracia aunque te baste reconocer la voz de los personajes para seguirlas a cuatro metros de distancia de la pantalla, como era el caso de “7 vidas”.

    Pero está claro, es infinitamente mejor que no te hagan un plano corto del horcón con que se mató al perro en el min. 5 de la película, al fin y al cabo es una forma bien tonta de automutilar la propia narración. Personalmente, que tengo una aficción insana a las peliculas serie B que antes sufría en solitario pero a las que no he podido evitar se aficionen también mis hijos, sobre todo las de catátrofes cuanto más malas peor, lo divertido de verlas es la porra sobre a quién se cargarán antes y en qué orden. Que ahora que lo escribo negro sobre blanco pienso que es una forma bien estúpida de pasar una tarde de domingo… vamos, que por una razón u otra todos acabamos pasando algún día por MacDonals.

  6. Estaba totalmente de acuerdo con todo lo que contabas, hasta que has puesto de ejemplo Inception. Por favor, esa peli es precisamente el anticine. Tienen que explicarlo todo en los diálogos y además varias veces, vaya a ser que nos perdamos. Y lo peor de todo es que encima el espectador medio se cree muy listo porque piensan que ellos lo han deducido por sus propios medios. Ja! Todavía resuena en mis oídos la manida frase que me han soltado muchos de mis amigos cuando les decía que Origen no me había gustado nada: “Es que no la has entendido”. Por supuesto que la entendí. Como para no entenderla, si te la explican 40 veces. Mi táctica para que me dejaran en paz era decirles: “Es verdad. Por favor, ¿Te importaría explicármela?” Ja, ja, ja…

    1. Hombre indignado, la trama sí que es algo enrevesada por momentos o quizá es que yo soy bastante melón para seguir peripecias complejas. El problema en mi opinión es que detrás de tanta trama hay muy poquita cosa. Filosofía de pacotilla que algunos confunden con complejidad, creo yo.

  7. Hay que ver lo brillantes que son algunos, Mercedes. Si es que las cazan todas al vuelo. Ya los imagino viendo “Origen” en la tele, de manera multimedia, atendiendo el teléfono, navegando por la red, zapeando de vez en cuando y comiendo una hamburguesa con ketchup. Vaya, que por mucho que se propongan pestañear, no se pierden detalle. Y si no se pierden detalle, qué decir de perderse en la trama, simple y facilona, donde las haya. Seguro que “El Robo de la Jojoya” le resultó más entretenida y además, no daban tantas explicaciones, dónde va a parar!

    1. Pues sí que parece peligroso lo de la plancha, Kohonera. Aunque, visto lo visto, seguro que algunos privilegiados superaban la prueba con éxito. Ahora entiendo mejor el comentario de un espectador a la salida del cine, después de ver Matrix (tal como se comentó en este blog)”Pero cari, ¿Erán todos robots, no?

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