Finales y películas de dos estrellas

David Muñoz

1. Anticipando el final (y mintiendo al hacerlo).

La semana pasada prometí hablar de lo que para mí es un buen final utilizando como ejemplo el de una película que vi hace muy poco, Mal día para pescar, dirigida y escrita por Álvaro Brechner a partir de un cuento de Juan Carlos Onetti.

Pero luego cuando me he puesto a escribir  me ha dado pena desvelar su sorpresa final (porque además, es una verdadera sorpresa), así que, en un arrebato de taradez, he decidido escribir dos versiones de este primer apartado de la entrada de esta semana, una sin spoilers y otra con ellos.

Esta es la versión SIN SPOILERS:

Hace mucho tiempo un tutor de un taller de desarrollo me dijo aquello de que un buen final tiene que ser tanto inevitable como sorprendente. Luego, yo mismo lo he repetido muchas veces en mis clases. Además de que suena bien, es cierto. Aunque ahora que lo pienso, quizá sería más exacto decir “un final satisfactorio” más que “un buen final”.

Lo difícil, como siempre, es escribir uno de esos finales.

En el caso de Mal día para pescar, el final funciona tan bien como funciona (aunque, como comentaré luego, hace poco descubrí que hay quien no piensa igual que yo), sobre todo por una razón: la película arranca con un FlashForward. Se trata de una escena que en realidad pertenece al final de la historia. Una ambulancia lleva a un tipo vendado de arriba abajo al hospital de un pueblo, donde un médico se dispone a operarlo pese a que un compañero le dice que el tipo se encuentra en las últimas y las posibilidades de que sobreviva son muy remotas. No recuerdo sin un poco después o en paralelo, vemos un teatro con el vestíbulo en llamas, del que sale corriendo -o más bien escapa-, el público enfurecido que lo ha destruido tras asistir a un espectáculo que parece haberles gustado más bien poco.

Orsini y Jacob, promocionando su espectáculo por las calles del pueblo.

Como todos los buenos inicios de casi cualquier historia, el de Mal día para pescar plantea preguntas que con un poco de suerte el espectador querrá ver respondidas.

En este caso las preguntas son:

¿Qué ha pasado?

Y, sobre todo…

…¿quién es el tipo que va a ser operado a vida o muerte?

Cuando arranca la historia, conocemos a un luchador sonado, Jacob van Oppen, y a su manager caradura, Orsini, que se dedican a viajar de pueblo en pueblo amañando combates. Jacob está acabado, se ha quedado fuera de los circuitos profesionales y la única manera que tiene  de ganarse la vida es esta. El timo funciona de la siguiente manera: se anuncia que el hombre que sea capaz de resistirse a Jacob durante unos pocos minutos recibirá un premio de 1.000 dólares. Y siempre hay un forzudo local que acepta el desafío. Eso basta para que la noche del “espectáculo” se abarrote el teatro donde se celebra el combate. Pero obviamente, el forzudo está comprado, Jacob siempre gana y Orsini nunca tiene que abonar los 1.000 dólares prometidos.

Tal y como dije al principio, voy a intentar no dar demasiados detalles sobre el argumento de la película, pero como os podéis imaginar (hemos visto ya demasiadas películas de este tipo como para no pensarlo), tras media hora lo más normal es creer que el agonizante es el luchador sonado,  que va a ser machacado en un combate por un rival que no se deja comprar, o que, quizá, se va a dejar machacar, harto de llevar esa vida miserable, inmolándose a lo Mickey Rourke en The Wrestler.

Pero no… lo que está ocurriendo no es lo que parece, sino algo que a mí me pilló totalmente por sorpresa y que, además de funcionar como sorpresa final estupendamente, resulta creíble porque se produce a causa de la personalidad de los dos personajes principales y del conflicto que les une a la vez que les enfrenta, no de un factor externo introducido artificialmente en el último momento (el recurso del guionista desesperado; ya sabéis, nuestro amigo Deux). Al final de la película, Jacob y Orsini descubren que ninguno de los dos es exactamente como creía el otro. Y lo más importante, el espertador también lo descubre con ellos sin que resulte increíble.

El final es realmente sorprendente, y, a la luz de las revelaciones sobre las personalidades de ambos, inevitable.

Ganas me dan de explicar más cosas, pero no, mejor ver la película, que merece la pena.

El espectáculo

Pero antes de terminar de hablar sobre Mal día para pescar me gustaría comentar dos cosas que tienen que ver con su final y como se anticipa en el FlashForward que me parecen muy interesantes:

El FlashForward es una manera estupenda de evitar un problema que suele afectar a películas que cambian de tono (e incluso de género) según van avanzando. Por Ej., la historia de Mal día para pescar arranca en un tono costumbrista, bastante amable, cómico incluso (aunque la risa siempre esté teñida de negrura, de amargura). Pero esa no es exactamente la película que va a ver el espectador. Y el uso de la escena de la ambulancia y el teatro ardiendo con la que arranca permite decirle: “Ojo, que aquí van a pasar cosas que no te esperas, y cosas bastante duras además”. “Puede que no te gusten las comedias costumbristas, pero no te preocupes, porque esto es otra cosa”. Eso, suponiendo que quieras anticipar ese cambio de tono, por supuesto. En este caso me parece bastante inteligente por parte de su director y guionista, sobre todo teniendo en cuenta que hoy en día las películas –y más las minoritarias-, se consumen sobre todo en DVD y por televisión. Es una buena manera de conseguir que el espectador no cambie de canal si no se siente especialmente predispuesto a ver una historia de luchadores tronados y mánagers fracasados.

Sin embargo, como adelanté antes, también hay espectadores que se sintieron defraudados con el final de Mal día para pescar. Hace poco, hablando con un amigo, me sorprendió que dijera que el final le había parecido muy flojo. Indagando en sus razones, me pareció que mi amigo se sintió defraudado porque esperaba precisamente la conclusión con el sacrificio heroico (o similar) de Jacob.

Porque a veces no ser predecible no es un problema sino una virtud. Son muchos los espectadores que no tienen ningún problema en que una película les de lo que promete desde su primera imagen y nada más. Encima, en el caso de Mal día… el final se resuelve en un tono mucho más bajo que el que hubiera permitido que Jacob hubiera sido el herido de la ambulancia. Puede que la complejidad emocional de la resolución (hay que pensar un poquito en lo que ha pasado para entenderlo bien) reste inmediatez y no permita que el espectador viva esa catarsis final que lleva esperando casi inconscientemente desde hace hora y media. Y puede que de ahí venga la decepción de mi amigo. Sintió que le habían escamoteado algo. Echó un polvo sin orgasmo.

Esta es la versión CON SPOILERS:

Hace mucho tiempo un tutor de un taller de desarrollo me dijo aquello de que un buen final tiene que ser tanto inevitable como sorprendente. Luego, yo mismo lo he repetido muchas veces en mis clases. Además de que suena bien, es cierto. Aunque ahora que lo pienso, quizá sería más exacto decir “un final satisfactorio” más que “un buen final”.

Lo difícil, como siempre, es escribir uno de esos finales.

En el caso de Mal día para pescar, el final funciona tan bien como funciona (aunque, como comentaré luego, hace poco descubrí que hay quien no piensa igual que yo), sobre todo por una razón: la película arranca con un FlashForward. Se trata de una escena que en realidad pertenece al final de la historia. Una ambulancia lleva a un tipo vendado de arriba abajo al hospital de un pueblo, donde un médico se dispone a operarlo pese a que un compañero le dice que el tipo se encuentra en las últimas y las posibilidades de que sobreviva son muy remotas. No recuerdo sin un poco después o en paralelo, vemos un teatro con el vestíbulo en llamas, del que sale corriendo -o más bien escapa-, el público enfurecido que lo ha destruido tras asistir a un espectáculo que parece haberles gustado más bien poco.

Como todos los buenos inicios de casi cualquier historia, el de Mal día para pescar plantea preguntas que con un poco de suerte el espectador querrá ver respondidas.

En este caso las preguntas son:

¿Qué ha pasado?

Y, sobre todo…

…¿quién es el tipo que va a ser operado a vida o muerte?

Cuando arranca la historia, conocemos a un luchador sonado, Jacob van Oppen, y a su manager caradura, Orsini, que se dedican a viajar de pueblo en pueblo amañando combates. Jacob está acabado, se ha quedado fuera de los circuitos profesionales y la única manera que tiene  de ganarse la vida es esta. El timo funciona de la siguiente manera: se anuncia que el hombre que sea capaz de resistirse a Jacob durante unos pocos minutos recibirá un premio de 1.000 dólares. Y siempre hay un forzudo local que acepta el desafío. Eso basta para que la noche del “espectáculo” se abarrote el teatro donde se celebra el combate. Pero obviamente, el forzudo está comprado, Jacob siempre gana y Orsini nunca tiene que abonar los 1.000 dólares prometidos.

Como os podéis imaginar (hemos visto ya demasiadas películas de este tipo como para no pensarlo), tras media hora lo más normal es creer que el agonizante es el luchador sonado,  que va a ser machacado en un combate por un rival que no se deja comprar, o que, quizá, se va a dejar machacar, harto de llevar esa vida miserable, inmolándose a lo Mickey Rourke en The Wrestler.

Pero no… lo que está ocurriendo no es lo que parece, sino algo que a mí me pilló totalmente por sorpresa y que, además de funcionar como sorpresa final estupendamente, resulta creíble porque se produce a causa de la personalidad de los dos personajes principales y del conflicto que les une a la vez que les enfrenta, no de un factor externo introducido artificialmente en el último momento (el recurso del guionista desesperado; ya sabéis, nuestro amigo Deux).

Contra todo pronóstico, Jacob, que acaba de descubrir que Orsini amañaba las peleas (el pobre realmente pensaba que las había ganado todas legítimamente), demuestra que aún es capaz de luchar y machaca a su rival.  El forzudo local es el herido de la ambulancia.

Al final de la película, Jacob y Orsini descubren que ninguno de los dos es exactamente como creía el otro. Ni Jacob está totalmente acabado, como pensaba Orsini, ni Orsini es el manager paternalista que velaba por sus intereses en el que confiaba Jacob.

Y una vez dinamitada la relación de dependencia mutua sobre la que se había construido su “amistad”, no les queda más remedio que separarse y seguir cada uno su propio camino.

El final es realmente sorprendente (además de triste), y, a la luz de las revelaciones sobre las personalidades de ambos, inevitable.

Pero antes de terminar de hablar sobre Mal día para pescar me gustaría comentar dos cosas que tienen que ver con su final y como se anticipa en el FlashForward que me parecen muy interesantes:

El FlashForward es una manera estupenda de evitar un problema que suele afectar a películas que cambian de tono (e incluso de género) según van avanzando. Por Ej., la historia de Mal día para pescar arranca en un tono costumbrista, bastante amable, cómico incluso (aunque la risa siempre esté teñida de negrura, de amargura). Pero esa no es exactamente la película que va a ver el espectador. Y el uso de la escena de la ambulancia y el teatro ardiendo con la que arranca permite decirle: “Ojo, que aquí van a pasar cosas que no te esperas, y cosas bastante duras además”. “Puede que no te gusten las comedias costumbristas, pero no te preocupes, porque esto es otra cosa”. Eso, suponiendo que quieras anticipar ese cambio de tono, por supuesto. En este caso me parece bastante inteligente por parte de su director y guionista, sobre todo teniendo en cuenta que hoy en día las películas –y más las minoritarias-, se consumen sobre todo en DVD y por televisión. Es una buena manera de conseguir que el espectador no cambie de canal si no se siente especialmente predispuesto a ver una historia de luchadores tronados y mánagers fracasados.

Sin embargo, como adelanté antes, también hay espectadores que se sintieron defraudados con el final de Mal día para pescar. Hace poco, hablando con un amigo, me sorprendió que dijera que el final le había parecido muy flojo. Indagando en sus razones, me pareció que mi amigo se sintió defraudado porque esperaba precisamente la conclusión con el sacrificio heroico (o similar) de Jacob.

Porque a veces no ser predecible no es un problema sino una virtud. Son muchos los espectadores que no tienen ningún problema en que una película les de lo que promete desde su primera imagen y nada más. Encima, en el caso de Mal día… el final se resuelve en un tono mucho más bajo que el que hubiera permitido que Jacob hubiera sido el herido de la ambulancia. Puede que la complejidad emocional de la resolución (hay que pensar un poquito en lo que ha pasado para entenderlo bien) reste inmediatez y no permita que el espectador viva esa catarsis final que lleva esperando casi inconscientemente desde hace hora y media. Y puede que de ahí venga la decepción de mi amigo. Sintió que le habían escamoteado algo. Echó un polvo sin orgasmo.

Pero como a mí me llegan mucho las historias de rupturas de amistades y similares (o de pérdida de confianza) me sentí más que satisfecho con la resolución de la historia de Mal día para pescar.

2. Esas películas reguleras que tanto nos gustan.

Hace poco otro amigo me preguntaba porqué tanto en mis clases como en mis artículos, uso a menudo como ejemplo escenas de películas bastante que él consideraba reguleras y casi nunca de clásicos “indiscutibles”. Mi respuesta fue que por una parte muchas de esas películas a mí me gustan sinceramente (he visto más veces Los inmortales que Ciudadano Kane, por Ej.) y por otra creo que citar una y otra vez en las clases Casablanca y compañía al final puede, además de resultar muy aburrido, frustrar al alumno, al que una y otra vez estás pasándole delante de las narices películas cuasiperfectas, de esas que se producen una vez cada no sé cuántos años; dicho de otra manera, le estás poniendo el listón tan alto que es fácil que se convenza de que nunca va a poder saltarlo. Mientras que las películas fallidas no solo son en ocasiones más interesantes a la hora de dar una explicación sino que permiten que el alumno desmitifique el proceso creativo y se acerque a él sin miedo. Porque con miedo no hay manera de escribir una sola línea. Además… ¿cuántos peliculones vemos al cabo del año? Porque no sé vosotros pero yo llevo unos meses que nada más que veo películas del montón cuando no directamente malas, y no será porque no intento localizar cuáles son realmente las que merecen la pena. Pero también las malas, como Blindado, me permiten reflexionar sobre mi oficio y aprender. Ah, hay otro cosa bastante curiosa que pasa con los clásicos y las películas muy populares. Casi todos tienen fans integristas que interpretan que intentes analizar cómo funcionan (o sobre todo,  cómo no funcionan) como un ataque. Y si te descuidas puedes acabar pasándote dos horas discutiendo sobre si Psicosis se merece una posición mejor en la lista de las mejores películas de la IMBD* que de si funciona o no la manera en la que está articulada dramáticamente la revelación final.

*La última vez que miré estaba la 23.

9 comentarios en «Finales y películas de dos estrellas»

  1. En esa lista Inception es la 4ª, de hecho Chistopher Nolan es el único director con tres pelis entre las treinta primeras, por lo tanto Nolan es el mejor director de la historia del cine tocateloscojones.

    En cuanto a la “Mal día…” a mí me gustó mucho el final, estoy de acuerdo en lo bien que nos llevan hasta él y eso tiene más valor que la sorpresa en sí. Quizá es que ya he visto demasiado cine, pero el hecho de que el herido estuviera totalmente vendado me hizo sospechar de su identidad. El único pero que le pondría al final es que no me creo que el manager timador costee los gastos médicos.

    Pero es que toda la historia está construida con astucia para disfrutar de ese momento. Todo lo que tardamos en ver al desafiante, las historias salvajes que conocemos de él. El maquiavelismo de su novia. Me ha parecido un cine muy bueno. Gracias David por hacerme verla :)

    No sé que pensar de tu versión sin espoilers. Si anuncias con una semana de antelación el artículo hay tiempo suficiente para ver la película, se supone que los que nos pasamos por aquí amamos en mayor o menor medida el cine, no hay excusa para no haberla visto.

  2. Hay veces que tenemos abierto un enorme abanico de expectativas que pueden conducir a diversas situaciones en el final. En mi opinión y como dice shevek, en “Mal día para pescar”, el final, tampoco resulta excesivamente sorprendente por no tener demasiadas posibilidades. En este caso el final era sencillamente al 50 %, por las pautas establecidas que ya has comentado. Podía ser, eso sí, quizá el menos orientado. Aunque sí inevitable (siguiendo con tu tesis). En contra de lo que piensa tu amigo, David, lo que para mí da realmente valor a este final, y no al otro, es la ruptura de los personajes y la situación en la que quedan. Es decir; el final del espectáculo con el incendio, el revuelo, la victoria, simplemente es el punto de fundamento del lugar en el que quedan a partir de ahí los personajes. Su unión se ha roto. Las vidas que llevaban tenían sentido la una en la otra ¿Ahora qué?

    Saludos.

  3. Interesante análisis. Es verdad que, como dicen en el comentario anterior, un final que básicamente tenía el 50% de posibilidades de ocurrir no es tan sorprendente, pero en cualquier caso sí que resuelve muy bien la historia.

    El final es bueno no tanto por la sorpresa en sí del resultado de la pelea como por el giro de los dos personajes principales, que es lo realmente sorprendente. En una película en la que lo importante es el carácter y la evolución de los personajes (algo por lo que destaca en estos tiempos de películas llenas de personajes planos que parecen siempre iguales), este giro es lo que, en mi opinión, hace que el final sea tan bueno.

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  5. Me ha encantado lo de “fans integristas” de algunos clásicos intocables, jajaja!! Es totalmente cierto. Algunos análisis y críticas sobre estos clásicos te ponen a la defensiva, de inmediato. Casi los ves como un ataque.
    Celebro haber encontrado y recordado algunas de mis favoritas, en la lista de las mejores películas de IMBD y entre ellas, la más reciente, “Origen”. Nolan, se lo merece.

  6. Me has picado la curiosidad con esta película. Por si acaso sólo he leído el final sin spoilers.

    Y otra cosa. Dices:
    “Y lo más importante, el DESPERTADOR también lo descubre con ellos sin que resulte increíble.”

    Querrás decir espectador, no despertador.

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