Eligio R. Montero es licenciado en psicología clínica y psicopatología, y titulado en producción y realización audiovisual. Ha trabajado como guionista de series de ficción para la televisión gallega (Mareas Vivas, As Leis de Celavella, O Show dos Tonechos…) y para televisiones generalistas (Al Salir de Clase, Desaparecida, Guante Blanco, Gran Reserva, Hispania). Es autor del blog Psicología y Cine.
TERMOS, BOTIJOS Y FILÓSOFOS AUSTRÍACOS
Al contrario de pensadores como Wittgenstein o Jürguen Habermas, que gozan del fervor de las masas, el filósofo austríaco Karl Ludwig von Bertalanfy no es demasiado conocido. Sin embargo su principal contribución al mundo de las ideas del siglo XX es grande o, al menos, bastante interesante: la Teoría General de Sistemas. Entendamos la palabra «Teoría» no como «hipótesis» sino como «campo o grupo de estudios y explicaciones», al estilo de «Teoría de Conjuntos» o «Teoría Económica», por poner un par de ejemplos. La Teoría General de Sistemas ha sido aplicada tanto a la filosofía como a otras disciplinas donde ha tenido bastante éxito: biología, sociología, psicología, informática, cibernética, ingeniería, economía, etc.
SISTEMAS ABIERTOS Y CERRADOS
Dentro de sus numerosos contenidos y aplicaciones, hay uno que es capital: la distinción entre sistemas abiertos y cerrados.
Un sistema cerrado es aquel que funciona exclusivamente en base a sus partes y las relaciones entre ellas, sin recibir ninguna influencia del exterior. Por ejemplo, las leyes clásicas de la física y los cálculos que se hacen a partir de ellas se formulan como sistemas cerrados (fuerza igual a masa por aceleración, y cosas así).
Un sistema abierto es aquel cuyo funcionamiento se ve influido por el medio en el que está inmerso. Los seres vivos son un buen ejemplo de ello. E, incluso, si nos ponemos estrictos, podemos considerar que, en el fondo, todos los sistemas reales (no las construcciones abstractas, como las leyes físicas) son abiertos, pues todos reciben algún tipo de influencia exterior. De hecho, y por eso, la Teoría General de Sistemas, se centra especialmente en el estudio de los sistemas abiertos y en cómo no se deben tratar éstos como si fuesen cerrados.
EL TERMO Y EL BOTIJO
Un termo intenta comportarse como un sistema cerrado (y, de hecho, en física, al no intercambiar materia con su entorno —aunque sí energía y trabajo—, se considera un sistema cerrado): se aísla en todo lo posible de su entorno para mantener estable la temperatura del líquido que contiene.
Un botijo, al contrario, se comporta como un sistema abierto. En los climas secos y calurosos para los que está diseñado (en Galicia, muy húmeda, no funcionaría bien), el agua de su interior, al calentarse, se evapora en muy pequeñas cantidades a través de los poros de la arcilla, haciendo que el agua de su interior se mantenga fresquita.
El problema del termo es que, por muy aislado que esté, por acción de la segunda ley de la termodinámica (que viene a decir que en un sistema aislado aumenta la entropía de forma irreversible), la temperatura irá modificándose hasta alcanzar un equilibrio térmico con su entorno. O sea, que si el líquido estaba caliente irá enfriándose y, al revés, si estaba frío se irá templando, acercándose a la temperatura media exterior.
Sin embargo, el botijo, al ser un sistema abierto e intercambiar materia con su entorno (el agua que se evapora), se mantiene activo y en acción, evitando ese aumento de entropía y manteniendo durante mucho más tiempo el frescor del agua.
Así, vemos que no se puede entender el funcionamiento de un botijo sin tener en cuenta su entorno (que ha de ser caluroso y seco) y que su aparente equilibrio (mantener el agua frío) se basa en una acción continua.
UNA LEY FUNDAMENTAL DE LOS SISTEMAS ABIERTOS
En un sistema abierto, tanto por la complejidad de su funcionamiento interno como por la influencia del entorno, desde un mismo punto de partida podemos llegar a distintos puntos finales y, recíprocamente, desde distintos puntos de partida se puede llegar al mismo punto final.
¿Y qué nos dice esto a nosotros sobre un guión, una película, una serie, un documental o cualquier otro trabajo en el que podamos estar involucrados?
En mi opinión, lo primero que nos dice es que el guión, película, serie o lo que sea, vistos como un todo, son sistemas abiertos y complejos y, por ello, están sujetos a esta y las demás leyes que estudia la Teoría General de Sistemas.
Así que, partiendo de un mismo punto de partida (idea, equipo, sistema de trabajo, casting, etc.), en base a nuestro funcionamiento y a los azares de nuestro entorno, podemos llegar a lugares muy diferentes. Ese mismo punto de partida nos puede llevar a una serie o película de gran calidad o a un verdadero truño, o al éxito o al fracaso, dependiendo de un montón de factores que habrán operado en medio. Igualmente, el éxito y la calidad se pueden alcanzar desde muy diferentes lugares, ideas, metodologías, estilos…
El guión tiene partes (personajes, tramas, giros…) y relaciones entre esas partes, y la teoría nos ayuda a conocerlas mejor, y la experiencia a dominarlas, y ambas son fundamentales, pero nos movemos en un sistema abierto y muy complejo, en el que ese funcionamiento interno puede verse afectado por una cantidad tan alta de factores que los resultados, muchas veces, pueden ser frustrantemente impredecibles.
Incluso, a veces, una norma, puede tener su reverso. Hace poco, en este mismo blog, David Muñoz se preguntaba si sería mejor dar mucha información y explicar la conducta de un personaje, o funcionaría mejor dejarla envuelta en una nube de inexplicable misterio. Dos puntos de partida diferentes que, al pertenecer a un sistema abierto, nos pueden llevar ambos a lo mismo: un buen personaje… o un mal personaje. Explicar a Hannibal Lecter en la precuela fue un error lamentable que le restó fuerza y carisma al personaje, que funcionaba mucho mejor cuando no sabíamos casi nada de él en «El silencio de los corderos». Sin embargo, el proceso de conocer la psicología de los asesinos de «A sangre fría» resulta ser uno de los viajes más escalofriantes y dolorosos que se hayan hecho jamás hacia el interior del alma humana y de la maldad. ¿Es bueno o malo explicar el personaje? Pues, estando en un sistema abierto, depende de cómo hagamos funcionar el resto del sistema y de cómo éste interaccione con su entorno. No hay respuestas definitivas. Hay técnicas, sí, y experiencia, también, pero contar historias es como explorar un continente ignoto… siempre llegaremos a lugares donde nadie ha estado antes y tendremos que tomar la decisión nosotros solos, arriesgándonos a caer por un precipicio o a descubrir algo maravilloso. Y si no llegamos a lugares como esos, posiblemente el viaje no haya merecido la pena.
Seguro que David Muñoz sabe bien esto, pues en «El espinazo del diablo», partiendo de las normas clásicas de un género consigue llevar la historia, con gran éxito, hacia terrenos nuevos y muy originales.
No hay recetas para el éxito y no existen ni «la solución» ni la forma correcta de hacer las cosas. Hay mil cosas que contar y mil maneras de contar cada una de esas cosas, y muchas de ellas pueden ser buenas. Ahí tenemos a Howard Hawks, que con «Río Bravo», «El Dorado» y «Río Lobo» contó la misma historia de tres formas distintas y todas ellas geniales.
Esto tampoco es una invitación al nihilismo o al «todo vale». Es importante conocer las partes del sistema y cómo interactúan, y a que influencias exteriores se ven expuestas, para lo que es importante la teoría y la formación, y con la experiencia y la colaboración con otros profesionales aún aprenderemos muchas más cosas. Pero siempre hemos de estar alerta al inestable y peliagudo funcionamiento de ese sistema abierto que es la narración, sea está un guión, libro, película, serie…
Nuestro trabajo no es como un termo. No hay unas reglas y procedimientos a conocer y dominar que, pase luego lo que pase, nos lleven a tener éxito, artístico o de público. Tratamos más bien con botijos, y la clave de su funcionamiento está en la acción, en el continuo intercambio de materia con nuestro entorno, en el constate aireo del contenido, siempre diferente y en proceso. Intentar que todo siga igual, atarnos a fórmulas o a intentar repetir lo que nos ha funcionado antes, es invitar a la entropía a que entre y acabe por entibiarlo todo, convirtiendo algo bueno en mediocre o malo.
Así que, si se me permite enmendarle la plana a Bruce Lee, en este asunto de contar historias la clave no estaría en ser agua sino más bien en: «be botijo, my friend».
Excelente entrada, muy edificante y constructiva.
En mi pueblo se dice “eres más tonto que un botijo”, sin embargo el botijo alberga dentro un funcionamiento magistral, lo que hace de la frase un cumplido y un buen ejemplo artístico.
Saludos y gracias.
En el mío se dice “Eres más simple que el macanismo de un botijo” pero después de leer esta muy interesante entrada, compruebo que la simplicidad es precisamente su virtud.
Hola,
Un artículo interesante.
Pienso lo mismo:
“Hay técnicas, sí, y experiencia, también, pero contar historias es como explorar un continente ignoto…”
Uno de los problemas de muchos guionistas actuales es que toman/tomamos otras películas como referentes estéticos y narrativos. A veces puede funcionar (al menos, a Tarantino le funciona), pero a menudo, una la historia original acaba pareciéndose a un millón de historias anteriores.
Cada historia tiene su idiosincracia. El tono, el estilo y la estructura de cada historia debe aparecer de manera natural a medida que se trabaja. No deberíamos forzarnos por parecernos a (quién sea), si no por encontrar nuestra propia voz.
Saludos
Muchas gracias a los tres por los comentarios (y a todos los que hayan leído el post aunque no comenten, claro).
El botijo sí que es todo un logro de la ingeniería empírica, uno de los primeros sistemas impulsados por energía solar.
El problema de muchos directores o guionistas actuales es que en lugar de aprender o inspirarse del pasado y de otras obras (en formas, estilos, usos de recursos dramáticos…), directamente copian. A veces con la excusa del homenaje y otras con la esperanza de que no se note. Aprender, subirse a hombros de gigantes para ver más allá (frase atribuida a Newton, pero que es anterior), está muy bien, pero quedarse en la mera imitación y no intentar buscar nada nuevo, aunque eso suponga un fracaso… pues es una pena.
“Somos como enanos montados sobre las espaldas de gigantes; nosotros vemos mejor y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda o nuestra talla más alta, sino porque ellos nos elevan en el aire y nos levantan sobre su gigantesca altura”
Juan de Salisbury
Gracias José, la forma de expresarla de Juan de Salisbury es bellísima y quizá sea la primera vez que la frase aparece por escrito.
Sin embargo es posible que aún sea anterior. Robert K. Merton, en un divertidísimo libro en el que explora el origen de esa frase (“A hombros de gigantes” se titula, precisamente) aún la lleva más atrás y utiliza ese concepto para disertar sobre el tema de la autoría y los méritos creativos.
No entro en la parte que se refiere a cómo contar una historia, pero por mi formación de ingeniero lo que de verdad me chirría son las patadas que se le dan a la termodinámica en la introducción.
La termodinámica es una parte de la física que se comenzó a desarrollar en la primera mitad del s. XIX y que estudia básicamente los intercambios de energía de distinto tipo. Lo primero que se enseña en un curso de termodinámica es el concepto de sistema, y la diferencia entre un sistema abierto y otro cerrado (que no intercambia materia ni energía con el exterior).
La segunda ley de Newton es válida (a menos que tengamos en cuenta las correcciones introducidas por la Teoría de la Relatividad, solo apreciables en magnitudes astronómicas) en cualquier sistema (abierto o cerrado) inercial, es decir que no se mueva o se mueva a velocidad constante. Aunque esto no es termodinámica, es mecánica.
El principio de funcionamiento de un termo es, efectivamente, que está muy bien aislado del exterior. Eso no significa sólo que no intercambie materia, sino que no intercambia energía. En la práctica el aislamiento no es perfecto y finalmente el café, al cabo de mucho tiempo, se nos acaba enfriando. En una botella de plástico bien cerrada tampoco intercambia materia, pero se enfría porque pierde energía a través de la botella, que no es un buen aislante térmico. Pero el intercambio o no de materia no tiene nada que ver. Por otra parte no se puede intercambiar energía ‘y’ trabajo, ya que el trabajo es una forma de energía. Se define como fuerza por desplazamiento y lo podemos entender como la energía relacionada con el movimiento (macroscópico), en oposición al calor que resumiendo mucho es la energía relacionada con la temperatura. De hecho se define una máquina térmica como un dispositivo capaz de transformar calor en trabajo, por ejemplo el motor de un coche que transforma el calor producido en la combustión de la gasolina en movimiento que se transmite a las ruedas.
Por otra parte, el botijo tampoco se enfría exactamente porque pierda materia. Lo que ocurre es que la arcilla de la que está hecha el botijo es porosa y permite el paso del vapor de agua. Y ocurre que el agua invierte mucha energía en evaporarse (tiene un ‘calor latente de vaporización’ muy alto), energía que obtiene del agua líquida, que al perder energía se enfría. Si el vapor no pudiese salir el aire del interior del botijo enseguida se saturaría de vapor y se detendría el proceso. Al escapar el vapor el proceso continúa.
Todo esto no tiene nada que ver con el segundo principio de la termodinámica, ni con la entropía. El hecho de que dos sistemas en contacto acaban por alcanzar el equilibrio térmico se llama principio cero, y es en lo que se basan todos los termómetros. La segunda ley de la termodinámica lo que dice (en una de sus muchas formulaciones) es que en un sistema aislado la entropía no puede disminuir, pero el botijo intercambia materia y energía, no es un sistema aislado, así que según la segunda ley a su entropía le podría pasar cualquier cosa. De hecho puede llegar a enfriar el agua que hay dentro, disminuyendo su entropía, a costa de aumentar la entropía de fuera, con lo que el saldo total es siempre positivo como obliga la segunda ley. De hecho una formulación de la segunda ley dice que en un sistema no puede disminuir la temperatura espontáneamente sin un aporte externo de energía. Por eso las neveras gastan energía. Y por eso el botijo necesita el calor del sol para funcionar.
La segunda ley de la termodinámica no explica por qué no funciona un termo. De hecho si consiguiésemos fabricar un aislante perfecto (cosa que la segunda ley no impide) tendríamos un termo perfecto, ya que como indica la PRIMERA ley de la termodinámica el incremento de energía en un sistema es igual a la energía intercambiada con el exterior: si el sistema está perfectamente aislado la energía en el interior permanece constante (“no se crea ni se destruye”). Deja el café en un termo perfecto y no se enfriará jamás… hasta que lo abras. La Segunda Ley de la termodinámica no tiene nada que objetar, te lo aseguro.
Susopazo, tomo nota de tus interesentes correcciones. El tema de la física me parece fascinante aunque como bien habrás notado soy lego en el tema. De los errores aprendemos y no dudes que he tomado tu regañina muy en cuenta.
Mi confusión con la segunda ley de la termoninámica es evidentemente inadmisible (en el carnet por puntos, me quitarían seis, por lo menos) y se debe también a un error de expresión al querer condensarlo en muy poco espacio, pues me refería a lo de que un aumento de entropía en un sistema cerrado es irreversible (y no a que la entropía aumenta irreversiblemente; cagada)… y ese aumento de entropía vendría dado por el intercambio de energía con el exterior, como es lógico… evidentemente, como tú explicas muy bien, si el sistema del termo no fuese mínimamente permeable al exterior no habría cambio de temperatura, pues sería imposible que igualase su temperatura con algo de lo que está completamente aislado.
Respecto al concepto de sistema, en otras disciplinas se usa de forma ligeramente diferente. En economía, por ejemplo, no se habla, como es lógico, de energía/materia. En comunicación y psicología se habla de información, etc…
Afortunadamente, creo que tus correcciones, más que invalidar la argumentación, corrigen los ejemplos del termo y el botijo, torpemente expuestos por mí y brillantemente corregidos por ti.
Tirando de mis conocimientos de Sistemas (que ya empiezan a quedarse atrás, poco a poco) te diría que el post es interesante, pero el simil con sistemas abiertos, cerrados, entropía y termódinamica no es todo lo adecuado que debería.
En principio un sistema es algo que puede ser modelado matemáticamente. Lo cual significa (si nos atenemos un poco a lo que se buscaba en este post) que conocido el punto de partida, podemos predecir el resultado.
Un sistema abierto funciona exactamente igual. La única diferencia es que tendrá interacciones con el entorno. Conocidas esas interacciones, es tan predecible como un cerrado.
Y la entropía, a pesar de que se relaciona con complejidad, no nos habla sobre la complejidad de un sistema. La entropía es una variable del sistema, no una medida de la complejidad de como funciona el sistema. De hecho, la ley que regula la entropía no puede ser más simple: la entropía aumenta. Siempre. Punto.
Creo que el término que estabas buscando es ‘caos’. Un sistema es conocido, está modelado. Todo es perfecto. Pero cualquier pequeño cambio puede conducir a cambiar los resultados finales por completo. No porque no sepamos como funciona, sino porque el sistema es así. Y de hecho cuando lo modelamos un pequeño cambio en cualquier variable termina llevando a resultados completamente diferentes. La economía y la metereología son los dos ejemplos clásicos de sistemas caóticos: no importa cuan bien creas conocerlos, no hay predicciones fiables.
Quizá podríamos crear un tercero: la creación de historias. Historias diseñadas con escuadra y receta fracasan, y de repente una película de autor arrasa en taquilla. Por supuesto, en algún lugar se encuentra ese pequeño cambio que ha hecho que el resultado final gire 180º. Pero son cambios pequeños, imperceptibles, porque de otra manera hacía tiempo que sabríamos como funcionan.
Tan pequeños que, a pesar de todo lo escrito sobre ellos, nadie aun ha logrado encontrarlos.
Gracias por tus comentarios Moganhio.
Efectivamente, en un sistema abierto, de conocerse todas las variables y su funcionamiento, en un momento dado, el resultado sería predecible. El problema es que, en muchísimos casos, en la práctica, al variar el entorno y ser este tan complejo (imposible o no manejable controlar todas las variables), no es posible. Además, la situación del entorno ahora es de una manera y, al cabo de un tiempo, será diferente. Por ahí va lo de los puntos de partida y finales.
Eso no quita que no sea importante aislar variables e investigar su funcionamiento, lo que nos llevará a una mejor comprensión de la realidad… aunque a la hora de aplicarlas hay que tener en cuenta que sólo son una parte del sistema. ¿Dormir bien es importante para fijar la memoria? Sí. ¿Estudiando poco y durmiendo mucho voy a aprobar el examen? Pues no… aunque estudiar hasta las tantas y no pegar ojo tampoco será la mejor estrategia.
Evidentemente, como dices, también se podría invocar la interesante teoría del caos pues en mucho casos pequeños cambios producen enormes diferencias (creo que esto, inicialmente, tenía que ver con la ecuaciones no lineales).
La termodinámica se me coló porque me gustaba el símil botijo-termo (aunque ya me estoy arrepintiendo de haber escogido ese peliagudo ejemplo) y, quizá, porque justo ahora estoy leyendo a Pynchon, autor en el que la entropía es una figura clave en sus novelas.
El éxito de una película, a posteriori, es posible investigarlo y llegar a conclusiones posiblemente muy acertadas e interesantes de la razón de su taquillazo y/o prestigio. Sin embargo va a ser muy difícil repetirlo, pues precisamente la existencia de esa película ha cambiado el entorno, e intentar a esa mismo punto final desde aquella situación de partida, será muy difícil. Pese a ello lo intentan… ¿cuántas fantasías épicas se han estrellado tras El señor de los Anillos? ¿Cuantos niños magos/extraordinarios han fracasado tras Harry Potter? ¿Los demás monstruitos relamidos tienen el mismo éxito de Crepúsculo? Seguro que algunos sí, pero no todos…
Hola Elperejil,
Ayer no tenía mucho tiempo y leí el post un poco de pasada. Lo cierto es que me han sorprendido algunas respuestas. Desde luego, un enfoque interdisciplinar aplicado a cualquier objeto de análisis, (social, como en el caso que nos ocupa) siempre será más válido, interesante y productivo. Al margen de los ejemplos expuestos, que no es que no sirvan, es que resulta complicado explicarlos, me parece muy acertada, su propuesta de “La teoría General de Sistemas”, en la creación de histórias.
Comparto su visión holística del cine, como un sistema abierto y complejo en el que el todo, es más que la suma de sus partes. Este sistema, que siempre se relacionaría con el contexto, de una forma adaptable sería un conjunto organizado de partes que interactuan entre sí, de una forma sinérgica. Algo similar a lo que ocurre con el funcionamiento del cerebro.
Aunque el término que se apunta de “caos”, puede tener cabida, creo que el término de entropía está bien utilizado y es correcto. Así, como en física la entropía es una medida de desorden, en la información se le da otro tratamiento y viene a ser una medida de organización. Y en un sistema abierto, sea biólogico o social, la entropía puede transformarse en un proceso de organización más complejo, para transformar los recursos y procesar esa información que obtiene.
Esta forma holística de ver el cine, puede ayudar a crearlo y también a entender mejor, por qué películas, cortadas por un mismo patron, se estrellan o se cubren de gloria. La crítica, suele desmenuzarlas e incluso encuentra y analiza las variaciones introducidas, pero, dichas variaciones tampoco parecen justificar el éxito o fracaso de la cinta. Y no es esa pequeña variación en sí, la que hay que buscar, que, como dice Elperejil, en otra película ya no servirá de nuevo, sino la manera en la que ha interactuado con todas partes del conjunto, dándole a esa creación una identidad propia. A partir de esta comprensión, el ciclo creador comienza de nuevo.
Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario, Regla.
Efectivamente, lo que intentaba hacer era aplicar conceptos de la Teoría General de Sistemas al fenómeno del cine y la narrativa… y la entropía, en ese caso, aunque se tome como un concepto prestado o metafórico, podría bien indicar el nivel de desorganización como tú indicas.
Lo que pasa, es que al poner ejemplos de la física, pues me resultaban aparentemente sencillos y simpáticos el termo y el botijo, me metí un poco en camisa de once varas. La próxima vez hablo del sistema nervioso o algo así que conozca mejor. :)
Me alegra ver que has captado perfectamente la intención, pese a esas pequeñas torpezas, y que te ha resultado interesante la reflexión. Gracias.
Hace poco me he vuelto a ver “El silencio de los corderos”, “Zodiac” y “La noche del cazador”, tres películas que tienen en común el tema del asesino en serie y que no pueder ser más distantes entre ellas. Parten de un punto similar, esa fascinación que ejerce en todos nosotros el psicópata, un tipo que mata sin remordimiento… y llegan a tres lugares extraordinariamente diferentes. “El silencio de los corderos” es la más convencional, y en su clasicismo está buena parte de su eficacia. “Zodiac” es lo contrario, pues es pasa por el forro muchas convenciones clásicas de la narración y, aún así, resulta ser una película fascinante. En “La noche del cazador” el horror se ve a través de los ojos de unos niños que no llegan a entender todo lo que ven, jugnado así con elementos del cine infantil y adulto de una forma muy original. Brillantes e irrepetibles y, seguramente, intentar repetirlas, sea una mala idea. Lo propio sería intentar nuevas formas, buscar nuevas aproximaciones (como ya se han hecho), de alguna manera “reducir la entropía del género” (ojo, es metáfora) con dosis de originalidad.
Gracias por tu generosidad, Elperejil. Ya te he comentado, que tu propuesta no sólo me ha parecido interesante, también muy acertada, al saber adaptarla al mundo de la creación. Y como tú dices, siempre podrán encontrarse nuevas aproximaciones y nuevas formas de crear, precisamente, porque el contexto nunca será el mismo y al permanecer con él en constante flujo, las nuevas interacciones, siempre podran dar un nuevo y sorprendente resultado, que evite el temido desgaste de género.
No he visto “La noche del cazador”, pero, en las otras dos es cierto que llegan a lugares muy diferentes. Fascinan e impactan por igual, aunque por distintos motivos. Aquí ya entra la apreciación subjetiva de cada cual. En el caso de Zodiac, al estar basada en hechos reales resulta mucha más inquietante. La película busca esa complicidad con el espectador y sabe transmitirle a través de los distintos agentes sociales (los protagonistas) la impotencia y el miedo ante una amenaza, que no sólo es real y desconcertante, t5ambién desconocida e imprevisible. También es interesante observar como el interés y la obsesión de la sociedad en la búsqueda de la verdad se ve modulada por los medios de comunicación.
Personalmente me quedo con “El Silencio de los Corderos”, que es una de mis favoritas y sirve para construir un personaje único como Hannibal lecter. (Me alegra que veas como yo el error de bucear en sus orígenes) Con un pérfil extremadamente peligroso y una conducta llena de contrastes, que sugiere o deja entreveer, a traves de su relación con Clarise, cierto rastro de humanidad y cierta discrimnación en los objetos de su ira.
Para mí, un psicópata de cine, por esa idealización acertada, que se hace de la figura del psicópata, aproximándote a la magia de la ficción y alejándote del horror de la realidad. ¿Quién podría sentirse atraido por un canibal, como Lecter?
Gracias, Regla.
Eligí esas tres pelis porque las tres comparten, además del tema, el hecho de que son adaptaciones literarias de libros basados en hechos reales… eso sí, cada uno más lejano de la realidad en su aproximación al fenómeno de la psicopatía y lo que la rodea. El más cercano a los hechos es “Zodiac”, si bien las reflexiones y sensaciones que se sacan de la película son, a mi gusto, las más originales. El siguiente es “La noche del cazador”, que convierte en fábula y cuento de horror infantil una serie de asesinatos de viudas cometidos por un predicador (el real estaba casado y llevaba esa doble vida… aunque el misterio que rodea al personaje de Mitchum funciona mejor). “El silencio de los corderos” se basa, ya más lejana y libremente, en el caso de Ed Gein para la creación del psicópata Buffalo Bill, si bien su mayor logro es la creación de Hannibal Lecter y su relación con Clarice.
Bueno, pero aunque el término “entropía” se haya extrapolado a otras ciencias de su sentido original en termodinámica, es un concepto muy utilizado en análisis económicos y especialmente sociológicos, en su sentido de incertidumbre más que de caos, que no es lo mismo. Y precisamente en ese sentido creo que resulta muy gráfica, aunque pueda ser inexacta, la metáfora de esta entrada.
Gracias, Cris…
Además, justo ahora, que he retomado la lectura de “Contraluz” (de Pynchon, un ingeniero metido a literaro, por cierto), estoy rodeado de entropía, elemento clave en su estilo narrativo: de hecho, la novela se va “desorganizando” y haciendo más caótica según avanza… es una cosa muy particular que apenas he visto trasladada en la televisión o el cine, como mucho en algunas cosas de Lynch o Guy Maddin.
O sea, que un sistema aislado tiende a la tibieza, a la uniformidad y para mantenernos calientes o fríos debemos abrirnos e interactuar, intercambiar con el resto de sistemas.
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