¿Se acuerdan de Carles? Santiago sacó su nombre a la palestra como posible director de mi proyecto y a mí me entraron los siete males. Nuestra relación había sido un auténtico desastre. Me hizo reescribir mi último guión con el único fin de adaptarlo a su story, para después acabar rodándolo torpe y fríamente. ¿El resultado? Un insignificante pedo que pasó desapercibido entre la larga lista de fracasos del cine español, pero un charco de diarrea del tamaño del Atlántico en mi curriculum.
¿Puede un guionista proseguir su carrera profesional tras un fracaso? Teniendo en cuenta que muchas veces lo que compra un productor es un guión acabado independientemente de tu historial la respuesta es sí. ¿Puede un director proseguir su carrera profesional tras un fracaso? Aquí no tengamos en cuenta ningún factor. La respuesta también es un rotundo y enorme SÍ.
Ya he comentado en más de una ocasión que en este país no pasa nada por darse el batacazo. ¿Verdad que a todos se nos viene a la cabeza directores que se dan la hostia una y otra vez y siempre levantan una nueva película en cuestión de un año? Da igual que sean viejas glorias o “nuevas” promesas de los 90. Siempre están ahí con un proyecto listo para rodar y estrenar.
Carles es uno de esos inmunes al fracaso. ¿Cómo consiguió volver a meter las narices en una productora que en un principio parecía estar vetado? Muy fácil. Tomen nota de estos cuatro consejos imprescindibles:
1.- Una cena / fiesta / entrega de premios es un lugar ideal para hacerse el encontradizo y limar asperezas con ese viejo productor con el que acabaste a caer de un burro. Cuando un productor vago y desesperado se encuentra con un director trepa y desesperado se juntan el hambre con las ganas de comer. No hay viejos rencores que no desaparezcan tras dos (o 12) copas de vino y un “a pesar de todo, me pareces un profesional cojonudo y me encantaría volver a trabajar contigo”.
2.- Haz correr el bulo de que el encargado de los derechos de antena de una tele importante es íntimo amigo tuyo y que está como loco por participar en tu próximo proyecto. El cerebro del productor se olvida de la cantidad ingente de horas extras que tuvo que pagar a los técnicos, de los miles de metros de más que abonó a Kodak y de las tres secuencias que hubo que eliminar del montaje final porque no había quién montara aquellos planos.
3.- No olvides comentar aquella cena (seguramente ficticia) que tuviste con el Presidente de tu comunidad autónoma. Cuéntale lo mucho que admira el político en cuestión tus películas y lo fácil que sería sacarle un pasta gansa a cambio simplemente de rodar en sus dominios tu próxima película.
4.- Si no tienes tú un guión bajo el brazo (ya es raro, porque hasta el peor realizador de la tele local más infecta ha escrito un guión con su colega cámara) acepta cualquier cosa que te ofrezcan. Siempre tendrás tiempo para reconducir la historia a tu manera o en un momento dado boicotear el guión y colar el tuyo propio que es lo que realmente has querido dirigir desde el principio.
Como imaginaréis, Carles siguió escrupulosamente los cuatro puntos y le salió bien.
Santiago estaba convencidísimo de que él sería el candidato perfecto para dirigir esta comedia bélica que me estaba llevando por el camino de la amargura. Evidentemente, se equivocaba y yo tendría que desplegar todo mi armamento para evitar una nueva cagalera en mi curriculum.
Continuará…
Este relato está adquiriendo proporciones de libro. Y, ¿puede ser que haga dos o tres entregas que la trama no avance?
Interesante, eso sí, su enfoque sobre algunas cuestiones de la autoría de un proyecto. Como cuando, un par de entregas atrás, mencionaba “mi película” en lugar de “mi guión”. Me hizo recordar una de esas frases lapidarias de John Carpenter: “si el guionista cree que el guión es la película, que meta una copia en un proyector y ya veremos qué sale”.
Disculpe Zeta, y sé que es meterme donde no me llaman, pero la precisión de…mencionaba “mi pelicula”, en lugar de “mi guión”, es irrelevante en el contexto de “La Milla”. Tan irrelevante, que a cualquier lector de este blog, que no fuese director, productor o un tiquismiquis, le pasaría completamente inadvertido.
A juzgar por la expectación creciente que ha creado “La Milla”, algo ha debido de avanzar la trama en las últimas entregas, aunque, eso sí, su intervención, la hace avanzar mucho más. No hay punto de comparación.
Sólo falta que se cumplan las predicciones de Groucho Marx: “¿Quién necesita un guionista? Dadme un director competente y un par de actores inteligentes y en ocho semanas os mostraré a los tres tipos más nerviosos que hayáis visto”.
Más drama que Cautivos del Mal. Más mala leche que Dos Semanas en Otra Ciudad. Más miedo que El Sueño del Mono Loco. Más risas que El Juego de Hollywood.
Sólo le falta un título.
Yo creo que sí sería interesante como comedia, y muy ilustrativa de los entresijos de la industria. Claro que dudo que haya algún productor interesado en levantar la manta y algún director dispuesto a dirigirla. Luego decimos que si los americanos son unos hipócritas pero nos dan mil lecciones en autocrítica. ¿Para cuándo en España?
Exacto. La gracia de los anglosajones es la capacidad que tienen para no dejar títere con cabeza sin que suponga un drama nacional.
Bueno, si no se produce el guión, se puede hacer una versión extendida para publicar en libro;
“Aventuras de un guionista en Jolibú.
Que hacer en la industria del cine cuando Nadie Sabe Nada”
Deberías reescribir esto en forma de guión y llevárselo a “Santiago”, a ver qué pasa… jajaja…
‘Ya he comentado en más de una ocasión que en este país no pasa nada por darse el batacazo’.
He aquí otro argumento para eliminar, (sí, he dicho ELIMINAR), las ayudas al cine español. Te garantizo que si los productores tuvieran que arriesgar su propio dinero no tendrían tantas ganas de contratar a un director cuya última película no se ha comido un colín en taquilla sólo porque sabe lamer los culos adecuados, y empezarían a fijarse en la gente que sí sabe hacer bien las cosas, aunque sólo fuera para que no les embarguen el cortijo…
Ese argumento no sólo está basado en una frase bastante tendenciosa, sino que además es fruto de una reflexión muy somera. Las ayudas al cine español son muy imperfectas. Pero eso no es razón para eliminarlas, sino para reestructurarlas. Desde mi punto de vista, el grueso del dinero no hay que ponerlo en la producción, como ahora, sino en la distribución. Porque para que haya una industria sana, el productor (tanto el de cine como el de boniatos) debe tener iniciativa y asumir riesgos financieros. Es después, con la iniciativa ya tomada y el riesgo ya asumido, cuando el Estado debe ayudar a la industria a desarrollarse, ampliando sus posibilidades de venta. Lo que no puede ser es que los productores parezcan empleados del Ministerio de Cultura. Ahora, con las nuevas ayudas a desarrollo de guión, ya ni siquiera tienen que elegir un guión: el ICAA les selecciona los 15 mejores.
Lo del cortijo, por cierto, ha sido una mención bastante rastrera. De acuerdo en que generalice usted cuando da a entender que los productores no arriesgan su propio dinero (muchos sí lo hacen); de acuerdo incluso con esa zafiedad con la que da a entender que hay directores que consiguen contratos sólo porque saben “lamer los culos adecuados” (asumo que usted estaba allí y lo vio); pero lo del cortijo ya es excesivo. ¿Otra vez vamos a empezar con el tópico de que la gente del cine español vive como Dios y se embadurnan de coca como si fuera polvos de talco? Corte el rollo.
Hombre, Pianista, no sea usted malpensado. Seguro que lo del “cortijo” ha sido una licencia poética, un recurso retórico.
David, lo de no comerse un colín en taquilla puede deberse, sí, a que se trate de un mal producto pero también a dicho producto no lo conozca nadie porque no se haya publicitado, que se muestre en un sola sala, porque no se ha distribuido adecuadamente, o que solamente esté una semana en pantalla, porque los exhibidores necesitan esa sala para poner pelis USA. Así que medir el batacazo por la taquilla es muy muy simplón.
Y por eso estoy de acuerdo con el Pianista en que el dinero estatal (que no gubernamental, algunos lo confunden) debería ir a defender el producto una vez hecho: publicidad, distribución y exhibición.
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