David Muñoz
En mi última entrada antes del verano me despedí dudando si regresaría o no a Bloguionistas. Y como estáis viendo, he vuelto, pero… vuelvo por los pelos y vuelvo distinto (aunque no sé si mejorado). Como sigo andando fatal de tiempo, intentaré obligarme a redactar textos más cortos. A ver si esta vez lo consigo. Además, voy a dejar de escribir definitivamente el tipo de entradas que publiqué aquí al principio bajo el título común “A veces olvido que…” –y que algún lector califico acertadamente como “didácticas”- para empezar a hablar no de lo que sé, sino DE LO QUE NO SÉ. O, en todo caso, de lo que no tengo del todo claro.
Supongo que les ocurre a todos los guionistas: hay muchos temas importantes a la hora de escribir historias sobre los que no tengo una opinión rotunda; o sobre los que pienso de una manera diferente dependiendo de en qué momento mental guionístico (y también personal) me encuentre.
En principio tengo la intención de escribir varias entradas así. Ya veremos cuantas. De momento, esta es la primera:
¿Lo explico o no lo explico?
En Agosto empecé a escribir un guión de cine fantástico. No me lo ha encargado ningún productor y según está el patio no sé si llegaré a venderlo, pero llevaba pensando en la historia varios meses y una mañana me levanté con ganas de hincarle el diente y me puse a escaletarlo. Como he dicho antes, últimamente no ando muy sobrado de tiempo, así que es probable que tarde un poco más de lo que acostumbro en terminar el primer borrador del guión (que, como ya creo que he comentado aquí, suelo intentar escribir casi del tirón; sea malo o regular me sirve de base para las reescrituras posteriores, que siempre suelen llevarme mucho más tiempo). Pero además, hay otra cosa que me ha frenado un poco. Y es que no tengo muy claro hasta que punto tengo que explicar o no los porqués de la premisa fantástica alrededor de la que gira toda la historia. Afortunadamente, mi premisa no es ni mucho menos tan complicada como la de por Ej. “Origen”, en la que Christopher Nolan no tiene más remedio que dedicar la primera parte de la película a detallar las reglas que rigen el mundo de los “ladrones de sueños”, pero aún así, dado que es una historia que pertenece a un subgénero con el que ya todos los espectadores están muy familiarizados pero que luego resulta no serlo gracias a una última vuelta de tuerca que espero que no se vea venir, me da miedo que de faltar esas explicaciones, algún productor lea la escena final sin entender porqué las cosas están pasando como están pasando. Y si esa escena no se entiende bien estoy jodido. Además, en el caso de que se rodará la película, yo no voy a contar con cientos de millones de presupuesto para que incluso esos espectadores que no se enteran de na’ se entretengan viendo explosiones.
Estaba pensando en todo esto cuando empecé a leer este libro:
Se trata de una recopilación de entrevistas con aproximadamente una veintena de guionistas en las que estos hablan con una franqueza bastante inusual sobre cómo escribieron una de sus películas, pero también sobre sus carreras y sus métodos de trabajo. Las entrevistas están muy bien hechas (da la impresión de que el trabajo previo de documentación que hizo su autor fue exhaustivo; por Ej. cuando se trata de una película basada en una novela, conoce tan bien el guión como el libro original), y como los guionistas elegidos no solo son de diferentes nacionalidades –está Fernando León, por Ej.- sino que tienen maneras de ver la profesión muy diferentes entre sí, resultan aún más interesantes.
Pues bien, uno de los entrevistados es el guionista y director Michel Haneke. Y justo estaba yo pensando en qué contar o no en mi guión, cuando leí su entrevista, en la que, entre otras cosas, cuenta porqué tiende a explicar tan poco (por no decir nada) los porqués de lo que ocurre en sus películas. De acuerdo a Haneke, las explicaciones son “mentiras”. Para él, “Las explicaciones son limitaciones, y cada limitación es una mentira indirecta. Dan la impresión de que en 90 minutos o en 200 páginas de un libro puedes explicarlo todo. (…)” “(…) La televisión y las películas de género tienden a explicarlo todo (…) para que puedas ir y verlo y luego salir otra vez sin verte afectado por ello al mismo tiempo que piensas que el mundo está bien. Pero el mundo no está bien. El cine es una forma de arte y por tanto no puede hacernos pensar que el mundo está bien”. Según el director austriaco, esa es la forma de pensar “americana”, que busca tranquilizar a la gente, a modo de un reportaje periodístico que explica la motivación de un criminal una vez este es atrapado por la policía.
Y aunque mi guión es un drama fantástico con toques terroríficos (una de esas películas de género que supuestamente lo dan todo mascado), además de parecerme muy interesantes, las palabras de Haneke me hicieron reflexionar un buen rato.
Desde luego, en la vida “real” el horror que nos produce saber que por Ej. se ha producido un crimen sin que haya nada que lo justifique o lo explique es mucho mayor que cuando ese mismo crimen es “explicado”. El criminal que mata al azar, el psicópata, es mucho más aterrador que el sicario que tiene un objetivo. Todos sentimos que podemos ser víctimas del psicópata, pero no así del sicario (o eso esperamos al menos…). Y también pensé que puede que lo mismo ocurra en la ficción.
Pero según fui pensando más en ello me vinieron a la cabeza más y más ejemplos que no encajaban con su teoría. Porque muchas veces los reportajes periodísticos explican poca cosa (o lo que explican perturba más aún, como en el caso de los crímenes del “asesino de la baraja”; la “explicación” no fue nada tranquilizadora, cualquier madrileño podía haber sido su próxima víctima, y no había un trauma que justificara su locura, una relación obvia de causa y efecto); e incluso en el cine de género moderno –me refiero al de terror, que es al que alude Haneke-, las historias a lo Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) parecen haber pasado un tanto de moda y abundan los ejemplos de largometrajes en los que la explicación del porqué del horror, de su origen (o de la conducta del malo, por decirlo de otra manera) es que no hay explicación. En ese sentido son poco o nada tranquilizadoras. Y tampoco me refiero solo a películas recientes como The Strangers (Byran Bertino, 2008) (sospecho que paradójicamente además muy influida por Funny Games de Haneke). Una de las razones por las que una de mis películas preferidas, The Hitcher (Robert Harmon, 1986) quedó fijada en mi memoria cuando la vi por primera vez siendo adolescente (en una copia malísima en VHS, por cierto) fue precisamente porque no daba ninguna explicación que justificara el comportamiento del aterrador personaje interpretado por Rutger Hauer.
Luego, ¿seguro que dar explicaciones tranquiliza siempre? ¿Saber que ese vecino que parecía tan majete sufrió abusos siendo crío y ahora se dedica a violar mujeres en el parque de su barrio nos deja más tranquilos o nos mete el miedo en el cuerpo? ¿No nos recuerda –una vez más- que cualquiera, aunque parezca “normal” puede llegar a convertirse en depredador de otros seres humanos?
Y, si no se dan, ¿no estamos escribiendo un émulo cinematográfico de la primera noticia que se publica en la página web cualquier periódico sobre un crimen? Justo estaba escribiendo estas líneas cuando he leído esta noticia en la web de El País*. ¿Cómo sería una película de Haneke basada en la historia del francotirador de Bratislava? ¿Comenzaría con su primer asesinato y terminaría con su muerte a manos de la policía? ¿No contaría nada más? Pues me temo que no, porque Haneke también dice que odia los flashbacks que de nuevo se usan para dar explicaciones sobre los “porqués” de un personaje.
¿Por qué es más interesante o más adulta esa mirada “desde fuera”? ¿No es un tanto pueril ese empeño en impactar, o, como lo define Haneke “abrirle los ojos al espectador”? ¿Seguro que los abre o todos esos ojos ya estaban abiertos y lo que está haciendo es predicar al converso?
¿No es precisamente uno de los privilegios de la ficción, y una de las cosas que más nos atrae de ella, la capacidad para profundizar en el horror, para intentar entender, especialmente ahora, cuando vivimos asaltados las 24 horas del día por titulares tremebundos o reportajes de dos minutos que nos cuentan poca cosa (“Llegó y se lió a tiros”) y que casi siempre olvidamos al día siguiente?
No sé, ya os digo que es un tema que no tengo nada claro.
Ni siquiera estoy muy seguro de que sea mejor explicar las cosas o no explicarlas en películas que no buscan horrorizar o impactar a sus espectadores. Recientemente he terminado un artículo para un libro que se publicará dentro de muy poco explicando que creo que una de las razones de la longevidad de Los inmortales (Russell Mulcahy, 1986) es lo poco que se explica en ella sobre el origen de los inmortales (todo lo contrario que en la innecesaria y horrible secuela estrenada cinco años después). Las películas con un cierto halo de misterio siempre fascinan más que las que revelan todos sus mecanismos a las claras.
Pero también sé que muchas veces esa es la excusa de los guionistas perezosos y que una de las tareas más difíciles a las que se enfrenta habitualmente un guionista de cine fantástico es justificar la premisa sobrenatural de su película. Siempre me queda la duda cuando ve una película en la que nada es explicado: ¿no se ha hecho porque no se ha querido… o por qué no se ha podido debido al lío en el que se había metido sin querer el guionista? ¡Que fácil sería no tener que explicar nunca nada y poder lanzarse libremente a desarrollar la trama, preocupándose únicamente de los personajes y su relaciones, obviando las reglas del mundo en el que viven!
En fin… un lío.
Lo malo es que sospecho que o bien eres Haneke (y te has ganado el derecho a ser abstruso), o casi siempre acabas por no tener más remedio que dar más explicaciones de las que querrías. Así que a lo mejor no debería estar dándole tantas vueltas a estos temas. Total, quiera o no quiera al final acabaré explicándolo todo…
*Ha pasado una semana desde que escribí ese párrafo y no he vuelto a encontrarme con ni una sola noticia más al respecto. Al final, sí que ha sido una película de Haneke.
Supongo que no hay reglas generales, pero no dar explicaciones puede ser una buena forma de que el espectador se implique activamente en buscarlas. En “El ángel exterminador”, nunca se dice por qué los personajes no pueden salir de la casa, pero precisamente ese interrogante es el que hace más claustrofóbica e interesante la situación, y también lo que genera las múltiples lecturas que puede tener la película y que ha de completar el espectador.
Interesantísimo post, como todos los tuyos.
Empezando por el final, de esa noticia no se ha vuelto a decir mucho en España… pero sí fuera. No ya por la matanza, sino porque fue contra una familia gitana, y ha generado una oleada de comentarios xenófobos en los foros eslovacos. Hay bastante jaleo por ahí.
“Pues no sé qué decirte” encaja perfectamente con aquello de “nadie sabe nada” de William Goldman. En la vida, las cosas pasan; recuerdo una noticia en El País hace años sobre un accidente en EEUU, y una familiar decía “¿por qué a nosotros? Nunca hicimos nada malo…”. Pero la vida es así; la ficción, por lo general, no tanto. Lo que no hay que explicar en la vida sí suele haber que hacerlo en la ficción… o al menos, eso se te exige por parte de los productores y/o ejecutivos de las cadenas. Supongo que es el miedo a estar financiando una follie de artista (cosa que se ha hecho en el cine español toda la vida, por cierto, y así nos ha ido), o a no llegar a todo el target, o a no entender tú mismo lo que vas a producir… No sé (yo tampoco).
Pero a veces, en esa obsesión por dejarlo todo claro, me da por pensar que hubieran metido un primer acto de media hora a cada dibujo animado del Coyote y Correcaminos. “¿Por qué está ese coyote con una roca esperando a que pase el correcaminos? ¿Tiene que empezar así? ¿No contamos por qué lo hace?”
El Coyote y Correcaminos: el mejor ejemplo de arranque narrativo que conozco. Empezamos, directos al tajo, no hay que explicar nada, y todo el mundo lo entiende.
Tu post describe una de las cosas que más me frenan al comenzar a escribir una historia de temática fantástica. Y a día de hoy, sigo pensando en que no hay camino acertado.
Sinceramente, creo que somos victimas de un, en muchos casos positivo, exceso de información. Si alguien se atreve a contar una historia, el narrador es victima de la curiosidad del que la escucha. Si no puedes cubrir esa necesidad de curiosidad, defraudamos, y si la llenamos demasiado, corremos el riesgo de que resulte increíble o que la desarmen. Por eso cuando se trata de dar explicaciones sobre la historia, dejo de mirar al espectador y me centro en la propia historia.
Creo que a Haneke le sirve el primer recurso porque justamente es lo que quiere expresar. Es su recurso. No funcionaria de otro modo. Es su método para causar terror. No es el resultado de la historia, sino un elemento más de ella y lo usa como tal.
Y eso me lleva a divagar, porque hoy me he despertado un poco tocapelotas.
Creo que hay una diferencia abismal entre dejar cabos sueltos, cosas sin explicar y realmente con dos cojones, crear esas lagunas adrede. Es decir, si les damos forma y contundencia, se vuelven un pequeño monstruo, un elemento más de la historia, oscuro y aterrador. Convertir un espacio vacío en un espacio lleno de vacío. Entonces creo que si que puede funcionan. Creas la laguna e indirectamente, explicas porque se va a quedar ahí, inexplicada. Jajaja. Como todo, hay una fina linea entre lo que acabo de exponer y ser un poco cobarde o simplemente no tener ni idea. También es posible que lo que acabado de escribir no tenga ningún sentido.
Bueno, ya me he sacado mi zapato matutino de la boca. Ahora podre continuar el día siendo una persona seudonormal.
No lo sé, pero creo que las explicaciones no suelen ser necesarias cuando su ausencia no se utiliza de excusa para sacarse soluciones de la manga. Estoy pensando en “Déjame entrar”. No hace falta saber de dónde viene Eli, por qué es lo que es. No lo echamos de menos porque luego no se utiliza nada de ese origen oculto para resolver ningún problema. El espectador acepta que Eli es un vampiro desde el principio y, a partir de ahí, lo que espera es que se respeten las reglas que de ese axioma se infieren.
Claro que en este caso se tiene a favor que todo el mundo sabe lo que supone ser un vampiro. En el caso de mundos fantásticos privados no tenemos esa ventaja y habrá que establecer “las reglas de juego”.
En fín, no lo sé.
Es curioso porque en el libro sí se explica el origen de Eli y me pareció bastante interesante (sobre todo me resultó original). En la novela Eli es un vampiro, sí, pero un vampiro muy poco parecido a sus predecesores, mientras que en la película Eli es un vampiro “normal”, y más o menos todo el mundo sabe de donde vienen los vampiros: vas por la calle, te muerden y al día siguiente te levantas transformado en un chupasangre. Vamos, que si era eso no hacía falta explicarlo. Además, los detalles, como tú dices, no eran importantes para la trama, de modo que se quedó fuera. De todas maneras yo eché algo de menos ese “origen”, aunque entiendo que en la película no cabía y hubiera dado lugar a una digresión innecesaria.
Puede que Haneke venga de una generación de “autores” que aún creen en la Modernidad, y en eso de que el arte debe educar o hacer pensar, o cuestionarte la realidad. Es una opción, pero sólo eso. Al final, igualmente es una pose o una estrategia escribir historias inquietantes como historias “clásicas” donde todo se resuelve al final. O escribir diálogos naturalistas que diálogos “literarios”.
Son opciones.
Yo tampoco sé cuánto hay que explicar. Mis lectores me suelen pedir más, y al público hay que contentarle. Pero claro, tampoco demasiado. O no mucho. O depende. Vamos, que no lo sé.
Lo que sí es cierto es que, aunque sea por comparación, la industria nos ofrece más historias “cerradas” donde no cabe mucha inquietud, si la ficción lo resuelve todo al final del film. O sea que, necesariamente, una película que no da muchas respuestas es probable que inquiete más.
Aparte, el arquetipo del psicópata ha sido tan retorcido, que ya apenas causa efecto alguno. La propia actualidad ya es del género de terror. De ahí que, me parece, el cine de miedo lleve en crisis desde hace mucho.
Un asesinato sin por qué ya no nos conmueve, ni nos “rompe los esquemas”. Lo único que podría hacernos retorcernos en la butaca ya lo probó el mismo Haneke, pero Funny Games ya bordea el final del camino: un paso más y ya volvemos a la sangre, Saw, la peli de Eli Roth, y la casquería, que, al cabo, o aburren o se hunden en la pornografía de visceras.
Así que no sé: ¿a lo mejor se trata de qué se quiere conseguir con la historia?
Supongo que está en función de lo que se quiera contar. La ausencia de explicaciones refuerza el discurso de horror y desamparo en el cine de Haneke. En la antípodas, a mi enteder,se encuentra “A sangre fría”(tengo más presente la novela de Truman Capote que la película), que es una obra artística precisamente construída sobre el hecho de querer encontrarle explicación a un suceso violento. Habría que considerar si la información aportada ayuda a construir la historia, si es redundante o tangencial. A bote pronto,un ejemplo de explicación completamente innecesaria, que incluso resta, más que suma: los midiclorianos como fuente de la Fuerza, en Star Wars, la amenaza fantasma.
Hombre, desde el punto de vista psicológico lo más aterrador que existe es la impotencia, seguida de cerca por la incertidumbre (que está muy relacionada. Si no sé acerca de algo, no sé como enfrentarme a ello).
Esto es algo muy relacionado con el axioma del terror ‘no muestres, sugiere’ que muchas veces no funciona. Porque por mucho que no muestres, si dejas claro como funciona aquello que da miedo, deja de dar miedo. Por mucho que no muestre un fantasma, si puedo inferir su modus operandi entonces se vuelve algo conocido y enfrentable.
Pero por otro lado una historia es básicamente información. Si ocultas información creas inquietud, pero también aburres. Si no das pistas sobre como funciona el motor de la historia creas incertidumbre, pero también eliminas elementos de interés de lo que estás contando.
También puedes dar la información y generar un punto de giro en algún momento para generar incertidumbre y restar valor a la información. Este es un sistema muy sencillo de usar, muy típico del cine americano. Y que funciona sólo hasta cierto punto: hasta que provocas el punto de giro no has generado inquietud por la falta de información.
La mejor solución, claro, es dar información sobre como funciona todo. Crearle al espectador la sensación de que está viendo todos los resortes de la historia y aun así eso no sirve para nada, porque es la propia historia la que está llena de incertidumbre. Es lo que hace Haneke y es lo que hace Spielberg, por ejemplo, en Tiburón.
Por cierto, que comparto tu admiración por “The Hitcher” (ah, ese terror setentero y ochentero, consumido en nuestros primeros reproductores de vídeo… algunos incluso en Beta). Y añado otro ejemplo más, en esa línea: “Duel”, de Spielberg. Tampoco sabemos por qué ese camión le persigue…
Exacto, en Duel estaba pensando leyendoos ahora. Existen dos métodos, en las ciencias sociales, de explicar una determinado realidad, no son exluyentes sino complementarios, el análisis sincrónico y el diacrónico. El uno se entretiene en la secuencia de los hechos, el otro es un corte, una fotografia transversal de un hecho. Los dos se ocupan de lo mismo pero acceden a la información desde perspectivas diferentes.
Supongo que a la hora de elegir como abordar la narración de un determinado hecho existen ambas posilidades, una disección en perpendicular o una en transversal. Lo que creo que resulta chapucero, o sacado fuera de contexto, es intentar una mezcla de ambas. Por eso me encanta esa película de Spielberg, o “Perros de Paja” de Peckinpah, hacen la foto y te la cuentan, es a lo que van. Si en alguna de ellas hubieran usado el flash back para contarnos porque son tan malos los malos, no serían lo que son.
Se trata de dos modelos narrativos, o de aproximación a una misma realidad, se trata simplemente de elegir como quieres contarla.
Un post estupendo, sí señor. No sólo en el cine fantástico: esto de dar explicaciones, esto de la causa efecto, es un tema apasionante en la ficción en general. Por ejemplo, si alguien en el futuro quiere saber por qué empezó la guerra de Irak, le bastará con ver “Ciudad de las Tormentas” (título uruguayo, no sé en España). Nosotros (los no norteamericanos, es ese nosotros) somos incapaces de señalar una única causa de nada. Ni sabemos ni queremos. Porque en la vida no hay únicas causas, y todo es un lío, y no queremos caer en lo simplista, y todo requiere de mucha reflexión y mucho análisis, y pensamos más y hacemos menos. Creo que estoy divagando. Estupendo post, es lo que quería decir…
pd: Ah, David, creo que no te agradecí la recomendación del librito (aunque sí la publicité!!) Muchas gracias…
Si, todo depende, como si se quiere mostrar contenido explícito o sólo sugerirlo. También de la información necesaria para comprender la historia: todo el mundo sabe cómo “funciona” un vampiro pero no, como dices, la maquina cuelasueños del Nolan. Al final todo estriba en hacerlo lo bastante bien como para salirte con la tuya.
En el caso de la magistral Hitcher la falta de explicaciones además ayuda a la sutil sugerencia de que el personaje de Rutger Hauer no es del todo humano.
El productor Shields (Kirk Douglas) nos deja en CAUTIVOS DEL MAL una lección tan válida hoy como hace 60 años.
Seguro que recuerdas la escena:
Shields cuenta a al director de cine (Barry Sullivan) que hombres vestidos de pantera son hombres vestidos de pantera… pero en la oscuridad no son necesarios los disfraces. La oscuridad hace posible que sobre las explicaciones: unos ojos que brillan en la luz, una mujer que grita…
Pienso exactamente lo mismo: cuanto menos se expliquen las cosas, mejor.
Es interesante ver a Poirot en acción, pero la parte en la que explica cómo ha descubierto todo siempre aburre.
LOST irrita con sus explicaciones.
Quién es y por qué mata el ‘malo’ de SEVEN. No se sabe y no importa. Lo que nos gusta es ver a los buenos a la caza del malo.
ZODIAC aún es más inquietante. No hay cierre.
No es cierto. Shields descubre que da mas miedo oir a un hombre pantera que ver a un actor con un disfraz cutre de hombre pantera. Que sugerir de miedo no significa que mostrar no lo de o que una elección sea intrínsecamente mejor que la otra.
¿O de verdad crees que Alien sería mejor si nunca se viera a ninguna de las formas del monstruo?
Quién sabe, sí, me temo que cada guión necesita una solución, que nunca estamos seguros de haber descubierto.
Solo una cosa: “explicar” es un verbo que se conjuga mal en la escritura de guiones. Dejar preguntas sin respuesta, por el contrario, estimula al espectador. El problema es averiguar a qué preguntas debemos responder y cuándo es mejor para la historia dejarías sin respuesta. Siempre he pensado que se cuenta mejor a un personaje cuando cuentas sus contradicciones y te asomas a sus zonas oscuras. Nadie es tan simple como para ser explicado.
Bienvenido.
Pues si que es un lio, pero respecto a las historias de horror hay algo que me parece un punto comun, que el malo debe ser mas malo que el espectador
Como cada persona se considera a si misma buena (o por lo menos no mala) y el enemigo o antagonista debe ser como en tiburon, lo interesante de esa pelicula es que queda claro que el tiburon esta ahi para matar gente, es un enemigo cuya naturaleza tal vez no queda entendida del todo pero si sus intenciones y naide tiene dudas al respecto, dado que el espectador promedio se considera a si mismo una persona normal (y ademas especial, oh paradojas de la vida) el malototote debe ser anormal para hacer cosas que el respetable no haria, ya sea que expliquemos porque es anormal o que simplemente sea “el malvado, obligatorio pero muy anormal asesino de turno” da igual el metodo, una vez que el publico lo tiene claro empieza a ser efectivo
Pongamos por ejemplo al Joker el la batipelicula, cuando el lapiz “desaparece” nos queda claro su sentido de la diversion el cual es reforzado por el incendio al final, e incluso quienes hemos visto su origen en los comics le tenemos por alguien que definitivamente no es normal aun cuando la explicacion no sea en realidad tan convincente, en este punto popdemos auxiliarnos alegando que cada persona es diferente y los mismos eventos le afectan en diferente manera
Pero respecto a la fantasia ahi si no se, me parece que hay qu tomar en cuanta la velocidad de la narracion para poder pasar la historia sin darle tiempo al espectador de preguntarse nada de nada o desde el principio decirle que “es asi y no preguntes” me vienen a la mente he-man y otras caricaturas de la vieja escuela, cuando ambos mandos llegaban lanzando rayos magicos y tecnologicos nadie se preguntaba el porque, simplemente tienes un cetro y es normal que aviente magia, tienes un cañon y es normal que aviente rayos (y como tiene alas es normal que vuele y si trae un taladro puede ir bajo tierra, etc)
Ya me perdi, creo que regresare cuando este menos divagatorio
Ea, pues por seguir la corriente en esto de internet tengo que decir que no estoy de acuerdo. En tiburón el ‘antagonista’ lo único que hace comer personas (angelito)… sueña a coña, pero si lo pensamos bien, uno de los protagonistas es pescador. Es decir: hace exactamente lo mismo, sólo que en el lado opuesto.
Esto me recuerda a cierta frase que leí, no me acuerdo muy bien donde, sobre el antagonista en los clásicos arquetipos de la historia. Venía a decir algo como ‘no hay que olvidar que desde el punto de vista del antagonista, él es el protagonista de la historia. Y el sidekick es el guardian. Los roles, para él, están invertidos’.
El tema es que la película nos suele implicar emocionalmente con una parte. Que generalmente es el ‘bueno’ (por aquello de no hacernos sentir mal por tomar parte por el ‘malo’) pero que no tiene porque serlo necesariamente.
Y si no, por favor, que levanten la mano los que quieran que pillen a Dexter.
‘suena a coña’, en vez de ‘sueña a coña’. Estaba pensando en ese de donde queda la ‘ñ’ en el teclado y la terminé poniendo por partida doble.
Alternativamente, para los no admiradores del pijo asesino, que levanten la manos los que quisieran que El Silencio de los Corderos terminara con Lecter entre rejas.
Creo que sin querer, puedes estar extrapolando tu forma de ser a tu trabajo. Supongo que de algún modo nos pasa a todos. No te conozco personalmente, pero por tus post está claro que eres una persona que se hace muchas preguntas y necesita muchas respuestas (también a mí me pasa). Sin ir más lejos tus post sembrados de dudas personales y razonables, ofrecen por el contrario respuestas en mi caso. Además de eso y mucho más importante, me atraen y me gustan. Y no creo ser el único. En cualquier caso, no creo en una teoría común para responder a “explicación sí”, “explicación no”. No creo que exista. Dos historias distintas, aunque sean muy parecidas, pueden perfectamente quedar bien de una u otra manera. Incluso en no explicar, puede estar no ya el atractivo, sino la propia explicación (para rizar más el rizo… Edmond, Henry: retrato de un asesino, o del propio Haneke, El video de Benny). Todo pende del poder de atracción y magnetismo que se genere. Y de la perspectiva desde la que se perciba. Claro, que en mi opinión y siempre en líneas generales, no casa bien el punto de vista “Haneke”, con una historia de corte fantástico. Son historias abruptas, que abrazan el realismo más extremo. Las noticias de los periódicos están ahí para afianzarle en credibilidad, por muy radicales que sean sus propuestas. Sin embargo si estoy de acuerdo contigo, en que por muy superfluas que sean las historias de corte fantástico, la gente va a querer las respuestas que no le ofrece el apoyo de la realidad. Pero también existe una cultura audiovisual al respecto, sobre género fantástico, con que poder jugar. Tú preguntas: “¿Cómo sería una película de Haneke basada en la historia del francotirador de Bratislava?”. Y creo que todos asociamos más o menos una respuesta. El problema sería otra pregunta “¿Cómo sería una película de Haneke basada en Star Trek?”. Eso no me lo imagino… (No vale decir que como Stalker o 2001: Una odisea del espacio, sólo porque sean distintas).
Como siempre muy interesante tu propuesta.
Saludos.
Todas estas dudas sobre como debe ser el guión se parecen la busqueda de la teoría unificada de los fisicos. ¿No es todo tan simple como que no hay una sola manera de hacer una buena historia?
Bueno… en teoría sí es así de simple. ¡Pero los guionistas nos podemos pasar media vida dándole vueltas a esas simplezas! Lo difícil es saber cuál es la manera de hacer las cosas que te interesa o que mejor refleja tu manera de entender las historias (en el caso de que seas un guionista que trabaja siempre a partir de unas reglas que nunca modifica; al estilo de Haneke por Ej.) o por lo menos cuál es la manera más adecuada para la historia que estás escribiendo en ese momento. Eso es lo complicado, no aceptar que, efectivamente, hay muchas formas de contar una buena historia.
le veo hecho un mar de dudas, David. Y razones no le faltan. Me temo que es uno de esos dilemas, en los que no hay garantías de acertar y a la hora de encajar una opción u otra suele ayudar más la intuición, que la propia lógica formal.
“Las películas con cierto halo de misterio, siempre fascinan más que las que revelan todos sus mecanismos a las claras”. Incluso en las adaptaciones de novelas al cine, donde se conocen las histórias de antemano ocurre así.
Recuerdo mi fascinación por el personaje de Hannibal Lecter, en “El Silencio de los Corderos” y su peculiar relación con la agente Stanly.
Una fascinación que despertó mi curiosidad por seguirle los pasos en las siguientes entregas, nada que ver con la originalidad de la primera, claro, aunque tampoco me importó demasiado seguir pegada a la butaca. El personaje me seguía fascinando y seguía desprendiendo el mismo halo de misterio. Hasta que un día, apareció “Hannibal, el origen de mal”, con ese intento absurdo de justificar al personaje… y se rompió la magia. Adios al misterio.
En mi opinión, éste es uno de los ejemplos claros donde dar demasiadas explicaciones, no sólo perjudica al personaje, lo finiquita por completo. Como dice Haneke, “Las explicaciones son limitaciones y cada limitación es una mentira indirecta”.
¿Acaso en la vida real, son justificables y justifica la sociedad las acciones criminales de un sociópata o psicópata? ¿Ofrecen esas explicaciónes algún alivio y algún fundamento válido, cuando la investigación ciéntifica nos revela que 1% de la población presenta los rasgos psicológicos del psicópata?
Por desgracia, la realidad es más inquietante que tranquilizadora.
La adaptación cinematográfica de la novela “El Perfume”, vendría a ser un ejemplo, donde las abundantes explicaciones no están de más. Ni desvirtuan la esencia del personaje, ni el encanto de la trama. Al contrario, la dotan de riqueza, profundidad, significado y te hacen disfrutar más del viaje. Uno se siente fascinado por la originalidad de la história, más que por el propio protagonista. Las explicaciones se hacen incluso necesarias, aunque no se intenta justificar las motivaciones de personaje. Mucho más auténtico, impactante y real.
Sentados en la butaca, los espectadores fijan la vista en el mismo epicentro, pero no ven lo mismo. Por ello, me parece más interesante sugerir que mostrar, sembrar la duda, que ofrecer una única respuesta.
En las canciones no se suele hablar de los echos de una forma totalmente comprensible, sino mas bien son piceladas, connotación y es lo que las hace superiores
*hechos
Me encantan todas tus entradas, David, y las de “A veces olvido que…” para mí han sido muy didácticas, en el mejor sentido de la palabra.
Y aprovecho para meterme con Haneke, que es una afición muy mía, jaja: es cierto que no da explicaciones en sus películas y de entrada eso puede inquietar bastante, funciona. El problema es que luego en las entrevistas intenta convencernos de que su arte es “denuncia”. Creo que denunciar a base de violencia “gratuita” (sin análisis, sin personajes que sean un modelo moral al que agarrarse…) no es útil, de hecho tengo la sensación de que Haneke más que denunciar nada se regodea en lo malo que hay en el mundo y disfruta con ello. ¿Alguien sale de una peli de Haneke con ganas de mejorar el mundo? ¿No nos sugiere más bien que no hay nada que hacer, que todos somos malos? No veo cómo puede sentirse “comprometido” un autor así, la verdad.
Y qué obsesión con el anti americanismo, ¿por qué no nos parece mal cuando alguien suelta esos juicios de medio pelo contra todo un país? ¿Desde cuándo en Estados Unidos no se hace cine comprometido? ¿Y Sérpico? ¿Y Vencedores y vencidos? ¿Y las de Costa-Gavras? ¿Y…?
Además, todo lo que no explica en sus películas nos lo da bien mascadito en las entrevistas para que sepamos cómo interpretarlo y “abrir los ojos”, son mensajes morales de lo más planos y simplones: “la televisión crea asesinos en serie”, por ejemplo, era su gran tesis de denuncia en Funny Games según las entrevistas. ¡Pero si es un thriller! Inquieta y profundiza tanto en la violencia como lo pueda hacer El cabo del miedo o Atracción fatal. Es cierto que es más duro, más frío, más arriesgado… ¿pero denuncia???
Pues aunque esté de acuerdo en general contigo, personalmente no veo que Haneke vaya tan desencaminado, la verdad es que frecuentemente he pensado lo mismo que él, que puestos a rizar el rizo la violencia puede llegar a ser estética, como en La Cinta Blanca, o en La Soga de Hitchcock o en La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, por mencionar algunas del palo. Y que precisamente, es esa visión nihilista de la violencia, que impregna tantos productos audiovisulaes de consumo actulamente, una forma de generar violencia.
Desde luego nunca podría decirse de él que es un Costa Gravas, porque en realidad lo que tiene enfrente no es una violencia convencional, sino otro tipo de violencia, consentida, que es la que creo que le preocupa. Y creo, que en ese sentido, si que podría decirse de él que es un autor que denuncia, y también comprometido, porque, por algún motivo parece que el compromiso empieza en Victor Hara y acaba en las lapidaciones en Irán, pero creo que existen multitud de cuestiones, mucho más complejas de abordar, que son igual de inquietantes.
No, si inquietar inquieta más que nadie, pero para mí denunciar sería señalar algo que está mal para poder acercarnos, aunque sea un poco, a la solución. Si sólo muestras crueldad, no por ello la estás denunciando, y depende de cómo lo hagas hasta corres riesgo de convertirte en esa violencia “estética” que se supone que quieres denunciar. Oliver Stone decía que Asesinos Natos era eso, una crítica a la sociedad americana. Y algo de eso habrá, pero hay mucho más de obsesión personal por la violencia, de gusto estético por ella (lo cual me parece estupendo).
Como espectador se te queda mal cuerpo con Haneke, claro, pero eso no sé si te hace más consciente. Creo que el que sea responsable saldrá más o menos vapuleado, reflexionando, pero el que sea irresponsable saldrá como entró, hasta puede que más justificado que nunca: el mundo apesta, es normal que a veces me levante deseando asesinar a todo dios, jaja.
A mí me recuerda a esos artistas que arrojan ciento cincuenta kilos de plástico de colores en el suelo y te explican, condescendientes, que su obra es una reflexión sobre la sociedad de consumo. Mostrar sin explicar y sin moralizar puede ser muy interesante, no lo dudo, pero eso, la pila de plástico de colores, no es en sí una reflexión, es como mucho un punto de partida. De una peli de Haneke se pueden sacar reflexiones y conclusiones morales, pero también se puede hacer eso leyendo el periódico, o incluso mirando un árbol o una piedra.
Entiendo que no quiera frivolizar con la violencia, hacer entretenimiento total, como Hitchcock, por ejemplo (que a mí me fascina), pero ¿no podría hacerlo sin intentar quedar por encima de todos los demás cineastas? Es como si dijera que todos menos él son unos vendidos al Mal. Si por él fuera, Dovstoyevski estaría moralmente bien y Robert Louis Stevenson estaría moralmente mal, como es entretenido y se disfruta… ¿No es un poco radical y simplón?
Dostoyevski, quería decir, se nota que sólo leo aventurillas sin conciencia, jaja.
Uf, Raquel, he de reconocer que me superas en discurso. Hace unos años hubiera estado más ágil porque no me perdía nada. Pero, no, sigo sin estar de acuerdo contigo. De hecho lo que creo que te molesta entre La Soga y la Cinta Blanca (curiosa por cierto la similitud) no son las películas, sino las declaraciones de Haneke en ruedas de prensa.
Cuando ves una película de Costa Gravas, está claro, no sólo se basa en hechos reales sino que el/los malos están ya definidos, no tiene vuelta de hoja; pone a cada uno en su sitio, ya sabes quienes son los malos y las víctimas antes de ver la película. Pero cuando se trata de hablar de la violencia que existe entre nosotros el tema es más complicado. Quienes se atreven con ese tema, todos los que hemos mencionado y muchos más, resulta dificil disecernir la fascinación que les supone la violencia o perversidad en si misma de la denuncia. Pero si de que es un juego peligroso, que creo que el que, a su manera, trata de denunciar Haneke con sus prepotentes comentarios.
Es curioso porque Hitchcock siempre decía que hacía entretenimiento para las masas, sin pretensiones morales, ni crítica social… pero cuando veo sus pelis siempre me quedo con la sensación de que algo de maldad habrá en mí cuando disfruto tanto con esa violencia… Supongo que cada uno reflexiona con lo que le llega más.
Y si Haneke lo consigue con tanta gente, ole por él!
Saludos, Cris, nos leemos por aquí.
Creo que depende del género. Se me antoja imposible una historia de detectives sin explicaciones: la fascinación en esas historias, consiste en ver cómo el protagonista reconstruye con detalle el pasado, a partir de unos restos de ese pasado, que en principio nos parecen irrelevantes, incoherentes, sin ninguna relación con el delito. ¿Cómo lo hace?¿Por qué no se nos ocurren a nosotros las mismas ideas? Tienen la misma “magia” que la arqueología: ¿cómo diantres pueden reconstruir la vida de una civilización desaparecida hace milenios, a partir de cuatro hoyos en el suelo, o cinco vasijas de cerámica? Si Sherlock Holmes viese los monigotes danzantes en un papel, y al final de la historia, se limitase a detener al asesino, sin explicar cómo llegó de uno a otro lado, en mi opinión esa historia se quedaría coja. Daría la sensación de que Sherlock resuelve los casos porque para algo Connan Doyle está de su parte, y punto. El autor tiene que demostrar que se ha partido la cabeza buscando una historia sorprendente y verosímil a la vez, en la que todos los cabos estén atados, para que la inteligencia de su personaje resulte convincente.
En cambio, la mayoría de los ejemplos que se ponen aquí son películas de terror; y ahí, nada desasosiega más que la sensación de estar a merced de algo desconocido e incontrolable, mucho más poderoso que nosotros, imposible de dominar por la razón o la voluntad.
En algunos géneros sí me parece importante intentar “explicar” la maldad del antagonista, o al menos, matizarlo con algún rasgo positivo (vitalidad, carisma, fidelidad a sus propios principios); porque de lo contrario, parecería que se cae en un maniqueísmo fácil y simplón, con “malos malísimos” que lo son porque sí, porque tiene que haber un rival para que el protagonista se luzca. El personaje del malo se vuelve más interesante y complejo si, al mismo tiempo, tiene algo que lo haga atractivo.
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