NOSOTROS, LOS FRUTOS SECOS

por Ángela Armero

¿Sabes el típico día en el que estás en un restaurante comiendo tranquilamente y alguien entra corriendo, gritando con desesperación y a pleno pulmón si hay un guionista en la sala?

No, no lo sabes porque eso no pasa. Nos creemos muy interesantes, pero nadie se levanta por la mañana con la ardiente necesidad de que un guionista le ayude. Si es muy importante ver al banquero, al dentista, al que te vende el pan o el que te ayuda a defenderte ante la justicia. Pero, ¿guionistas? el mundo podría seguir girando sin ellos, aparentemente.

Entonces, ¿por qué nos creemos tan apasionantes? ¿Por qué parece que nuestra profesión nos pone muchísimo? ¿Por una vocación ardiente? ¿Por pura devoción al acto solitario de escribir y de recibir tortas como panes como forma habitual de feedback? Sí, pero también porque nuestra profesión nos garantiza casi siempre la ocasión de hablar de un tema que nos encanta: nosotros mismos. Si lo que hacemos es tan atractivo, nosotros también debemos serlo, es el silogismo al que muchos nos hemos adherido con el paso de los años, dijera lo que dijera en el año 88 Iñaki el de cuarto que no quiso rollo conmigo.

Nos gusta ir a las fiestas y que la gente nos diga, “¿Y cada uno escribís un personaje?”, la frase que más te repiten los profanos. Alguna vez te gustaría responder que sí, sólo por perpetuar esa leyenda tan antigua como absurda, tentación tan seductora como dar un nombre falso en Starbucks, “Remigia, tu frappe chai tea con soja light está listo”. Otras frases que se suelen oír son “Si yo te contara la historia de mi vida…”, “Yo creo que sería buen guionista porque a)me dicen que soy ingenioso b)me pasan unas cosas…” Y podemos porfiar todo lo que queramos acerca de esos comentarios, pero en realidad nos gustan. (Daría para otra entrada la facilidad con la que la gente cree que podría dedicarse a una profesión que exige cierta cualificación y según Pianista mil páginas, es como decir “Se me da bien el bricolaje, ¿Me dejas drenar el hematoma en tu cerebro?”.)

Pero sí, nos gusta hablar de nosotros mismos, y este blog es la mejor prueba; nos gusta decir en qué serie trabajamos, aunque a renglón seguido te digan, “Esa serie era una mierda”, que todavía si fuera en presente (“es una mierda”) te granjearía algo más de respeto. A veces, en una reunión social, cuando refiriéndose a ti alguien le dice a un tercero (o tercera) “Zutano es guionista”, de repente, esa persona te mira de forma distinta. Pero esa atención sólo dura un tiempo. Luego somos perfectamente capaces de demostrar que somos tan aburridos como el que más. Tediosamente anodinos y preocupados por las mismas cosas que el resto de la gente.

¿Cuáles son esas cosas? Hablar incesantemente de nuestro trabajo, (al igual que hacen médicos, financieros o arquitectos), siempre comenzando con el ineludible “¿En qué andas?”, frecuentemente seguido por dosis de cotilleo, quejas multidireccionales y del clásico estar harto de su jefe o de su jefa, algo tan español como El Corte Inglés o Zara. Cuando ese tema se agota, podemos hacer que nuestros amigos o parejas hagan viajes astrales mientras nos enzarzamos en el enésimo debate sobre si la serie “Sexo en Nueva York” es machista o por el contrario feminista, o sobre qué temporada de 24 es mejor, o sobre si escribir guiones es escribir literatura o no.

Nos creemos el solomillo pero en realidad somos los frutos secos de la sociedad. Nadie basaría su alimentación en nosotros, no somos huevos, ni pescado, ni agua, ni pan, ni siquiera garbanzos. Estamos bien para acompañar la vida, pero si hubiera que hacer una expedición rescatando a cincuenta personas del planeta Tierra para regenerar nuestra civilización seríamos los últimos de la fila. Los panaderos nos harían cortes de mangas desde las ventanas de la nave espacial.

Aunque en esa cola nos lo pasaríamos genial. “¿En qué andas?”, empezaríamos a conversar animadamente.

21 comentarios en «NOSOTROS, LOS FRUTOS SECOS»

  1. Una entrada muy simpática y acertada, jaja… me lo he pasado muy bien leyéndola. :)

    Otra cara de lo mismo, más poética e intentando dar ánimo al artista o narrador, es el famoso texto de Félix de Azúa en su “Diccionario de las artes” que, supongo, muchos conocéis (el de los vagones que llevaban a los judíos a los campos de concentración). Quizá, en la nave espacial, al final sí dejasen subir a algún guionista… o, sino, el más espabilado (para contar historias) de los panaderos acabaría convirtiéndose en algo parecido a uno…

    Aquí os dejo un link a un blog donde sale ese texto íntegro, por si acaso no lo conocéis. Merece la pena.

    http://laescueladelosdomingos.blogspot.com/search/label/F%C3%A9lix%20de%20Az%C3%BAa

  2. Alejandro Zumaquero

    Desde luego hay algo que está fuera de todo debate: la mejor temporada de 24 es la 5º. Adonde vamos ya a parar…

  3. Ante todo una aclaración: yo no creo que por escribir cosas interesantes sea una persona interesantísima. Yo he sido (y soy) interesantísimo siempre. Lo parádojico es que mis historias no siempre lo son (si es que lo han sido alguna vez).
    Y ahora un poco más en serio, pero no del todo: En esa nave que salvaria los restos de la civilización no seria necesario embarcar guionistas por una razón bien simple: la propia evolución los crea espontáneamente. En los tiempos de Atapuerca quizá el tipo más valorado del poblado era el gran cazador de mamuts, cierto. Pero cuando se hacia de noche, se encendian las hogueras y toda la tribu de reunia junto al fuego siempre habia uno que destacaba. Se ponia a contar historias de cómo cierto antepasado luchó contra una gran fiera y la venció. Todos le escuchaban en silencio, emocionados por su relato. Con el tiempo se fué especializando: dejó de cazar o de cultivar la tierra durante el dia y empezó a cobrar (primero en carne y pieles, más adelante en dinero) por esas historias que contaba por la noche (de ahi el biorritmo noctámbulo que llevamos muchos de nosotros).
    Con el tiempo aprendimos a servirnos de objetos auxiliares, por ejemplo las viñetas pintadas en tela a modo de story-board de la historia, muy populares en la Edad Media. De ahi pasamos al 3D (hay pasos intermedios, claro, pero no quiero hacerlo muy largo)y pasamos de ser llamados cuentacuentos a guionistas.
    Asi que, si no estamos en esa nave, no pasa nada. Seguro que alguien nos cogerá el relevo a las pocas noches de travesia. De aqui a Orion hay muchos años luz y muchos tiempos muertos que llenar. Alguien se pondrá a contar algo, lo que sea, y los demás le escucharan aliviados de que una historia les distraiga de las incomodidades del viaje. Sin darse cuenta habrán hecho de ello una costumbre. Probablemente, antes de llegar a la lejana galaxia de destino el tipo de los cuentos habrá alcanzado una gran popularidad entre los viajeros y al llegar al planeta de destino puede, de manera realista, convertir su habilidad en medio de vida. Habremos vuelto a empezar en Orión lo que ya habiamos empezado en Atapuerca, inevitablemente.
    Ojo, esto no sólo lo digo yo. El gran gurú Mckee, en el prólogo a su libro (si, los prologos tambien conviene leerlos) cuenta que queria ser dentista y fue su padre quien le cambió la vocación. Le dijo que algun dia los avances cientificos harian que nuestras dentaduras se conservasen tan bien que el oficio desapareceria. Pero que el ser humano siempre tendria necesidad de entretenimiento: en ésa industria siempre habrá futuro. Lo que ya no sabemos es con qué formatos o con qué medios técnicos se contarán las historias, pero no dejaran de contarse.
    Asi que no creo que seamos los frutos secos. En todo caso seriamos algo aún mas “inutil” a la vez que muy importante: la sal. Nadie basaria su dieta en ella tampoco. Podemos pasar sin sal, no aporta ningún nutriente, pero todos sabemos (cualquiera que haya echo un régimen al menos) que es lo que más se añora cuando falta en el plato. Podemos comer más o menos cantidad, mejores o peores productos, pero sólo la sal nos salva de la tristeza, sin ella el mejor manjar es puro aburrimiento. Y no deja de ser un producto humilde y barato.

  4. Bueno, sin sal cascamos, pues es esencial para muchos procesos del organismo… pero la idea que quieres transmitir se entiende perfectamente. ;)

    Lo mismo que cuentas con la nave espacial, partiendo del texto del blog, y las cavernas, es lo que cuenta Azúa en el texto que cito más arriba… pero en un contexto más terrible: los vagones que llevaban, hacinados, a los judíos a los “lager”. Y, aún en ese lugar tan espantoso, surgía, quizá más que nunca, la necesidad de un narrador. Es un texto precioso, lo recomiendo.

  5. Diego Germán Gonzalez

    Yo podría haber sido muchas veces el que entra al restaurant pidiendo a gritos un guionista. Cuando no me pasan cosas sin sentido o sin gracia estoy en una fiesta y no sé que decir

  6. Pingback: En Bloguionistas: NOSOTROS, LOS FRUTOS SECOS | Ángela Armero en Hotel Kafka

  7. Me encantó el artículo, me lo guardo para releer en esos momentos en los que pensamos que tenemos el peor trabajo de la humanidad, pero también en aquellos en que nos creemos el ombligo del mundo.
    Yo creo que algún guionista se colaría en la nave, con lo cuentistas que somos seguro que uno convencería a algún ginecólogo para que le dejars su sitio…

  8. Gracias a todos, así dan ganas de seguir escribiendo.

    Lo de sal está bien visto y lo de Félix de Azua es estupendo.

    Yo creo que la gente en la nave se divertiría sola, fíjate, en Gran Hermano no hay guionistas, porque con un edredón la gente ya sabe pasárselo bien.

    1. Pianista en un Burdel

      Bueno, yo no es por incordiar, pero… en Gran Hermano sí hay guionistas.
      Al menos en las primeras ediciones los había.
      Tal que este señor, mismamente.

    2. ¿PERO ESTÁN METIDOS EN UN ARMARIO COMIENDO YOGURES Y SUSURRÁNDOLES QUÉ HACER O QUÉ DECIR A LOS PARTICIPANTES?

      ¿O editan el contenido? Vamos, me tenéis que ilustrar o mejor aún hacer, un post. Lo que quería decir es que diez personas encerradas tienen dos formas básicas de divertirse: la aniquilación o la reproducción. Vamos, que la peña se divierte sola. No sé.

    3. Gran entrada Ángela. Y si; si hay guionistas en Gran Hermano. Un amigo mío empezó y terminó la profesión allí. Debe ser que si no hay guionistas, los orangutanes no serían capaces ni de insultarse entre ellos. Así que también tienen su importancia dentro de lo que se pretende.

      PD: Mejor no voy a contar lo que me pasa a mí cada vez que voy a un Starbucks (las pocas veces que he ido)

      Saludos.

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  10. La verdad es que me ha encantado su sensibilidad y sentido del humor, en este post, Angela. Sin embargo, visto desde fuera, no estoy de acuerdo en que los guionistas fueran los últimos de la fila, en esa expedición de emergencia, para regenerar nuestra civilización. Conocedores del oficio, seguro que se las ingeniaban, para inventarse una história lo bastante creíble, conmovedora y persuasiva, para pasar la criba y entrar los primeros en la nave. Una vez dentro, ya justificarían su presencia al resto de la expedición, con otras histórias posibles e imposibles…En situaciones de emergencia: “la imaginación al poder”

  11. A mi se me planteó un problema similar hace ya más de mil años. Yo era una joven de Bagdad, que sin comerlo ni beberlo, me vi casada con el Califa. El Califa, que desconfiaba de las mujeres, yacia una sóla noche con cada mujer del haren y, a la mañana siguiente, la hacia ejecutar.
    Yo me libré contándole un cuento cada noche: procuraba, eso si, dejar los finales en alto para que al dia siguiente desease continuar. Hicimos 1000 y 1 capítulos, casi tantos como Amar en tiempos revueltos y muchos más que Lost. Al final se enamoró de mi y salvé la vida.
    Queridos, es una cuestión de supervivencia. Yo no sé mucho de naves espaciales. Fuera de las lámparas maravillosas o las alfombras voladoras estoy perdida. Pero creo que mi experiencia puede serviros. Que Alá os bendiga.

  12. Su teoría inicial sobre “La generación espontanea de guionistas” tenía bastante sentido, pero, su fantástica experiencia, me ha convencido por completo, Sherezade. Su instinto de supervivencia está fuera de toda duda y al margen de su cualificación profesional, nadie cuestionaría, que sabe contar cuentos como nadie.

  13. Sucede muy a menudo a los que curran en ese denostado mundo de las letras, ¿estudias o trabajas?, era una expresión peculiar, que también podría reciclarse en ¿escribes o trabajas?. Si decías que lo primero, entonces te acababan diciendo: mira, no me cuentes tu vida que yo también he sufrido mucho. Lo de escribir no está politicamente bien visto y lo peor del asunto es que casi siempre te acaban espetando: no, si yo también escribo… como Aznar con el catalán que solamente lo habla en la intimidad.

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