UN DESCANSITO

David Muñoz

El otro día me dio por pegar en un solo documento de word todas las entradas que he escrito en Bloguionistas y resulta que he acumulado ya unos 115 folios.

Desde el principio me planteé que si participaba en este blog lo que quería era escribir textos con una intención claramente pedagógica que pudieran serles útiles sobre todo a los guionistas que empiezan; más o menos los mismos que me hubiera gustado leer a mí cuando comencé a escribir (además, me parecía que no tenía sentido que escribiera el mismo tipo de entradas que en mi blog personal, en el que hablo de lo que me da la gana). Y creo que más o menos lo he conseguido. Lo “malo” es que arranqué mi sección con entradas de tres folios y poco a poco me fui entusiasmando y he terminando escribiendo textos de seis y siete folios. Una barbaridad. Sobre todo si te empeñas en escribir una entrada a la semana. Como podéis suponeros, estas entradas me llevan bastantes horas a la semana (que no le quito al trabajo remunerado –no podría hacerlo ni aunque quisiera- sino al tiempo que normalmente dedicaba al ocio). Y después de varios meses trabajando muy intensamente, necesito un pequeño descanso. No puedo seguir manteniendo este ritmo y prefiero aparcar mi sección temporalmente a acabar escribiendo entradas que no resulten tan interesantes como las anteriores. De modo que, durante no sé si unas semanas o unos meses, “A veces olvido que…” se toma un descanso.

Sin embargo pienso seguir escribiendo una entrada cada semana en Bloguionistas. O por lo menos pienso intentarlo. Para conseguirlo intentaré que sean más cortas y,  al no tener necesariamente una intención tan didáctica, espero que me lleve menos tiempo prepararlas.

Para inaugurar esta nueva etapa, me ha parecido que podía ser interesante compartir con vosotros algunas de las notas que escribí mientras preparaba una charla que di en la ECAM hace unas semanas sobre la realidad laboral del guionista profesional (algunas al final no las utilicé y otras las acabé contando de una forma totalmente distinta, pero creo que reflejan bastante bien parte de lo que fue la charla)*:

“Si nos dedicáramos a la construcción y no al guión, cuando empezamos la mayor parte de nosotros diríamos que queremos ser arquitectos, que nuestro sueño es diseñar edificios únicos, especiales, construidos de acuerdos a nuestras indicaciones.

Pero es muy raro que después de llevar un tiempo trabajando no tengamos claro que en realidad no somos arquitectos…

…sino albañiles.

O más bien, somos albañiles que una vez fuimos arquitectos… hasta que justo antes de empezar la obra, el dueño de la constructora nos compró los planos y nos obligó a trabajar como albañiles siguiendo las órdenes de otro arquitecto que usa nuestros planos modificándolos a su antojo.

Encima, el nuevo arquitecto muchas veces está loco. O lo parece.

Un día te pide que uses baldosas azules en el baño. Te tiras un día entero colocando las baldosas azules cuidadosamente y cuando viene a revisar lo que has hecho, el nuevo arquitecto te dice que se lo ha pensado mejor y que las prefiere rojas. Y al día siguiente te las pide amarillas. Y al otro marrones.

Y cuando ya no quedan colores y los brazos te duelen tanto de destrozar baldosas que ya no eres capaz ni de levantar del suelo el martillo pilón, el nuevo arquitecto te dice que…

…no quiere baldosas en la pared. Quiere papel pintado.

Y que a lo mejor prefiere que lo ponga otro.

Eso suele ser escribir una serie de televisión en España”.

“Pongamos que una conocida productora de televisión coloca una serie de vaqueros en una cadena.

El jefe de ficción de la cadena parece entusiasmado con el concepto que le ha contado el productor ejecutivo de la futura serie y llega a un acuerdo con él para que se escriba un piloto.

Convencido de que la cosa pinta bien, el productor contrata a varios guionistas para que le ayuden a desarrollar más y mejor su concepto inicial y a escribir la primera versión del guión. Tras entregarla, hay una reunión en la cadena en la que se sugieren varios cambios, pero sigue pareciendo que la serie interesa. Entusiasmados, el productor y los guionistas se ponen a trabajar en la nueva versión.

Una vez terminan de reescribir el guión de acuerdo a las notas que recibieron tras la anterior visita a la cadena, el productor y los guionistas son convocados de nuevo a una reunión con el jefe de ficción.

Entonces, ocurre algo inesperado.

Nada más llegar, el jefe de ficción anuncia que tiene algo muy importante que decir. La serie tiene un problema muy, muy grande. Y es que…

…parece…

…un western.

El productor ejecutivo se queda helado. “Pues claro que parece un western. ¡Porque es un western!”. “Ya”- responde el jefe de ficción- “¡Pero debe ser un western que no lo parezca para que no asuste a la audiencia a la que no le gustan los westerns! ¡Y aquí hay caballos! ¡Y tiroteos! No puede ser. Cualquiera que pille la serie empezada debe pensar que está viendo, no sé… “Cuéntame” por Ej. De lo que se trata es de escribir un western sin ninguno de los elementos que convierten a un western en un western”.

Esto ha ocurrido realmente hace solo unos meses.

Y por lo que sé, no sólo ha pasado con una serie y en una cadena, sino que más o menos al mismo tiempo ha pasado con cuatro series y dos cadenas.

¿Cómo lo sé?

Mmm… ¿de qué creéis que hablamos los guionistas cuando nos vemos? Pues de nuestros jefes. Como todos los currantes”.

“España es el único país del mundo donde decir que tu proyecto de serie parece de la HBO viene a significar que es un truño que aquí no le va a interesar a nadie”.

“Si lo que queremos es poder contar nuestras propias historias los guionistas no lo tenemos nada fácil. La mayor parte de los directores de cine prefieren escribir sus propios guiones, y si no, adaptan novelas. En las productoras de televisión, es muy raro que se compre un proyecto que venga de fuera. Para generar proyectos ya tienen a “su” gente.

Aún así, es posible conseguirlo. Ya digo que no es fácil. Pero tampoco es fácil que te toque la lotería.

De lo que se trata es de comprar muchos billetes, y esperar que alguno de ellos salga premiado”.

“Desgraciadamente la mayor parte de los guiones originales que se están escribiendo en este momento sólo les valdrán a sus autores como muestras de escritura. Si el guión es bueno, es probable que algún productor contrate a su autor para desarrollar alguno de los proyectos que tiene en marcha. Pero el guión nunca se rodará”.

“Cuando decís que queréis ser guionistas. ¿Qué queréis decir realmente?

Porque hay muchos tipos de guionistas. Los hay que sólo escriben historias originales con la intención de que acaben convertidas en largometrajes; otros se dedican durante toda su carrera a dialogar escaletas de series de televisión escritas por otros; hay quien es incapaz de escribir una línea si no está rodeado de otros guionistas, y alguno no puede escribir si no está solo.

Todos son guionistas. Pero el día a día de cada uno no tiene nada que ver con el de los otros.

Un guionista de televisión que trabaja en una productora tipo Globomedia pasa su jornada rodeado de otros guionistas, puede llegar a tener varias reuniones al día y ni una sola de las frases que escribe llega a la versión definitiva del guión sin que pasen sobre ella al menos cuatro o cinco compañeros; por otra parte, un guionista de cine puede pasarse días y días delante de su ordenador, sin hablar nunca de lo que está escribiendo salvo con su pareja (si la tiene), hasta que entrega una versión del guión y se reúne con el director y el productor para discutirla. Y, a no ser que lo haga rematadamente mal, es muy difícil que le sustituyan. Saldría demasiado caro.

Son vidas muy diferentes.

A veces, elegir un camino u otro no tiene que ver con nuestro talento sino con nuestra personalidad. ¿Eres capaz de aguantar un horario, reuniones, etc.? ¿Te ves trabajando solo ocho horas al día sin volverte loco?

Pero esa pregunta solo la podéis responder vosotros”.

“Los guionistas deberíamos hablar más de dinero. A los únicos a los que no les conviene que hablemos de dinero es a quienes nos lo pagan (y, sobre todo, a quienes dejan de pagárnoslo)”.

“La única razón para ser guionista es que te diviertas escribiendo. Lo demás a menudo es decepcionante. El resultado nunca responderá a tus expectativas –puede que sea mejor, pero siempre será otra cosa-, y los procesos pasan siempre por momentos difíciles en los que es inevitable plantearse si no serías más feliz sacándote una oposición. Si perseveras es por una sola razón: disfrutas escribiendo más que con cualquier otra cosa. Inventando historias, creando personajes, imaginando qué puede ocurrirles te hace sentirte bien, eres feliz.

Si es así, todo lo demás es irrelevante”.

“Yo soy feliz inventando, sentado delante del ordenador imaginando que puede ocurrirle a un tipo que no existía hasta que su nombre apareció en mi pantalla. Encima, de vez en cuando me pagan bien por hacerlo. No se puede pedir más”.

“El guionista siempre piensa que el próximo proyecto será “el bueno”. Esa es la zanahoria que nosotros mismos colocamos delante del burro de nuestra creatividad para poder seguir adelante. A pesar de las decepciones, seguimos pensando que tarde o temprano podremos participar en algún proyecto del que nos sintamos orgullosos.

Eso es lo que nos mantiene en marcha.

Al final lo único que tiene sentido es seguir en marcha.

Y yo, de momento, con “westerns” o sin ellos, pienso seguir andando”.

*Sí, lo sé, la primera entrada de esta supuesta nueva fase es también larga y “pedagógica”. Y lo confieso, al final me he pasado unas cuantas horas retocando mis notas para darles una estructura más propia de la entrada de un blog, pero en fin… ¡nunca os prometí que fuera a ser coherente!

11 comentarios en «UN DESCANSITO»

  1. La verdad habla por su boca, compañero. Aunque entre todas las ideas, hay cuatro que son tan especielamente ciertas como especialmente dolorosas:

    1. Si lo que queremos es poder contar nuestras propias historias los guionistas no lo tenemos nada fácil.

    2. De lo que se trata es de comprar muchos billetes, y esperar que alguno de ellos salga premiado.

    3. Los guionistas deberíamos hablar más de dinero. A los únicos a los que no les conviene que hablemos de dinero es a quienes nos lo pagan (y, sobre todo, a quienes dejan de pagárnoslo).

    4. La única razón para ser guionista es que te diviertas escribiendo. Lo demás a menudo es decepcionante.

    Para acabar de complicar las cosas, al cuento del western y los ejecutivos de las cadenas habría que sumar cuando la propia productora se da cuenta de que es un western; no hace falta llegar a las reuniones con la cadena, ya la propia productora puede cambiar de idea de reunión en reunión sin motivo aparente (o peor aún, con motivos disparatados), y lo que es peor, no defienden (casi) nunca la idea: a poco que alguien (aunque sea un bedel) de la cadena frunza el ceño, ya han dejado de creer fielmente en su proyecto y están dispuestos a convertirlo en lo que sea. En lo que sea.

    Uno se encuentra muy solo, la verdad.

  2. Gracias por el post, David. El ejemplo del wester es tan, tan real, que ahora mismo le está sucediendo algo parecido a varios guionistas (y me incluyo entre ellos). Siempre he creído que los ejecutivos de las cadenas tienden a ser conservadores por miedo a no gustarle a todo el mundo, por miedo a lo que les digan sus jefes y porque les pagan para opinar, y algo tendrán que decir. Y en general, ¿por qué van a renunciar a quererlo todo, toda la audiencia, todos los públicos, todos los géneros en la misma serie? Eso, el miedo a no gustar, y el miedo a que al público les parezca mal un taco, un desnudo, un personaje oscuro… les condena al fracaso. Y los guionistas, como dices, los pobres albañiles que no paran de currar y no entienden nada.

    Yo suelo poner otro ejemplo, que sirve también para cuando te encargan algo o te llaman para formar parte de un equipo: aquí tienes este filete de lenguado, fresquísimo, el público está deseando pescado fresco, hace mucho que no lo prueban, hagámoslo rico. Y te encargan hacerlo a la plancha, con unos ajitos nada más. Y una vez hecho, dudan: ¿y no hay salsa para mojar? Así que te devuelven el lenguado plancha para, ese mismo, lo vuelvas a hacer en salsa verde. Haces lo que puedes, claro, y lo entregas. Y a las dos semanas, te dicen: nos hemos reunido y estamos seguros de que hay que hacerlo al horno. Y así, el mismo filetillo de lenguado, que vino tan fresco, va siendo recocinado una y otra vez. Y claro, pierde sabor, se le ven los restos de anteriores cocciones, y acaba por no gustarle a nadie, y al público le huele mal de lejos. Si la cosa, vete a saber por qué, termina funcionando, dirán que es gracias a sus recomendaciones; si la cosa fracasa, dirán que no les hiciste caso en todo.

    Y yo no sé cuál es la fórmula. Pero nunca entendí que las cadenas compren un producto porque les encanta y, nada más comprarlo, se empeñan en cambiarlo de arriba abajo.

    Un saludo

    1. Pues si no lo entiendes tú, Carlos…

      Ésa fue una de las primeras cosas que me planteé cuando empecé en esta profesión: ¿pero no te gustaba? ¿Por qué lo compraste, entonces? ¿Por qué ahora quieres cambiarlo hasta que deje de ser lo que compraste?

      Entonces, creí que era porque estaba empezando, y que ya me haría mayor y lo entendería. Ya llevo unos cuantos años… y sigo sin entenderlo.

  3. guionistaenchamberi

    Enhorabuena por este post y por todos los anteriores, David. Me parece que te has metido un currazo inmenso y entiendo perfectamente que te venga bien un poco de descanso.

    ¡Muchas gracias!

    1. No hay esfuerzo más grande e inútil que mantener la coherencia… por eso lo que logran mantenerla nos parecen héroes o idiotas.

  4. Yo sólo quiero entrar para darte las gracias por tus desinteresadas entradas y para decirte que al menos en mi caso, han cumplido con creces tanto mis expectativas, como tus intenciones (por lo que leo). Ha sido todo un placer y una fuente de estímulo para mí. Por supuesto entiendo perfectamente el curro que conllevan. En fin, gracias y saludos.

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