Por Guillermo Zapata
Seguimos hablando del guión de televisión. Digamos que el público es importante. Digamos que el público es, si cabe, más importante que la audiencia.
La audiencia es el dato numérico que decide si la serie sigue adelante o no (en fin, no es lo único que puede parar o dejar vivir una serie, pero si es lo único que tiene numeritos, que es la forma en la que se piensa hoy el éxito y el fracaso). El problema es que uno, cuando está escribiendo el guión, no tiene forma de saber prácticamente nada de la audiencia. Sin embargo, tiene la opción de conocer un poco a su público.
He oído (o leído) muchas veces que las serie se afinan de verdad en su segunda temporada, porque es cuando todo el mundo tiene el tono de la misma más o menos cogido. Esta afirmación suele olvidar que el motivo por el que todo el mundo tiene el tono cogido es principalmente porque existe un público.
Pero, ¿cómo establecer un diálogo con el público? ¿Cómo se construye? Digamos que hay dos vías. Una vieja como el tiempo, la otra relativamente moderna.
El camino viejo como el tiempo trata de construir expectativas a partir de nociones comunes y de resolverlas y/o irlas quebrando a medida que el relato avanza. Deseos cumplidos y incumplidos, promesas, complicaciones, castigos y recompensas, etc.
Lo que no conviene olvidar es que ese proceso no se lo estás haciendo pasar a los personajes sino al público a través de los personajes. Es un detalle aparentemente tonto, pero bastante importante, porque dinamita una concepción de la narrativa en la que lo que debe primer es la realidad de los personajes y su “verdad”.
Esa realidad y esa verdad sólo nos interesan cuando sirven para algo en la relación con el público, que es quien da sentido al relato. Si esta relación no nos interesa pues… bueno, escribiríamos diarios personales y los guardaríamos en cajas o detrás de los jerseys… Aunque intuyo que todo aquel que escribe un diario personal lo escribe con la secreta intención de que alguien lo lea.
Como al público no le vemos en el momento de escribir, se trata de ponernos en su lugar y pensar en lo que el público está pensando… Pero en la televisión y más en la televisión del siglo XXI este ponerse en el lugar del otro tiene herramientas nuevas.
El segundo camino para dialogar con el público. El nuevo, moderno y flamente camino se basa en que, a día de hoy, el público habla. Si ya de por sí la televisión era un fenómeno de masas que creaba una expectación generalizada y no era difícil intuir que a la gente le interesaba si Nacho (me refiero al Doctor Martín) se casaba con Alicia (que no tenía profesión reconocida, que yo recuerde), hoy tenemos la opción de saber lo que el público piensa de los capítulos al completo, segundos después de haberlos visto (o en directo mientras los ven).
Sabemos lo que piensan de cada personaje, de cada incorporación o salida. Sabemos que saben qué audiencias tiene la serie, sabemos que saben que Diana Palazón o Fran Perea o Emilio Gutierrez Caba siguen o dejan la serie incluso meses antes de que la serie se emita (eso daría para otro post).
La cuestión es que sabemos muchas más cosas de nuestro público. Y además tenemos la oportunidad de preguntarles directamente. Yo y otros compañeros míos lo hemos hecho desde hace años en mi blog y siempre me ha llamado la atención que los responsables de las series no lo hicieran. No sólo no lo hicieran, sino que considerasen a su público una especie de obsesivos sin vida propia, ni deseos propios, sujetos a un mando a distancia y un foro de Internet.
Y lo mejor de todo es que escuchar lo que el público dice no quiere decir hacer lo que el público quiere. Bien sabe cualquier fan de Hospital Central que el noventa por ciento de nuestras amables conversaciones han empezado por algo tipo “Sois unos hijos de puta, malditos cerdos, voy a ir a vuestra casa y pienso descuartizar a vuestra abuelita, etc., etc., etc.”, pero eso no ha evitado el diálogo.
En una de esas conversaciones con los fans recuerdo haber escrito algo que creo puede resultar útil para explicar esto. No es raro definir el entorno de la narración como el de la tribu que se reúne alrededor del fuego. Lo que pasa es que con la televisión ya no es uno de la tribu el que cuenta una historia y los demás la escuchan. No, la tele es el fuego. Y los demás se poner a su alrededor porque calienta, y se trata de que sigan ahí, echando leña al fuego.
Y si el fuego es aburrido, se irán, pero que el fuego sea divertido pasa no porque haga lo que los de la tribu quieren (al final y al cabo es fuego y quema), sino por hacer caso a esa vieja máxima de la narración que dice no les des lo que quieren, dales lo que necesitan.
El público, seamos serios, es un simpático sadomasoquista que goza con nuestras torturas. Yo al menos, cuando soy público, gozo a tope con nuestras torturas.
Y se trata, entonces, de establecer un pacto y no romperlo. El pacto no dice “no te voy a putear”, no dice “voy a cumplir tus deseos”. El pacto dice otra cosa. Una cosa distinta con respecto a cada serie. Pensar en una serie y ajustar su tono es pensar que tipo de pacto tienes con el público y retorcerlo, pero respetándolo.
Es un diálogo hasta tal punto que a veces hay que recordarle al público que lo es. Que es un juego. Nunca olvidaré un momento hacia la segunda mitad de Friends (Temporada 6 o 7) en el que Rachel decide que le va a decir a Ross que le ama (sí, novedad), y se lo comenta a Mónica y ella le dice que es una idea terrible y Rachel responde, “¿por qué? A la gente le encanta oír eso”. ¿A quién se refiere con “la gente”? ¿A la gente en general? Quizá en cierto modo le está diciendo a su público “sí, ya sé que estáis hartos de esto de Rachel y Ross y Ross y Rachel, pero es el pacto que hicimos, ¿te acuerdas? Es el motivo por el que nos has seguido hasta aquí”.
Escribir televisión es pactar sistemáticamente con mucha gente, pero sólo el público es lo suficientemente agradecido como para llorar, echarse unas risas y volver a por más la semana siguiente. Tener eso en cuenta tiene que ser sí o sí, parte del oficio.
A cuenta del artículo de los dobladores he descubierto un blog la mar de majo. Y este artículo/ensayo/a-saber-qué-es me parece directamente cojonudo. ¡Enhorabuena!
Ahora mismo no recuerdo quién dijo “el público no sabe lo que quiere, porque si lo supiera serían creadores y no público”.
Gran post, sí señor.
Todo un resumen ya no de como se escribe un guión, si no de como se cuenta una historia (que a fin de cuentas, es de lo que va esto).
Es verdad que hay una gran diferencia entre lo que el público quiere y lo que le puedes dar.
El público quiere que el protagonista sea feliz, pero se aburre si se acaban los conflictos.
El público quiere que los protagonistas se declaren su amor, pero se aburre en cuanto se convierten en pareja (la famosa tensión sexual debe permanecer no resuelta).
Brillante. Por cierto, Alicia era periodista, ¿no? Tenía un programa de radio.
Cuando se habla de guión de televisión, cómo en este artículo, “El arte del diálogo….con el público”, viene a ser como usted relata y tenerlo en cuenta tiene que ser parte del oficio. “Sólo el público es lo suficientemente agradecido cómo para llorar, echarse unas risas y volver a por más la semana siguiente”.
Sin embargo, al trasladar este diálogo en un blog, cuando se escribe sobre el tema que se precie, con algunos blogueros, vendría a ser “El arte del pirómano..con el público”. Y en este sentido, sólo el público se siente lo suficientemente agradecido ó indignado, no solo para llorar ó echarse unas risas, también para acudir a echar más leña al fuego ó para apagarlo. En cualquiera de los casos, es cierto, que siempre vuelve a por más.
Hola,
Es cierto que los guionistas pueden hacer sufrir a los espectadores durante temporadas. Pero en el último capítulo se debe satisfacer al espectador. Es un error no hacerlo.
Tres series de televisión nacional, por su repercusión mediática, se han convertido en representante de lo que menciono: Los Serranos, La Señora y Yo soy Bea.
Los espectadores sufrieron y disfrutaron los obstáculos que encontraron los personajes a lo largo de varias temporadas. De eso se trata: que no pare la máquina. Sin obstáculos no hay ficción. Sin embargo, en el capítulo final de las series mencionadas, los espectadores querían el triunfo de sus héroes (o un final digno).
Es cierto que Bea se casa, pero sus seguidores querían un final sin precipitaciones. “Bea y Álvaro no pueden casarse a causa de un boda fallida” escribieron en los foros los indignados fans. Los fans querían ver cómo preparaban la boda y durante la misma surgían los obstáculos. Los espectadores tampoco aceptaron el sueño de Antonio Resines ni la muerte accidental de la Señora.
En los últimos capítulos de las series mencionadas los finales utilizan el mecanismo de “deus ex machina”. Nunca ha funcionado. Los responsables de la serie rompieron el pacto con el espectador. Hicieron enfurecer al espectador.
Saludos cordiales
Estoy muy de acuerdo con su exposición, javier. Cómo espectadora y entusiasta que fui de La Señora, es cierto que los responsables rompieron el pacto con el espectador, de una forma traicionera y lamentable. Cómo si el criterio del público, que había elevado la serie a lo más alto durante su emisión, no fuera el mismo, a la hora de rebajarla a lo mediocre, después de ver el final. En este punto, además de romper su pacto, también consideraron a su público una especie de obsesivos con los finales felices, sin vida, ni deseos propios, eludiendo la responsabilidad y desviando la atención de la mayor crítica que el público pudo hacerles: falta de coherencia con la trama, final forzado, precipitado y poco creíble para el espectador. El intento de meternosla doblada, por las razones que ellos sabrán y los demas pudimos intuir, no surgió a efecto.
¿Acaso no es el desenlace la culminación de toda obra que se precie, para tratarlo tan a la ligera?
¿”No surgió a efecto” o “No surtió efecto”? ¿El pacto con el espectador incluía no matar a La Señora? Lo siento, pero no acabo de ver la incoherencia con la trama. En lo que sí que estoy de acuerdo es en la precipitación de esa resolución y en lo poco creíble de su puesta en escena. Y por supuesto que no debe tratarse el final a la ligera.
Efectivamente, no surtió a efecto. Gracias por la corrección. Respecto al pacto con el espectador, parece evidente, que estaba condicionado a la emisión ó nó de una cuarta temporada. En el caso de no emitirse una cuarta entrega y dar por terminada la história, la muerte de la protagonista, de una forma más digna, podía tener cabida, pero el cartelito de “Continuará….” al final de la emisión del capítulo, no sólo consiguió romper ese pacto, también fue una burla grotesca, para el espectador, que contradecía la justificación de los responsables, de darle “un final valiente y digno”.
La incoherencia con la trama, se entiende por lo absurdo de la muerte, que condiciona además el final del resto de personajes. Con la muerte de Victoria Márquez, la trama se desarma y de cara a una próxima entrega, no hay por donde cogerla. Ver crecer a una protagonista excepcional durante 38 capítulos (no dos horas de emisión), sorteando los mayores obstáculos, víctima de sus propias pasiones, con una vida plagada de dificultades…es un viaje que conduce a alguna parte y en una ficción, merece otra resolución más lógica, que ponga de relieve, que ha merecido la pena tantas desgracias y tanto sacrificio. A mi entender, ese vendría a ser el pacto. No tiene que ser un final feliz, claro, pero hay otra formas menos extremas, para que la serie siga sin perder su componente dramático.
Ver morir a la protagonista de forma “casual”, absurda y ridícula es la resolución más fácil y no representa ningún aliciente para ver de nuevo la
serie.
A mi juicio, con ese final, los responsables no transmitieron la idea de que “la vida es dura”, más bien transmitieron la idea, de que la vida es un sin sentido…No importa que hagas las cosas bien ó mal, pronto ó tarde, sales a la calle, te cae una teja en la cabeza y te vas al otro barrio. Así de absurdo.
Hola Regla, Yo creo que en “La señora” el personaje que había ido creciendo, era el de Encarna, y de hecho apareció la noticia de que la serie podría continuar con ella como diputada en Madrid. Yo creo que además en esa serie hubo muchos malos rollos porque Adriana Ugarte dijo que dejaba la serie varias veces.Yo creo que ahí no hubo pacto ni nada por el estilo, sino un modo de quitar al personaje de en medio porque se había quejado de “la evolución “del personaje” que había ido perdiendo su fuerza.Yo no seguí la serie con mucho detenimiento porque para mi opinión derivaba mucho al “culebrón decimonónico” salvada eso sí por el buen hacer de los actores, pero creo que había otros personajes femeninos que se comían a la protagonista.
Ay, Guillermo “El pacto” “El pacto” ¡cúanto hemos hablado de eso, eh?
Bueno, la vida es absurda, precisamente por eso es trágica. Si todo el mundo muriera como tiene que morir, sería en todo caso épica. De todas formas entiendo que lo que insinua es que el final de La Señora es precipitado, un arreglo poco acorde con la tensión dramática del resto de capítulos, vamos, un fraude para el espectador fiel. Quizá, que no tengo ni idea, esa especie de coito interruptus tenga que ver con toda la historia del plagio de la novela que no existia y que por cierto, ya existe. Pero no sé, supongo que el misterio de la muerte absurda de la protagonista es algo que sólo los guionistas de la serie saben como se gestó. Al respecto era muy interesante un anterior post de David Muñoz, si no recuerdo mal, sobre la comodidad del recurso deus ex machina.
http://www.funambulista.net/2010/melania-jacoby/
Fecha de publicación: 17 de mayo de 2010.
Cuatro meses después de terminar la serie.
En lugar de Funambulista, la editorial debería llamarse OPORTUNISTA.
Bueno, acaso no los son todas las editoriales o, en vuestro terreno, las productoras? Fago, el 23F, ahora dicen que rodarán sobre el accidente de Spainair… Se trata de negocio, como casi todo, pero la cuestión es que la novela existe y me parece justo que después de darle por tantos lados, los que por aquí opinaron tanto, tengan ahora a mano el comprobrar lo que dijeron.
Y, que conste Pianista, que no intento hacer publicidad ni nada parecido, y mucho menos desempolvar uno de los debates blogueros más entretenidos (después del del cierre de Factual)que he tenido el gusto de tener a mano. Digamos que es mi aportación para ponerle el broche, claro, si es que tema se cierra así, que seguro que coleará.
Siento discrepar de su opinión, 4M. Por otra parte, es lo más lógico del mundo que discrepemos, si no ha mirado la serie con tanto detenimiento como yo. No creo que la serie fuera en absoluto un culebrón, ni que ningún personaje femenino, por interesante que fuera, se comiera a la protagnista, que fue en todo momento, junto a sus eternos pretendientes, el alma de la história. La continuación de la serie con Encarna de diputada en Madrid, sería otra história distinta, nó la continuación de La Señora.
Respecto a “quitar al personaje de en medio”, puede ser una opcción, cómo la opcción de que la actriz decidiera abandonar la serie por su propio pie ó vaya usted a saber lo que realmente motivo cortar por lo sano. Quizás fue simplemente falta de talento para culminar la obra, después de haber hecho lo más difícil. Es curioso, cómo el hecho de basar la decisión de matar a la protagonista en cualquiera de las opciones posibles, dejó al margen el pacto con el espectador y la coherencia con la trama. Una pena.
Hay quien dice que tenían que matarla para terminar de plagiar la novela aquella que no existe.
En cualquier caso, hay una cosa que no me queda clara: ¿el pacto que hicieron con el espectador era que la protagonista no moría?
Decir, decir…se han dicho muchas cosas, de La Señora. Suele ocurrir, cuando la explicación de los responsables al público, lejos de ser clara, incurre en contradicciones y falacias.
Vaya usted a saber lo que ocurrió realmente, Pianista. Y por cierto, la respuesta a su pregunta la encontrará un poco más arriba en uno de mis comentarios. Se le habrá pasado.
No, no se me ha pasado. Es que no la he entendido.
Regla, la seguía más de lo que confesé arriba, pero menos que usted sin duda, porque me empezó a aburrir un poco. Lo confieso.
Sí,leí que incluso plagiaron tanto la novela que no existía que no se dieron cuenta de que la mina de una era de hierro y la otra de carbón,y al final pusieron en la tumba ¿era el carbón en la serie como era en la novela , cuando en la serie era la mina de hierro? En fin, algo así leí. Y si es cierto, me alucinó que se fijaran tan poco, pero no lo sé.
Lo del plagio de la novela que nunca existió me parece uno de los casos más surrealistas que he leído últimamente, pero quien sabe a lo mejor es fruto de una conspiranoia total o a lo mejor , por el contrario, es totalmente cierto. Nunca se sabe en el mundo de la televisión.
Regla, lo siento pero no consigo conectar la empatía que pueda generar el personaje de La Señora por toda su peripecia vital con el “merecimiento” de una muerte u otra. Creo entender que por pacto con el espectador usted entiende que los guionistas se compromenten a darle a la historia el final que el “público” desea ver, el final con el que le gustaría que su personaje favorito fuese “recompensado” por el Dios creador. ¿La dueña de una mina, buena gente y comprometida con sus trabajadores, no “merece” morir en una explosión en su propia mina? Desde el punto de vista de una dudosa justicia divina, es posible. Pero eso no tiene nada que ver con la dramaturgia. El sin sentido de la vida es, de hecho, muy dramático.
Sí, tiene razón, Kohonera, el sin sentido de la vida es de hecho muy dramático. Por ello, uno de los encantos de las ficciones, es precisamente poder transformar ese sin sentido, en algo más coherente, incluso, cuando se trata de un drama. Por lo general, las buenas producciones dramáticas, lo son porque la dosis de realidad que transmiten resulta conmovedora y creible, no produce enfado. Cuando no es conmovedora y creible, se convierten en otra cosa distinta.
Pero, bueno, sobre este punto, ya estaba de acuerdo conmigo en la precipitación de la resolución y en lo poco creible de su puesta en escena. Es lo que tiene el “Deus ex Machine”, que mencionaban algunos comentaristas, que no suele funcionar, sobre todo, cuando se intenta resolver los conflictos abiertos en la trama, en 15 minutos de metraje.
Al hilo del pacto con el espectador, quizás no me he expresado bien en mi anterior comentario, no se trata de que el personaje sea recompensado por el Dios creador ó de darle un final feliz, pero, es evidente que tampoco se trata de darle un mazazo. Se trata de dejar una puerta abierta a la imaginación del espectador, un aliento de esperanza, en medio de la tragedia. La soledad, el abandono ó la muerte de cualquiera de los personajes protagonistas masculinos hubieran tenido más sentido en la trama y hubieran sido opciones mejor aceptadas por el espectador.
El arte del diálogo con el público, como parte del oficio tendría que ser lo que viene a decir el autor del post.”La verdad de los personajes sólo interesa cuando sirve para algo en relación con el público, que es quien dá sentido al relato”. Y yo me pregunto, ¿si las series se crean para gustar público y no para complacencia de guionistas, directores ó productores, no sería lógico darle al público el final que quiere ver? ¿O acaso, los guionistas, directores y productores son unos simpaticos sadomasoquistas, que gozan con las torturas de un público enfurecido e insatisfecho?
Regla, me temo que no vamos a estar de acuerdo. El guionista NO se debe a la opinión del público, algo que no existe. Eso sería como admitir que, por el mero hecho de interesarse por una obra, los espectadores tengan derecho a esperar o a exigir determinados comportamientos de los personajes. No lo acepto. Otra cosa diferente es que, en beneficio del proyecto empresarial y sólo por eso, se sondeen los deseos de la audiencia y se les dé mayor o menor satisfacción. Pero no hay ninguna obligación. No es ese el pacto del que se habla. No hay ninguna obligación de usar la ficción para darle sentido al sin sentido de la realidad. Bien por los que lo hacen. Bien también por los que no. Al público sólo nos queda disfrutarlo o disgustarnos, pero no reclamar.
En ningún momento hablo de obligación, de darle a público lo que quiere, ni de usar la ficción para darle sentido al sin sentido de la realidad, Kohonera. Me refiero a la lógica y al sentido común. Y que estos puedan utilizarse ó no, efectivamente, ya queda a la elección de los guionistas y productores.
Seguramente, no nos pondremos de acuerdo con la clase de pacto que hay con el espectador. Y quizás esté confundiendo los términos, pero, en el caso que nos ocupa, cargarse a la protagonista de un plumazo, fustrando todas las expectativas del espectador, no para cerrar la trama, si nó, para continuar con una cuarta entrega, spin off o lo que sea… si eso no es traicionar el pacto con el espectador, no sé que puede ser.
Ahora, estoy de acuerdo totalmente con que en el caso de “La señora” hicieron enfurecer a los espectadores.Igual que en “Los Serrano”, Bea sí que no la vi nunca como para juzgarlo.
No lo dude 4M. El final de La Señora hizo enfurecer al público. Y sobre el tema del plagio, se perdió un debate apasionante, en este blog. Puede consultar los posts: “La Señora: biología del parásito” y “Manual de supervivencia para guionistas”.
Muchas gracias por la respuesta Regla, ya me he puesto al día, y ya veo que tuvisteis incluso por aquí a la autora de la novela que nunca existió y no sé si intervendría la guionista. Y más gracias aún , teniendo en cuenta que soy una “intrusa” en este blog,profesional.
No tenía que darme las gracias 4M y mucho menos, por pensar que pueda ser una “intrusa”. A mi no me ha parecido que lo fuera, cuando se ha dirigido a Guillermo en estos términos: “Ay Guillermo, “el pacto” “el pacto”, cuanto hemos hablado de eso, eh?”.
Entre nosotras, siendo un blog de profesionales del guión, apostaría a que alguno de los guionistas de la serie opinó en los posts, de incognito. Y sinceramente, que exista ó no exista la novela, no tiene relevancia en el tema del plagio. La autora de la novela tenía registrada su biblia antes de que se emitiera la serie. No recuerdo si con la biblia de La Señora ocurría lo mismo. Cómo usted dice, nunca se sabe en el mundo de la televisión.
Es que en en de Guillermo no soy tan “intrusa”.
Lo del “pacto” es algo tan flexible.Después de haberselo leído a Guillermo más veces,y por aquí también, supongo que tiene que ver con no traicionar lo que el espectador espera en el diseño del personaje o del tono de la serie. Más de una vez hemos hablado de eso con referencia “Hospital Central” y por eso lo mencionaba, vamos en realidad hemos hablado hasta la saciedad, Guillermo lo dijo un día y a partir de ahí , a sacarlo a colación, y hemos discutido si se ha traicionado o no en alguna ocasión. Yo creo que de todos modos en ese pacto sí se puede incluir que el personaje muera, aunque eso defraude a los espectadores(aunque tendría que morir sin traicionar su esencia, que no sé muy bien qué puede ser eso) De todas maneras creo que el “pacto narrativo” es algo tan flexible y etéreo porque depende de tantas variables externas al propio proceso de escritura de la serie.
No puedo estar más de acuerdo, con su explicación del pacto narrativo. Me parece de lo más coherente.
Un saludo.
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