Por Daniel Castro, Guionista en Chamberí
Hace unos días, el Guionista Hastiado escribía aquí un texto (con el que sólo estoy parcialmente de acuerdo, pero eso, como decía Kipling, es otra historia) en el que venía a explicar que un guionista no debe usar sus historias como instrumentos para transmitir sus ideas políticas o sociales. Para eso están los panfletos, o los discursos.
Efectivamente, el peligro que uno corre cuando intenta usar un guión para transmitir un “mensaje” (labor que Billy Wilder aconsejaba dejar a las compañías de telegramas) es que uno tiende a desechar todos los elementos que no sirven para reforzar la tesis principal que sostiene. El problema es que, a cambio de obtener una conclusión clara y monolítica, se resiente la historia. Nos aburrimos viendo la exposición de esa tesis porque no se parece en nada a la vida que conocemos, que está llena de singularidades, sorpresas y contradicciones.
Pongamos un ejemplo del típico guión de “tesis”: imaginad que queremos denunciar las tropelías que se cometen con los emigrantes que vienen a trabajar a España.
Una opción sería presentar a un inocente nigeriano que llega en una patera, todo buen corazón. Primero, es estafado por la mafia marroquí que le ha traído, después llega a la ciudad y encuentra empleo construyendo casas de lujo. El capataz le trata con desprecio. Le pagan muy mal hasta que, finalmente, dejan de hacerlo completamente. Cuando va a reclamar, es denunciado por el capataz, que tiene un contacto en la policía, bastante corrupta, por cierto. Nuestro inocente emigrante es detenido y devuelto a su país.
¿Es interesante esto?
No.
Me he aburrido hasta escribiéndolo.
Diréis: estas historias sociales de emigrantes son un coñazo.
No – pienso yo. Las que son un coñazo son las historias sociales malas. Es decir, creo que el problema no está en el tema que se trata (o en la tesis que se defiende) sino… en la manera en que se lleva a cabo.
En el argumento que he escrito arriba no hay nada nos sorprenda, nada que haga que la historia del emigrante sea algo original, que un guionista vago no pueda extraer directamente de la lectura de un par de artículos de prensa. De hecho, no hay personajes. Hay clichés: inmigrante víctima, malvadas mafias, pateras, capataz racista, poli corrupta.
Imaginémonos, por ejemplo, que el nigeriano… no sea un inocente joven con ganas de ganarse la vida honradamente en España. Imaginemos que se trate del tipo más avispado de Lagos, hábil para hacer trucos y engañar a incautos. El tipo quiere venirse a España, donde hay mucha más pasta. ¿Patera? Ni mucho menos. Él no corre esos riesgos. Consigue colarse como masajista en la expedición nigeriana que participa en el mundial de baloncesto que se celebra en Madrid. Los jugadores del equipo tienen más esguinces que nunca, pero nuestro prota ya ha conseguido entrar casi legalmente en el país. Huye corriendo del pabellón, hacia la libertad, la gloria y el dinero fácil.
Acabo de improvisar esta variación, pero únicamente con ese pequeño cambio en el carácter de nuestro protagonista, que pasa de ser una víctima inocente a un ingenioso buscavidas, ya estamos dotando a la historia de una cierta originalidad y humor que estaban ausentes en el planteamiento original. La situación a la que llegamos es prácticamente la misma: nuestro emigrante nigeriano está ya en España, le esperan las voraces empresas de construcción, el desempleo y la marginación, pero, en mi opinión, ya hemos logrado introducir la historia de una manera más interesante.
Además, a partir de ahora estaremos más interesados en conocer qué le ocurre a nuestro protagonista, ya que el combate entre un tipo tan espabilado y la dura realidad de un país hostil parece algo más igualado. ¿Será capaz de triunfar donde tantos otros compatriotas suyos han fracasado?
Por otro lado, como decía el Hastiado en su post, en muchos guiones suele faltar cierta empatía con el antagonista de nuestro héroe. Sobre todo cuando encarna ideas o grupos sociales con los que el autor del guión no se identifica. El guionista no quiere que ningún lector de su guión piensa que él defiende a los empresarios de la construcción que explotan a trabajadores, así que pinta a un ser que, más que un tipo con pocos escrúpulos, es un auténtico sádico que, por ejemplo, se niega a auxiliar a un trabajador que sufre un accidente laboral porque prefiere ver un partido de Champions del Real Madrid.
Siguiendo con nuestro ejemplo, ¿no sería más interesante mostrar a un empresario de la construcción que se muestra amable y paga con puntualidad a todos sus trabajadores y que sólo se revela como un racista y denuncia a nuestro protagonista, cuando, se da cuenta de que su hija se está enamorando de ese ingenioso nigeriano?
Acercándonos un poco a los personajes, dándoles un carácter diferente al que suelen tener en las películas del género en el que estemos trabajando, los singularizamos. Ya no es una historia sobre “la emigración”, es la historia de este tipo tan avispado que salió de Lagos con un chándal oficial de la federación nigeriana de baloncesto. Su antagonista ya no es un desalmado empresario de la construcción, sino un tío correcto que paga justamente a sus trabajadores pero que no puede soportar imaginarse a su hija acostándose con ese empleado negro.
Tal vez al final esta especie de Lazarillo de Tormes nigeriano acabe en su país, deportado, tras ser denunciado por un empresario racista. Es decir, tal vez la historia acabe defendiendo la “profunda” tesis que el guionista quería transmitir, pero, si éste se lo ha currado, a nadie le irritará la existencia de este propósito profundo de la narración. Incluso verá esta tesis como una consecuencia lógica y necesaria de la historia que se le ha contado. Diría incluso que casi todas las grandes películas, o series, defienden tesis sobre la realidad: creo que es el caso de “Casablanca”, “The Wire”, “Uno, dos, tres” o “Plácido”.
¿No creéis, por ejemplo, que ésta es una secuencia con una tesis política bastante clara?
Por cierto, un problema tan habitual como las tesis simples y esquemáticas en las películas es el contrario: las películas que uno, en cambio, no sabe por qué han sido escritas, dirigidas y producidas. Pero ésa, como diría Kipling, también es otra historia. Y de ella, si queréis, os hablaré en otro post.
Creo que no existen las historias sin mensaje. Y si existieran serían aburridísimas y, sobre todo, inútiles. Lo que no hay que hacer es confundir mensaje con moralina, que creo que es lo que hacía Wilder cuando decía que para mandar mensajes ya están las oficinas de correos.
Gran post
¿La primera historia no será la nueva peli de Fernando León? Le toca la inmigración después de tratar los marginados, los parados y las putas, ¿no?
Sería interesante un nigeriano buscavidas…
Hitchcock nos dejó una galería de malvados inteligentes y seductores y de “buenos” llenos de claroscuros. (Un par de ladronas, un ladrón, un mirón, un chantajista, fetichistas…)
Siempre he pensado que es un pecado que un guionista convierta al malvado de turno en un estúpido. Ahí está Al Swearengen (Ian McShane) en Deadwood (HBO). La crueldad que despliega es proporcional a su poder de seducción para el espectador. No por ello aplaudimos sus métodos para hacer dinero.
Muy de acuerdo!
Interesa poco el “Qué”?, es mucho más importante el “Cómo”? Guiones con personajes clichés son para telenovelas de baja calidad. Ningún escritor que se respete descuida matizar sus personajes, que para eso la vida tiene una amplia gama.
Es una tentación grande contar historias sobre los temas que nos preocupan. Yo creo que todos queremos hacerlo, sean los temas que sean, de alguna manera. Pero el tema no te hace la historia.
Además, hay una tendencia a aligerar las tesis en este tipo de películas (o capítulos de series). La tesis parece justificarlo todo: la falta de matices, la previsibilidad… La película no gira en torno a la historia, sino en torno a la causa que defiende. Y como es imposible tratar todas las dimensiones de esa causa, el retrato que se hace de ella acaba siendo superficial. Pero hay también un público “de los temas”, que disfrutará la película del nigeriano deportado.
Y con respecto al final, creo que es casi ya un cliché de género: determinadas películas tienen que tener un suicidio (mea culpa) o una violación o acabar de manera desgraciada. “Un final feliz es muy americano”, me han dicho a mí alguna vez.
Ni el tema es la historia, ni el raccord es la trama.
Y son dos errores habituales.
Pero para cine “temático” ya está el documental, ¿no?. Igual hay gente aplica mal las ideas de Lajos Egri y cree que con la premisa es suficiente.
¡Has convertido otro dramón barato en la versión ibérica de SCARFACE!
¡¡Sencillamente brillante!!
Un ejemplo de película que consigue casar perfectamente el componente social y una trama de género es “Un profeta”.
A la vez que cuenta una historia clásica de cine negro (el ascenso de un pobre preso común a capo de la Mafia) también pone en tela de juicio el sistema de prisiones como “herramienta reintegradora” de delincuentes.
Peliculón.
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