Saltar al contenido

CÓMO ESCRIBIR UN BUEN TRATAMIENTO DE GUIÓN (Y PARA QUÉ)

David Muñoz

Hubo un tiempo en que me harté de decir en mis talleres que escribir tratamientos era una estupidez.

Y llevo una temporada pensando que quizá estaba equivocado.

Para los que no estéis familiarizados con el término, un tratamiento es un documento de entre 30 y 40 folios, más o menos, escritos a un espacio que cuenta toda la historia de la película en forma de prosa. En teoría, una vez escaletado (o sea secuenciado, dividido en escenas), debería poder ser convertido con relativa facilidad en un guión. A veces se suelen incluir cabeceras para separar las posibles escenas, pero no suele ser habitual. Y tampoco es normal meter diálogos, aunque también puede hacerse (es lo que por Ej. hizo James Cameron en su larguísimo tratamiento para Avatar, y por eso lo llamó “scriptment”, “palabro” mezcla de “script” y “treatment”).

Y si tiene ese número de páginas es simplemente porque una película de entre 90 y 120 minutos suele “caber” en ese formato. Aproximadamente, claro. Porque eso depende mucho del estilo con el que se redacte el tratamiento en cuestión. Algunos guionistas prefieren ser más parcos y escriben documentos que en realidad se leen como guiones sin dialogar, y otros optan por ser más literarios y se pierden en florituras estilísticas que si bien tienen pocas posibilidades de llegar a formar parte del guión pueden hacer que la lectura del tratamiento resulte más atractiva.

Vamos, que no hay reglas claras. Al final, cada guionista acaba encontrando la manera de escribir los tratamientos que más le satisface (o que más le conviene, dependiendo de las circunstancias). Lo único que está claro es que, a pesar de que es un error común que cometen los productores, y por eso lo menciono, una sinopsis larga de unos diez folios nunca es un tratamiento. Quizá la única característica que comparten todos los tratamientos, se escriban como se escriban, es que deben ser una base sólida con la que escribir un guión. Para eso, deben “contener” toda la historia de la película. Y en diez folios resulta imposible hacerlo sin saltarse demasiadas cosas.

Una de las razones por las que no me gustaba escribir tratamientos no tiene que ver con razones estrictamente “guionísticas” sino contractuales.

Si como he explicado, un tratamiento es ya casi la película, en teoría cabe suponer que cuando te contratan para escribir un largometraje, todo el mundo entiende que convertir la sinopsis  (o la idea) que has vendido en un tratamiento convincente es el esfuerzo creativo más importante que vas a llevar a cabo durante el proceso de escritura. Además, también es el momento más agotador y, al menos para mí, menos divertido. A menudo requiere más de oficio y de tesón –especialmente a la hora de estructurarlo- que de inspiración. Dicho de otra manera, inventar siempre es más divertido que organizar lo inventado.

Es de suponer que ese esfuerzo debería pagarse bastante bien.

Pues no.

Paradójicamente, las cantidades más importantes las cobras cuando entregas las dos o tres versiones dialogadas del guión que hayas acordado, una vez está (casi) todo el pescado vendido desde el punto de vista creativo. Es verdad que luego el guión final puede ser muy distinto al tratamiento, pero si se ha hecho bien el trabajo, lo que intentas es encontrar la manera más efectiva de contar lo que quieres, no contar otra cosa.

Volviendo a Avatar, estoy seguro de que cualquier guionista medianamente competente podría haber escrito un guión muy parecido al de la película que se ha estrenado usando como punto de partida el “scriptment” de Cameron. Y probablemente también habría cambiado las mismas cosas que éste modificó cuando convirtió su tratamiento dialogado en un guión. B

ásicamente, acortó el primer acto, reduciendo el número de personajes secundarios con peso, adelantó el primer punto de giro y se centró en lo que le ocurre al personaje protagonista, olvidándose de pequeñas subtramas y detalles que si bien enriquecían el universo de la película, hubieran ralentizado su verdadero arranque más de la cuenta.

Más o menos lo mismo que hacemos todos cuando convertimos uno de nuestros tratamientos en guión. Los guiones muestran a los protagonistas en acción, haciendo cosas, y todo lo demás casi siempre suele sobrar. La descripción reiterada de una situación estática (aunque sea en un mundo tan interesante como Pandora) acaba aburriendo hasta al espectador más entregado. La mecánica dramática del cine obliga a comprimir y a simplificar. Y de eso no se salva ni Avatar con sus 162 minutos de duración.

Una página del scriptment de “Avatar”, por James Cameron.

No obstante, creo que si se da esta situación no es debido a que los productores no sepan lo que cuesta escribir un tratamiento (aunque es cierto que alguno hay que no parece querer darse por enterado). En realidad, la razón de semejante desajuste entre el trabajo invertido y el dinero que se cobra por él obedece únicamente a una lógica empresarial. Lo normal es que un productor tarde bastante en decidir si quiere hacer una película, y más aún en poder financiarla, sobre todo si no es “la próxima” de un director consagrado –en cuyo caso el guión es poco menos que irrelevante-, de modo que le interesa no abonar la mayor parte del precio total del guión hasta que está seguro de que va a poder recuperar la inversión. Y eso casi siempre ocurre a pocos meses de que pueda comenzar la preproducción de la película.

Además, el tratamiento (que en cierta manera no deja de ser un “cuentito” y tiene más de literario que de cinematográfico) resulta más fácil de leer que un guión para aquellos que no están acostumbrados a hacerlo y suele resultarle más útil al productor a la hora de mover el proyecto que una escaleta, pese a que ésta evoque de forma más fidedigna lo que va a ser la película una vez rodada.  Porque en un tratamiento uno puede hacer que “cuelen” cosas que después es prácticamente dejar tal cuales al escribir el guión. Por Ej. hace poco leí en un tratamiento de un alumno un párrafo que más o menos decía así:

Cansado de esperar a su mujer, Luis sale del bar y se dirige hacia su casa. No puede quitarse de la cabeza la conversación que acaba de tener con Ricardo. Cuanto más lo piensa más inquieto se siente. Sabe que tiene que hacer algo pero no sabe el qué. Saca su móvil del bolsillo, lo mira intranquilo, empieza a marcar un número y tras pulsar un par de teclas lo vuelve a guardar”.

Por lo menos el personaje lleva a cabo alguna acción física que más o menos nos permite intuir qué le preocupa algo, pero llevada así a guión esta escena puede acabar resultando muy confusa para el espectador. El poder de “leer la mente” de los personajes y permitirnos ser partícipes de sus pensamientos más íntimos es algo que normalmente sólo poseen los escritores. Para conseguir el mismo efecto un guionista tendría que emplear una voz en off o incluir un diálogo con otro personaje en el que el protagonista expresara sus inquietudes. O ponerle a cantar, si el tal Luis estuviera en un musical.

A la hora de escribir el guión el autor debería “repensar” totalmente la escena y no me extrañaría que hasta llegara a eliminarla.

En el cine, los estados de ánimo introspectivos se cuentan mejor con imágenes rotundas que no dejen lugar a la duda.

Y esas imágenes son más efectivas (por comprensibles) cuando están relacionadas con el conflicto principal del protagonista, como la famosa escena de Luke Skywalker mirando como los dos soles gemelos de Tatooine se ocultan en el horizonte en La guerra de las galaxias. Si has seguido bien la historia hasta ese momento, no hace falta una voz en off que te explique lo que está sintiendo Luke. O también si ocurren justo a continuación de un momento de crisis y se entienden como un epílogo emocional de lo que ha pasado justo antes.

¿Pero contar una “cierta inquietud” del protagonista relacionada con un asunto menor?

Eso me parece una misión casi imposible.

Pero todo esto no tiene nada que ver con el asunto del dinero, que es del que estábamos hablando.

Además de lo que he comentado antes, es muy normal que si la película se “cae” por la razón que sea, el productor se haga el loco y nunca te pague el último (o los últimos) plazos acordados en el contrato, sabiendo de sobra que por cantidades así al guionista no suele salirle a cuenta litigar o arriesgarse a perder un cliente que puede darle más trabajo en el futuro. Pagando las cantidades más importantes a guión, el productor casi siempre consigue ahorrarse dinero cuando la preproducción de una película se tuerce.

Visto así, creo que es fácil entender que a muchos guionistas los tratamientos se les hagan bastante cuesta arriba. Si por ellos fuera, creo que la  mayoría pasarían de la sinopsis a una escaleta y de ahí directamente a un guión dialogado.

Eso es exactamente lo que pensaba yo hasta no hace tanto. Hasta que me di cuenta de que escribir tratamientos también me resultaba útil a mí y no solo al productor.

Por una razón muy sencilla: escribir un tratamiento te obliga a pensar de nuevo en la historia que estás contando. Y eso nunca está de más.

Una de las cosas que más repito en mis talleres (como supongo que hacen todos los profesores de guión), es que escribir consiste sobre todo en reescribir. La historia es reformulada, repensada, matizada, etc. una y otra vez hasta que el guión se rueda. Y como ya ha dicho aquí varias veces, sigue siendo modificado también durante el rodaje y una vez termina éste, continúa cambiando en la sala de montaje. Con cada nueva permutación surgen ideas que mejoran lo que había.

Creo que Andrew Stanton, el coguionista y director de Wall-E, equiparaba la escritura de guiones a trabajar en una excavación arqueológica. Cada día cavas más hondo en el yacimiento y poco a poco vas intuyendo la verdadera forma de aquello que estás desenterrando. Es probable que a los lectores de este blog que aún no se hayan lanzado a escribir les parezca extraño, pero es muy, muy raro, que el guión se parezca mucho a la sinopsis que escribiste la primera vez que pensaste en la historia. De hecho, aferrarse a ella suele ser un error que lo único que consigue es bloquearte.

Por supuesto, la metáfora de la excavación en positivo funciona únicamente cuando las cosas van bien. Cuando todos los implicados tienen en la cabeza más o menos la misma película. Porque también puede pasar justo lo contrario. A fuerza de cavar sin criterio, es posible que la obra termine derrumbándose enterrando en vida a los pobres arqueólogos. Pero aceptemos como premisa de esta entrada que la mayor parte de las veces el director de la excavación sabe lo que está haciendo.

Entonces, escribir es también un proceso de profundización en el material que estás desarrollando. Gradualmente van apareciendo nuevas capas de significado y matices que ni siquiera intuiste cuando empezaste a cavar.

Contemplada así, la escritura del tratamiento es una nueva oportunidad de “cavar”. Un tiempo que ganas para pensar más y mejor antes de ponerte con la primera versión del guión.

Lo malo es que escribir un tratamiento muy elaborado no te asegura que estés más cerca de la versión definitiva del guión. El trabajo no se puede hacer con esa intención. Pero sí para conseguir una versión definitiva del guión mejor de la que tendrías sin haberlo escrito. Y ese no es un logro precisamente menor.

Yo a veces me siento perezoso e intento olvidarlo. Pero cuando empiezo a darme razones para no escribir los dichosos 40 folios (¡el maldito “cuentito”!), mi Pepito Grillo particular me recuerda que casi nunca me arrepiento de haberlos escrito. Cavar cansa mucho, las manos duelen y cada dos por tres dan ganas de tirar la pala y echar mano de los explosivos para sacar a la luz de una vez lo que sea que estemos excavando. Pero si tenemos paciencia, compensa más encontrar un templo romano casi intacto que los restos de tres columnas hechas pedazos.

Vale, a veces en vez de un templo resulta que lo que has excavado es un pisito de 30 metros sin calefacción ni luz natural. Pero oye, es tu pisito. Y mejor tener ese que no tener ninguno y vivir debajo de un puente.

Lo mismo es una mierda, pero es “tu” mierda.

Me temo que esta vez he llevado la metáfora demasiado lejos. Pero qué queréis… precisamente ahora estoy escribiendo un tratamiento y el cerebro no me da para más.

Es lo malo que tiene pasar el día en la obra.


Ya a la venta el manual de David Muñoz sobre guión de cómic: “Escribir con viñetas, pensar en bocadillos“.

El manual de guión de cómic de David Muñoz


Escucha EXIGENCIAS DEL GUIÓN, el pódcast que da voz a los guionistas

20 comentarios en «CÓMO ESCRIBIR UN BUEN TRATAMIENTO DE GUIÓN (Y PARA QUÉ)»

  1. Hola David!! Me ha gustado mucho tu post, sobre todo porque en la profesión se habla muy poco del tratamiento y es verdad, acabas dándote cuenta de lo necesario que es. En cualquier caso, lanzo una pregunta que me gustaría que contestaras o que contestara la gente. Cuando hablas de tratamiento ¿Lo definirías como una escaleta ampliada? ¿Una escaleta en la que describes todas las secuencias de forma indirecta? ¿Un guión sin diálogos? ¿O más bien es una descripción literaria, sin secuenciar de 30/40 folios? Yo me he encontrado ante ambos casos y de ahí mi eterna duda. Gracias!!

  2. Yo siempre he creído que un tratamiento es fundamental a la hora de escribir un guión. Cuando no lo he hecho, casi simpre por pereza, me ha ido mal. Está claro que un tratamiento o escaleta, te ahorra muchas reescrituras, dolores de cabeza,… y te ayuda a visionar la estructura de la historia más fácilmente. Es cómo si la vieramos desde arriba.

  3. Hola David,
    Una duda sobre la forma de tratar los diálogos en un tratamiento:
    Entiendo que en este formato priman las acciones, pero si estás escribiendo una película en la que continuamente se da información relevante de forma dialogada (pongamos una peli de detectives como ejemplo), por cojones habrá que escribir bastante diálogo indirecto, ¿no? ¿Sería un mal tratamiento por eso?

    Y llevando la pregunta al extremo:
    ¿Cómo contar en un tratamiento la primera secuencia de “Malditos Bastardos”?
    Lo digo porque si ya en la primera secuencia de un tratamiento te explayas (aunque sea sin llegar a los límites de Tarantino) con un diálogo indirecto, un productor o un jurado igual pasa de ti directamente, ¿no?
    ¿Sería mejor en este caso resumir la secuencia al máximo porque ya presenta un conflicto lo suficientemente interesante como para atrapar al lector?

    Ya puestos, otra duda:
    Siempre he leído que un tratamiento es un guión sin diálogos, pero supongo que en el terreno de las acciones también hay que sintetizar bastante, porque si no me parece complicado dar toda la información de 100 páginas de guión en 30 páginas de Word a doble espacio.

    Gracias de antemano.
    PD: Habéis montado una página cojonuda, seguid así.
    Y suerte con ese nuevo tratamiento, David.

  4. Pitt: como creo que digo en el artículo, un tratamiento puede ser de muchas maneras, pero suele ser, como tú dices: “una descripción literaria, sin secuenciar de 30/40 folios”.

    Daniel: claro que puedes escribir diálogos en un tratamiento. No es lo habitual, pero puede hacerse. Lo importante es que se entienda bien cómo va a ser el guión que vas a escribir a partir de él.

    Y por lo que sé sobre cómo escribe Tarantino, su aproximación es más “literaria” que guionística al uso. Antes de empezar sabe más o menos hacia dónde va, pero no suele escribir escaletas. Prefiere lanzarse directamente a reescribir las escenas, aunque eso suponga acabar tirando escenas enteras ya dialogadas a la basura. A mí me parece una opción válida, pero para poder permitírtelo tienes que ser un director/guionista como él, que probablemente entrega a los productores el guión que quiere rodar sin admitir notas ni comentarios ni nada por el estilo. O sea, como la mayor parte de los novelistas.

    Y sí que se puede contar todo lo que ocurre en un guión en 30/40 páginas. Además, lo normal es que cuando escribes el tratamiento todavía haya muchas cosas sin desarrollar del todo. La historia “crece” con cada paso que das.

  5. Muchas gracias por la respuesta David. Me dejas más tranquilo con eso de que:
    “Además, lo normal es que cuando escribes el tratamiento todavía haya muchas cosas sin desarrollar del todo. La historia “crece” con cada paso que das.”

    Porque en mi comentario me refería a que en un tratamiento supongo que puede haber bastantes secuencias que ocupan un pequeño párrafo y que más tarde, durante la escritura del guión, se desarrollarán bastante más para sacarles más chicha.

    Pues nada, habrá que escribir tratamientos a tutiplén. :-)

  6. Hola,

    soy guionista amateur además de antiguo alumno de David. Estoy escribiendo (o cagando) el tratamiento secuenciado para las ayudas del MCU. Explicaré un poco mi experiencia.

    Creo que jamás entenderé la diferencia entre escaleta y tratamiento. Cada persona lo concibe a su manera porque cada cual trabaja a su manera.

    Yo estoy poniendo los encabezados de escena. Se supone que en el tratamiento hay lugar para florituras literarias pero yo no soy muy dado a adornos y al final pueden ser un problema para traducirlas al guión. Así que cuantas menos, mejor. Hay que tratar de expresar las emociones de los personajes a través de los acontecimientos que viven. Por ejemplo, si el personaje tiene la esperanza de conquistar a una chica y ayuda a la chica, hay que decir cómo le ayuda.

    Sobre todo me estoy dedicando a contar lo que pasa, como si describiera la acción en un “guión normal”. Cuando no describo estrictamente la acción es para sintetizar lo que pasa o resumir lo que hablan. Alguna vez incluso me he permitido el lujo de lanzar una pregunta retórica. A veces uso el estilo indirecto pero no dialogo. De hecho, me preocupa que no sé de qué manera hablan los personajes.

    Usar post-it para ordenar. Era un poco reacio a hacerlo pero he comprobado que es muy útil. Recorté varios folios en 9 partes iguales y en cada una describía con pocas palabras lo que pasa en una secuencia. Además, anoto la emoción que se transmite (simpatía, pena, valentía, misterio…). Y dibujo (mal pero me divierto) algo que haga reconocible la secuencia en un golpe de vista. Ves la estructura mucho más fácil y para moverla es más ágil que en el ordenador.

    No hay duda de que el tratamiento es un trabajo laborioso. A menudo paso horas delante del ordenador sin haber avanzado nada (El segundo acto es una pesadilla). Pero a veces en el momento que hago un descanso para ir al baño o leer otra cosa se me ocurren ideas para seguir trabajando. Y por supuesto, el 90% de lo que se me ocurre va a la basura.

    Lo fundamental, como dice David, es que te obliga a replantearte la historia. De hecho, la primera sinopsis (de página y media) con la que he quedado satisfecho (aunque nunca es perfecta) la escribí al tiempo que me lancé a escribir también el tratamiento. Antes, había escrito sinopsis pero me iba mucho por las ramas y se me iban de las manos (8 páginas). Me parece fundamental que en menos de tres páginas seamos capaces de contar toda la historia. Sin entrar en demasiados detalles.

    No he acabado el tratamiento pero diré que llevó 90 escenas en 23 páginas. Yo creo que va bien. Aunque me preocupa tener un I acto largo y un III acto corto.

    En fin. No sé qué más. Sólo subrayar la mítica frase: “Es una mierda pero es mi mierda”.

  7. Leyendo el comentario de Alberto se me ha ocurrido otra pregunta (parece que he cogido carrerilla):
    ¿En una sinopsis completa incluís también el desenlace de la peli? En plan: “Charlton se arrodilla en la arena y maldice a la humanidad mientras observa los restos de la estatua de la libertad”.

    Es que no tengo claro si es mejor desvelar en la sinopsis el giro final para que así el interesado conozca la historia completa y decida si quiere leer el guión, o si no será mejor dejar preguntas sin respuesta que precisamente le inciten a ello.

    Lo comento más que nada de cara a proyectos que se envían a productoras/subvenciones.

  8. Daniel, como ya apuntas depende de a quién se dirija la sinopsis. Si la sinopsis es para optar a una ayuda o subvención se incluye el final. Si la sinopsis es para venderla a un productor se recomienda no contar el final.

    Una de las máximas a la hora de hacer un Pitch es:

    “No olvidéis nunca que lo importante es que sembréis un deseo irresistible de leer el guión completo, por lo que no debéis dedicaros a contar todo el argumento”.

    Jamás he vendido un guión pero digo yo que si el productor te pregunta cómo acaba la película y tú sabes cómo acaba y te gusta, no es descabellado contarle el final.

    Uno de los objetivos del guionista, como me dijo una vez David, es generar confianza. Si convences al destinatario de que sabes lo que haces, confiará en ti.

  9. Je, je. Yo me quedo con lo de con el tratamiento tienes un guión mejor que sin tratamiento. Y ojo al dato: teniendo un guión podrás hacer hacer un mejor tratamiento. Esto es interesante si tiras para las subvenciones. Pero claro luego mete el guión en el cajón y quietecito.

  10. Ánimo, Alberto, y muy didáctico tu comentario.

    Y respecto a la longitud del primer y tercer acto, tampoco te obsesiones con el paradigma. Hay películas con un primer acto muy largo y que funcionan.

  11. Alberto, compañero!
    Siempre he pensado que el tratamiento es una escaleta mucho más desarrollada. El tratamiento que mandé para las ayudas del MCU el año pasado y éste, lo tengo secuenciado cómo si fuera el guión. Describo todas las acciones y lo que dicen los personajes a grandes rasgos.
    A diferencia de otros tratamientos que he hecho, ahora suelo incluir algunos diálogos, siempre y cuando crea que son verdaderamente importantes. Bajo mi punto de vista, incluir dialogos da una idea del tono de la historia y de cómo dialoga el guionista.

    En cuanto al tema de sinopsis… yo siempre me he puesto el límite de un folio. Y sobre lo de contar el final o no, cómo dice Alberto.

    Cada uno hace la tortilla de patata como quiere, pero que tenga huevo y patatas como mínimo. Que tenga cebolla o no… sólo depende del gusto de cada uno.

    Saludos!

  12. Cómo me has conocido Pablo!? Jeje.

    Buff. Pues he visto tortillas con zanahoria, chorizo, calabacín… Y no hablemos de las rellenas, con mayonesa y atún, con jamón y pimiento…

    He cagado una tortilla, pero es mi tortilla.

  13. En mi opinión, lo determinante de un tratamiento es su estructuración en secuencias. Es la parte del trabajo que queda entre la cronología de una historia (una escaleta de acontecimientos) y la película “vista” (el guión en sus respectivas versiones). Y creo que la secuenciación es determinante porque nos obliga a enfrentarnos a las elipsis y al punto de vista.
    Gracias por el post y saludos a todos.

  14. Pingback: EL TRATAMIENTO SECUENCIADO PARA EL ICAA « Bloguionistas

  15. Hubo un tiempo en que me harté de decir en mis talleres que escribir tratamientos era una estupidez.

    Doy fe, como antigua alumna de David Muñoz. Sin embargo, debo decir que si no hubiera sido por sus consejos y su insistencia a la hora de hacer escaletas y mandar el tratamiento a paseo, ahora trabajaría peor y me costaría el doble.

    De momento, me siento cómoda en una fórmula intermedia que va de la sinopsis desarrollada a la escaleta, y de ésta a un “tratamiento escaletado”, si se puede llamar así. Y, repito, fue gracias a ti.

  16. Pingback: CONSULTORIO 2×1: SALTOS TEMPORALES + COLOCAR GUIONES « Bloguionistas

    1. Pingback: FLASHBACK – CONSULTORIO 2×1: SALTOS TEMPORALES + COLOCAR GUIONES « Bloguionistas

    Los comentarios están cerrados.

    Descubre más desde Bloguionistas

    Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

    Seguir leyendo