DANIELA FEJERMAN: 5 LECCIONES DE INTERPRETACIÓN PARA GUIONISTAS

El cuerpo. La mirada. La escucha. El punto de vista. La reacción. En ocasiones, la figura del guionista ha de ser maleable, cambiante. Le es útil poder disfrazarse de director, por ejemplo, para imaginar encuadres. O productor para darse cuenta de que, en efecto, esa escena de tiroteo con explosiones mientras despega un helicóptero desde lo alto del rascacielos, está un poquito fuera de presupuesto.

Y a veces, cuando el guionista se siente aventurero, le es útil disfrazarse de actor. Entiéndeme, una noche de esas traviesas en las que te atreves con todo, que igual escribes en Courier 13 y te da igual… Aprovecha, suéltate y adéntrate en el mundo de la interpretación. Al menos, asoma la patita. Igual te gusta lo que aprendes.

Durante mayo y junio ha tenido lugar en Madrid el taller “El texto en acción”, impartido por la directora y guionista Daniela Fejerman en el contexto de los Martes de DAMA. Aprovechando su formación teatral, Daniela ha creado un espacio en el que todo el mundo se podía meter en el papel, valga la redundancia, de un actor. Y desde ahí mirar, escuchar, observar, reaccionar… sentir.

Y a estas alturas ya te estarás preguntando para qué. No, no va a hacer que se escuche al WGA. Ni que suban los residuales. Ni que se regule el uso de la Inteligencia Artificial, ni que haya mejoras en la negociación de los contratos colectivos.

Pero igual algunas claves destiladas de esta experiencia te sirven para desbloquearte, para mejorar tu escritura de personaje o incluso para echarte unas risas una noche de borrachera. Si te gusta escribir o beber, sigue leyendo. Pero no hagas las dos, o acabarás escribiendo Transformers.

 

Daniela Fejerman con los alumnos de los martes de DAMA

Daniela Fejerman (atrás, centro) en la sede de DAMA en Madrid, con los asistentes a su taller.

1. ¿Qué?

Seguro que alguna vez has escuchado a alguien decir: “haced preguntas, que si no la clase va a resultar muy aburrida, prefiero que esto sea como una conversación”. Pues bien, José Manuel, profesor de lengua de primero de bachillerato, te acaba de dar dos claves de guión en una sola frase, y todo esto mientras se mete la camisa de cuadros por dentro del pantalón.

Un elemento fundamental para que una escena, un acto, una película, una serie resulte interesante son las preguntas. En la improvisación, son lo que te ancla a la acción. Crea preguntas en el espectador y querrá responderlas. Gana tiempo, y con ello, gana interés.

¿Cuál es la segunda clave? Ahora voy. Quédate un poquito más conmigo. Ahora esa atención hay que llevarla a algún lado, satisfacerla, para que en la siguiente pregunta el espectador vuelva a caer en la trampa. No crees preguntas que no sabes responder, ni preguntas cuya respuesta no haga crecer el interés. Y, entretanto, trata de que tus alumnos no puedan evitar elucubrar, montarse hipótesis y repasar las respuestas. Eso sí, sin que den con la correcta.

¿La segunda clave? Sí. Voy. Una pieza audiovisual no es un monólogo. Es una conversación entre creadores y espectadores. Uno crea una pregunta, otro trata de responderla hasta que esta se resuelve y aparece una nueva. No tiene por qué ser sobre la trama o el personaje. Esta conversación se lleva a cabo simultáneamente en todos los planos de la comunicación: preguntas sobre el tema, el tono, el ritmo… Uno propone tras bambalinas, el otro analiza desde la butaca y, con suerte, comprende y siente. No des respuestas, crea preguntas y conversa. Los malos conversadores afirman. ¿Los malos conversadores afirman?

 

2. Quítate la ropa

Otro rasgo a destacar del taller de Daniela fue la conexión del guión con las acciones físicas. El cuerpo. Muchas veces damos por obvias cuestiones que a lo mejor no es necesario señalar, pero de las cuales se puede exprimir mucho jugo. Una de ellas son las acciones físicas, clave sobre todo a la hora de dialogar.

A todo el mundo le sorprende la anécdota de que Hemingway, el escritor estadounidense, solía escribir de pie, con la máquina de escribir a la altura del pecho y, si se enfrentaba a un bloqueo, se desnudaba. Todos estos datos son descripciones físicas. ¿Y si te digo que el personaje es un escritor que trabaja así intentando imitar a Hemingway? Podemos describir un rasgo de su personalidad con el simple hecho de bajarse los pantalones. Precioso.

En este apartado podemos hablar tanto de movimientos específicos (recoger diez céntimos de cambio en un restaurante caro), de maneras de ocupar el espacio (pasarse toda la sesión de terapia de pie, sin deambular) o incluso de transicionar entre espacios (entrar a la boca de metro bailando).

Todo esto puede ayudar a que un personaje haga suya una sala o que se relegue a sí mismo a la esquina más recóndita, todo influye en la manera en la que se relaciona con su entorno. ¿Por qué no usarlo?

 

3. ¿Cómo suena una notificación de WhatsApp?

Este apartado se basa en dos pasos: primero, escucha. Escucha cómo suena el silencio del metro a las 8 de la mañana, cómo suena el rastro un domingo o la música de la discoteca desde el baño. Puedes incluso grabarlo. Intenta recoger el total del sonido, y también dividirlo en diferentes planos, identificar todos los agentes que intervienen por separado, como un director de orquesta que necesita saber cuál de todas las violas es la que desafina.

Segundo paso: utiliza todo de lo que te has nutrido para alimentar a su vez tus escenas. Que tus escenas no solo se vean, también suenen. Permítete el lujo de repasar lo escrito desde el plano único del sonido que, al fin y al cabo, es otro elemento clave del guión. Prueba a incluir músicas con sentido dramático, diegéticas, sonidos con significado. Prueba a explicar desde todo aquello que se escucha y no son palabras, y juega a los contrastes. Igual encuentras algo.

4. La Máscara, 1994

Cuando un actor se enfrenta a un texto, su trabajo suele ser decodificar las preguntas que se ha hecho el guionista. Igual que este ha creado el conflicto del personaje, el actor tiene que deducirlo con la máxima especificidad.

En una escena, seguir el hilo de pensamiento de un personaje significa estar dentro de su mente, y eso hace que de forma natural se interiorice su conflicto, su motor (¿qué quiero?) o su urgencia (¿por qué ahora?). Es decir, un actor comprende al personaje hasta el punto de mimetizarse con él.

Entonces, ¿por qué no utilizar técnicas como la improvisación para vivir en primera persona todo por lo que pasa ese personaje? Al final, el carácter se define a través de decisiones tomadas bajo presión. ¿Qué pasa si te expones tú mismo a esa presión? ¿Cómo convences a un soldado enemigo, en plena trinchera, que no dispare su arma? ¿Cómo haces para que esa chica que lee en el tren se quede contigo un día en Viena? ¿Qué haces cuando descubres qué hay en la caja, detective Mills?

Trata de crear una escena similar a la que tienes en mente y jugar a interpretar a tu personaje. Date pocas claves, localización, objetivo y urgencia, por ejemplo. Y déjate fluir, trata de introducirte en ese personaje que, por ejemplo, necesita que un productor lea su guión. Sí, esta es fácil.

Pero inténtalo con aquellas escenas en las que creas que falta ritmo, crecimiento del conflicto, o incluso que veas que fallan pero no identifiques el error. Verás que surgen estrategias nuevas, excusas, caminos o muros que no habías previsto. Incorpora la improvisación como técnica para introducir el instinto, lo pasional, en un oficio tan cerebral como el guión.

Está bien montarse películas, pero a veces viene bien hacer un esbozo en voz alta para bajarlo todo a tierra. Y no te enfades si encuentras más fallos: mejor encontrarlos tú que cualquier otro.

 

5. Dale una vuelta

Todos estos apartados nacen de un hilo común: trabajar la concreción. Especificar. ¿Te acuerdas de aquello de “razona tu respuesta”? Pues eso. No des nada por hecho, desmenuza hasta el límite. Pon el foco en lo útil que es no concebir nada “en general”. Si pierdes precisión, pierdes particularidad, no te diferencias y se asoma por la puerta el temido cliché.

No hace falta que crees un mundo con salchichas en lugar de dedos, pero sí es fundamental fijarse en los detalles, y volcarlos en la escritura. En un medio tan esquemático como el guión, no podemos malgastar caracteres en lo común. Encuentra elementos sonoros, movimientos, encuadres que aporten y diferencien. Qué fácil es decirlo, ¿verdad?

En definitiva, incluye todos los elementos que puedas a tu guión, busca más dimensiones y lucha por lo particular. Ah, y trata con paciencia y atención a los actores. Pobrecillos.


 Guzmán Calleja.

Con la colaboración de DAMA.

Deja un comentario