Si has visto el primer volumen de la cuarta temporada de “Strangers Things” has pasado casi diez horas viendo sus siete capítulos. Sí, merece la pena, pero cada episodio dura una media de hora y diez minutos, cuando en la primera temporada rozaban el estándar de 40 y tantos minutos de Netflix.
Para un guionista, poder dedicar a tu historia el tiempo que necesita es una gran liberación. Pero, ya que gozamos de esa libertad, ¿debemos dejarnos ir y no cortarnos a la hora de escribir?
La excesiva duración de los episodios de las series españolas hasta hace muy poco era una queja histórica de los guionistas. Cuando la ficción estaba copada por Mediaset y Atresmedia, las temporadas de las series tenían unos 21 capítulos de 75 minutos. Un enorme monstruo que había alimentar a base de series muy corales y multi tramas que necesitaban de amplios equipos de guionistas.
Durante años se pidió al menos acortar la duración de las series al estándar norteamericano. Que para eso llevan más años en esto y lo tienen más que comprobado. Veintitantos minutos para la sitcom, unos 45 minutos para el resto de series. Fue una batalla imposible.
Incluso cuando se adaptaban producciones extranjeras había que alargar las tramas para ajustarse a las duraciones españolas. Las cadenas argumentaban que así la producción era más rentable. Cuanto más tiempo durasen más aprovechaban la inversión gracias a un mayor número de pausas publicitarias. Sin tener en cuenta que, a lo mejor, eso perjudicaba al producto.
De una forma natural, la irrupción de las nuevas plataformas ha hecho que ese modelo cambie y que hayan comenzado a implantarse las mismas duraciones en España. Con curiosas excepciones, como “El Pueblo”, que era más breve en Prime Video y más larga en Telecinco. En mi opinión, era mucho mejor la versión corta.
El hecho de las que las plataformas no tengan pausas publicitarias, de momento, ha sido lo que ha obrado este milagro. Si un episodio da para 35 minutos y otro para 50 no hay problema. Es el caso de algunas series de Marvel o de Star Wars. Pero en su última temporada los capítulos de Stranger Things no han bajado de la hora y pico de duración. ¿Se ha resentido la serie por ello?
Esa fue mi sensación. Los dos primeros se me hicieron muy largos y demasiado centrados en la presentación de personajes y acontecimientos. Además, se homenajeó la estructura de filmes de terror clásicos como los de “Pesadilla en Elm Street” de manera que ya sabías que iba a haber una muerte y quién sería la víctima. Por tanto, la experiencia de visionado no fue tan buena con lo que luego acontece en la serie.
Todo esto tiene que ver con el ritmo de visionado, que es algo muy fácil de entender y muy difícil de explicar en papel, pero allá vamos.
Cuando estudiaba en la ECAM asistí a una maravillosa y reveladora clase del compositor Pepe Nieto (en la foto), donde nos explicó la relación entre el tiempo y el cine.
El cine es el único arte, junto a la música y el teatro, en la que el tiempo de exposición depende del creador. Es el autor quien marca cuántos minutos va a estar el público contemplando su obra. No es el caso de la pintura o la literatura, donde es el visitante del museo o el lector quien marca el tiempo que le dedica a cada pieza.
Esto en televisión no es del todo cierto ya, porque un espectador puede darle al pause o dejar la serie a mitad para el día siguiente. Los creadores controlan su tiempo, pero el espectador cada vez es más exigente con ese poder.
El espectador de Youtube, streaming y demás no sólo sabe que le controlan su tiempo, sino que tiene el cronómetro contando. Sabe exactamente qué tiempo le está tomando cada pieza y no se corta en detener la reproducción si no le satisface. Esto lo saben bien los creadores de contenido para estas pantallas, que son muy conscientes de que cuanto más corto, mejor.
El espectador es más crítico que nunca. Es consciente de que está en su hogar y no se separa de su entorno, sabiendo que puede venir un mensajero, o que su mascota necesita comer, o que el microondas ha terminado de hacer las palomitas… lo que sea.
Por eso, el ritmo de una historia es más importante que nunca. Hay que cuidar mucho lo que contamos, el orden en el que se cuenta y el tiempo que invertimos en ello. Si en una historia se cuentan muchas cosas vamos a tener un ritmo rápido, pero también depende de lo que importen esas cosas. Si no nos importan, se produce el mismo aburrimiento que si no pasara nada.
¿Y cómo medir el interés de un suceso de una historia? Ahí está el meollo: no se puede. No existen aparatos que lo hagan ni formas de realizarlo. Por eso el guión jamás será una ciencia exacta (menos mal), depende del buen ojo de sus creadores.
Hace años, el productor Gerardo Herrero contaba que cuando él leyó el guión de “Solas” le pareció que estaba bien, pero que no podía imaginar que fuera a ser una película tan buena como la que acabó haciendo Benito Zambrano. Un film lento, que se tomaba su tiempo, pero donde te importaba mucho todo lo que le pasaba a sus protagonistas. El papel no era capaz de transmitir, o el lector de apreciar, el interés que iba a generar la historia en la pantalla al tomar vida.
Sin revisar las tres primeras temporadas de Stranger Things creo que la cuarta es la que tiene mejor construcción de guión global. Pero sus dos primeros episodios son los peores de la temporada, por dedicarle demasiado tiempo a personajes nuevos que sabemos que están ahí para morir. En cuanto establecen lo que les va a pasar a los protagonistas que sí nos importan y los dividen en sus respectivas tramas, el interés de la serie crece exponencialmente.
Me parece excesivo que un capítulo de una serie, que no sea el final o conclusivo, llegue a hora y media, porque de una manera o de otra lastra al espectador y también confunde con respecto a la sensación que va a tener en el resto de episodios. No da la sensación de ofrecer una obra homogénea y coherente en su construcción.
Me parece que es más conveniente y apropiado a la misma creatividad que cuando se emprende una serie marquemos una duración estándar según lo que va a necesitar nuestro proyecto, si son 40 o 45 o 60 minutos, y que tratemos de ceñirnos a eso, aunque haya variaciones de duraciones entre cinco y diez minutos, ya que ya no hay limitaciones, antes de irnos a episodios de tanto minutaje.
Cuando Walt Disney planificaba “Blancanieves y los siete enanitos”, el primer largometraje de animación para niños, tuvo este debate. Ciertos distribuidores y exhibidores le advirtieron de que los pequeños no iban a aguantar mucho tiempo ante una pantalla viendo una película. Estaban equivocados, pero Disney estableció que la duración no podía ir más allá de los 75 minutos, que fue el tiempo que calculó que aguantaba la vejiga de un niño.
Una vejiga es una llamada de atención de la realidad que se impone a la ficción. Quizás sea buena idea tenerla en cuenta para no arruinar la experiencia de poder llevar a la audiencia a introducirse en una historia y que disfrute total y plenamente con ella.