EL GUIÓN DE RED ROCKET PONE A PRUEBA NUESTRA EMPATÍA

“Como molaría ser actor porno” es una frase que todas y todos hemos escuchado alguna vez. Normalmente, de la boca de algún chaval un poco venido arriba y no muy listo, durante nuestro paso por el colegio o el instituto. Creo que no me equivoco cuando digo que Red Rocket está hecha para ese chaval.

Póster de la película Red Rocket

A principios de mes se estrenó la nueva película de Sean Baker (Tangerine, The Florida Project), coescrita junto a Chris Bergoch. Y apunta a convertirse en una de las mejores películas del año. Red Rocket cuenta la historia de Mickey Sable, una estrella del porno que se ve obligado a volver de Los Ángeles a Ciudad de Texas, junto a su exmujer. Allí, Mickey se busca la vida para ganarse un techo y prosperar… a costa de todos los que le dan la bienvenida.

Con un ritmo tan acelerado como la verborrea de su protagonista y un particular sentido de la atmósfera, Red Rocket cuenta con un guión sólido sobre el que se sostiene la lamentable sucesión de despropósitos de los que somos testigos como espectadores.

Brillante y polifacético: así es el protagonista de Red Rocket, que merece un análisis de su construcción y del papel que juega en la película. ¡Cuidado, que hay spoilers!

Fotograma de la película Red Rocket

Una presentación estelar

Red Rocket consigue muchas cosas, y una de ellas es que su ritmo interno nos haga sentir que vamos a toda máquina cuando, en realidad, se toma su tiempo para poner las piezas sobre la mesa. Cómo entra el propio Mickey en escena ya es bastante revelador. Con un trasfondo perturbador y aún por descubrir, el hombre andrajoso que se nos presenta al comienzo de la película es un charlatán tirando a simpaticote al que su ex mujer (Lexi) no deja pasar ni al jardín de su casa.

¿Qué pasado esconde Mickey? El primer acto de Red Rocket está dedicado casi en exclusiva a que lo descubramos. Sí, el punto de vista único de la película nos obliga a acompañar al actor porno durante todo el metraje. Pero en su primer tercio es cuando Baker y Bergoch se permiten el lujo de que el terremoto que nos sacude e intriga sea casi exclusivamente Mickey Sable.

Uno de mis momentos favoritos de este primer acto es cuando Mickey está buscando trabajo para pagar su parte de alquiler en la casa de Lexi. A través de un montaje animado —en el que se intuye que todas sus entrevistas tendrán un resultado muy similar— se repiten patrones, preguntas y reacciones ante la actitud de Mickey.

Pero, por muy indeseable y caradura que resulte, todas sus oportunidades laborales se van por el retrete por la misma razón: su pasado como estrella del porno. Aunque sabe que jugará en su contra, Mickey verbaliza por primera (pero ni muchísimo menos última) vez en la película que sí, en efecto: es Mickey Sable, actor porno. Se ha estado aguantando las ganas de gritar a los cuatro vientos cuál es la parte de sí mismo que más le gusta. A partir de ahora, no va a dejar de hacerlo.

Fotograma de la película Red Rocket

El actor polifacético

El goteo de información es, desde el comienzo de la película, constante hasta un punto casi abrumador. Hay pocas escenas en Red Rocket en las que no aprendamos algo nuevo sobre Mickey, su plan o las formas en las que ha hecho daño a los demás en el pasado.

La mejor manera que tenemos para conocer a Mickey es a través del propio Mickey. Como eje vertebrador de la película, estamos igual de condenados a escuchar su incesante parloteo que todos los que le rodean. Y que nadie me malinterprete: lo digo en el mejor de los sentidos. Como dicen por ahí, “por la boca muere el pez”, y con la cantidad de palabras por minuto que es capaz de articular Mickey, cada vez que habla con una persona distinta se adivinan matices y contradicciones que van más allá de las trolas que forman parte de su terrible plan.

Mickey es constante, sí, pero tiene una necesidad patológica de agradar y quedar como el tipo bueno. Así que modifica su discurso, su actitud y hasta detalles de su pasado dependiendo de quién sea su interlocutor. De un modo muy parecido a lo que vimos el año pasado en El buen patrón (León de Aranoa, 2021), muchas veces la tensión no viene de las peripecias que atraviesa el protagonista (que también), sino de las incógnitas que, como espectadores, intentamos resolver sobre él.

La paliza al malo

Para cuando llegamos al tercer acto de Red Rocket, hace ya bastante tiempo que cualquiera (que no sea el chaval que mencionaba al principio del artículo) se ha dado cuenta de que su protagonista no sólo es una persona horrible, sino que además está más allá de cualquier tipo de redención.

Aún así, la magia del cine hace que le acompañemos con ganas de ver cuál será la próxima desfachatez que cometa. Y cuando creemos que ya hemos visto el punto más bajo de Mickey, llega el momento del accidente con Lonnie. La manera en la que cambian las tornas para Mickey es parte de una estructura clásica poco susceptible de sorprender.

Pero creo que es aquí donde brilla el personaje. Independientemente de las penurias a las que tiene que volver a enfrentarse, Mickey está relativamente tranquilo, siempre que tenga oportunidad de buscarse la vida.

Sin duda, el optimismo, la constancia y elocuencia de Mickey serían envidiables si no las usara para ser una mierda de persona.


Por Nacho Milán. Guionista y editor de vídeo, Máster en Guión por la Univ. Pontificia de Salamanca y redactor jefe de Revista Milana.