El pasado 30 de marzo, el ayuntamiento de Aranjuez precintó la sala de teatro La Nave. Era la sede de la compañía Cambaleo desde 1989. La excusa: ruina del edificio, consecuencia de Filomena. La sospecha: motivos políticos. La reacción de la compañía: “Celebrar la intemperie”, dos espectáculos dirigidos por Carlos Sarrió, el primero de los cuales se estrenó ayer en la Sala Cuarta Pared de Madrid. Tuvimos la ocasión de asistir y de entrevistar a su autor.
Según Sarrió los responsables del desahucio no tienen el valor de desvelar los verdaderos motivos. Cambaleo ha vivido un vía crucis desde que se hizo efectivo, pero ahora toca rehacerse y mirar hacia el futuro. Comenta que lo más duro fue sacar las cosas del matadero, tal y como se puede ver en el reportaje fotográfico de David Ruiz “Caminar hacia el futuro”.
Casi cuatro meses después de la desgracia, Cambaleo resucita con un ciclo de dos espectáculos bajo el irónico título Celebrar la intemperie en la sala Cuarta Pared, ambos dirigidos por Sarrió. Las obras sirven como denuncia al cierre, pero también como primeros pasos en este nuevo camino. El dramaturgo muestra su agradecimiento a la sala por acogerles: “No es que te quedes en la calle y vayas a un campo de refugiados, es que unos amigos te acojan en su casa”.
La primera obra es Algún sitio al que volver, un espectáculo libre de un hilo narrativo y trabajado sobre la idea de espacio vacío, que nos invita a un viaje de reflexiones a través de seis soliloquios independientes. “La continuidad es una ilusión”, reza la actriz Begoña Crespo en la última escena del montaje, y es que Sarrió rompe la linealidad y las relaciones de causa y efecto con este espectáculo. El texto son selecciones de los poemarios NO NADA y 129 días, cuyo autor es el propio dramaturgo, que se sirve de sus publicaciones como “baúl poético del que sacar material”.
También podemos encontrar algunos extractos de obras como La sociedad del cansancio de Byung-Hul Han o El derecho a la pereza de Paul Lafarge. La conexión que guardan los textos entre sí es una mirada crítica y reflexiva ante el mundo que nos rodea, tratando temas como el capitalismo, la muerte, el tiempo, la alienación y el sinsentido de la vida, el cual no impide la eterna búsqueda de motivos.
Algún sitio al que volver comenzó su desarrollo en 2020, cuyo nombre cobra un nuevo sentido tras el suceso del pasado marzo. Originalmente estaba planteada de una manera mucho más interactiva con los espectadores. Sarrió quería crear un salón de baile en un lugar fronterizo, que el público estuviera en asientos alrededor y en ese espacio vacío sucediera la representación. Tras la pandemia se replanteó la puesta en escena al ver que era imposible contar con la participación de la audiencia.
Ante todo, Cambaleo sabe adaptarse a todos los inconvenientes externos que se le cruzan y reorganizó la obra para que pudiera ser estrenada en la nueva normalidad.
Ahí es donde entran en juego las proyecciones de vídeo a cargo de David Ruiz, que acompañan al texto representado por personajes sin nombre. En estas imágenes podemos ver a los mismos actores que ocupan el escenario deambulando por paisajes desolados, sin sitio al que volver. Los personajes habitan vías por las que ya no pasan trenes, almacenes plagados de grafitis, calles vacías e incluso el patio del centro de cultura de Aranjuez, el cual también ha sido cerrado recientemente. Las proyecciones crean una duplicidad en el mensaje, estableciendo un diálogo con los actores, un eco pictórico del texto sobre el desgastado muro de la Cuarta Pared, que sirve de lienzo idóneo para estos lugares desérticos.
Pero no solo de proyecciones vive el hombre. Los objetos (y la ausencia de ellos) tienen una gran importancia en Algún sitio… Una petaca de la Unión Soviética (regalo de un viejo amigo de la Akademia Ruchu de Varsovia), que se vacía un poco con cada palabra de Daniel Moreno, en una
alegoría de los pequeños placeres. Un sillón rojo, desde el que Begoña Crespo baila una denuncia al cansancio del proletariado, o una simple franja de luz, son también personajes de la obra. Cada elemento está pensado y medido al milímetro, no hay nada arbitrario en los objetos que ocupan el espacio.
La obra llega a su clímax con una escena final en la que el reparto comparte escenario por primera vez en un crisol multidisciplinar, donde la música en directo de un saxofón melancólico tiene cabida y la pintura, prácticamente dictada por las palabras de los actores, se desarrolla ante nuestros ojos. Un espectáculo de sensaciones en el que, como si de una orquesta se tratara, resulta imposible separar sus partes, pues todo forma una misma voz.
Tras el merecido aplauso, Carlos nos explica la situación actual de la compañía y los cambios que ha sufrido. Acto seguido, a modo de bonus track, nos regaló una pequeña escena de comedia absurda inspirada en Beckett que se ganó las carcajadas del público.
Me gustaría cerrar esta reseña con la palabras con las que Carlos Sarrió despidió la función: “Un teatro es la casa donde se rinde tributo a la razón, al conocimiento. Es la casa donde los seres humanos se preguntan qué significa ser una persona. Y desde la libertad que da esa pregunta
desafían a los dioses y al poder. Y se ríen de los dioses y del poder y de sí mismos. Cuando se cierra un teatro se pierde esa oportunidad. Y somos más pequeños todavía en este universo enorme y lleno de incertidumbre.”
Aún sin sitio al que volver, Cambaleo ha demostrado que se crecen ante la adversidad y que siguen desafiando a los dioses, celebrando la intemperie.
El primer espectáculo de Celebrar la intemperie, “Algún sitio al que volver” se representa hoy 18 de julio en la Sala Cuarta Pared de Madrid. El segundo, “Cadena de montaje”, se llevará a escena el próximo sábado y domingo. Más información en la web de Cuarta Pared.