Un balcón. Dos personajes al límite. Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen al volante. Si has visto “El Reino” (Amazon Prime Video), sabes de qué escena estoy hablando. 5 minutos, 5 lecciones de guión. Vamos allá.

Manuel (Antonio de la Torre) y Cabrera (Luis Zahera) en la escena del balcón de El Reino.
Un poco de contexto:
Manuel, el protagonista, es un político corrupto a quien el partido ha dado la espalda cuando se descubre su implicación en varias tramas de recalificación de terrenos.
Cabrera es un empresario que fue también parte clave en todo el montaje ilegal. Pero a él no le han pillado. Manuel, fruto de la desesperación, decide ir al despacho de Cabrera con una grabadora escondida, en busca de audios que incriminen a varias figuras importantes del partido.
Empecemos:
1. HAZ QUE SE OIGA EL TIC TAC
¿Recuerdas el clásico entrar tarde, salir pronto? Eso está bien como norma. Pero si quieres que tus escenas ganen voltaje necesitas algo más. Necesitas que tu protagonista tenga una urgencia.
En esta escena Manuel entra tarde, con el agua al cuello y con muy poco tiempo para extraer toda la información que necesita. Cabrera tiene una reunión en pocos minutos con unos empresarios chinos. Manuel teme ser descubierto. Y las baterías de las grabadoras no duran eternamente.
En la cabeza de Manuel hay un tic tac acuciante. No sólo tiene objetivo. No sólo se juega el cuello si no lo consigue. Además tiene que conseguirlo ya. Si en lugar de toda esa presión, Manuel tuviera tiempo de entrar tranquilamente, charlar con la secretaria y tomarse un café con Cabrera, la escena perdería toda la fuerza.
2. ACTIVA LA EMPATÍA DEL ESPECTADOR MEDIANTE LA IRONÍA DRAMÁTICA
En la escena del balcón se da mucha información a un ritmo muy rápido y con varios niveles de conversación (lo que se cuenta, lo que significa para cada personaje y lo que supone que esté siendo grabado). En una escena de este tipo, necesitamos que el espectador esté atento, devorando cada palabra del diálogo. Necesitamos tenerlo enganchado, en tensión.
Manuel es un corrupto y está dispuesto a traicionar a sus correligionarios con tal de librarse él de la quema. ¿Se puede conseguir que el espectador empatice con alguien así? Ya lo creo. ¿Cómo? Mediante la ironía dramática.
¿Recuerdas la famosa bomba bajo la mesa de Hitchcock? Una de las cosas que nos enseña ese ejemplo es que da igual a quién vaya a matar la bomba. Si el guión informa al espectador de cosas que algunos personajes ignoran, automáticamente se va a activar la empatía.
Aquí la bomba está en la chaqueta de Manuel: es la grabadora que ha llevado para incriminar a Cabrera. ¿Por qué funciona tan bien? Porque Cabrera ignora que la bomba está ahí. Pero el espectador y Manuel sí lo saben. No hay espectador que se resista a ese regustito que da estar en el ajo. Saber más que algún personaje.
Pero a la vez, ese privilegio conlleva una angustia. La de estar todo el tiempo en tensión pensando ¿le descubrirán?
3. SUBE A TU PROTAGONISTA EN UN TREN Y LÁNZALO A MÁXIMA VELOCIDAD
Manuel es un tipo que está dispuesto a lo que sea para salvarse o minimizar sus daños. Está toda la película en una constante huida hacia delante, nadando contracorriente en una lucha éticamente desastrosa. Cuando se ve inmerso en la trama de corrupción, primero da rienda suelta a sus emociones (improvisa buscando a quien le ha delatado), luego actúa mecánicamente (para salvarse), y al final acaba explotando todo en esa entrevista inolvidable con Bárbara Lennie.
Cabrera, en cambio, no sube progresivamente las apuestas. Cabrera hace all-in. Su punto débil es su complejo de inferioridad. Esa sensación constante de que los políticos del partido le tratan como si fuese inferior es un cable que, si se toca, provoca una explosión: la explosión emocional del balcón, en la que suelta todo lo que le pasa por la cabeza.
Cuando Manuel convence a Cabrera de que le han puesto micros en el despacho, Cabrera entra en juego, completamente desatado. Manuel tiene que conducir un tren a 300 km/h en la dirección que le interesa sin hacerlo descarrilar: necesita que Cabrera no se vaya por las ramas y diga la información correcta.
Así que tenemos a un Manuel analítico, dirigiendo el diálogo para incriminar a sus enemigos políticos mientras Cabrera, en su catarsis personal, da tumbos alejándose del tema constantemente. ¿Y cómo consigue Manuel que el enfado de Cabrera dispare contra las personas correctas? Atacando el complejo de Cabrera, contándole que le llaman sacaduros (e incluso cambiando el nombre de la persona a quien le escuchó llamárselo).
Es un rasgo de maestría al escribir: Peña y Sorogoyen conocen las características de sus personajes y las utilizan no sólo para construir su forma de hablar, sino para que sus acciones detonen la trama, la hagan transitar por donde el argumento requiere.
4. COMPRIME EL TEMA DE LA PELÍCULA EN LAS ESCENAS CLAVE
Si quieres dejar claro el tema de tu película, deberás incluir escenas en las que esa pregunta crítica que resume tu largometraje se plantee de forma más destacable.
Esta escena es una de ellas. El espectador empatiza con Manuel (va con Manuel, quiere que le salgan las cosas bien). Sin embargo, también es consciente de que es un político corrupto. Y encima está traicionando a un amigo.
En esta escena la disonancia ética que se produce en el espectador al apoyar al protagonista se magnifica con esta traición, ya que pone de manifiesto la escala de valores de Manuel. Su empeño en salvarse a sí mismo disfrazado de salvar a su familia.
Pero es que encima, en otra vuelta de tuerca, esa traición beneficiaría a la justicia, que sería capaz de deshacer una gran trama de corrupción. La dificultad ética de la escena es un eco de la incomodidad moral de toda la película que, eso sí, se ve aumentada en otras secuencias como la ya citada entrevista final.
5. SACA AL PEZ FUERA DEL AGUA Y DISFRUTA VIÉNDOLO AHOGARSE.
Las situaciones ganan en interés en proporción directa a las dificultades que se encuentra el protagonista en la persecución de su objetivo.
Manuel en esta escena es un pez fuera del agua. Su incomodidad y la tensión de la escena no proceden únicamente de la situación: también de la localización. Manuel tenía todo preparado para una comida y una conversación tranquila en un restaurante de confianza hasta que Cabrera le dice que no tiene tiempo para eso, y Manuel se ve forzado a ir al edificio en el que está el despacho de Cabrera. Y por el que merodean antiguos compañeros del partido y de la trama.
Está fuera de su elemento, y cuanto más tiempo pasa ahí más siente que se ahoga. Para Cabrera el despacho es un sitio seguro. Manuel lo comprende y hará lo posible para sacarlo de ahí. Por eso le convence de que le han puesto micros en el despacho. Entonces Cabrera también está incómodo, viendo reducido su lugar de confianza a un pequeño balcón.
La localización es fundamental en la construcción de una escena, tanto en la creación de un espacio con unos recursos determinados como en la interacción del personaje o los personajes con ese entorno. La escena del balcón también habría funcionado en el despacho. O en un restaurante. La ironía dramática estaría ahí. La empatía con Manuel también. Pero al constreñirla a un espacio tan estrecho e incómodo la presión aumenta hasta hacer el aire irrespirable.
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