TODAS LAS NOCHES DE UN DÍA: ENTRE FANTASMAS Y AMORES IMPOSIBLES

En pleno 2020, acostumbrados a rechazar líos de una noche dejando los mensajes en visto y pronunciando el primer “te quiero” con la cautela del que teme ir demasiado deprisa, puede resultar insólito sentarnos en una butaca y ser testigos de una historia de amor tan pura y clásica como la que presenta, sin pudor, esta obra.

Se trata de ese tipo de amor sacrificado, paciente, sin pedir nada a cambio y que acarrea un sufrimiento intrínseco. Porque sí, en Todas las noches de un día, el amor duele. Y mucho.

todas-las-noches-de-un-dia-428x600 CARTEL

Nos ponemos en situación: una noche cualquiera, mientras cuida del jardín, Samuel recibe una visita inesperada. Luces. Caos. Sonidos de sirenas. La policía ha irrumpido en el invernadero dispuesta a averiguar qué ha ocurrido con la dueña de la casa. ¿Dónde está? ¿Le ha pasado algo? ¿Por qué hace semanas que los vecinos no saben nada de ella?

Samuel, hermético por naturaleza y dispuesto a cumplir una promesa hasta las últimas consecuencias, se niega a dar ningún dato sobre su paradero. ¿Qué va a saber un hombre como él? Él es un hombre simple, un hombre de silencios. Porque para ser jardinero hay que amar el silencio. Hay que saber estar solo, saber esperar. Y del mismo modo que lo estoy haciendo yo, Samuel comienza a divagar sin control y a perderse entre sus recuerdos.

Por muy parco en palabras que sea, no es difícil acabar tirando de la lengua a alguien que pasa la mayor parte del tiempo hablando solo, con la única compañía de plantas y flores cuyos nombres le son más familiares que los de cualquier ser humano. Bueno, miento. Hay un nombre que Samuel recuerda con claridad y que pronuncia con tanta solemnidad como gozo: “Silvia”.

todas-las-noches-de-un-dia-3-900x600 OK

Partiendo del relato que Samuel se ve obligado a contar a los policías, la obra baila con sorprendente destreza entre el pasado y el presente, entre los fantasmas y los recuerdos, cuestionándonos incluso si existe alguna diferencia entre ellos. Carmelo Gómez y Ana Torrent dan voz a dos personajes rotos; uno por amar sin ser correspondido, y la otra porque alguien, sin su permiso, le privó de la capacidad de hacerlo.

Aunque está construido en torno a un interrogatorio, el texto dista mucho de ser un thriller al uso. Está escrito con la precisión y elegancia del que conoce bien las convenciones del teatro y la poesía. No es de extrañar que Alberto Conejero, el autor de esta obra y de la galardonada La Piedra Oscura, también sea poeta.

todas-las-noches-de-un-día-2-1200x540 OK

Con una cuidada escenografía que permite filtrar la luz y adecuarla a las diferentes horas del día, el escenario en ocasiones nos parece un hermoso refugio y, en otras, una prisión de lo más asfixiante. Silvia habla continuamente de las sombras que rodean su pasado, y la iluminación sabe jugar a la perfección con los momentos más oscuros de los dos personajes. Precisamente por eso, cuando la luz por fin se abre paso y Samuel y Silvia bailan con torpeza al son de una vieja canción italiana, la sensación es la de estar asistiendo a un momento único y especial.

Luis Luque -director del montaje- sólo ha necesitado un banco de trabajo, unas cuantas plantas y unas cristaleras. Con eso y la imaginación del público, durante noventa minutos, el Bellas Artes se transforma en un invernadero.

Un invernadero en el que descubriremos lo vivo que puede estar un recuerdo, lo duro que es despedirse de los que deciden, por voluntad propia, dejarnos y  -¿por qué no?- que el cactus puede ser la planta más hermosa de todas.

Porque, tal y como explica el jardinero, el cactus sabe resistir. Sabe esperar. Aguanta el frío, aguanta la noche y aguanta el día. Y precisamente en la obra que nos ocupa, el día tiene muchas noches.

Por Beatriz Arias.

“Todas las noches de un día” se representa de miércoles a domingo en el Teatro Bellas Artes de Madrid hasta el 1 de marzo.