PROSTITUCIÓN. UNA REALIDAD ANÓNIMA.

Por Pablo Bartolomé.

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Antes de empezar, una convención.

Si nos remitimos a la norma -si es que esta se puede aplicar a lo siguiente-, en el cine policiaco o de suspense o en cualquier narración dentro del género (llamémoslo) negro, nos encontramos que, si eres testigo de un crimen, corres peligro de muerte porque eres susceptible de delación y podrías poner en peligro a los ejecutores de dicho crimen.

En narración audiovisual, a esto se le conoce como ‘Tropo’ y antes de la llegada del Cine Moderno, era un recurso sobre el que construir un giro en una trama argumental. Así lo hemos asimilado, entendido y podríamos creer que, como casi siempre, la ficción permea en la realidad.

Aceptado esto, vayamos al comienzo.

Sobre el escenario de la sala principal del Teatro Español, Carolina Yuste pone voz, cara y cuerpo a la declaración de un personaje anónimo que describe cómo fue víctima de una violación.

Esta filípica (no se me ocurre palabra más adecuada) nos describe el terror que sufrió este personaje anónimo del que hablábamos cuando se encontró ante lo que parecía inevitable, pero que, según se nos narra, no era miedo al acto, ya de por sí aterrador, sino a lo que ella pensaba que era una muerte irreparable. Una muerte donde los violadores se asegurarían no dejar cabos sueltos. Una muerte que les dictaba la convención, el ‘Tropo’. “Es lo que yo hubiera hecho”, subraya la propia víctima con la voz de la actriz.

No fue así. No la mataron. La dejaron irse a casa con la tranquilidad que da saber que tus actos no van a tener consecuencias. Impunidad.

La norma se rompe. En este caso, lo que parece lógico no juega en el campo de lo real.
¿Cómo debe ser eso de sentirse por encima de la convención?

No tengo respuesta. Tampoco la hay en “Prostitución”, el nuevo texto de Andrés Lima y Albert Boronat, que estará en cartel hasta el próximo 23 de febrero.

Lo que sí se encuentra.

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El libreto, teatro documental hasta sus últimas consecuencias, es una serie de exposiciones, o más bien de vómitos, que la ya mencionada Carolina Yuste, junto a Carmen Machi y a Nathalie Poza (solo el elenco bien merece la entrada) ejecutan sobre el escenario. Uno tras otro y siempre en torno al tema de la trata y la explotación sexual de los cuerpos. Una cadena de exabruptos que se suceden a lo largo de dos horas y siempre construidos desde (o gracias a) testimonios reales, declaraciones de las verdaderas protagonistas involuntarias (¿todas?), textos teóricos, estadísticas… Todo está sobre la mesa. Pocas grietas quedan sobre las que echar yeso para armar una enorme ventana cuyas vistas, en este caso, no dan al mar.

Dos horas de atestados continuados. Dos horas donde las tres actrices (y el montón de personajes) se dirigen al público de manera directa. Mirándole a los ojos y exclamándole. Arrinconándole.

Tanta iteración. Tanto repriz del mismo esquema en una misma dirección hasta el mareo, obliga. De tanto señalar, el público se convierte en un elemento más de la representación. Un sujeto pasivo y accidental que no tiene voz, que solo puede cuestionarse: ¿Es necesario? ¿Acaso no soy yo mismo consciente ya de todo esto?

Pues claro que no. Queremos creernos que somos conocedores de lo que ocurre, pero estamos cómodos sin darle tamaño, sin darle forma. Sin conocer sus nombres -esta es la clave-, porque si no tienes nombre, no existes. Podemos hacernos una idea de cuál es la realidad, pero nos gusta que siga siendo anónima. Descansamos gracias a que es este un problema silenciado.

Es aquí donde este nuevo trabajo de Andrés Lima coge cuerpo, intención. La propuesta se aleja de sutilezas y de los dobles sentidos. El texto es un diálogo unidireccional hacia una mente colmena enferma, porque hay temas con los que ya no valen más sofismas.

Prostitución es la bofetada en la cara al tío que se desmaya. Es un zarandeo de alguien que te coge por las solapas. Alguien que te escupe a la cara. Es una mano que te hace girar el cuello y te dice: “¿Es que no lo ves, gilipollas?”

La duda.

No me gustaría que esta “crónica” hiciera creer que ‘Prostitución’ es un texto panfletario, una visión parcial. Al contrario, ‘Prostitución’ no se posiciona (si ser equidistante en esta cuestión es en sí una manera de posicionarse, no me corresponde a mí juzgarlo), plantea y coloca al mismo nivel todo tipo de puntos de vista sobre el tema. La única militancia que hay tras los autores es que todos los argumentos nacen, como decía más arriba, de las propias protagonistas. Eso siempre. Esa es la tesis.

Están, insisto, todas las opiniones, todos los discursos. Sí, digo bien, discursos: durante un pasaje, en el escenario toman cuerpo dos personajes de referencia como son Virginie Despentes y Amelia Tiganus (brutal la construcción que hace de este personaje Nathalie Poza), dos mujeres que ejercieron la prostitución desde puntos antipodales, en una suerte de debate imaginario y de enfrentamiento teórico. Dos posturas contradictorias y opuestas, que abarcan la totalidad de las aristas de este poliédrico conflicto social.

Es importante que esté todo.

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Cabe destacar que es, quizá, una puesta en escena sobria. Más que sobria, escueta. Suficiente. Andrés Lima, al que se puede señalar como el creador de espacios escénicos más interesante de la actualidad teatral, se olvida del efectismo de anteriores ocasiones. Solo se sirve de un buen juego de luces y una maravillosa música, en parte ejecutada en directo. Claramente, esta vez el efectismo son ellas. La palabra es la apuesta.

Y para terminar, un agradecimiento.

Es reseñable y admirable que el Teatro Español acoja una propuesta como esta, que parecería relegada a salas privadas y/o alternativas. Acercar este debate a los grandes teatros y colocar el tema en los espacios de la alta cultura madrileña es, claramente, un juego de intención. El medio también es discurso.

Una aclaración.

El texto, este que ahora acaba, está escrito en su mayoría en femenino de manera intencionada, ideológica, pero en la representación no todos los testimonios son de mujeres, puesto que esto es una realidad que abarca todos y cada uno de los estamentos de esta sociedad.

Prostitución estará de martes a sábado a las 20:00, y los domingos a las 19:00, en el Teatro Español hasta el 23 de febrero.