DYSTOPIA, TECNOLOGÍA DE LAS EMOCIONES

por Carlos Crespo.

¿Hasta qué punto conocemos nuestra propia realidad? ¿Qué margen de error hay entre la realidad y lo que recordamos de ella? ¿Qué haces cuando crees vivir en un presente que no es el que te pertenece? De estas y otras preguntas nace Dystopia, el nuevo proyecto de la compañía PanicMap a cargo del dramaturgo y director Juan Pablo Mendiola, que se estrenó el pasado jueves 21 en la Sala Cuarta Pared.

Cartel de la obra teatral Dystopia, escrita por el dramaturgo Juan Pablo Mendiola

Una página en blanco sobre la que alguien desconocido necesita a toda costa escribir cualquier cosa; cualquier palabra, la que sea, válida o no, es preferible a ese vacío en el papel. Será una pregunta -o más bien dos- la que rompa el bloqueo: ¿Quién es ella y cómo ha llegado hasta aquí? 

Así arranca Dystopia, una propuesta inclasificable y sorprendente que combina diferentes lenguajes y soportes expresivos para ponerlos al servicio de una narración no lineal que transporta al espectador a un lugar desconocido en el que el pasado es tan cambiante como subjetiva es la memoria. Ella no recuerda cómo ha llegado hasta allí, y nosotros tampoco.  “Allí”, además, cambia de ubicación y de aspecto; en “allí” las paredes se revisten de recuerdos y envejecen, la habitación se desnuda y es otra, la misma ventana muestra vistas diferentes a medida que cambian los recuerdos y se construyen posibles futuros. Personajes que hablan con su autor, autores que se convierten en personajes, un mismo encuentro que se repite de formas diferentes traicionado por los caprichos de la memoria.

En esta mezcla hay una compleja dramaturgia que abarca varios niveles narrativos disfrazada de situaciones sencillas; hay momentos de palabra y diálogos naturales magistralmente lanzados por los intérpretes, Cristina Fernández y Àngel Fígols; hay piezas de danza y expresión corporal que narran poéticamente sensaciones abstractas que la palabra quizás no sería capaz de transmitir de manera tan certera; hay proyecciones de vídeo en vivo -qué bien la familiaridad de volver una y otra vez a la conversación nocturna en el coche- y hay, sobre todo, vídeo mapping. El vídeo mapping es la estrella. 

Un momento de la obra teatral Dystopia, escrita por el dramaturgo Juan Pablo Mendiola

Podría caer en la tentación de decir que la verdadera protagonista del espectáculo es la tecnología, pero no quiero que nadie piense que estamos ante una función vacía de contenido en la que actores y texto son meros títeres al servicio de lo técnico. Muy al contrario. El uso que el director hace de la tecnología es excepcional porque su prioridad no es que visualmente sea toda una experiencia -que lo es-, sino porque hace de ella una potente herramienta al servicio de la creatividad y de la emoción. Mendiola consigue integrar esos recursos como una parte más -muy destacable- de esa amalgama deliciosamente desordenada y sin puntos cardinales que es su texto. Nada en la parte técnica es un alarde gratuito ni un despliegue innecesario. Y la sensación que queda al final es la de que el director ha sabido elegir muy bien qué contar con palabras, qué contar con el cuerpo y qué contar con el apoyo de la tecnología. Voy a insistir y lo voy a decir otra vez: el uso del vídeo mapping en Dystopia es impresionante, visualmente y narrativamente.

El dramaturgo Juan Pablo Mendiola

Minuto uno y la personita cabal y precavida que llevamos dentro ya querrá encontrar respuestas, una especie de explicación, algún punto de racionalidad al que agarrarse para poder seguir el relato cómodamente. Por suerte, no lo va a encontrar. Recomiendo encarecidamente disfrutar Dystopia con el corazón y no con la cabeza. La tendencia del ser humano es intentar comprenderlo todo, darle al mundo una forma y una dimensión manejables, figure things out. Pero en el universo propuesto por Dystopia es preferible rendirse al caos, abandonar todo amago de análisis racional y dejarse hacer sin miedo por Fernández, Fígols y Mendiola para viajar con ellos a un lugar que no aparece en ningún mapa.

Dystopia puede verse de jueves a sábado en la Sala Cuarta Pared hasta el próximo 30 de marzo.