Tal vez el policial que más me haya atrapado en los últimos años sea esta historia en apariencia sencilla de una agente de policía en el barrio de Happy Valley. No solo porque respira veracidad, o porque tiene un humor negro finísimo, sino porque su estructura, pese a no seguir los cánones mckeenianos, es un mecanismo de relojería inglesa, del que deberíamos aprender más a menudo.
Por eso tras acabar las dos temporadas de la serie, he resuelto escribir algunas reflexiones que he ido anotando a medida que avanzaba la historia.

Sarah Lancashire interpreta a Catherine Cawood.
De lo primero que me llamó la atención es como Happy valley no se centra en una trama que hay que seguir, sino que cuenta desde los personajes. Esto, que a priori puede parecer peligroso, hace que sea el gran acierto de la serie. Definir los personajes con sus excentricidades, inseguridades o vacilaciones (tal vez el personaje de Clare Cartwright, hermana de la protagonista, sea el mejor acierto en este sentido) hace que les tengas cierta cercanía. Puede pasar con Clare o puede pasar con alguno más secundario. Dedica mínimo una secuencia de presentación a cada uno, hace que entiendas a ese personaje en el primer diálogo.
Pero no se centra en los personajes, porque sí, Happy valley cuenta una historia, solo una. Esto también es importante en el universo multitrama que showrunners como Lindelof nos han vendido. Esta es la historia de Catherine siguiendo al que jodió la vida de su hija, Tommy Lee Royce. En un libro sobre dramaturgia y dirección que recomiendo mucho “Notas de dirección” de Frank Hauser y Russell Reich, los autores hacen hincapié en que todas las escenas son escenas de persecución. No “persecución” en el sentido literal de la palabra, pero sí de “alguien quiere algo de alguien”. Esto hace que la acción se mueva por motivaciones orgánicas, claras y lógicas. Piensa eso cada vez que escribas.
Otra de las notas que me apunté fue la importancia de crear afluentes, no ríos paralelos. Aunque infiere mucho en la nota anterior, hay un matiz. Es importante la historia de Catherine y Tommy, pero puede haber otras que se vayan desarrollando. Ahora, es un afluente, no es principal, está subordinada a la principal. Cuando explico dramaturgia a mis alumnos/as siempre hago hincapié de esto en las obras de Shakespeare. Si lees “El rey Lear”, la historia de Gloucester es afluente a la de Lear, y además, la complementa. Es el ejemplo ideal para entenderlo. La historia de Clare, su hermana, y su relación con el ex, o la historia de John Wadsworth, el agente de policía que tiene un affaire en la segunda temporada, son afluentes que luego llegan al río central. El final de la segunda temporada nos lo hace ver con absoluta claridad.
Esto me lleva a otra nota que apunté al final de la primera temporada. Cuando leí “Imágenes narradas” de Coral Cruz se me quedaron algunos conceptos muy marcados que intento trabajar a fuego en mis guiones. Uno de ellos es la unión de los principios y finales. El final tiene que estar en el principio, una semilla, algo que reverbere. El arranque de la serie, cuando Catherine tiene que ir con un extintor a negociar con un yonqui para que no se prenda fuego es TODA la serie: ella es una apaga fuegos, pero además, lo será más aún cuando se ponga en peligro a su familia de igual manera, tiene que saber negociar (lo hace en toda la serie con todo el mundo, incluida su familia) y lo irracional está presente en prenderse fuego, en dejar de existir. Es magistral como está contado. Las dos escenas son para analizarlas en cualquier clase de guión.
Siempre que me meto en un proceso de escritura hay una parte que disfruto mucho que es la investigación, saber de ese mundo, conocerlo y analizarlo desde todos los puntos de vista. Pues en Happy valley se nota que la serie está empapada de ello. Sally Wainwright ha investigado a fondo. Cuando en el capítulo 4 de la segunda temporada nos recuerdan que en los ochenta a ellas, mujeres policías en un entorno masculino, les regalaban un bolso, se nota la veracidad de haber investigado sobre ello. No es una conversación casual, nos hace sociología de los personajes, de quiénes son. No se retuerce en sus traumas, solo muestra una parte de lo que han sido paseando su mirada por el pasado. Es excepcional como apunte, y como reflexión de su presente.
Por último, ahora que parece que las ficciones se han dado cuenta que no solo deben aparecer un tipo estandarizado de personajes, la serie utiliza la diversidad sin imposición, solo porque quiere mostrar una realidad: la sociedad es diversa. Es algo que Happy valley logra de una manera pasmosa, sin necesidad de señalar esa diversidad, simplemente mostrándola. Fíjate en cómo es el cuerpo de policía donde patrulla ella. No hace falta marcar la procedencia de cada uno, solo reconocer una diversidad. Esta nota es importantísima de cara a las futuras series que nazcan en España: tenemos un déficit brutal en la diversidad, cada vez menos en lo sexual, pero sí en lo religioso y racial. Recomiendo algunas de las reflexiones que hace Miriam Hatibi en “Mírame a los ojos” sobre el cine y las series españolas.
En fin, espero haber despertado vuestra atención sobre el policial más interesante de los últimos años. Si eres como yo que estás esperando la tercera temporada, seguiremos con curiosidad las andanzas de Catherine y Tommy Lee Royce.