Texto: Nico Romero
Algunos de los últimos éxitos de audiencia han pasado por sus teclas. Hoy Aitor Gabilondo nos habla de su carrera, desde “El príncipe” y “Allí abajo” hasta las futuras “Vivir sin permiso” y “Patria”. En esta primera parte de la entrevista, charlamos sobre sus comienzos en este mundo y sobre su etapa en “Plano a plano”, que se cierra ahora con la emisión en Telecinco de “La verdad”.
INICIOS
¿Cuándo y por qué decidiste que te gustaba contar historias?
Tuve una infancia un tanto limitada debido a problemas de salud y eso generó en mí una gran ansia de aventura. Como era imposible llevar una vida aventurera, que era en realidad lo que yo deseaba, me tuve que conformar con imaginármelas y después empecé a escribirlas. Pero nunca pensé en convertirme en escritor. Había terminado Formación Profesional Agropecuaria y trabajaba en la carnicería de mis padres cuando un día, de pura casualidad, el guardavinos del mercado municipal (que es como llamábamos allí al guarda jurado) me pasó un tríptico donde se anunciaba un curso de cine y me lancé. Era el año 94 y desde entonces vivo de escribir. Empecé sin tan siquiera saber lo que era una productora y ahora tengo una.
¿Quién te dio tu primera oportunidad?
Michel Gaztambide. Impartía guion en aquel curso y fue la primera persona que confió en mí y quien me abrió las puertas del mundo laboral. También me ayudó Paco Pino, director de casting, que lamentablemente falleció muy joven. Y Laura Belloso, que por aquel entonces trabajaba en Videomedia y me puso en contacto con la productora, donde empecé a escribir sketches para un programa. ¡Qué tiempos! Los mandaba desde el fax de la caja de ahorros de un pequeño pueblo al que me fui a vivir.
El sector ha cambiado mucho desde entonces ¿Qué consejo le darías a un guionista que esté empezando ahora?
Si lo que quiere es escribir, el consejo es sencillo: que escriba. Si lo que quiere es vivir de escribir, entonces le diría alguna cosa más. La primera que se desprenda cuanto antes de su complejo de genio, que deje de ver tantas series, que salga de su cuarto y se abra al mundo y escriba lo que ve y de la manera en la que lo ve. Lo segundo que le diría es que proteja su sensibilidad con uñas y dientes, ya que el combate diario por la supervivencia laboral nos embrutece a todos. También le diría que no se mida con los demás, que tenga paciencia y que siga siendo él o ella misma siempre, sin interrupción.
¿Y a un guionista que quiere ser “showrunner”?
Es difícil responder a eso. Los guionistas vamos adquiriendo mayor peso específico en la industria. Hemos dejado de ser considerados poco menos que secretarias bien pagadas y eso es positivo y justo. Pero eso no capacita automáticamente a todos los guionistas para ser “showrunner” ni anula otros modelos de productores ejecutivos, que han existido y siguen existiendo y que son igual de válidos. El consejo que le daría es que se lo piense bien. Porque más allá de la palabreja, ser “showrunner” no es tener la última palabra sobre el guion o elegir el casting o a los directores… ser “showrunner” o productor ejecutivo es ser el responsable de todo, estar expuesto a que te partan la cara, a perder dinero, a fracasar y a no tener a nadie más arriba a quien echar la culpa. Y hace falta también la determinación para creer en tu proyecto durante mucho tiempo, porque el tiempo y las dificultades van debilitando tus fuerzas y tú mismo puedes ir perdiendo la fe y cansándote.
¿Cuál ha sido tu mayor batalla contra el tiempo?
Las mayores guerras que he librado, las he perdido. Historias que no se llegaron a hacer. Tardé diez o doce años en conseguir que una cadena se interesara por un proyecto mío. Alea Media es mi tercera empresa. La primera la hice con otros cuatro guionistas (Ignacio del Moral, Verónica Fernández, Joan Barbero y Xabi Puerta) y era la habitual empresa de contenidos, pero sin terminar de dar el paso de convertirnos en productores de verdad, de los que se juegan el dinero. Fuimos inmediatamente absorbidos por el grupo Zeta e hicimos tres series: “El síndrome de Ulises”, “Cazadores de hombres” y “El porvenir es largo”. Luego lo dejé. Estuve haciendo otras series hasta que apareció César Benítez, para el que había trabajado en “El Comisario”, pero al que no conocía personalmente.
PLANO A PLANO
Y fundasteis “Plano a plano”
La productora la fundó César. Yo me incorporé dos años después, en 2010. En una comida le conté que estaba pensando en crear mi propia productora y él tuvo la generosidad de ofrecerme que nos asociáramos. Fue una alianza de intereses. Yo quería llegar y él quería volver. Yo aportaba juventud, ideas y fuerza. Él experiencia, contactos y financiación. Los primeros años fueron durísimos, ya que no había manera de colocar ningún proyecto, pero eso nos unió mucho personalmente, y a ninguno de los dos se nos pasó por la cabeza abandonar. Resistimos y fuimos recompensados con el éxito.
¿Y cómo fue el proceso para llegar a crear un éxito de audiencia como “El príncipe”
César y yo compartíamos el pasado en “El Comisario”, así que, con ese “background” lo lógico era empezar esta nueva etapa con una serie policiaca. Rescaté de mi cajón un guion que había escrito hacía años y que no había conseguido vender (en el que, por cierto, ya existían los personajes de Morey y Fran) y al mismo tiempo leí una noticia sobre el barrio del Príncipe. Uní las dos cosas y escribí el piloto. Todas las cadenas lo rechazaron. Pero no cejamos hasta lograr que Vasile se lo leyera. Nos pidió que le diéramos mayor peso a la historia de amor de los protagonistas y lo demás ya es historia… fue un proceso de dos años y pico muy duro, donde hice la mili como productor.
Y tras el éxito os embarcásteis en otro éxito…
Sí, en “Allí Abajo”. Yo llevaba tiempo dando la murga con el tema de que la comedia que gusta en el norte de España no gusta en el sur y viceversa. Decía que había una especie de muro de cristal a la altura de Madrid.
Un muro que las risas no pueden traspasar.
Exacto. Y le dije a César: “Tenemos que hacer una comedia que una el norte y el sur, que guste en todas partes ¿Y si llevamos un personaje del norte al sur o viceversa? ¿Qué pasará? ¿Se reirán todos?”. César me recordó que se había hecho una película en Francia, “Bienvenidos al norte”, que era un poco eso, y yo pensé que Oscar Terol, por su experiencia en “Vaya Semanita”, era la persona ideal para el proyecto. Le llamamos e hicimos un primer guion. En Telecinco no lo quisieron, en Antena 3 no se decidían y la cosa se quedó ahí. Pero entonces llegó el tsunami de “8 apellidos vascos” y ahí sí, los de Antena 3 no dejaron pasar la oportunidad. Se sumaron entonces Marta Sánchez y Olatz Arroyo como guionistas. Le dimos otra vuelta más a la serie, se estrenó y fue un éxito.
¿Participaste en el proceso creativo de “El caso”?
Siempre participo, aunque ahí principalmente fui productor ejecutivo. Es un proyecto de Fernando Guillén-Cuervo que nos llegó de TVE. Fernando López Puig nos dijo que llevaban tiempo queriendo producirla, así que nos lanzamos. Pese a que no funcionó de audiencia, me siento muy orgulloso de haber participado. Creo que era una buena serie.
LA VERDAD
Telecinco estrena ahora “La verdad”. Háblame un poco de cómo surgió la idea para esta serie…
Después del éxito de “El Príncipe” buscábamos un nuevo proyecto para Telecinco. Yo había leído varias historias de desaparecidos y me había impresionado mucho la de aquella austriaca, Natascha Kampusch. También había leído la historia de una chica de León, Naika Méndez, que había vuelto a su casa once años después de haber desaparecido y que entró en su casa como si nada. Los padres no le querían preguntar para no ofenderla. Nunca explicó dónde había estado todo ese tiempo. Por esas fechas vi además un documental que se llamaba “El Impostor”, que cuenta la historia de un francés que había suplantado la identidad de un desaparecido norteamericano. Con todo eso en la cabeza fue con lo que empecé a escribir “La Verdad”.
¿Cuál fue la mayor dificultad que encontraste al escribir esta serie?
“La verdad” fue difícil de escribir. Estaba obsesionado con despegarme lo más posible de “El Príncipe”, que era una serie de sentimientos primarios, de emociones muy a flor de piel (celos, amor, odio…). Con “La Verdad” quería hacer algo más sofisticado, con personajes más retorcidos, una historia más norteña. Me apetecía indagar por ahí. Virginia Yagüe me miraba como si fuera un psicópata, jaja.
¿Es más turbia que la futura “Vivir sin permiso”?
Sí, yo creo que sí. Porque “Vivir sin permiso” es básicamente una saga familiar con sentimientos y relaciones muy reconocibles. En “La Verdad” todo es mucho más turbio. Todos los personajes ocultan sus verdaderos sentimientos. La escritura de “La Verdad” coincidió además con el anuncio de la llegada de las nuevas plataformas, que no sabíamos muy bien qué iban a hacer pero que teníamos la intuición de que buscaban historias más sofisticadas, alejadas de nuestros parámetros habituales (luego la cosa no ha sido tan así, pero eso era lo que creíamos entonces) y pienso que eso me contaminó.
¿Por qué decidiste salir de “Plano a plano”?
“Plano a Plano” fue una aventura apasionante, pero la pasión nunca es eterna. Tras los éxitos de “El Príncipe” y “Allí Abajo”, la productora entró en una nueva etapa, más acorde a los intereses y necesidades de César que a los míos. Vi claro que mi etapa allí había terminado y me marché. “Plano” sigue viento en popa y yo, por mi parte, estoy muy feliz en Alea Media, así que todos contentos.
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