JAVIER OLIVARES Y LA WRITERS’ ROOM QUE VIAJA POR EL TIEMPO

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Texto: Nico Romero

Fotos: Héctor Beltrán

Javier Olivares nos recibió en su oficina de Madrid Río y fue generoso con nosotros tanto en tiempo como en titulares. Fueron dos horas de entrevista en las que pudimos hablar de Historia, de Política, de la industria y, cómo no, de las particularidades de una writers´room que viaja por el tiempo. Camuflado tras su inconfundible atuendo negro, Olivares defiende, con la misma calma que firmeza, las decisiones tomadas en todos estos años de profesión. Quizás ahí radique parte del éxito que le ha llevado a convertirse en el “showrunner” más conocido de este país. Aquí va la mitad de la entrevista. El mes que viene la otra mitad.

SOBRE LA WRITERS´ROOM DE “EL MINISTERIO DEL TIEMPO”

¿Cómo preparáis una temporada de  “El Ministerio del Tiempo”?

Lo primero que se hace es un dossier amplio, aunque luego, cuando nos quedamos sin presupuesto, lo vamos cambiando. Cuando ya no te da para palacios ni castillos, te tienes que ir a grabar a los años 50, 60 o 70. Me gustaría que fuera de otra forma, pero no espabilo.

¿Y cómo elegís los casos? ¿Qué ha de tener un momento o personaje histórico para que se convierta en una aventura de “El Ministerio del Tiempo”?

Primero procuramos conjugar episodios históricos que no sean de épocas parecidas, pero además nos gusta que definan muy bien qué es España, que importe mucho en relación a los protagonistas de la serie y sobre todo tenemos un concepto global de mostrar la Historia de los perdedores o la de los vencedores anónimos.

¿Te dejan contar la historia de los perdedores?

No dejo de hacerlo. Lorca, el “Empecinado”… Y luego, esa parte que no viene en los libros de Historia sino que empieza a venir ya en los periódicos, como la vampira del Raval. Nadie va a contar que Hitchcock estuvo en el festival de San Sebastián de 1958, que una de las operaciones más importantes de la Segunda Guerra Mundial se dio en las playas de punta Umbría, que Bolívar tuvo su primer amor y esposa en Madrid con 16 años o que Gonzalo Guerrero fue el primer soldado español que se pasó al bando maya y se convirtió en cacique.

¿Tenéis un periodo previo de documentación para esto?

Hay dos maneras. Una, cuando ya tienes un tema concreto y lo documentas. La otra, que es muy divertida, es ir a la caza de momentos… El problema es la falta de previsión, de tiempo… sobre todo cuando no sabes si te renuevan o no. Y cuando te renuevan tarde, con la temporada anterior emitida y tienes que ir a toda velocidad. A veces tienes que echar mano de gente que te da una idea. En el caso de Alberto López, yo supe que era un gran estudioso de la conquista de América y le dije “¿de qué dos temas escribirías?”. Me dio dos, yo elegí uno y le invité a colaborar. Poca gente sabe que el Marqués de Comillas huyó a Cuba por asesinar a un hombre y que hizo toda su riqueza con esclavos, que era un negrero. Nos gusta mostrar los rostros humanos de la Historia con todos sus claroscuros. Y luego también nos interesan las protagonistas femeninas para poner en valor el papel de la mujer.

Y una vez que tenéis los temas ¿cuál es el siguiente paso?

Sortear mil problemas que te surgen cuando un actor se te va, que te cambia muchos temas. A mí, eso, me ha matado bastante la segunda y la tercera temporada. Pero es lo que hay: un actor no puede estar esperando que la serie renueve si tiene otros proyectos.  También, la producibilidad o no de la idea que has tenido.

¿Organizas a tus guionistas por equipos?

Sí. Trabajamos en bloques de dos guiones con dos equipos, cada uno de 2 guionistas. A mí me gusta que en las primeras reuniones estén los dos equipos.

¿Para escaletar?

Para lanzar las ideas y marcar la escaleta… para que unos puedan opinar sobre el otro capítulo. Luego cada equipo se va a hacer su escaleta, me la pasan y yo la corrijo.

¿Habéis conseguido industrializar la mecánica?

Mínimamente porque esta serie es muy complicada. En la segunda temporada tuve demasiada gente en el equipo y la primera la hicimos Pablo, Anaïs y yo. Esta serie, con tiempo, la escribiríamos dos o tres. Es muy de autor, muy de mi hermano y mía.  Cuando te llaman para “Los Serrano” o “Los hombres de Paco” o “Ventdelplà tienes que ser tú, aportar tu punto de viste, pero mantener una lealtad al 100% con un estilo, con una marca que no has creado tú. Pues aquí es lo mismo, sólo que esta vez, la creamos Pablo y yo. Muchas veces, escribiendo, de hecho me pregunto: “¿Esto le gustaría a Pablo?”.

La serie tiene una curiosa mezcla entre comedia y drama

Aquí estamos muy acostumbrados a decir: “Hago drama: dramón” “Hago comedia: chistes”. No. La comedia tienes que hacerla con una estructura que, cambiando el giro, pudiera ser un drama. No tienes que ir al chiste. Y una de mis normas es “el drama se escribe a ritmo de comedia”.  No se mete el dedo en el caramelo para removerlo. No quiero que el público esté dramatizado viendo el capítulo. Quiero que esté divertidísimo. Y que cuando pose la cabeza en la almohada por la noche diga: “¡Lo que me han contado!”. Pero no que esté lamiéndose las heridas. Y en comedia está prohibido el chiste.

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¿Cuántas versiones de guion hacéis?

Los guionistas hacen dos, yo hago la tercera, que se envía a producción y TVE. Con sus notas hago la cuarta. Por último hacemos una “writer” en la que leemos el capítulo en voz alta, aquí, con el director del episodio, el de la serie, los guionistas y yo. Sirve para aliviar la falta de la mesa italiana por falta de tiempo, de manera que el director ya va a rodaje con toda la información que necesita, con todo lo que se tiene que hacer en plató. Salvo imprevistos, claro.

¿Interrumpís la lectura?

Sí, sí. Son ocho o diez horas de mesa italiana. “Aquí falta un gag”, “aquí ¿por qué hace esto? ¿por qué no hace esto otro?”, “aquí no voy a tener tiro de cámara”, “voy a necesitar cuatro líneas de diálogo más”.

¿Y lo corregís en el momento?

¿Y quién está sentado al teclado?

O el guionista que ha escrito el capítulo, o Anaïs Schaaff o yo.

¿Y todo el proceso cuánto tiempo os lleva?

Cuando todo va bien, en cuatro o cinco semanas, cerramos dos guiones.

¿Tus guionistas son autónomos o están en nómina?

Autónomos. Nosotros pagamos 12.000 € por guion. Cuando yo empecé a currar en esto hace 30 años, cobraba el equivalente a 12.000 euros. Ver que ahora se pagan 9.000 o 7.000… Eso no lo voy a hacer yo. ¿Te imaginas? Un guionista que se mete a productor y paga menos de lo que debiera… Sería para darme de hostias.  Si de repente un guion cae y no se produce, el guion se paga igual. El nuevo lo hacemos Anaïs y/o yo gratis y tenemos que asumirlo como productores. Yo creo que al guionista hay que mimarlo. Tiene que sentirse muy independiente. No le pido exclusividad, mientras funcione. Que se maneje con toda la comodidad posible, sin perder sus hábitos como escritor. Yo quiero trabajar con guionistas que quieran estar en el proyecto, que les apasione. Me gusta la gente que dice que no a unos proyectos y sí a otros, que arriesgan y que tienen ética.

¿No necesitas licenciados en Historia?

No, porque ya soy yo historiador. Y Pablo lo era. Y Anaïs estudió Humanidades. Además, todo guionista, antes de escribir debe ser un documentalista. De hecho, antes de dedicarme a esto, fui jefe de documentación en una editorial de Historia.

¿Y cómo seleccionas el equipo? ¿Cuál es el criterio?

En un equipo siempre quiero tener a alguien nuevo, más joven que yo, que esté empezando. Él va a tener un punto de vista que yo no tengo.

¿Por frescura?

Sí. Porque no esté maleado por la industria. Y porque hay que dar oportunidad a la gente que empieza. Y cambio siempre cada año. Luego siempre procuro que exista una mezcla de mujeres y hombres. Porque son miradas distintas e indispensables las dos. Pero, sobre todo, guionistas que necesiten contar cosas… Que pongan su sello y su punto de vista…  Porque ser guionista no es sólo saber escaletar y dialogar. Quiero guionistas que intentan contar una historia propia pero, sobre todo, que saben trasladar sus propias emociones. Tienen que seguir un estilo, pero eso no debe significar sumisión, desde luego.

Gente que tenga voz propia.

Por supuesto. Como te he dicho, yo cuando entré en “Los Serrano” o “Ventdelplà” me empapé de ellas, pero luego tienes que poner tu alma. Los buenos guionistas son aquellos  que no se meten en este profesión porque quieren ser guionistas sino porque necesitan ser guionistas. Ésa es la diferencia. Y respetan las creaciones de otros sin entrar como un elefante en una cacharrería.

¿Y cómo los encuentras? ¿O ya los has encontrado?

Se encuentran de muchas maneras. Y algunas veces, es imprevisible. Pero en la industria nos conocemos todos. El año pasado tenía ganas de colaborar con Borja Cobeaga y Diego San José… Y aquí estuvieron. Fue una experiencia estupenda. Luego, vas conociendo gente, te llama la atención tal o cual trabajo… Y luego, en la serie, estamos los fijos: Pablo (mientras pudo), Anaïs y yo. Ahora estoy encantado con Carlos de Pando, con Javier Pascual, con Alonso Laporta… Pero creo que cada proyecto tiene su equipo. Y no creo en equipos muy numerosos, porque se pierde la autoría.

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SOBRE HISTORIA Y POLÍTICA

¿Hay algún personaje o momento histórico alrededor del cuál te gustaría contar algo pero es políticamente incorrecto?

No me limita lo políticamente incorrecto. Me limita la producción. Creo que “El Ministerio” ha dado muestras sobradas de que no es políticamente correcta, aunque unos crean que somos unos fachas y otros unos rojos radicales. La ideología de mi hermano, mía y de Anaïs es la que es pero no estamos haciendo proselitismo. Es una serie de aventuras para que la vea todo el mundo. Lo que pasa es que estamos continuamente hablando de la Historia de España y la Historia de España tiene cosas de las que sentirnos orgullosos pero otras de las que no. El “Empecinado” es un tipo que defiende España por encima del ejército español, que se había disuelto y que, cuando vuelve el Rey, van y lo ejecutan.

Quizás los tiempos pasados son menos problemáticos de tratar pero temas como la Guerra Civil o la Transición son más peliagudos.

Tenemos un capítulo sobre el Guernica. Y en el de la gripe española había mucho paralelismo con la crisis del ébola. Para nosotros un mito de la política es Suárez, que va a salir esta temporada. Fue el que hizo la Transición verdadera. Viene del Movimiento pero legaliza el PCE. Tiene una serie de frases muy curiosas: “El futuro sólo lo puede elegir el pueblo con su trabajo y con su voto”.

¿Y no habéis tenido problemas con la cadena para tratar ciertos temas?

No. Yo creo que hay que tener cuidado para no molestar a nadie. Pero los ingleses te cuentan el hundimiento de su sociedad, la desestructuración de la familia y estás viendo una comedia como “Full Monthy”, “Billy Elliot” o “Tocando el viento”. Esa es la clave… Un guionista puede colar lo que quiera porque no conozco ningún productor ni ningún ejecutivo de cadena que prefiera un texto mal escrito a uno bien escrito. Y si tú escribes muy bien un guion, tú puedes contar muchas cosas.

Aunque entiendo que “El Ministerio del Tiempo” es un producto de entretenimiento no puedo dejar de analizarla políticamente y veo que el propio Ministerio es un órgano extremadamente conservador, pues no quiere que nada cambie, ni siquiera para bien.

Pero eso es más azañista que conservador. Stephen King tiene una novela en la que, por evitar la muerte de Kennedy, crea un presente mucho peor.

Ya, pero podría salir mejor.

Salvador lo explica muy claramente: “Deje, deje, que somos españoles y podría ser peor”. Hay una ironía. No es un concepto conservador. Hay una intención de conservar la historia porque es la que es y nadie se puede imaginar cómo sería si cambiase. Y el siglo XIX está lleno de ejemplos de que si se cambia para un lado o para el otro, no es mejor una vía que otra. Yo no estoy haciendo una serie de política-ficción.

Yo sí te estaba pidiendo un ejercicio de política-ficción. Creo que si la España de “El Ministerio del Tiempo” estuviera gobernada por un ejecutivo más progresista, las directrices serían otras.

El Ministerio del Tiempo apela a la conservación de lo que hay pero la conservación no equivale a conservadurismo ideológico. El capítulo de Felipe II era una distopía en la que yo le contaba al espectador todo el prestigio que tenía España en la época de Felipe II. Muy bien, pero ahora vete a vivir allí, majete. ¡Cuidado con la gloria y la grandeza! Si no eras duque te ibas con los Tercios porque no tenías qué comer. Y te quitaban la mitad de la cosecha. Y ahora trae eso aquí: gloria, gran ejército pero ni Constitución, ni derecho al voto… Si traes a Felipe II a gobernar a 2017 y aplicas aquellos códigos sociales al presente, estás en una dictadura. Y me ha extrañado mucho que este capítulo no se analizara más en algún medio de comunicación porque estamos planteando un distopía crítica con el concepto de grandeza española. Más crítica política en un capítulo en televisión no se ha dado en muchos años. Y además hablamos del bien común y del bien público con lo que les pasa a los personajes. Cuando vuelven al presente y descubren que ha cambiado, Julián recupera a Mayte, Alonso está con su mujer embarazada. Es lo que ellos querían. Pero no pueden quedarse porque Amelia les azuza. Y para colmo en la última secuencia hablo de la buena muerte. De aliviar el dolor porque Felipe II acepta las condiciones del Ministerio para dar marcha atrás pero les pregunta “¿cómo moriré? ¿Sufriré mucho?” “Como un perro” “¿Os puedo pedir un favor?” “Sí”. Y ella va a ponerle una inyección para que muera. Es la condición que pide un rey, dueño del mundo: “Quiero morir sin sufrir”. Eso en un solo capítulo. Ahora háblame de conservadurismo.

Pero yo no digo que la serie sea conservadora sino que las directrices por las que se rige ese Ministerio son conservadoras. Y yo me pregunto ¿el Ministerio gobernado por un partido más progresista funcionaría igual? ¿Qué ocurriría si en la serie gobernara Podemos, por ejemplo?

Yo creo que el Ministerio es un consenso, como el que tendría que haber en este país con la política educativa. Es un Ministerio que en la dictadura pasa al ostracismo para que un dictador no se aproveche de él. En nuestro universo, Pablo decidió que Franco no sabía que el Ministerio existía. Los Reyes sólo saben que existe a partir del siglo XIX. La gran sorpresa de Felipe II es que descubre que puede viajar al futuro. Y en esta tercera temporada te anticipo que, por primera vez, va a haber una trama horizontal en la que dos sociedades secretas que existieron en el siglo XIX se hacen con el libro de las puertas. Una se llama “los hijos de Padilla” que son los nuevos comuneros, libertarios y radicales, y la otra es “el ángel exterminador” (no me estoy inventando los nombres, existieron), que son absolutistas y defienden los viejos fueros y el Carlismo. Va a haber una especie de guerra civil latente entre dos ideologías.

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Suena interesante…

Yo he recibido muchas críticas cuando en el capítulo del Cid me acusaron de anti-español, de pro-árabe, cuando los libros de Historia dicen que el Cid era un mercenario. Combatió para cinco o seis reyes distintos, incluso alguno de origen árabe, aunque llevaban aquí más tiempo que muchos que se consideran españoles antes de que el concepto de España existiera.

Me gusta que su propia mujer, Jimena, le pone a parir.

Sí, eso ya son licencias que nosotros nos permitimos. Cuando yo hice el capítulo de los últimos de Filipinas también tuve que recibir insultos porque estaba atacando a España y al ejército español. No, no. Lo que estaba contando era real e incluso suavicé que Martín Cerezo fusiló a los que se iban a fugar. Sólo se oía el tiro. Pero les fusiló encandenados. Y les pegó el tiro de gracia. Hemos tocado el tema del robo de niños, de la pérdida del padre, de seres queridos… Mi hermano tenía un texto que decía: ¿Qué es el Ministerio del Tiempo? Una serie de aventuras ¿qué tiene que hacer? Entretener… pero no nos conformamos con eso. También queremos contar la Historia de un Ministerio que tiene sus lados oscuros y corruptos (porque en el Ministerio, Salvador a veces tiene sus cosas). Y estamos hablando de algo muy importante: tú puedes ir al año 30 y ver a las chicas que nadan con Esther Williams pero cuando vuelves a 2015 están muertos todos. Enterrados. Ese choque moral y mental de nuestros protagonistas se está tratando desde el capítulo tres. Y eso no es una serie amable. En lo emocional “El Ministerio” es muy dura. Aquí no miramos para otro lado. Hemos hablado de Gernika y hemos hablado de una población en guerra civil. Hemos hablado de barbaridades que se han hecho en la Historia. Del Lazarillo y del levantamiento de los Comuneros, de Lorca… En el capítulo de los nazis, Lola Mendieta es perseguida porque está salvando republicanos. Si analizas, estamos hablando de los perdedores, de los que ganaron pero no se llevaron el premio, o de las mujeres olvidadas. No se puede tachar esta serie de conservadora.

Yo no decía que la serie fuera conservadora.

No lo digo por ti. Yo creo que ésta es la primera ficción que en vez de poner a dos Españas la una contra la otra, las pone a trabajar juntas. Nosotros cogemos a un símbolo de la España tradicional, Alonso, que es soldado de Flandes; a otro de la moderna, Amelia Folch, catalana, mujer, primera universitaria… y un símbolo de la tercera España: la escéptica, la de Julián o Pacino, la que al final dice: “me tomo una copita por la noche, ceno, veo el fútbol y no me cuentes historias”. Bueno, pues esas tres Españas están en la misma barca, remando juntos en la misma dirección. Ideológicamente creo que es un mensaje muy avanzado, muy positivo: vamos a dejar de discutir, de matarnos a garrotazos.

Te iba a decir también que en “El Ministerio del Tiempo” hay cierta crítica al funcionariado pero ahora que lo pienso no es verdad.

Claro que no. En un capítulo se dice: “No somos superhéroes. Somos funcionarios”. Y en el prólogo que he hecho para el comic hablo del valor del funcionariado. Lo que pasó es que Borja Cobeaga y Diego San José hicieron un capítulo-parodia sobre el funcionario típico y se levantaron ampollas pero en “El Ministerio del Tiempo” estamos constantemente defendiendo el papel del funcionariado.

Las misiones terminan bien… luego los funcionarios hacen su trabajo.

 Claro.  Después hay buenos y malos funcionarios pero el funcionariado es esencial y básico en un Estado moderno. “El Ministerio del Tiempo” es un homenaje al funcionariado. Lo que pasa es que nos permitimos hacer una parodia de eso y te da la risa pero los buenos funcionarios son héroes.

Entonces no crees que el Ministerio funcionaría mejor si se externalizara la gestión.

En el capítulo 5, Salvador dice: “hay tres cosas que no se pueden privatizar: la educación, la sanidad y los viajes por el tiempo”. Y lo dice el subsecretario del Ministerio, ese que te parece tan conservador. Ese es un lema que el jefe del Ministerio defiende a capa y espada. De hecho, hay una empresa privada americana que juega con esto. Es el choque de lo público contra lo privado. De lo europeo contra lo americano. “¿Se imagina si se privatizara el Ministerio del Tiempo? En los “realities” estarían Felipe II y la Beltraneja” comentan.

¿Veremos viajes al futuro en “El Ministerio del Tiempo”?

Hacemos un guiño en esta tercera temporada pero si nosotros viajáramos hacia el futuro tendríamos que imaginar una historia mientras que si viajamos al pasado tenemos la Historia con mayúsculas. No podemos disparar a dos dianas a la vez. Y además, ahí sí, nos convertiríamos en Dr. Who. Sólo nos faltarían los “daleks”. Las bases de nuestra serie son: la Historia, el género fantástico y los viajes por el tiempo. Lo han hecho muchos. El presente es la última estación que se ha construido. Si nos pusiésemos a mirar hacia el futuro dejaría de ser una serie histórica. Y esa es una base muy importante.

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