ENTREVISTA A DAVID PULIDO, GUIONISTA DE “TARDE PARA LA IRA”

Las nominaciones de los Goya 2017 ya están aquí. De entre todas las películas, en Bloguionistas ya hemos podido entrevistar a varias de las seleccionadas. Hoy os traemos la entrevista a David Pulido, guionista de Tarde Para la Irauna de las cuatro nominadas a Mejor Guión Original. Con él pudimos hablar en Madrid sobre el proceso de escritura de la película y el papel del guionista en la industria actual.

El guionista David Pulido

El guionista David Pulido.

Nos encontramos delante de tu primer guión, que has coescrito con Raúl Arévalo. Nos consta que ha sido un proceso que se ha alargado varios años.

Pues sí, de hecho esto empezó por el mero placer de escribir una historia que nos gustaba. Sin tener muy claro si al final esto iba a ser una película, o qué iba a ser. Además, Raúl y yo nos conocemos gracias a este proceso. Nos caímos bien en una fiesta, él sabe que soy psicólogo, y al poco tiempo me dijo que tenía una idea de una película que había empezado a escribir y que si quería escribirla con él, tanto por el hecho de ser psicólogo como por el hecho de que al empezar a hablar de cine vimos que conectábamos.

Empezamos en el año 2007 a escribirla, a nuestro ritmo. A veces se quedaba semanas parada, aunque nunca la dejábamos del todo, otras veces nos daba por quedar todos los días y escribir… fue un proceso largo, y cuando el guión empezó a ir avanzando y se lo pasábamos a gente para que lo leyera, veíamos que gustaba, que siempre recibíamos mucho empuje de todo aquel que lo leía. Ahí nos dimos cuenta que esto que habíamos creado casi como un juego podía llegar a ser un guión.

Raúl siempre había sido actor, y yo psicólogo. Entonces, el proceso fue sin prisas. Nunca habíamos tenido que vivir del guión, lo que supuso una ayuda, porque no había presiones por parte de nadie. Luego Raúl tenía muy claro cómo quería hacerlo, que como podéis comprobar al ver la película es algo bastante autoral. Si una productora no quería hacerlo así, no había ni prisa ni problema. Y si eso podía significar no hacer nunca la película no se haría nunca.

Vamos, libertad absoluta en tramas, personajes, nivel de violencia…

Así es, libertad absoluta y total para todo. Para elegir el reparto, para todo, sin ningún tipo de presión. Al principio cuando se empieza a mover había grandes productoras que sí que nos pedían elenco más joven, más comercial. Pero nosotros cuando empezamos a escribir ya pensábamos en Antonio de la Torre y Luis Callejo. En ese momento Antonio no era la persona súper conocida y premiada que es hoy día, por lo que era más complicado que una productora aceptase, pero nunca pasamos por el aro. Rodar en super 16, que era otra locura…

Y cuando Raúl conoce a Beatriz Bodegas, la productora, vio en ella esa confianza y empuje de apoyarnos al máximo y brindarnos productora y dinero.

Qué gusto, ¿no?

Sí, porque nunca pasa eso. Nunca pasa eso y así lo hemos vivido todo, por parte de la productora también. Con total libertad y confianza. Siempre poniendo ellos los cauces, eso sí, porque son los que entienden de números y tienen que hacer su trabajo. Pero con total libertad. Así que ese es el proceso. Mucho tiempo, muchas reescrituras, mucho tiempo parado también.

Así que sí, es verdad que es el primer guión, pero le hemos dedicado mucho tiempo y muchas lecturas.

¿Y cómo empezáis a estructurar la primera versión? Partís de un tema, de una trama…

La idea es la que a mí me cuenta Raúl la primera vez. Siempre decíamos que con los crímenes que están ocurriendo, si alguna vez me encontraba con el asesino de mi hija no sé lo que haría. Y ese no sé lo que haría, siempre había alguien que respondía “yo me los cargaba”. Pero no es tan fácil matar a alguien en la vida real. A no ser que estemos en una película de Tarantino, matar es sucio, es difícil. Clavar un cuchillo es un proceso muy sucio, y que a la vez podemos llegar a hacer todos.

Queríamos contar esa idea, y así surge la premisa. Alguien que se enfrenta en un momento determinado a unas personas que en el pasado destrozaron su vida. Queríamos contar el cómo lo hace. Y a partir de ahí va toda la escritura. El personaje de Curro va cogiendo más importancia, porque nos parecía muy interesante y creíamos que el espectador era con quien iba a ir. Con Curro, que al final es una doble víctima. Ha pagado dos veces por su crimen.

Aunque Curro está construido como un personaje al que al principio no le tienes mucho aprecio.

Bueno, es un viaje, a lo mejor. Es verdad que lo que han hecho Luis Callejo y Antonio de la Torre con su interpretación es darle la vuelta a sus roles. Curro al principio te puede caer peor, pero yo creo que en seguida ves que es un hombre más de gritar que de hacer daño a nadie. De hecho, él en ningún momento hace daño a nadie. No es capaz de pegar. No pega a nadie. Se enfada, pero no hace nada. Su mujer se enfrenta a él, pero él es incapaz de hacer nada. En el atraco del inicio se ve que es un pardillo. Y luego incluso tiene decisiones morales, de no estar de acuerdo con lo que va pasando. Él decide que le pase lo que le pase a él, no puede dejar que todo ocurra.

Cartel de la película Tarde para la ira

Cartel promocional de la película

Sin embargo, Antonio de la Torre, que pensábamos que iba a ser un personaje que el público iba a recibir de manera distante, con miedo incluso, ya cuando arranca la película en ese primer punto de giro transmite algo con su mirada de dolor y pena que, aunque haya engañado al espectador, se lo perdona. Aunque ahora dé miedo, no dejas de ir con él. Y esto para mí es una lección de guión que aprendí sobre la marcha. Hay matices de los actores que profundizan en cosas que tú al escribir no te das cuenta.

Precisamente nos interesaba hablar contigo para saber cómo había sido este proceso de escribir siendo psicólogo. Al final un arquetipo dramático no puede ser tan complejo como una persona real. ¿Hasta qué punto puedes aportar desde tu punto de vista de psicólogo, o tienes que caer en ciertos “errores” psicológicos para que sea verosímil?

Muchas veces la realidad no es “verosímil”, pero en cambio un guión lo tiene que ser (risas). En consulta trato a gente, y esto se lo comentaba a Raúl, que si  contara lo que les ocurre nadie se lo creería. Debes suavizarlo. Eso es lo que ocurre con el personaje de Antonio de la Torre. Debía ser verosímil a la vez que huíamos de ciertos clichés que a mí no me gustan nada. Estas cosas como la amnesia, la doble personalidad… esas cosas que ya sí que son barbaridades desde el punto de vista psicológico.

Así que el trabajo se trató sobre todo de simplificar un poco. Sí que decíamos que si el personaje de Antonio de la Torre había estado tanto tiempo sin explotar guardando su secreto debería haber desarrollado muchas conductas extrañas relacionadas con la ansiedad. Podría estar delicado, por ejemplo. Porque o una persona es capaz de dejar las cosas atrás y rehacer su vida, o en algún momento se tiene que exteriorizar. En pulsiones, o con un perfil obsesivo, o con otras cosas que no nos convenían para que no fuera un raro, o un psicópata, ni nada parecido.

Supongo que el impulso, la primera opción, es llevarlo más hacia ese lado.

Al principio sí que estaba compuesto por más cosas que explicaban cómo es, porque una de las cosas que sí que teníamos claras desde siempre es que no queríamos engañar al espectador de una forma tramposa. Queríamos que hubieran giros grandes pero que la gente llegara a ellos de forma natural. De hecho hay quien nos ha dicho que ve venir el final desde la primera escena, y otra gente sin embargo queda flipada. Eso es lo que buscábamos, que la gente llegara poco a poco hasta ahí.

Nosotros sí que desarrollamos ciertas conductas que daban a entender que algo le había pasado. Tienes a un hombre que está solo, sus enfermeras le conocen. Tienes su casa, que parece que no le pertenece. Su cuarto, que es juvenil. Es una persona a la que se le detuvo la vida en un instante, en un momento determinado. Sí que se dan determinadas pistas, pero no queríamos llegar de una manera tramposa a todo esto.

Por ejemplo, él todos los días se pone la cinta de su pasado. Eso habría sido algo muy peliculero, que ya hemos visto. Además, te arrojaría otras dudas que restarían realismo a la película. Si tan planeado tienes algo, ¿harías hecho así las cosas? Él es un tipo torpe, no entra con un arma al gimnasio. Funciona por impulsos. Para mí esa (la del gimnasio) es una escena genial, y cuando ocurre te horroriza. Yo creo que ahí Manolo creó un personaje estupendo, que refuerza la idea de la película. Esto no es Kill Bill. Aquí pasó algo, y a partir de ese momento Antonio tiene un objetivo. Quizá no lo hemos transmitido bien, pero esa era la idea: una venganza desde las tripas, no pensada.

Es interesante también ver como tampoco jugáis, con estos dos personajes, a dejar claro cuál es la víctima y el verdugo.

Exactamente. El trío de personajes protagonistas está construido de este modo. Yo personalmente soy fan de Curro, defiendo mucho esa nobleza trágica que tiene su personaje y que puede producir rechazo. Por su parte Ana es una superviviente, una mujer dura a la que compadeces hasta que entiendes que su papel en esta historia es mucho más complejo y sabe mucho más de lo que quiere.

Hay una frase suya que dice “lo único que ha hecho Curro es juntarse con quien no debe”. Cuando acaba la película ves que esas frases adquieren un significado mucho mayor. También tienes ahí a Juanjo, el del bar, Manolo, Julio… Incluso la mujer de Juanjo, que aunque permanece ajena a lo que pasó también va sacando sus conclusiones.

No sé cuántas películas haremos Raúl y yo, pero creo esto siempre será marca de la casa. Los clichés, los buenos, los malos, las lecciones morales. Son cosas que no nos interesan a la hora de contar la historia. La película no ofrece una lección, y eso que era fácil caer en dar una lección, puesto que es un género que existe.

Entonces vuestro trabajo, digamos, fue el de darle la vuelta a la tortilla.

Nuestro reto al principio era el primer acto. Tenemos un primer acto muy largo, y aquí sabíamos que no queríamos engañar al espectador, por un lado, y por otro tampoco queríamos ofrecer una película que no fuera a desarrollarse luego. Si la gente creyera que están delante de un drama de triángulo amoroso, luego iban a ver otra película.

Entonces, cómo construir ese primer acto, sin que aburriera, sin que fuera tramposo, desvelando poco a poco y manteniendo la tensión fue lo que más trabajamos hasta última hora. De hecho, en el montaje final se hicieron cambios en este sentido.

También decidimos esa estructura capitular para evitar esto, que era nuestro principal problema de guión que podíamos tener. Con esta estructura capitular, de hecho, queríamos evitar que la película pareciera un conjunto de películas. Así, al espectador le estás diciendo todo el rato “te presentamos esto, ahora te presentamos esto”. El espectador tiene un hilo narrativo y automáticamente su cabeza estructura con las piezas de un puzzle que ya no hace falta al final de la película.

¿Esto lo teníais desde el principio?

No, como os decía a este primer acto se le dieron muchas vueltas. En guión era una cosa que ya estaba muy elaborada, y creo que es lo que más acortamos y cambiamos. Luego en el rodaje vimos cosas que funcionaban más y otras que no, y al final en el montaje es donde lo acabas de ver. Así, esta parte es la que más ha evolucionado y más se ha tenido que ir elaborando.

Se trata de reescribir en montaje en base a las imágenes. Si hubierais leído la primera versión, la estructura es la misma, sí, pero se ha ido puliendo, poniendo y quitando escenas para que la cantidad de información sea la justa y necesaria. Reescribir para acabar de darle forma, para contar bien el tema.

Respecto a vuestro proceso de trabajo, ¿cómo os organizáis?

Creo que es muy importante que un guionista se lleve el trabajo a casa. Nosotros trabajamos muy bien corrigiéndonos el uno al otro. Nos mandamos versiones, y luego quedamos. También creo que no todo el mundo tiene la suerte de poder dedicarle tantos años a un guión. No sé si “suerte” es la palabra, pero a nosotros nos ha ayudado mucho poder retomar el guión un año después. Creo que se nota. El guión, que al final es una negociación entre dos guionistas, lo defendemos a muerte porque ni uno ni otro lo reescribiríamos de una forma diferente. Y eso es muy importante.

Por otro lado, veo muy difícil escribir un guión solo. Yo creo que no podría. Cuando hay otra persona siempre uno de los dos tira en los momentos difíciles. Con Raúl escribiría toda la vida, porque nos entendemos y nos complementamos. También te digo, él es el director, así que tú también sabes que cuando un debate se queda en tablas, ha ganado él (risas).  Aunque el hecho de no conformarte te obliga a ponerte las pilas, y eso siempre es bueno. Fue un proceso bonito.

También es verdad que al trabajar en equipo puedes evitar fallos de guión flagrantes. Creo que en nuestro caso puede ser que la película guste más o menos, pero creo que no nos podrán decir que el guión es inverosímil. Creo que todas las reacciones y emociones de los personajes están justificadas, y, sin querer sonar pretencioso, cuando ves la película por segunda vez puedes ver por qué reaccionan y actúan como lo hacen en todo momento.

De principio a fin creo, creemos, que los personajes son coherentes con lo que son. No dan cambios porque les toque por páginas, por decirlo de algún modo. La idea era contar una historia contada muchas veces antes de forma muy potente, orgánica, contada desde los personajes.

Luego también da la sensación de que los diálogos están muy trabajados, que ningún personaje habla de más o de menos. Es el silencio el que explica también. ¿Fue algo consciente?

Sí. De los dos roles podríamos decir que yo soy el guionista más técnico. Por ejemplo me empeñé en meter un diálogo final entre los dos protagonistas que al final no existe. Y cuando lo vi dije “vale, así es mejor”. Raúl es intuitivo, es contenido, yo soy mucho más explícito. Pero como yo sabía desde el principio qué tipo de película era teníamos que trabajar con esto. El texto nunca podía decir lo que estaba ocurriendo en escena, trabajamos mucho con el subtexto. Por ejemplo, amenazar cuando estás en posición de inferioridad, o dar miedo desde la pena. Se trataba de eso, y es algo que nos gusta mucho.

Antonio de la Torre en un fotograma de la película Tarde para la ira

Fotograma de la película

Aunque también nos gustan mucho los diálogos más tarantinescos, como puede ser el caso de la escena de Manolo. O meter diálogos de humor cuando tú estás pensando que Antonio va a matar a un tipo cuya mujer está embarazada. Está claro que hay que entender la película, y hay que meter ciertas frases, pero queríamos huir lo máximo posible de ciertas frases. “Yo no quise matarle, fue un arrebato de ira”. Metíamos concesiones del género, pero queríamos huir la epicidad. De hecho, el diálogo final que quería meter era muy western (risas) pero rompía con la estética de la película.

Aún así, tiene mucho de western. La atmósfera tiene un papel muy importante en la película. Eso suponemos que ya lo teníais pensado.

Sí, de hecho cuando estábamos escribiendo y pensábamos en referentes nos venían muchos títulos de western. Nunca habíamos llegado a hablar que estábamos hablando un western, decíamos que es un thriller, pero sí, realmente la trama es alguien que llega a un pueblo, un crimen, un viaje, un duelo… El duelo, de hecho, fue un título que se nos ocurrió para la película, pero ya se iba a otro lado. Aunque Tarde para la Ira es muy western.

Aún así, el título que tuvo la película durante siete años fue Agosto, y era una película que no iba a transcurrir en verano, sino en invierno. Pero llegó la película de Julia Roberts y Meryl Streep y claro, (risas). Aún así creo que es un acierto, porque creo que habría sido un título que transmitía un intimismo que no respira la película.

Y a parte del western, ¿qué referentes teníais?

Creo que los referentes son claros y se notan, porque cuando intentas hacer algo diferente en seguida vienen a la mente otras cosas diferentes. Todo el mundo habla de ciertos referentes que evidentemente están ahí, pero están ahí de una manera orgánica. No nos reunimos y dijimos que nos molaba Saura, Tarantino o los Dardenne. En 9 años, de hecho, nuestro estilo ha cambiado. Lo que al principio nos quedaba más efectista con el tiempo nos ha ido interesando menos. Nos interesaba la cámara al hombro, el seguir a los personajes.

Comentabas antes que lleváis plan de seguir escribiendo más…

Sí, de hecho ya estamos con una segunda idea, y para mí, al menos, esto lo cuento y suena un poco a programa de Sorpresa Sorpresa, yo no quería dejar de escribir nunca este guión. Yo soy un psicólogo amante del cine. Me junto con mis amigos en los Goya para hacer porras, con nuestras fotocopias…

Lo vivo con pasión, y recuerdo que hace 9 años pensaba que molaba mucho porque conocía a Raúl Arévalo y quería que le ayudara a escribir un guión (risas). Yo nunca quería terminar de escribir el guión, porque pensaba que se iba a acabar mi ventana a esto. Pero bueno, luego ya nos hemos hecho íntimos los dos y eso ya no hay quien lo cierre. Aunque al principio para mí escribir era tan, tan bonito…

Ahora para este segundo proyecto tenemos más presión, tenemos el reto de seguir con lo que hemos hecho. Todo el mundo nos dice que la segunda película es más difícil. Ahora ya no podemos estar nueve años para otra película (risas).

Y claro, a ver qué productora espera nueve años.

Aquí siempre he dicho que Beatriz nos ha dado absoluta libertad, y se lo agradecemos, pero claro, sí, todo el mundo tiene que hacer su trabajo y no podemos estar nueve años para otra película. Es interesante ver algo que decís mucho vosotros en Bloguionistas, todo el asunto de la industria y sus tiempos, y sí, sé que hemos sido muy afortunados con la suerte que hemos tenido. Esto es algo que me dice mucho Diego San José. “A mí tardaron varias películas en ponerme nombre. Era el amigo de Borja Cobeaga… o el hijo de Victor Manuel y Ana Belén para los que me confundían” (risas).

Así que sí, que yo, desde el primer momento, haya tenido esta libertad creativa… También tuve la suerte de estar en el rodaje, porque Beatriz me dejaba estar. En todo momento he estado presente. Ahora he ido al Festival de Venecia. Así que yo, ahora, y con toda la humildad, twitteo con el hastag de guionistapresente.

Aunque sé que he tenido mucha suerte, creo que son cosas necesarias de hacer. Aquí Beatriz dijo algo interesante también. “Lo de que el guionista no esté presente es algo antiguo, es otra manera de hacer cine. El guionista tiene que estar.” Pero todavía queda mucho trabajo en lo que respecta a visibilizar al guionista. Ojalá estemos viviendo el principio de un cambio para todos.

Respecto a lo de la segunda película, nos hemos intentado evadir de todo. No pensamos ni en si será o no comercial, si gustará más o menos, si nada. Seguimos en la misma línea que con la primera película, haciendo lo que queremos y lo que nos apetece, sin querer demostrar nada. Vamos a hacer películas que nos gustan, con realismo, donde haya personajes envueltos en situaciones extrañas que les fuercen a hacer determinadas cosas. Y nada más.

Eso sí, esperamos hacer algo más luminoso. Como psicólogo retuiteo a mucha gente, y había ciertos tweets como “gracias por hacérmelo pasar tan mal”. A lo que estoy acostumbrado como psicólogo es a que me digan que les hago sentir mejor. Pero esto me ha molado un montón (risas). Al día siguiente de la premiere hice un pase con mis amigos al que llamé Tarde para la Sidra, y ver cómo reaccionaban… eso es lo que quiero con la segunda película.

Entrevista de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea. Fotografía de Nicolás Domínguez. 19 diciembre, 2016.