Entrevista y Fotografías de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea
La guionista francesa Christelle Berthevas ha acudido a esta 64º edición del Festival de Cine de San Sebastián para presentar su segundo largometraje, Orpheline (Des Pallières, 2016), en la Sección Oficial de Donostia. Hemos podido charlar con ella para hablar sobre este proyecto, con tintes autobiográficos, así como sobre sus impresiones sobre el papel de las mujeres guionistas en Francia.
Orpheline es una película eminentemente femenina: en ella encontramos la historia entrecruzada de varias mujeres que al final sirven para representar a la mujer en su generalidad a través de los conflictos propios de cada una de ellas. ¿Cómo surge este proyecto?
Es un proyecto que me fue encomendado por el director, Arnaud Des Pallières, cuando me pidió que escribiera sobre mi propia vida. Hay por tanto una parte autobiográfica importante. Yo ya había escrito una película con él, Michael Kohlhaas (2013), y quería tratar este tema, aunque no sabía si sería en forma de novela o para cine. Al principio tan sólo tenía un dossier en mi ordenador que titulé “once años de mi vida”, en el que acumulaba pequeños fragmentos de historias, como el de la niña pequeña, o de la adolescente. Arranqué desde ahí, con la idea de que para contar mi vida, quería hacerlo de manera fragmentada, donde la temporalidad explota y se mezcla con sucesivos pasos entre el presente y al pasado. Por un lado, estaba este aspecto y el hecho de querer representar que las personas tenemos identidades cambiantes y que no somos el mismo individuo con el transcurso del tiempo, incluso ya en la edad adulta. Hacía falta encontrar la manera de representar al mismo tiempo a las mujeres de hoy, un eje de reflexión igualmente importante, y hacerlo comulgar con mi propia historia personal y con el conflicto de la identidad. En definitiva, el punto de partida fue la búsqueda de esa manera de juntar todas las partes.
La película está inspirada en tu propia vida. ¿Cómo es escribir ficción sobre uno mismo?
No oculto que el proyecto nace desde esa idea, pero tampoco he querido desvelar a qué partes se refiere más concretamente. Digamos que un 60% de la historia es material autobiográfico.
Entendemos que por la naturaleza de la película, el proceso de escritura sin duda habrá sido a ratos doloroso. ¿Qué dificultades te ha supuesto?
La primera gran dificultad de escribir sobre la propia vida, sobre la historia personal, es que es un material que está de algún modo congelado, y que no tiene por qué ser dramático por sí mismo. Hay que encontrar aquellos elementos dramáticos que puedan dar pie a una historia de ficción. Esto es incluso más complicado cuando se escribe sobre uno mismo porque se da un problema de fidelidad. Intentas escribir y contar la verdad, pero al mismo tiempo te das cuenta de que demasiada verdad no acaba de funcionar y en algún momento vas a tener que traicionarla de algún modo. Es por tanto una labor delicada, sobre todo a la hora de coger la distancia adecuada para ser fidedigno y al mismo tiempo transformarlo en una ficción eficaz. Efectivamente, es un proceso doloroso por el contenido de esta realidad en concreto, pero es también una buena manera de desposeerme, que me permite seguir adelante y al mismo tiempo reconciliarme con este pasado. El guión y la película me han permitido esto.
La película cuenta pequeños momentos de cuatro mujeres en momentos diferentes de sus vidas, que a veces se entremezclan y que por lo general no tienen un final claro. Esta estructura no lineal puede llevar a los espectadores a diversas interpretaciones. ¿Has seguido alguna lógica para controlar este hecho?
Al principio, desarrollé una estructura con tan solo tres historias. Mi idea, y esto se ve en la película, era contarla como una cuenta atrás, empezando por la mujer de mayor edad y hasta la más pequeña, pero durante el proceso me di cuenta que me faltaba algo. Que no funcionaba con tan sólo tres partes. En dramaturgia, la estructura en cuatro partes suele funcionar, así que decidimos añadir una cuarta historia, que es la que da comienzo y pone punto final a la película. Nos dimos cuenta que así funcionaba mejor, casi como una muñeca rusa: el espectador abre la muñeca más grande y dentro aparecen sucesivamente muñecas más pequeñas. Así que esta estructura particular nace por esa idea que comentábamos antes de los fragmentos de vida y las diferentes identidades, pero también gracias a un trabajo de guión y escaleta en busca de la mejor manera de contar la historia, en busca de un nexo que de cohesión a las distintas partes de la película.

Fotograma promocional de Orpheline
Hablemos ahora del papel de la mujer en el mundo del guión. La presentación francesa en San Sebastián cuenta con una fuerte presencia de la mujer. Tanto esta historia como La fille de Brest, también en sección oficial, cuentan con elencos eminentemente femeninos, y en el caso que nos ocupa, con mujeres guionistas.
Las mujeres guionistas tienen su sitio en la industria francesa. Históricamente incluso, un poco como ocurre con el montaje, las mujeres siempre ocuparon roles en la escritura de guiones. Y es algo que se ha mantenido en el tiempo. Existe toda una generación de mujeres guionistas en Francia. Desde mi perspectiva es natural puesto que hombres y mujeres reciben la misma educación en las mismas escuelas de cine y por tanto han de llegar a los mismos puestos. Por otro lado, tomando el caso del director de esta película, creo que él y otros hombres de la industria también buscan esa mirada femenina sobre la sociedad, que tan necesaria es para que avancen las cosas y así puedan equipararse a las visiones masculinas. En Orpheline existe de hecho una búsqueda expresa de dar visibilidad a esta perspectiva femenina, tan necesaria actualmente.
La situación de las guionistas en España parece llevar camino de equilibrarse si atendemos al creciente número de alumnas en las escuelas de guión, pero está todavía muy lejos de esa paridad de la que hablas.
Es verdad que al final, si echamos un vistazo a los carteles de los principales festivales, el lugar de la mujer sigue siendo muy reducido. Pienso que posiblemente habría que contribuir voluntariamente a equilibrar esta balanza. Es cierto que puede resultar artificial, pero nuestra labor tiene un eco en la sociedad y puede contribuir a cambiar el comportamiento y la visión de la sociedad, donde todavía imperan los hombres. Esto es algo que debe cambiar.