Por Rubén Romero Santos.
Rubén Romero Santos es Profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, donde es Coordinador, por parte de la Universidad, del Máster en Guion de Cine y TV UC3M / ALMA – Sindicato de Guionistas. Es autor de La pistola y el corazón. Conversaciones con Agustín Díaz Yanes.
Apenas unos días después de que se inaugurara (¡por fin!) el nuevo centro comercial de Les Halles, cuyas obras llevaban en marcha desde que Billy Wilder e I.A.L. Diamond pusieron a Irma la Dulce a pasear por sus alrededores, tuvo lugar el Festival Séries Mania, que aspira, nada disimuladamente, a convertirse en el Cannes de la pequeña pantalla. La fórmula consiste en traer lo mejor del cercano MIPTV y mezclarlo con la cosecha propia de lo que han visto sus programadores por los cinco continentes (y con tanta ficción finlandesa y ártica, la frase hecha está más que justificada). La guinda la han puesto este año, y consiste en otorgar premios por parte de un jurado internacional, que den un marchamo legitimador a las ficciones presentadas.
Bada Bing vs Folies Bergère
La cuestión que se planteaba esta edición era, pues, a quién llamar para dar los premios. En Cannes la presidencia se alterna entre directores de renombre y actores/actrices de la cohorte celestial-divina. De vez en cuando también han llamado a algún escritor, tipo Henry Miller, pero visto que les interesa más emborracharse y jugar al tenis, ya casi nunca lo hacen. Pero en televisión, ¿quién podría ser esa figura de prestigio que sentara cátedra sobre las calidades artísticas de las ficciones? Los elegidos fueron un par de actrices (Yaël Abecassis, de Hatufim y Amira Casar, de Versalles) y, sobre todo y mucho más interesante, un ramillete de guionistas/showrunners de primera fila, entre los que figuraban Tony Grisoni (Southcliffe), Fanny Herrero (Dix pour cent) y el capo dei capi: el mismísimo David Chase. Chase se paseó por Les Halles con un rostro bastante avinagrado y aspecto de tener menos sentido del humor que Tony Soprano cuando se enteró de que Carmela le ponía ojitos a Furio Giunta (¿acaso era una máscara protectora para que no le preguntaran por ese momento en el que Tony se fue al lavabo?). La preeminencia del guionista se veía también en la manera de referenciar las diferentes series, asociadas a sus showrunners, y no a sus cadenas ni a sus directores.
Palabra de capo
Cuando Chase (y el resto del jurado) habló, dijo que el Grand Prix debía ser para El Marginal, la mejor serie de las ocho a competición. Y acertó. De acuerdo que se lo pusieron fácil: una serie de género sobre mafias en un presidio argentino y tal… pero es que El Marginal es muy, muy buena y confirma que lo de Historia de un clan no fue un accidente: cada vez que se juntan los hermanos Ortega y una pantalla de televisión surge la magia. De nuevo han vuelto a pergeñar una serie que merece estar en el top 5 no de las series latinoamericanas, ni de las series en español, sino de la Liga Mundial. En concreto, El Marginal retoma el mundo patibulario que Sebastián Ortega visitó en Tumberos, en la figura de un policía que debe infiltrarse en una cárcel argentina para hacerse respetar y averiguar qué ha ocurrido con la hija de un juez, secuestrada por unos delincuentes. ¿Un drama carcelario tipo Prison Break o OITNB? Sí, todo eso, pero a la vez, algo completamente diferente: un cásting alucinante (en el que destaca un enano más malparido que el Tyrion de Juego de tronos), un realismo sucísimo e hiperrealista y un humor perverso basado en unos diálogos brillantísimos que juguetean con el espectador al ritmo de su omnipresente cumbia villera.
La otra gran triunfadora fue The Kettering Incident, de Madden y Sheehan. Resultona y bellamente fotografiada, se llevó el Premio Especial del Jurado. Aquí hay dudas: a los autores parece haberles entrado un ataque de horror vacui y han superpuesto capas e influencias a cascoporro: de las más cercanas, como Top of the Lake, a las más pintonas, como The Incident de Shyamalan, pasando por las más obvias del tipo Twin Peaks (cuyo espíritu surreal y pervertidillo también era visible en la belga Beau Séjour). Como quiera que solo se ven dos capítulos por serie, no podemos saber cómo solucionan semejante ejercicio de sincretismo. Con todo, The Kettering Incident era interesante por ser un atractivo compendio de los argumentos más vistos en el festival. A saber: niña perdida, mujer adulta ídem de ídem, ecothriller y el infierno son los demás. Veamos.
El cine puede esperar
En los anuncios de Les Halles, entre cacheo y cacheo (¡qué tristeza de Europa nos está quedando!) podías entretenerte en ver las publis del festival. Rezaban así: “El festival de las series de TV en la gran pantalla”. El eslogan parecía decir 1) Que el tamaño importa 2) que había que hacerle la pelota a la cadena UGC, que prestaba sus salas y 3) que la televisión sigue sin curarse su complejo con respecto a su primo el de Zumosol. Ocurre que, a veces, al primo mayor también le gusta jugar con el Telesketch de la peque. Pero como es mayor, pues no sabe qué hacer con él. Numerosas de las series presentadas (en especial las que tienen como productores a canales públicos), hizo plantearse al que esto escribe si el adjetivo “cinematográfico”, no habrá dejado ya de tener valor como quintaesencia de lo artístico en televisión y, más bien al contrario, se está convirtiendo en un calificativo despectivo con respecto a lo que ocurre en la pequeña pantalla. La televisión tiene un lenguaje que le es propio, y que ni el ritmo ni el encuadre son los mismos… aunque algunos todavía no lo sepan.
Carcosa in my mind
Claro, que la televisión también produce sus propios monstruos. Como quiera que Nic Pizzolato reventó la caja con True Detective, no hay escritor de novela negra ahora mismo que no piense en forrarse con una serie de televisión en la que, por supuestísimo, ejerza él de showrunner. Harlan Coben es el mejor ejemplo. En el festival presentó Harlan Coben’s The Five. Lo hizo de lo más ufano y en loor de multitudes. Yo de él no estaría tan contento: la serie no alcanza (ni de lejos) las cotas artísticas de True Detective. Un niño se pierde, otra vez… y yo ya no puedo mantener más el suspense por hablar de los niños perdidos…
Te llamo thriller por no llamarte Rodríguez
La mayor parte de las series seleccionadas entran dentro del género criminal, sección doméstica y, en especial, implican la desaparición de un infante. No sé que hemos hecho en este siglo XXI, pero no paramos de perder niños en las series de televisión. Y claro, luego ponte a buscarlos durante toda una temporada, especialmente si eres mujer, con el pelo a lo garçon y pelín asocial, que sigue siendo el perfil favorito de las protagonistas. O lo que es lo mismo: el patrón establecido en 2004 por Forbrydelsen. La que con más talento siguió el modelo fue Ennemi Public, con la que la Bélgica francófona demuestra ponerse las pilas con respecto a sus vecinos, que han dado estupendas muestras de su talento en series como Cordon (objeto de un remake yanqui por la cadena CW) o Deadline 14/10 (cuyo director, Jakob Verbruggen, ha dado el salto al Reino Unido en las más que destacables La caza y London Spy). La israelí Mama’s Angel aportaba una interesante variante a la fórmula: la bucólica localidad que, por supuesto, descubriremos podrida, interactúa con la comunidad negra (¡y pacifista!) judía.
Si además de perder al niño nos encontramos con una trama de corrupción que amenaza al medio ambiente, tenemos la serie de televisión perfecta para 2016.
“Planet Earth is blue and there is nothing I can do”
Y es que el eco-thriller está en boga. Ya sea disfrazado como serie de anticipación con toques súper heroicos (la neozelandesa Cleverman, la francesa Section Zéro), el drama doméstico (The Kettering Incident, Lola Upside Down, Ennemi Public), o la denuncia de las multinacionales (Cromo) y los gobiernos (Nobel). El medio ambiente se ha convertido, de alguna manera, en el santo y seña y símbolo de una sociedad globalizada que no acaba de funcionar. La globalización económica y política, que no ambiental, es el pegamento de algunas de las propuestas más sugerentes que pudieron verse. Por ejemplo, Capital. Vale, ya sabemos que una serie con Toby Jones como protagonista ya tiene mucho ganado, pero adaptar la novela homónima de Lanchester no era nada sencillo. Y Peter Bowker lo hace de tal forma que el caleidoscopio de microeconomía de la crisis que plantea funciona como un engranaje perfecto, diríase un Manhattan Transfer del Londres post Lehman Brothers. La misma ambición metafórica alberga Cannabis, interesante serie hispano-francesa sobre el tráfico de hachís en El Estrecho que busca imitar el juego de muñecas rusas de un The Wire: de la banlieu a Algeciras, a lomos de una bellota de grifa.
Globalizadora es también Jour Polaire: había mucha curiosidad por ver esta súper producción a la europea, con los creadores de Bron/Broen y el dinero de Canal + Francia. El resultado no defraudó y siendo más escandinavo que francés, huye de los vicios del manido europudding: una argelina con pasaporte francés acude al territorio de los samis lapones para contarnos que todo, y sobre todo la vida y la muerte, está interconectado.
Se nota, se siente, la risa está presente
¿Hay salida a toda este grisura de tango? Pues sí, según una de las sesiones de industria que tuvo como anfitrión a Eurodata TV… Nos hablaron de los nuevos ‘hubs’ de producción, como Escandinavia o Israel… y ¡tachán, tachán! De España. En concreto, se nos ofreció Telecinco como ejemplo de que el revivir de la comedia en la ficción Europea actual y de que, del mismo modo que hace apenas dos años nadie creía en la exportación de productos del Viejo Continente, su paso natural debería ser exportar comedia. Claro, que luego nos pusieron de ejemplo El chiringuito de Pepe, y la-leyenda-de-su-remake-estadounidense-nunca-confirmado… y nos vinimos un poco abajo. Lo cierto es que, sea porque la sitcom no entra dentro del naciente canon festivalero televisivo, sea porque no está el horno para bollos, humor hubo más bien poco. Los israelís se marcaron un Californication en los Altos del Golán con Milk and Honey; los franceses nos mostraron Irrésponsable, una especie de Girls en versión garçon (muchachada masculina millenial desencantada) y Sam, su versión de la más que notable serie danesa Rita, a mayor gloria de la actriz Mathilde Seigner. De las vistas, la más curiosa fue Londongrad, por ver cómo los rusos se han apropiado del humor estereotipado con el que los retrata Guy Ritchie; y la más notable fue Splitting Up Together. Detengámonos en esta, porque lo merece: con los daneses no hay tabús que valgan y son capaces de marcarse una dramedia a lo Casual sobre un divorcio que, en sus animados títulos de crédito, ya nos ofrecen unos procaces dibujitos de órganos sexuales masculinos y femeninos.
Yo hice Mammon III
Más allá de los galardonados, los grandes triunfadores del festival fueron los hermanos Eriksen. Tal vez no los conozcan, pero a tenor de lo visto, son el nombre a retener en Europa, especialmente en el Este. Los Eriksen fueron los creadores de Mammon, serie noruega que aglutina algunos de los temas anteriormente tratados (ecothriller, corrupción, dramas domésticos…) y que, sorprendentemente, ha sido versionada ¡dos veces! por HBO Europa. ¿Era necesario? Según ellos, sí: una en Chequia, y otra en Polonia (The Pact). De las dos, nos quedamos con la versión polaca, con una ambientación y una fotografía más atractivas. Teniendo en cuenta que la obra de los Eriksen no es, ni de lejos, de las más populares del Scandinoir, habrá que alabar su capacidad (o la de su cadena), para exportar su serie.