TU FUTURO COMO GUIONISTA SE HA DECIDIDO EN UNA REUNIÓN EN LA QUE NO HAS ESTADO.

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El viernes pasado tuvo lugar una asamblea organizada por el principal sindicato de guionistas de España. Probablemente te llegó un mail en el que te avisaban de ello y te explicaban por qué era de suma importancia asistir a ella, y probablemente tú mandaste ese mail a la papelera sin siquiera leerlo.

Pues bien, quiero que sepas que has faltado a la reunión más decisiva para nuestro gremio. En ella se han definido las bases de nuestra profesión para, como mínimo, los próximos cinco o diez años.

En la asamblea se trataron – y votaron – asuntos tales como:

– Cuáles serán nuestros salarios mínimos a partir de ahora.

– En qué casos concretos y bajo qué condiciones será lícito que un guionista trabaje como autónomo.

– Cómo se repartirán los derechos de autor generados por la emisión de contenidos en internet.

Pero tú no asististe a esa reunión. No te vi allí, porque borraste el mail sin siquiera leerlo.

La asamblea comenzó con la junta directiva exponiendo en un powerpoint las cifras de cuánto dinero había recaudado la asociación y en qué había sido invertido. Reinó la transparencia por encima de todo.

Acto seguido, expusieron unas estimaciones del dinero que genera la ficción nacional en internet y una propuesta de los porcentajes que debería recibir cada autor según categorías, formatos y número de visitas.

En ese momento alguien sacó a colación el tema de “los guionistas de programas”, argumentando que los autores de no-ficción deberían cobrar menos derechos que aquéllos que escriben ficción DE VERDAD.

No había ninguna razón de peso para hacer una observación como ésa, pero el tema generó cierto revuelo. Alguien recalcó que los de programas en realidad no podían considerarse guionistas; que eran más bien no-guionistas de no-ficción. Llegados a ese punto los de programas, por alusiones, reivindicaron la importancia de sus aportaciones en concursos y realities varios. Alguien dijo que, aunque no lo parezca, a Bertín Osborne le escriben lo que tiene que decir. Desde el otro bando contraatacaron replicando que si nos ponemos así, también debería cobrar derechos de autor Belén Esteban. Esa opinión sentó bastante mal a un ex-redactor de Sálvame que no dudó en recalcar que, en ese caso, también tendrían que cobrar derechos los directivos de las cadenas e incluso los anunciantes de desodorantes, porque con sus imposiciones determinan las tramas de las series de mayor éxito. Tras esas palabras tuvo lugar un intercambio de improperios por los que, sin duda alguna, sí habría merecido cobrar derechos de autor Belén Esteban.

Aunque cueste mucho imaginarlo en un grupo de guionistas, de pronto alguien pasó de las palabras a los hechos. Me refiero al creador de una de las series más exitosas de los dos últimos años, que no dudó en zanjar la disputa propinándole un puñetazo al coordinador de guión de no sé qué programa de cocineros.

El de los cocineros corrió llorando hacia un rincón para poder tuitearlo, mientras un chaval acusaba al veterano creador de la serie de que ese puñetazo lo había plagiado de un Notodo que el propio chaval había colgado en internet dos años antes.

A partir de esa acusación ya no hubo vuelta atrás. Un golpe llevó a otro y todos empezaron a pelearse con todos. Aquello parecía La Taberna del Irlandés o el parlamento de Taiwán (según le preguntases a un nostálgico de los grandes clásicos o a un modernito de los que reivindican Humor Amarillo como reliquia vintage). La mayoría de los guionistas se quedaban sin aliento tras asestar un par de golpes, mientras murmuraban: “Esto es agotamiento nivel escaletar segundo acto”. Otros, sin embargo, golpeaban sin parar mientras evangelizaban a sus víctimas sobre las ventajas del crossfit.

El momento más devastador para el sindicato llegó cuando un dialoguista de culebrón derribó por accidente el proyector que habían alquilado para mostrar los powerpoints. Dos miembros de la junta directiva sufrieron un amago de infarto al calcular que necesitarían 50 nuevos afiliados para pagar eso. No se habían sentido tan cerca del colapso desde que coordinaron aquel late night de cuyo nombre no quieren acordarse.

Mientras todo esto sucedía, un ex-guionista de Acacias es para siempre en Puente Lobos repartía entre los caídos folletos de promoción de su último microteatro, y un guionista junior de Globo pateaba a un veterano de Cuéntame mientras sacaba el móvil para comprobar si esa victoria constaba o no en imdb, y una argumentista de una serie autonómica perseguía con un cuchillo del catering a uno de los 200 guionistas que pasaron por B&B, que se escondía bajo las mesas de ese mismo catering rezando con todas sus fuerzas por la invisibilidad del guionista. Varios metros más hacia la izquierda, un productor que no era del todo guionista pero estaba afiliado al sindicato porque “tenía muchas ideas pero no tenía tiempo para materializarlas” machacaba a cabezazos a un muchacho que – entre paliza y paliza – le hablaba al productor sobre una idea con la que llevaba varios años intentando escribir un largo. El productor forcejeaba con el chaval, intentando sodomizarlo, y le decía que estaba interesado en la historia pero que de momento no podía pagarle porque no había pasta para ello, pero conocía a un tío que estuvo en Telecinco hacía tres años y era muy amigo del cuñado de Francis Lorenzo.

Junto a las mesas del catering, una analista de audiencias y una guionista de talent shows charlaban sobre cómo el salmón les daba flatulencias, en un intento de pasar el test de Bechdel.

Un groupie de la HBO estrangulaba a uno de los camareros gritando que lo de los músicos de los programas de adivinos de madrugada era un ultraje. No desistió hasta que alguien le dijo que se había equivocado de reunión, que lo suyo era en la SGAE, en el otro edificio: el grande, caro y bonito.

Llegados a este punto, los guionistas más sensatos propusieron abandonar la violencia e ir a algún sitio a limar las asperezas de manera civilizada. Entonces se produjo un cisma aún más irreconciliable que el de los guionistas de ficción y los guionistas de programas: El cisma entre los que querían ir al Pepe Botella y los que preferían la China Mandarina. Por si fuera poco, los unos exigían acabar la noche en el Tony 2 y los otros preferían el Karaoke de Mostenses.

Aunque tú no estabas allí… porque arrojaste el correo a la carpeta de spam, sin saber que en aquella asamblea se definió nuestro futuro, llegándose a la conclusión de que nuestro futuro estaba bastante indefinido.

A esa misma hora un chaval de 14 años colgaba un vídeo de YouTube sobre qué gominolas japonesas le daban más asco a su gato. Dos horas más tarde, el vídeo tenía 5 millones de visitas…

… y alguien pagaba 5 millones de euros por un gin-tonic mientras cantaba en un karaoke la canción de Mazinger Z.


Juanjo Ramírez Mascaró.