A lo tonto, Borja Cobeaga lleva casi un año de promoción: junto a Diego San José hizo más entrevistas de las que cualquier guionista hubiese imaginado tras el estreno de ‘Ocho apellidos vascos’; luego publicaron ‘Venirse arriba’, su primera novela; al poco tiempo vio la luz ‘Aupa Josu’ y, justo hoy, estrena ‘Negociador’, su tercera película como director. ‘Negociador’ es una película muy especial porque está hecha con pocos medios, trata sobre un tema delicado y es muy diferente a los dos primeros largometrajes de Borja. Así que, como imaginaréis, teníamos muchas ganas de hablar con él.

Foto: @Nacho Méndez
Una de las cosas que más me ha sorprendido de ‘Negociador’ es tu evolución como director de largometrajes, ¿qué piensas que ha cambiado del Cobeaga de ‘Pagafantas’ al actual?
Sobre todo tenía ganas de hacer algo muy personal. Con esto no quiero decir que ‘Pagafantas’ no lo fuese, aunque hubiese ganas de provocar la carcajada no creo que hubiese concesiones; era una comedia alocada y con un poso bastante melancólico. El siguiente paso fue ‘No controles’, que también era una comedia alocada, pero más clásica y sin esa melancolía. Sin embargo, los primeros cortos que hice, como ‘Éramos pocos’, funcionaron muy bien y no tenían ese sello de comedia loca. Pensé que a lo mejor me estaba perdiendo algo, ya que eran algo muy personal y no lo estaba imprimiendo en lo que estaba haciendo ahora. Y de ahí vino ‘Negociador’, de la necesidad de tener ese tono incluso antes de que se me ocurriera la historia. También me pasa que, como espectador cada vez me gustan menos las pelis “académicas” y que son más correctas y me gustan más las películas imperfectas y con personalidad.
Pero recuperar el tono de ‘Éramos pocos’ no te hace renunciar a la comedia de gag, porque, al menos, la sigues escribiendo…
No. Para mí lo ideal sería alternar. La comedia más de gag, de carcajada, da muchas satisfacciones. Ver que una línea de diálogo o una situación que has escrito funciona en una sala llena de gente que se ríe a carcajadas es muy satisfactorio y hace que sea muy difícil renunciar a eso. Lo que pasa es que si sólo me dedicase a eso sí que sentiría que estoy renunciando a algo que me gusta mucho. De la misma manera que en el thriller existe ‘La isla mínima’, que es una película comercial y que encima es de prestigio, a mí me encantaría combinar ambas cosas en una sola película. Pero, de momento, como eso parece la fórmula de la Coca-Cola, supongo que seguiré escribiendo y también dirigiendo comedias alocadas y comedias más del estilo de ‘Negociador’. Ahora tengo la sensación de que, en un mismo año, he hecho dos películas muy diferentes, una como guionista y otra como director, y que si pudiese mantener esto como modo de vida sería estupendo.
‘Negociador’ es la primera película que escribes sin Diego San José, ¿cómo ha sido no tener en esta ocasión un muro en el que rebotar ideas?
Es más complicado. Cuando escribes con otra persona lo bueno no es sólo lo que aporta, sino lo que quita, en el sentido de que las malas ideas te las lima mejor otra persona. Con ‘Negociador’ ha sido un proceso natural, porque surgió como entretenimiento propio y sin saber muy bien si iba a hacerla realmente. Entonces, en ese sentido, tenía que ser una apuesta personal. Es verdad que hay un par de ideas en el guión que son de Diego. Como la de que los negociadores oyen en la tele una frase que más tarde usan en la negociación. Creo que, de haber escrito el guión con otra persona, sería mejor, pero, por otro lado, yo siempre he visto esta película como un capricho, y si es un capricho de una sola persona es mucho más sencillo. Y lo he disfrutado incluso en esas imperfecciones que tiene escribir solo.
Dices que empezaste el guión sin saber si la ibas a rodar y, cuando pudiste hacerlo, fue con un presupuesto reducido. Cuando la escribiste, ¿lo hiciste adaptando la historia a los medios de los que dispondrías más adelante?
Claro. Yo, en el fondo, la escribí porque sabía que en el caso de que se rodase iba a ser así. Tuve dos momentos que me hicieron hacer click la cabeza para ver cómo se podía hacer ‘Negociador’. Uno de ellos fue cuando hice un corto para el Notodo como jurado, entre ‘Pagafantas’ y ‘No controles’, llamado ‘Un novio de mierda’. Lo grabamos en una casa, con un equipo muy reducido y pensé: “¿no estaría bien hacer una película así?”. Cosa que se confirmó más tarde cuando estábamos produciendo ‘Extraterrestre’, de Vigalondo, que fue un proyecto que lo había escrito él para poder hacerlo porque la financiación de ‘Open Windows’ se estaba estirando. Las ganas de rodar le llevaron a escribir un guión del que era consciente que tenía que estar limitado. Entonces, yo recuerdo que visité el rodaje y me pareció que aquello estaba muy bien, le veía todo ventajas. Además, también escribí ‘Negociador’ porque me daban envidia algunos compañeros que hacían investigación. Yo hablaba con Urbizu, por ejemplo, y me decía que estaba documentándose con Gaztambide y eso era algo que a mí también me apetecía hacer. Así que sí, sí me mentía a mí mismo mientras escribía diciendo: “esto no sé si se va a hacer pero, por si acaso, no voy a meter figuración aquí”. Por ejemplo, cuando desayunan por primera vez Ramón Barea y Josean Bengoetxea dicen: “qué vacío está esto, ¿no?”.
¿Y qué tal ese proceso de documentación?
Justamente coincidió que salieron bastantes cosas, tampoco hay mucho escrito sobre el tema. Además, cuando Diego y yo empezamos a escribir ‘Fe de etarras’ ya habíamos leído bastante porque queríamos que tuviese ese punto de realidad pese a ser una comedia alocada. Jesús Eguiguren publicó un libro con Luis Rodríguez Aizpeolea (‘ETA, las claves de la paz’) que sirvió mucho de base; se hizo un documental, ‘Memorias de un conspirador’, que era sobre Eguiguren; en ETB también hicieron un estupendo reportaje en profundidad con él, más todo lo publicado en prensa… De repente, en poco tiempo había mucho material al que recurrir y, sobre todo, muy rico en detalles cotidianos. El otro día me juntaron en una entrevista con Luis Rodríguez Aizpeolea y me decía que cuando estaban escribiendo el libro le pedía a Jesús que le contase muchas cosas cotidianas, y son esas cosas en las que me he fijado y con las que no he podido evitar fantasear. Por ejemplo, si un día la traductora no acude a la negociación, yo, como guionista, pienso: “¿y por qué no fue?”. Lo que no quise hacer fue hablar con gente que había intervenido en estas conversaciones porque sabía el tono antiépico que iba a tener. Si llego a hablar con ellos me hubiese entrado Síndrome de Estocolmo y me hubiese dado pudor escribir o rodar ciertas cosas.
¿Hubo algún momento durante la escritura en el que dijeses “cuidado, esto mejor no lo pongo”?
No. Eso no pasó, y creo que vino por la confianza en trabajos previos. ‘Vaya Semanita’ vino más que nada de una audacia inconsciente, porque éramos muy jóvenes y en ETB hacíamos un humor político muy cotidiano, no hacíamos burla de nadie en concreto, sino sátira de lo cotidiano. Un ejemplo muy claro es que, justamente, el chispazo con el que nació ‘Negociador’ fue el Salvados que hace Jordi Évole con Jesús Eguiguren. En un momento del programa, Évole iba a Hernani, pueblo símbolo del nacionalismo radical, y le preguntaba a un quiosquero por los periódicos que se vendían: cuánto se vendía el Gara, el Diario Vasco… Y cuando le preguntó cuánto se vendía La Razón le dijo que “ahora más, porque regalaban un patinete”. A mí, ese padre de convicciones nacionalistas muy arraigadas pero que su hijo quiere el patinete y tiene que ir a comprar La Razón, es la política que me interesa.

Foto: @Nacho Méndez
De hecho, ‘Negociador’ es una comedia política, pero donde haces comedia es con los personajes, con sus bajezas y sus miserias. Esto es algo bastante común en tus obras…
En el último Festival de San Sebastián hubo una especie de encuentro donde proyectaron varios cortos míos seguidos y el presentador del acto me dijo: “todos tus personajes principales son muy mezquinos”. Lógicamente no es algo a lo que fuese ajeno, pero verlos seguidos me impresionó mucho. Supongo que tiene que ver con una visión muy personal de las cosas. Yo creo se resumiría en que tengo un problema con Aaron Sorkin, con ese idealismo, con ese humanismo extremo, y yo no tengo ninguna fe en esas cosas. Creo que la pereza es lo que mueve el mundo. Incluida la política, y lo demuestran ahora. He estado escuchando la conversación de Iñaki González con los comisarios en la Puerta del Sol y, ¿de verdad nos quieren hacer creer que esto es un mundo serio, donde todo está calculado y milimetrado con dos tíos llamándose “tronco” el uno al otro, diciendo “buga”, todo muy cutre, todo muy sórdido… Yo es que creo que la vida es así. Mi visión es que tenemos que sobrellevar nuestras miserias y tirar para adelante.
Viendo la película me dio la impresión de que los momentos más delicados a la hora de escribir tuvieron que ser en los que aparece el personaje inspirado en Thierry, encarnado por Carlos Areces…
Pues sí. Yo lo que tenía claro era que no quería frivolizar. Por un lado estaba bajando a un nivel muy humano todo esto, pero por otro, los hechos históricos llevaban a que esa negociación llegó a dar muchas esperanzas y se truncó. Y lo hizo porque un sector de ETA que en ese momento tenía más peso decidió que así fuese. Luego vino la ruptura de la tregua, el atentado de la T-4, el asesinato de Isaías Carrasco, que era un amigo muy cercano de Eguiguren y lo cierto es que escamotear todo eso me hubiese parecido muy frívolo. Son acontecimientos que no puedes pasar por alto. Y uno de ellos fue la aparición de ese personaje inspirado en Thierry que hace Carlos Areces, un actor de marcado tono cómico. Thierry en la realidad era un tipo muy sociable, muy campechano, pero que luego tenía unos cambios de carácter muy fuertes. Y Carlos Areces es aparecer en la pantalla y la gente dice: “Ay, Areces, qué gracioso”. Tenerle a él ahí y que, de repente, su personaje se ponga inquietante me parece, por un lado muy fiel a la realidad y, por otro, me permitía ponerle el freno a los aspectos cómicos y meterme más en cosas como aquello que dijo de las corbatas negras o en el momento de su detención, que es algo muy icónico… Todo el mundo lo recuerda con un polo verde, esposado y gritando. Por eso me parecía que era necesario subrayar en ese sentido esa parte de la película.
Me preguntan mucho por qué Areces. Uno de los motivos es porque la película se hizo en un ambiente muy familiar, quería llamar a actores con los que había trabajado o con los que tenía ganas de hacerlo, como Josean Bengoetxea. Y Areces, además de ser muy buen actor, es de confianza porque somos amigos. Por otro lado, todos conocemos a Areces. Es uno de esos cómicos que tiene un lado muy inquietante y que pueden hacer papeles aterradores. Ya lo hizo en ‘Balada triste de trompeta’.
Tras ‘Negociador’, ¿estás más cerca de hacer ‘Fe de etarras’, una adaptación de vuestra novela ‘Venirse arriba’ u otro proyecto diferente?
Pasa una cosa muy curiosa con ‘Fe de etarras’; cuando teníamos tiempo para hacerla nadie la quería y ahora que hay quien quiere hacerla, no tenemos tiempo. Entre la escritura de la secuela de ‘Ocho apellidos vascos’, que es el eje laboral que tenemos Diego y yo ahora mismo, y recuperar un proyecto que se quedó un poco paralizado porque Javier Ruiz Caldera estaba rodando ‘Anacleto’ y nosotros escribiendo la secuela, que es ‘Superlópez’, creo que 2015 está ya muy adjudicado. Pero sí que creo que estoy más cerca de hacer ‘Fe de etarras’, sobre todo porque es una comedia muy diferente a ‘Negociador’, es ‘Friends’ con ETA, una comedia de compañeros de piso. El tono ha sido la razón para hacer ‘Negociador’ y con ‘Fe de etarras’ pasa lo mismo. Me apetece bastante hacerlo. Respecto a la adaptación de ‘Venirse arriba’, pues no lo sé, la verdad. Ahora mismo sólo tenemos en mente estos tres proyectos, que no está mal. Pero recuerdo que escribiéndola pensé que podía ser una buena película. La mayor complicación sería encontrar alguien que pudiese hacer del padre. Con el reparto adecuado me gustaría mucho hacerla. Habría que matizar mucho el tono, no caer en hacer un Alfredo Landa 2.0. Sería complicado llegar a un equilibrio entre un actor que sea muy gracioso y que no sea chusco y gritón.

Foto: @Nacho Méndez
¿Y cómo está yendo la adaptación de ‘Superlópez’?
Al principio fue un proceso bastante reflexivo de leer los álbumes y ver si cada libro daba para estructura de película, y la verdad es que resulta complicado. Pero sí que, del mismo modo que hay adaptaciones de tebeos como ‘Anacleto’ o ‘Zipi y Zape’ que cogen los personajes y los ponen en un contexto totalmente diferente, aquí sí que queremos ser fieles al universo y al tono de la historia. Creo que el guión va a estar lleno de detalles que remiten de lleno al universo de ‘Superlópez’. Es curioso porque, por ejemplo, ‘Zipi y Zape’ tiene seguidores, pero no son tan fervientes como los de ‘Superlópez’. Ya me ha pasado muchas veces de encontrarme con alguien que me dice: “he visto que vas a hacer Superlópez, ten cuidado”. Y creo que hay una cosa del tono, de cómo afrontamos la adaptación, en la que Diego dio en el clavo: de la misma manera que en ‘Superman’ Clark Kent es un perdedor y cuando es Supermán es la hostia, ‘Superlópez’ en su faceta de López es un perdedor y como Superlópez, también. Y con esa premisa creo que haremos una buena peli.
Está siendo un proceso curioso porque es la primera vez que adaptamos algo, pero tenemos mucha confianza sabiendo que Caldera es el director. Todavía no he visto la película, pero el tráiler de ‘Anacleto’ me ha parecido bestial. Pensé: “¿este tío va a dirigir ‘Superlópez’? Pues lo que quieras, porque sería capaz de hacer una gran escena de acción con una hoja en blanco”. Luego, por otro lado, Diego y yo nos estamos divirtiendo mucho haciendo con las setpieces de acción, que es algo que no hemos hecho nunca. Pero ahí nos tenemos que limitar porque, pese a que va a tener un gran presupuesto para tratarse de una producción española, no tiene ese presupuesto que puede tener una película de superhéroes tipo ‘Los Vengadores’, nosotros estamos en una liga mucho más pequeña y por eso tenemos que ser muy selectivos en dónde ponemos la carne en el asador en cuanto a efectos y escenas de acción. En ese sentido, el trabajo con Javi está siendo muy racional.
Además de tener varios proyectos en marcha, por si fuera poco, también eres presidente de DAMA, ¿qué balance haces de este primer año?
La verdad es que, comparado con anteriores presidentes, está siendo tremendamente fácil porque DAMA ya ha llegado a un nivel de estabilidad brutal. Todo es como muy normal ya. Estamos creciendo y haciendo cosas; desde hace unos meses llevamos el catálogo de SACD, la entidad de gestión francesa, y eso hace que nuestro volumen crezca. Pero no es una obsesión crecer, yo me encuentro con amigos de SGAE y no les reparto panfletos de DAMA, de hecho Diego es de SGAE y yo de DAMA. Eso es algo que también quiero transmitir: estoy muy a gusto en DAMA, todo es muy racional y muy transparente, si te quieres venir estupendo y si no, también. Yo, si me pasé a DAMA, fue porque estaba en SGAE y no entendía cómo, por ejemplo, estaban comprando teatros o por qué estaba dominada por un sector pequeño que era el que menos recaudaba en la realidad. Era una espiral muy loca. Yo sé que muchos de los que están en SGAE siguen dentro para intentar cambiarlo, pero hay cosas que no entiendo por qué tienen que seguir aguantando. Pero siempre desde el respeto hacia ellos. Fíjate, si no respeto a Diego… Así que, todo aquel que quiera venir será bienvenido. En los últimos años se ha racionalizado mucho todo y no sólo crecemos en número de socios, sino también a nivel de infraestructura, pero siempre sin volvernos locos ni ponernos a comprar teatros.

Foto: @Nacho Méndez
Entrevista: Alberto Pérez Castaños.
Fotos: Nacho Méndez.
Peluquería y maquillaje: María Manuela Cruz.
Estilismo: García Madrid.