Texto y fotos por Vicente Bendicho Cascant
Slatan, un ciudadano de Karadjistán (un país ficticio) que ha perdido a toda su familia por culpa de la opresión rusa, planea vengarse del régimen inmolándose en un avión lleno de pasajeros. Desgraciadamente para él, el vuelo se cancela por una tormenta de nieve y se ve obligado a esperar unos días en un aislado hotel. Aunque suene extraño, ésta es la premisa de una comedia. Y, más extraño aún, una comedia que supone el debut cinematográfico de dos de los buques insignia de Globomedia: Álex Pina e Iván Escobar. Pero es así. Álex Pina dirige y coescribe junto a Iván Escobar una adaptación de una novela del propio Iván. Aunque no se trata de una adaptación al uso, tal y como comentó el propio Iván en una entrevista que publicaremos mañana.
Los creadores de la serie El barco (Globomedia, 2011-2013), acompañados por los productores Mercedes Gamero y Gabriel Arias Salgado, y los actores Álex García y Leticia Dolera, acudieron al 17º Festival de Málaga para presentar Kamikaze, incluida en el programa de la Sección Oficial.
La prensa estaba expectante por ver si los guionistas habían logrado encontrar el tono adecuado para tratar el tema desde la comedia sin resultar ni ofensivo ni excesivamente edulcorado. Después de las primeras reacciones, parece ser que así ha sido.
Para hacernos una idea de cual es el tono, es representativa una escena en la que Slatan (Álex García), animado por los otros huéspedes del hotel, se arranca a cantar una canción en su idioma. Todos ríen y bailan mientras Slatan canta un himno en el que se insta a matar a los opresores rusos. En esta escena en particular, y en la película en general, se mezclan el drama y la comedia de una forma que resulta muy orgánico pasar de uno a la otra.
Sin embargo, puede que quizá haya gente a la que el tono no le convenza, que no le guste el tema o la interpretación de los actores, pero, más allá de estos factores, la película tiene muchas virtudes de manual indiscutibles.

El equipo de “Kamikaze” en la rueda de prensa tras el pase de la película
Una de estas virtudes, y quizá la más importante, es el control de la balanza que mide el bien y el mal en las acciones del protagonista. Si Slatan fuera demasiado malvado, el público no sentiría empatía por él y desconectaría. Y, si fuese al contrario, no sería un terrorista suicida verosímil. El equilibrio, sin embargo, lo han conseguido al hacer que el protagonista, como dice Ana Sanz Magallón en su imprescindible libro Cuéntalo bien, “acaricie al perro”. Acariciar al perro es una forma tangencial de mostrar la humanidad del personaje mediante la inclusión de un elemento que lo remueve por dentro. En Kamikaze, es justamente un perro el primer personaje que hace que el protagonista muestre su humanidad y, por lo tanto, que nos interese lo que le pase. A partir de ahí, el personaje experimenta un viaje interior que le supondrá un dilema o una crisis que tendrá que resolver en el clímax, como en todas las buenas películas de manual.
Al igual que el protagonista, los otros huéspedes del hotel, interpretados por Carmen Machi, Eduardo Blanco, Verónica Echegui, Leticia Dolera, Ivan Massagué y Héctor Alterio, desarrollan pequeñas subtramas que les hacen evolucionar. Paradójicamente la cancelación del viaje físico (el aplazamiento del vuelo), les proporciona la posibilidad de realizar un viaje interior. El diseño de estos secundarios es ideal para desarrollar la mezcla de drama y comedia que constituye una de las señas de identidad de la película.

El director Álex Pina (centro) junto a Leticia Dolera y Álex García
Otra virtud es la construcción de las razones por las que actúa el protagonista. Slatan hace el mal porque la sociedad fue injusta con él y su familia. Al personalizar el motivo y ver al protagonista en situación de desventaja, se produce el llamado efecto Camerún, por el que el espectador se alía con el más débil. El trauma del personaje, además de la pena, incluye el factor culpa, lo que hace que a la necesidad de superación se le una la de redención, un concepto más potente.
Al final, el peso del trauma y las vivencias del hotel, se enfrentan en la cabeza del protagonista a la hora de decidir cómo actuar.
Por último, nos queda resaltar el ritmo de la acción de la película, plagada de reveses y de situaciones de tensión, algo que se les da extremadamente bien a los maestros de la televisión como Álex Pina e Iván Escobar.
En definitiva la película es arriesgada por el concepto, pero el impecable desarrollo la protege como un caparazón a prueba de bombas, nunca mejor dicho.
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