Entrevista de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea y fotografías de Diego Bernardeau
La 54ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón se inauguró con la coproducción holandesa y belga titulada Layla M., una historia sobre los peligros de la radicalización en la vida de una joven musulmana criada y educada en Europa. Allí, pudimos charlar con Mijke De Jong, la coautora de la película.
¿Cómo encontraste la historia que querías contar?
Empecé a reflexionar esta historia cuando conocí a una joven muy parecida a Layla, la protagonista de la historia, mientras todavía estaba con mi anterior película. Con evidentes diferencias con respecto al personaje, reconocí en esa chica algunos rasgos que luego utilicé para Layla, como la lucha por buscar su identidad. Ese fue el punto de partida en realidad, y con esa idea comencé a escribir el guión junto a mi marido, Jan Eilander, que es guionista puro. De eso hace ya cuatro años, coincidiendo con los inicios de la Primavera Árabe. Era un momento social diferente al actual en cuanto a la relación del Islam con la Europa Occidental.
Cuando empezamos a escribir lo hicimos en base a Layla, creándola a ella como personaje mediante la reflexión sobre cuál sería su entorno, su relación con sus padres y cosas así. Después esa relación de la comunidad árabe con Europa empezó a cambiar, y rápidamente tuvimos claro que queríamos reflejar algo de eso en nuestra historia, por lo que empezamos a introducir más y más contexto social a la historia, para tratar el tema del radicalismo. Luego, al ver que no podíamos aportar una solución, volvimos a trabajar este aspecto desde la perspectiva de Layla. Fue entonces cuando el guión comenzó a despegar definitivamente, cuando decidimos vehicular toda la temática a través de su vida cotidiana, haciendo que la gente entendiera el contexto global a través del camino que recorre la protagonista.
Desde luego, esta historia es claramente de personajes. ¿Seguisteis algún tipo de procedimiento a la hora de crearlos?
Empezamos por manejar mucha documentación. Cuando tuvimos claro el tipo de personaje sobre el que queríamos escribir, me entrevisté con muchas chicas de un perfil similar al de Layla, para encontrar la inspiración necesaria. Acudimos incluso a una mezquita para comprobar cómo era la vida de las jóvenes musulmanas practicantes. De esas visitas hasta sacamos algunas de las escenas de la cinta, las que mejor reflejaban la creciente tensión entre la propia comunidad musulmana debido a la radicalización. Por otro lado, la construcción de los personajes exigía reforzar algunos rasgos para el buen funcionamiento dramático de la historia.
Ahora que mencionas la dramaturgia, ¿cómo encontrasteis el punto exacto entre lo que os servía para reflejar la realidad y lo que ayudaba a transmitir mejor la historia al espectador?
Precisamente, toda esa documentación y esas entrevistas que realizamos antes de sentarnos a escribir nos sirvieron para poder centrarnos en la dramaturgia una vez nos pusimos a escribir el guión. Al haber trabajado tanto la fase previa, informándonos, nos aseguramos un mayor respeto a la realidad. Decidimos no tratar cómo ella se iría radicalizando poco a poco, introduciendo esta temática en lo que sería su vida cotidiana como joven criada en occidente, si no mostrar su vida una vez ya comenzado ese proceso. Evidentemente, las primeras versiones de guión no eran buenas porque se advertía de una forma muy burda su radicalización, que no acababa de camuflarse en su vida cotidiana. Por eso decidimos abrir la película con una Layla abierta, que no duda en saltar al sentirse discriminada durante un partido de fútbol amateur.

Cartel promocional de Layla M.
Y lo mismo ocurre en cierto modo con el momento en que decidís dar por concluida la película, buscando precisamente no iros hacia la periferia del tema que queríais transmitir. ¿Es así?
Sí. La elección de un final abierto viene motivada por esa precisa razón. No es un final abierto al uso, sino más bien un espejo en el que el espectador puede mirarse y comprender a Layla. Creo que es uno de los puntos fuertes que decidimos seguir a la hora de construir la estructura de la película, que no diera soluciones, sino que simplemente acompañara a la protagonista en su día a día para que el espectador pudiese conocer la motivación de cada uno de sus actos.
Podríamos decir que también se vuelve más universal de ese modo, ¿no? Al no tratar de aportar conclusiones, sino solo mostrar la vida de Layla, con la que cualquiera puede empatizar si se le ve como a una adolescente cualquiera tomando decisiones más o menos equivocadas.
Exacto. De ahí también varias escenas que aparecen tanto al principio como al final de la película, aun con pequeñas pero importantes variaciones, que sirven para demostrar que sigue siendo esa adolescente del principio de la cinta, la que asistía a partidos de fútbol con su grupo de amigos. Por otro lado, todas las mujeres que aparecen en la película son musulmanas, lo que sirve para reflejar que el caso de Layla no es universal ni mucho menos entre las musulmanas, menos universal al menos que los errores que pueda cometer cualquier adolescente que empieza a tomar decisiones propias. Queríamos ser muy respetuosos con el credo de cada persona y al mismo tiempo poder hablar de lo negativos del radicalismo.
Has hablado antes de estructura. ¿Te sirves normalmente de manuales o de cánones para escribir tus historias o dejas esa parte más intelectual para la reescritura?
Es mi marido y coescritor quien lleva la voz cantante en el proceso de escritura, pero creo que ambas opciones son verdad. En este caso, al ser una historia de personajes, más que trabajar la trama nos centramos en las situaciones en las que el personaje se ve inmerso, tratando de ser muy fieles a las líneas con la que lo hemos creado. Este era en mi opinión el gran reto de la película y a lo que dedicamos gran parte del trabajo, hablando mucho al respecto entre nosotros.
La atmósfera de la historia juega un papel esencial para entender al personaje de Layla. ¿Habéis tenido que trabajar mucho este aspecto de fondo en las sucesivas versiones?
Sí. Fue algo que trabajamos con cada nueva versión, pero desde el principio intentamos asegurarnos que esa atmósfera resulta real y tuviese una fuerte presencia. Durante la fase de entrevistas, o en aquellas visitas a una mezquita de las que os hablaba antes, extrajimos numerosos detalles útiles, e incluso preguntamos directamente a miembros de la comunidad musulmana para no cometer errores. De hecho, algunas de las jóvenes radicalizadas que aparecen protestando en la puerta de la mezquita son reales. Las vimos durante nuestras visitas, e incluso algunas de ellas se mezclaron entre los actores en el mismo rodaje.
¿Cómo conseguisteis que participasen?
Nos reunimos con ellas y fuimos muy transparentes desde el principio, contándoles nuestras intenciones reales. También les dimos a leer el guión una vez tuvimos incorporadas esas escenas, y fueron ellas las que decidieron acudir voluntariamente.
Se puede pensar entonces que la película se ha ido escribiendo progresivamente, que no teníais un planteamiento y un final pensados, sino que han surgido conforme avanzaba vuestra experiencia.
En mi caso, siempre ocurre que las historias crecen durante el proceso de escritura. Es verdad que sabía sobre qué quería hablar, pero no tenía ninguna referencia concreta al respecto, o cómo iría del punto A al punto B. No fue hasta comenzar el desarrollo del guión cuando por fin tuve la historia concreta en la cabeza. Hasta ese momento solo tenía una idea de las emociones que queríamos transmitir.