Juanjo Ramírez Mascaró.
Hace poco asesiné a una persona. Necesitaba esconder el cadáver en algún sitio en el que nadie lo encontrase, así que lo puse en la acotación de un guión.
Tenemos que asumirlo: Hay muchos PROFESIONALES que no van a leerse las acotaciones de tu guión. Es más: Habrá productores y miembros del equipo técnico que pondrán a parir lo que has escrito porque no han leído bien tus acotaciones y se han perdido matices importantes.
¿Y los actores? No voy a decir que la mayoría de los actores se fijen sólo en los diálogos, ignorando las acotaciones, pero todos sabemos que sucede más a menudo de lo que desearíamos.
Estaría bien reprocharles esa conducta con la cabeza bien alta, pero no podemos… porque nosotros, los guionistas, tampoco prestamos demasiada atención a las acotaciones.
Que tire la primera piedra el guionista que, en más de una ocasión, condicionado por la presión y por las prisas, se ha leído el guión de un compañero “en diagonal”, que es un eufemismo para decir: “Me salto tres de cada cuatro acotaciones porque ME DAS PEREZA.”
¡Si es que ni siquiera nos leemos bien nuestras propias acotaciones! Cuando revisamos el guión pulimos el diálogo hasta la saciedad, pero lo otro ni lo miramos. A veces, más que texto, parece alcantarilla: ecosistema favorito de la errata.
Supongo que en el fondo pensamos: “Lo importante es el diálogo. Es la única parte de nuestro trabajo que, con suerte, va a llegar al público reproducida tal y como la hemos escrito.”
¡Mal!
Si piensas así, ponte a escribir teatro. Y escribirás un teatro muy coñazo.
Se supone que nuestro curro consiste en manejar el lenguaje audiovisual. Hacemos cine, televisión… esas cosas. Cuando estudiaba para esto, los profes me decían que lo que se veía era más importante que lo que se decía, que los personajes se definían por sus acciones…
El profesor que más insistía en ello era un tal Hitchcock.
Luego te licencias, empiezas a trabajar aquí y allá y te piden que escribas cosas que más que cine o tele son radio, pero sin la magia de la radio. Cosas que cualquiera pueda escuchar sin prestar demasiada atención a la pantalla, mientras friega los platos.
No sé por qué te esfuerzas tanto en mantener esos pectorales, Mario Casas. Nadie te está mirando.
Otra cosa que descubres cuando aterrizas en el mercado laboral es que a gran parte de los productores no les gusta leer. No les culpo. A nadie le gusta leer. Matizo: Nos puede gustar leer lo último de Stephen King, o lo primero de García Márquez. Pero no nos apetece perder nuestro valiosísimo tiempo leyendo abortos potenciales de “don nadies” como nosotros.
Hoy día cualquier cosa que no quepa en un tweet nos parece demasiado larga.
De niños sólo nos interesaban los libros que tenían muchos dibujitos. Despreciábamos el texto. Hoy día nos interesan los guiones que tienen muchos diálogos. Ignoramos las acotaciones.
Creo que somos nosotros, los guionistas, quienes tenemos que romper el círculo vicioso. ¡Cuidemos más nuestras acotaciones, para que no dé tanta pereza leerlas! ¡Hagamos ese esfuerzo!
Esmerémonos para que sean más fáciles de leer.
Revisémoslas con la misma atención que dedicamos a los diálogos.
Currémonoslo para que las frases no sean farragosas, para que sean directas, concretas, fluidas. Como puñetazos.
Mimemos la gramática, la sintaxis. Que el lector no tenga que consumir su energía desentrañando nuestra escritura. Que sea la frase la que salte para meterse en su cerebro, perforándole el cráneo.
Y usemos un poquito más la tecla INTRO, por favor. Espaciemos la información, dejemos huecos para que se cuele un poco de aire fresco entre un renglón y otro.
Un concepto por párrafo.
No abigarremos los folios con tochos interminables. A veces apelotonamos toda la información en unos pocos párrafos, provocando esa incómoda sensación de cuando estás en un restaurante en el que hay demasiadas mesas y están demasiado juntas. Creo que lo hacemos porque tenemos miedo a pasarnos de páginas. En el colegio hacíamos los trabajos con letras más grandes y muchos espacios para ocupar más páginas. Cuando creces y te dedicas al guión, acabas haciendo lo contrario: Recurres a todas las triquiñuelas habidas y por haber para ocupar menos espacio. En ocasiones eso implica incluso amputarle elementos a una acotación para que ocupe un solo renglón, aunque lo que dices en ella no se entienda del todo.
Al final todo se reduce a eso: A espacio y a tiempo. Al tiempo que se supone que ocupa el espacio de un folio… o al poco tiempo del que dispones para reaccionar cuando te piden las cosas “para ayer”… o al poquísimo tiempo que va a destinar tu destinatario a leer lo que le ofreces.
Nos ponen la cosa muy difícil para hacer bien nuestro puto trabajo, pero eso no debería ser excusa para no hacer bien nuestro puto trabajo.
Oh, dios mío. Soy el primero. Es mi momento, debo decir algo inteligente…
Empanadilla.
Las acotaciones son la cabeza del guion, pero ajustarlas bien para dejar claro el tono de una escena sin ser cargante es complicado de pelotas.
Me quedo con lo de pulsar intro a cada suspiro. Hago cortos junto a unos amigos, y me costaba que se leyeran los guiones… hasta que empecé a escribir acotaciones de dos renglones máximo. Esperemos que funcione también con los profesionales.
Yo personalmente agradezco lo de los párrafos concisos y espaciados. Pierdo la atención con demasiada facilidad y me cuesta horrores volver a localizar por dónde iba cuando los párrafos tienen nueve o diez renglones.
Para casi cualquier cosa con letras merece la pena echarle un ojo a los consejos de La cocina de la escritura, de Manuel Cassany. El capítulo de “cómo evitar los párrafos infumables” no tiene precio.
Parece un consejo de novato (PORQUE LO ES), pero las reglas básicas son básicas porque son las más importantes.
Brillante post. Gracias.
Gracias a ti!
Hace poco trabajé con una directora de teatro que les dijo específicamente a los actores que las acotaciones estaban ahí de forma orientativa, que no les hicieran caso.
En fin.
Creo que entiendo a esa directora. En mi opinión, no es bueno dejar que las acciones establecidas en el guión embriden la creatividad del actor. Por supuesto, esa creatividad debe ser luego canalizada por el director para conseguir comunicar la obra.
Hombre, yo creo que un guionista debe asumir que el director estará legitimado para hacer caso o no a las acotaciones. También es cierto que hay acotaciones más relacionadas con el núcleo duro y la historia y otras que quizá sí son propuestas más bien orientativas. Eso incluso daría para otro post.
Genial post, Juanjo, muy de acuerdo en todo.
Pero tengo una duda: me da la sensación de que cuando te refieres a las “acotaciones” en realidad estás incluyendo de manera general las lineas de acción, ¿no? Las acotaciones, según lo denomino yo -que puedo estar equivocado- son las anotaciones entre paréntesis que van antes del diálogo y que ayudan a interpretarlo de manera correcta.
Un abrazo.
Gracias, Natxo! Pues lo más probable es que tengas tú razón. Yo llamo “acotación” a ambas, pero es cierto que se suele usar el término “Acción”.
David Trueba es un grande en este tema. Recuerdo un curso con él donde nos explicó su método: meter cada ACCIÓN EN UNA LÍNEA. De esa manera, lograba una escritura más clara, sencilla y “dirigida”:
En la primera línea, un plano.
En ésta de aquí, otro plano.
Y aquí, otro plano.
Y así siempre.
Muy genio. Como tú, Ramírez Máscaró. Haces posts como puños ;)
Abrazote.
Las acciotaciones de toda la vida ;)
Un post muy provechoso, ¡gracias!
Genial y ameno, como siempre.
Gracias
Como miembro de un equipo de atrezzo, tengo que confesar que cuando voy con prisa, muchas veces yo hago lo contrario. Leo las acotaciones con detenimiento y los diálogos en diagonal.
Jajajaja. Tiene su lógica.
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