LA BAJONA

Por David Muñoz

Si te dedicas a escribir, es muy probable que más de una vez te haya dado “LA BAJONA”.

La bajona adquiere muchas formas: depresión, ansiedad, una amplia variedad de enfermedades de origen psicosomático, etc.

Y la bajona no solo llega cuando estás en paro.

La felicidad del guionista muchas veces depende de la manera en que se recibe su trabajo. Aunque lo neguemos, lo que escribimos “es” nosotros. Toda ficción es una forma de autorretrato. Y exponernos a la opinión de los demás nos pone en una situación muy frágil. Por mucho que luego intentemos relativizarlo, cualquier crítica, o cualquier valoración negativa, la vivimos como un cuestionamiento de nuestra valía como guionista* y, cuando se acumulan unas cuantas en un breve periodo de tiempo es fácil que acaben minando nuestra autoestima. Vale que lo normal es que de cada 10 proyectos solo nos salgan uno o dos (con suerte) y que vivamos más veces el fracaso que el triunfo, pero que sea normal no quiere decir que sea más fácil sobrellevarlo.

Mira que hay información sobre cómo es la vida de los guionistas. No paramos de leer historias espeluznantes sobre colegas del presente y del pasado que lo han pasado mal intentando levantar este o aquel proyecto. Pero cuando te ocurre a ti, toda esa información no sirve de nada. El golpe es igual de duro.

Si quedas con otros guionistas, no es raro que la bajona sea uno de los temas habituales de conversación (especialmente si sois guionistas de televisión). Entre mis amigos tengo a un guionista que ha tenido que ser hospitalizado varias veces tras sufrir ataques de ansiedad; otro que solo pudo seguir trabajando en su serie gracias al Lexatin; y uno al que tras varios días aguantando el maltrato psicológico al que le sometía un director mientras escribían “juntos” (o más bien a su dictado), se le hinchó tanto un testículo que llegó a pensar que tenía cáncer. Pero no, porque en cuanto decidió no volver a reunirse con el director… bajó la hinchazón. Solo se le habían hinchado los huevos. Literalmente.

A mi la última bajona me dio hace unos meses.

Mi historial bajonero no es demasiado dramático. No sé por qué, pero no me hundo con facilidad (ahí juega un papel importante la configuración cerebral que el azar nos ha regalado), y en los no sé ya ni cuantos años que llevo trabajando como guionista solo he tenido dos ataques de ansiedad y tres depresiones leves (una de ellas trabajando en una serie en la que no llegué a encajar; casi me alegré el día en que me dijeron que no me iban a encargar más guiones). A lo mejor a algunos mi historial os parece muy largo, pero estoy convencido de que estoy por debajo de la media.

Es difícil saber por qué la bajona entra en tu vida.

A mí se me juntaron varias cosas: el descalabro de “Alatriste”, el amargo y, por muchas razones, desagradable final del proceso de desarrollo de otra serie en la que llevaba trabajando ya tres años, y un tema médico de una persona cercana a mí (que por suerte terminó bien).

No sé por qué lo que ocurrió con “Alatriste” y lo de la otra serie me dejó tan tocado. He estado ya en otras series que han ido mal y he trabajado en muchos proyectos que han quedado en nada y nunca me había sentido así. Quizá lo que pasó fue que en ambos casos estaba trabajando muy a gusto, con gente a la que aprecio y respeto. Encima estaba convencido de que habíamos hecho un buen trabajo. Me sentía orgulloso de los guiones que habíamos escrito. Creí que esta vez las cosas iban a salir bien.

Pero claro, una serie es mucho más que sus guiones.

A todo lo anterior se sumó que llevaba un año sin recibir ni una sola oferta para escribir televisión, y claro, empecé a pensar: “Hostias…¿y si no vuelven a llamarme?”. Porque tengo una edad jodida, demasiado mayor y con demasiada experiencia como para que los productores ejecutivos de algunas series se sientan cómodos contratándome como “soldado del guión””. Y del cine, mejor ni hablar. En 2014 únicamente me llegaron ofertas a precio de saldo que no tuve más remedio que rechazar.

Muchas veces la gente que está empezando no se llega a creer lo difícil que es tener seguridad o continuidad en esta profesión. Salvo unos cuantos directores y varios guionistas –entre los que no me cuento-, casi nunca, por muchas cosas que hayas hecho, tienes garantizado el trabajo. La vida de un guionista como yo es una oposición continua que casi siempre suspendes.

Igual que siempre te llega la bajona, también te llega ese momento en el que tienes que mandarle un e-mail preguntándoles a los amigos si saben de “algo”.

Y esa incertidumbre solo puede sobrellevarse si te sientes optimista y vives tu día a día confiando en que las cosas (o por lo menos alguna cosa) acabarán saliendo bien.

Por supuesto, hablo solo de casos como el mío, de guionistas autónomos que casi siempre escribimos en casa. Las bajonas de los guionistas que trabajan contratados por una productora y con un horario fijo son otras.

Fuera por lo que fuera, empecé a notarme muy cansado. Volvía a casa después de llevar a mi hija al colegio, y tras terminar de corregir las cosas de mis alumnos, en vez de sentarme al ordenador para escribir, de lo que me daban ganas era de tumbarme en el sofá a echarme una siesta. O varias siestas. Seguía haciendo bien el trabajo que me había comprometido a hacer, el trabajo por el que cobraba (mis clases, terminar una versión de un guión de cómic), pero se me hacía muy cuesta arriba ponerme a escribir proyectos – tanto de cine como de televisión o cómic-, para moverlos e intentar colocarlos en alguna parte. No tenía la energía extra necesaria para echar horas y horas trabajando por nada en cosas que casi con toda certeza acabarían por no llegar a ningún lado. Podría decirse que había perdido la fe.

Lo más curioso es que tardé mucho en darme cuenta de que lo que tenía era una bajona. Achacaba mi cansancio a que dormía poco, a los madrugones, a mil cosas, a todo menos a lo que me estaba pasando de verdad. Pensaba que era algo físico cuando era anímico (en realidad un aspecto y otro no se pueden separar, pero lo explico así para no enredarme demasiado).

Entonces empezaron los problemas físicos: pinchazos, dolores aquí y allá… en fin, os ahorro la descripción detallada de mis males no sea que alguno seáis tan aprensivo como yo y empecéis a sentir lo mismo que sentía yo mientras me estáis leyendo.

Asustado, fui a ver a mi médico, me hizo pruebas y análisis y la conclusión a la que llegó fue que estaba ligeramente deprimido. Tenía las cervicales fatal (como mucha gente que trabaja frente a un ordenador) y eso podía justificar algunas cosas, pero no todas.

Una depresión gorda, de las que dejan paralizado, se detecta con más facilidad, pero una depresión ligera, aunque también puede fastidiarte la existencia, muchas veces se queda sin diagnosticar.

Del útimo cómic de Miguel Brieva, "Lo que está pasando" (Reservoir Books).

Del útimo cómic de Miguel Brieva, “Lo que está pasando” (Reservoir Books).

Siguiendo los consejos de mi médico, comencé a medicarme y un mes después la bajona desapareció. Empecé a escribir de nuevo, y a generar proyectos. En los dos últimos meses he terminado la escaleta de un cómic, un tratamiento de guión de cine y el piloto de una serie de televisión. He vuelto a ser yo.

Y ya no tengo tantas ganas de sestear por las mañanas.

Además, me animó bastante vender uno de los proyectos de cómic a una editorial francesa y que me ofrecieran un contrato razonable para escribir un guión de largometraje (que vete a saber si acaba convirtiéndose en una película, claro, pero al menos estamos intentándolo)* * .

Aunque quizá lo que más me ayudó fue que, después de un par de meses de pasarlo mal en silencio, decidí contar lo que me ocurría a la gente con la que estoy desarrollando proyectos. Todos estaban un poco extrañados de que estuviera medio desaparecido, pero supongo que lo achacaban a que andaba muy liado con otras cosas. Contar la verdad me sentó muy bien. Porque además me sentía fatal al pensar que estaba decepcionándoles.

Todos ellos reaccionaron de forma muy comprensiva y ofreciéndome su apoyo. Sentí que me había quitado un peso enorme de encima.

No soy psicólogo y solo puedo hablar de mi experiencia y las de los amigos que han compartido las suyas conmigo, pero creo que si te llega la bajona, puedes hacer algunas cosas para tratar que dure lo menos posible:

-Reflexionar sobre el porqué de lo que te está pasando y, si es una bajona, reconocerlo.

-Buscar ayuda profesional.

-Contar la verdad a la gente con la que estás trabajando. Lo más probable es que reaccionen bien, y si no es así, quizá es que no debes seguir trabajando con ellos.

-Pensar qué puedes hacer para que no se vuelvan a reproducir las circunstancias que te llevaron a sufrir la bajona y trabajar duro para hacerlo realidad. No hay nada mejor en la vida que tener un propósito.

-Recordar que no estás solo. Lo más probable es que otros guionistas estén pasando por lo mismo que tú.

Respecto a este último punto, justo antes de comenzar a escribir esta entrada encontré un párrafo alusivo en el libro que estoy leyendo: “El año del pensamiento mágico”, de la escritora y guionista Joan Didion (cuenta el año infernal que pasó tras la repentina muerte de su marido, el también escritor y guionista John Gregory Dunne):

“La noche en que murió o bien la noche antes, en el taxi entre Beth Israel Norte y nuestro apartamento, me dijo una serie de cosas que por primera vez me impidieron achacar su estado de ánimo a la simple depresión, a una fase normal en la vida de cualquier escritor”***.

A Joan Didion, que su marido estuviera deprimido le parecía “normal”. ¿Por qué no? Al fin y al cabo era escritor.

Pero aun sabiendo que seguro que muchos de quienes me estáis leyendo habréis pasado por lo mismo que yo (o peor), reconozco que tuve dudas antes de escribir este texto. Todavía hoy, pese a todo lo que sabemos sobre ella, hay mucha gente que no tiene claro qué es una depresión y se comporta ante alguien deprimido como si éste se lo fuera a pegar. Y ya lo que me faltaba era que algún productor leyera esta entrada y al pensar en llamarme lo que le viniera a la cabeza fuera la imagen de un tipo depresivo y amargado. Tanto me preocupaba que llegué a preguntarle a Sergio Barrejón, “mr. Bloguionista”, si podría publicar esta entrada con seudónimo para evitar efectos indeseados. Sergio me aconsejó que no lo hiciera y además me contó que incluso estaba pensando en escribir algo aquí sobre el mismo tema, así que al final he decidido firmar esto con mi nombre. Y que sea lo que Dios quiera.

También me preocupaba que esta entrada pudiera dar lugar a comentarios como los que he leído cuando otra gente habla de sus problemas en blogs. Esos del tipo “De qué te quejas, yo sí que estoy mal”, “Ya me gustaría estar de mal como tú”, o la más habitual: “Yo odio mi trabajo y estoy fatal, tú por lo menos estás haciendo lo que quieres”, basada en la idea equivocada de que en vez de curritos como ellos, los guionistas somos ricos quejosos que lloriquean para ocultar su fortuna. ¡Ojalá! Pero bueno, me arriesgaré a ello. Y sí, hay muchas profesiones que te llevan a sentirte igual* * * *, pero soy guionista, escribo en un blog de guionistas, y hablo de lo que nos pasa a los guionistas. Porque, como decía Matthew Weiner, el creador de Mad Men, en este estupendo ensayo que os recomiendo leer a todos, los guionistas que llevamos un tiempo trabajando tenemos la obligación de contar cómo son realmente las cosas. No todo va a ser el mundo de fantasía que se desprende de leer tweets vendemotos.

Y cuidado, sentirte mal de vez en cuando no quiere decir que no ames tu profesión. Yo no cambiaría ser guionista por nada. En realidad, si enfermas suele ser porque te importa, porque todavía no te has instalado en el cinismo o el derrotismo y sigues creyendo que el próximo proyecto –este sí que sí-, va a ser el bueno.

Para cerrar, creo que no está de más recordar que si bien en este trabajo hay días de bajona, de desesperanza, de frustración, de infelicidad, también hay muchos en los que te sientes como Robert Crumb en esta historieta:

He escaneado la página del tomo "Crumb. Obras completas 3. La historia de mi vida". Ediciones La Cúpula, 1990.

He escaneado la página del tomo “Crumb. Obras completas 3. La historia de mi vida”. Ediciones La Cúpula, 1990.

*Hace muchos años trabajé con un cómico de mucho talento que decía que él solo quería que le dijeran cosas buenas. Las demás no le servían para nada salvo para deprimirse. Entonces no le entendí, y creo que hasta me pareció mal que lo dijera. Pensaba que era fundamental tener en cuenta las críticas negativas para mejorar en lo que haces. Ahora le entiendo perfectamente. La mayor parte de las críticas negativas no sirven para nada. Son opiniones sin argumentos, y lo único que sirve para mejorar son los argumentos.

**Lo que no impide que se produzcan escenas como esta: hace dos meses un amigo le propuso mi nombre a un productor para una serie, y el productor contestó: “Uy, ese igual nos sale muy caro, ¿no? Mejor llamamos a un chaval que tenga ilusión y ganas”. Pues señor productor, ilusión tengo la misma que tenía hace 15 años, solo que ahora también tengo más experiencia y soy mucho mejor guionista. Eso sí, trabajar gratis (o casi) no entra entre mis planes inmediatos.

***De la edición de Mondadori traducida por Javier Calvo.

****Por ejemplo: los dibujantes de cómic. No he conocido otra profesión con más bajonas, deserciones, desapariciones, más de todo. Demasiadas horas solos.

19 comentarios en «LA BAJONA»

  1. Al principio de leer tu artículo creía que no llegaría al final, ya que me estaba dando la “bajona” a mí. Pero al final has repuntado y has llenado tu texto de optimismo. La vida de guionista es como el ciclismo, lo bueno de subir cuestas es que luego hay que bajarlas….

  2. Efectivamente podrías no haber firmado. Simplemente haber puesto una línea de puntos para que cualquiera lo firmáramos.
    Desde mi “bajona”, gracias por compartir.

  3. Sólo diré esto, gracias por tu sinceridad y por tu valor, compañero. Creo que todos nos sentimos identificados, en un párrafo o en el otro, o en muchos. Más post como estos y menos triunfalismos, totalmente de acuerdo.

  4. Entiendo muy bien de lo que hablas, creo que las depresiones deberían tomarse mucho más en serio. Yo tuve una que duró demasiado, (los actores también andamos sometidos a bastante presión), después de eso, sé que no me puede pasar nada peor. Nada. Creo que esa certeza es lo que me hace ser ahora tan feliz.

    1. Bueno, es que ser actor ya me parece rejodido. Si nosotros nos sentimos expuestos, no te digo ya un actor. Luego creo que también las recompensas son mayores. No me refiero al dinero, sino a la interacción con el público, sobre todo en teatro, claro. Me cuentan los amigos que eso es un subidón, pero siempre en medio de períodos de sequía total con sus bajonas. Mi depresión fue leve, por suerte, y lo pasé mal, no quiero ni pensar lo que es pasar por una grave de verdad. Me alegro de que ahora estés bien.

  5. Joder, esto pide abrazo colectivo. La verdad es que me he sentido muy identificado con lo que cuentas David. Yo soy de los que amortiza MUY bien el seguro médico. He tenido cáncer unas 35 veces, de todos los colores, y el origen siempre está en lo mismo: la ansiedad, en todas sus variables. Dicho esto, creo que estas bajonas son de común afectación para todo aquel que se quiera dedicar a escribir (y al artista, en general), esclavos de la vocación y vanidosos suicidas. Un abrazo cómplice!

  6. Gracias por tu sinceridad David. Estoy seguro de que te será recompensada. Un apunte: me parece necesario incorporar a las enseñanzas de guión técnicas varias para superar esos malos momentos, y estar preparados psicologicamente para ellos. Te animo a que lo incorpores a tu temario.

  7. Gran texto, como siempre, y pese a lo duro de lo que cuenta no he podido evitar soltar una carcajada con el hinchamiento de huevos de tu compañero, que creo nos ha pasado a más de uno en este sector… Hace año y medio yo era una fregona literalmente, en paro, como casi siempre, con un proyecto de película empantanado desde hace tiempo (tutorizado por ti, David, precisamente), sin que nadie se interesase (tras pasar por varias manos), sin saber qué hacer, buscando trabajo de lo que fuese, pero sin encontrar nada de nada… Una año y medio después he conseguido estrenar un corto muy complejo (mi quinto corto), que encima he producido (y gracias a un préstamo económico familiar), he ganado un premio que me ha hecho respirar, espero amortizar la inversión, aunque con los recortes no espero que sea mucho, y la película, pese a varias putadas que me han hecho incluso que me birlen un dinero a cobrar, por fin está en manos de alguien que confía en él y luchará por sacarlo adelante… odio las frases típicas, pero algo de cierto es lo de “Dios aprieta, pero no ahoga”.

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  9. Me he sentido muy acompañado leyéndote estos años y sobre todo ahora. Tengo una bajona de las de esconderme en casa después de cuatro años dedicado en cuerpo y alma a un cómic impublicable que por lo visto no interesa a nadie más que a mí o a mi mujer… Y sueño que me levanto del sofá y empiezo a dibujar con entusiasmo el siguiente. Pero sólo es un sueño… Me levanto del sofá y escribo algo… Ah, sí, estoy en bloguionistas escribiendo algo a quien quiera leerlo!!

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