Por David Alonso.
Nunca me he considerado a mí mismo un guionista.
Actualmente escribir guiones es algo que hago con cierta asiduidad, pero cuando empecé en el ámbito del cine y del audiovisual comencé escribiendo porque yo era el único que conocía que estaba dispuesto a poner en unos papeles las historias que “necesitaba” para (aprender a) rodar y (aprender a) dirigir.
Recuerdo ahora unas palabras de John Carpenter –uno de los directores de los 70, 80 y 90 que más me han interesado: “…creía ingenuamente que después de mi primera película todos los productores vendrían a buscarme en limousine. Y eso no ha sucedido nunca, así que he pasado unos años muy difíciles preguntándome si llegaría a ser director. Durante varios años me acostumbré a escribir guiones, algunos se rodaron y otros, afortunadamente, no.”
Me siento bastante identificado con esta frase –y no solamente por el interés y la admiración que me despiertan quien la pronunció. En cierta forma, como resumen de mi trayectoria como director, asociado a los guiones, hasta el punto en el que estamos ahora.
A lo largo de estos años de hacer películas y tv he escrito con varios guionistas distintos; en más de un caso, también, con guionistas asiduos de este blog. En todas esas ocasiones he aprendido algo nuevo y relevante sobre la técnica de escribir guiones, y sobre lo que suponen en el proceso de elaboración de una película (o una ficción en general); y diría que en muchas ocasiones no siempre he aprendido tanto en el propio proceso de escritura como en el de trabajar, hablar y discutir sobre la película con la otra persona.
En ese proceso en el que vas aprendiendo que es mucho más importante llegar a saber discutir sobre tema, tono, personajes, motivaciones, avances de la trama, conflictos, dificultades… Que sobre planos, movimientos de la cámara, travellings, ópticas, encuadres… Cuando empiezas a entender de lo que hablas en términos de guion –si en algún momento llegaras a dominarlo-, puedes empezar a entender el lenguaje audiovisual para lo que realmente tienes que hacer: contar historias de forma interesante.
Independientemente de que haya escrito con un guionista que también fuera director o con otro que únicamente fuera guionista, el proceso de escribir con otro me ha hecho aprender más, y mejor, sobre todos los procesos de “construcción” de una película.
No quiero decir que siempre que haya escrito con alguien haya sido el maravilloso mundo de Yupi. Hay un montón de historias que resulta que no eran tales, otro buen montón de ideas que no pudieron llegar a desarrollarse, a pesar del esfuerzo y la buena intención de ambos. Y también hay veces que es muy difícil escribir con otro, simplemente porque no se puede conectar con todo el mundo, lógico… Reutilizando unas palabras que me comentaba uno de los guionistas habituales de esta página, el proceso de trabajo entre un director y un guionista juntos se puede resumir en un par de líneas: “se puede decir que si los dos tienen la misma película en la cabeza, guay; pero si están pensando en cosas distintas… Bueno…”
Con las horas que he pasado dirigiendo he podido comprobar que confiando en el guion, en una mano, y con la planificación en la otra, puedes conseguir que los actores, y el equipo técnico no anden demasiado despistados con respecto a lo que estás haciendo, y cómo lo vas a hacer. Es lo mínimo a lo que puedes aspirar para entenderte bien con los productores si quieres terminar de rodar la película, a no ser que seas Polanski, claro.
De la misma forma, e igual que ocurre con la planificación (independientemente de que seas un gran dibujante y hayas hecho un story genial o de que hayas preparado unas plantas con las posiciones de cámara), llega un momento en que tienes que enfrentarte con la realidad del rodaje y olvidarte de lo que está escrito en el papel, al menos en parte.
Una de las cosas que más molestan a la mayor parte de los actores con los que he trabajado –actores de todas los tipos, jóvenes y mayores, clásicos y modernos, de una escuela o de otra…-, es esa idea de que sea lo que sea lo que ocurra en el rodaje, hay que hacer lo que pone en el guion por la única razón de que es lo que está escrito. La misma confianza que has depositado en el guionista con el que, a lo mejor, has escrito y en su trabajo, y en el tuyo propio, visualizando la película has de ponerla en la situación que estás viviendo en la localización, en el momento, en el “estar ahí” y en lo que has trabajado con los actores.
Sinceramente, creo que el proceso del guion no termina, casi, hasta que no terminas la película. Ya has escrito (o coescrito, o no, simplemente has leído y has conseguido interiorizar la película que vas a contar), ya has rodado y has reaccionado a la realidad del momento y de lo que aporta el resto del equipo… Después, mientras estás en el montaje llega la nueva “reescritura del guion” (una expresión que aprendí justamente en la sala de montaje). Ahora tienes lo que hay, da igual lo que estuviera escrito, da lo mismo lo que planificaste o lo que te costó rodar aquel plano… Es curioso cómo, algunas veces, llegas a comprender que has rodado “en contra” del guion y has montado “en contra” de lo que rodaste; y no tiene tanta importancia si lo que has conseguido es no perder nunca la perspectiva de la película (que es por lo que se supone que te pagan cuando diriges) y no traicionar la historia que ibas a contar. Y no es solo con el montaje de la imagen, sino con el del sonido y con el proceso de las mezclas, cuando empiezas a ver que las escenas cobran vida en la pantalla, que compruebas que hay matices de la trama que técnica de la postproducción están ayudando a revelar. Son ese buen montón de detalles que estaban latentes en el guion y que se revelan justo cuando ya estás terminando de armar el puzzle.
El trabajo que he hecho con los guionistas con los que he escrito, en aquellos casos en los que ha merecido la pena o ha llegado a fructificar ha transcendido al papel y la Courier de cuerpo 12; ha llegado a extenderse a toda la producción. Algo que, por otro lado, tampoco habría de tomarse como una especie de privilegio especial por parte de los guionistas (el cine puede reducirnos a todos el peligroso ego). Por terminar por otra frase de ese mismo director con el que abría este post: “Si los guionistas se creen que son los autores de las películas, estupendo, vamos a cargar su guion en un proyector, y a ver qué sale…”
(John Carpenter entrevistado por la WGA sobre escribir guiones y dirigir: http://wga.org/content/default.aspx?id=4382)