David Muñoz
Hola,
Me llamo Víctor. Leo diariamente vuestro blog, y esta es la primera vez que pregunto algo en el consultorio.
Trabajo como productor-director de vídeo corporativo. Este trabajo me permite escribir y rodar mis propios cortos, y soñar con que algún día lograré dar el salto al largo.
He rodado ya 4 cortos, y estoy co-escribiendo el 5, (para rodarlo este verano), y nos hemos lanzado por fin con la escritura de un largo (en fase de tratamiento). De momento todo ha sido auto-financiado.
Sin tener ni de lejos mucha experiencia, si que he leído bastante sobre como escribir guiones ( al menos todos los ‘clasicos’), y sobre todo veo mucho cine e intento analizar las películas que me gustan y las que no desde el punto de vista de estructura del guion.
Vale, ahora viene la pregunta.
Ayer vi una película que quería que me gustara, con una temática que me interesaba, y que a pesar de todo, me dejo bastante frío. La película es La Caja Kovak, de Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevarria.
Me gustaría saber la opinión de un/una guionista con experiencia en dirección sobre que es lo que esta fallando en esta película. ¿Es el guion, la dirección, ambas cosas?
La razón de que pregunte sobre esta película en concreto es que no es ni una obra maestra, ni un bodrio. A verla, cada escena casi me gustaba (excepto algunos diálogos bastante sosetes) y me doy cuenta de que si yo hubiese leído/escrito ese guion, no me habría dado cuenta de que algo no funcionaba hasta ver la película terminada.
Pregunta reformulada. Cuando falta emoción, ¿como saber de quién es la ‘culpa’? ¿Es el guion, el director los actores, la dirección artística?
Muchas gracias,
Espero que la pregunta os resulte interesante como para responderme.
Un abrazo y feliz año.
Victor
Hola Víctor,
Pues… puede ser el guion, la dirección, la interpretación, casi nunca la dirección artística (salvo en casos excepcionales, como me pasó a mi de chaval con Zardoz) o… ninguna de esas cosas.
En realidad, tu mismo estás contestando tu pregunta.
En el caso de La caja Kovak es obvio que lo que cuenta la película en ningún momento llegó a conectar contigo lo suficiente como para que sintieras por ello más que un interés distante. No te apasionó. La viste no desde “dentro” sino desde “fuera”. No se produjo ese curioso fenómeno de empatía, proyección e identificación mediante el que conseguimos vivir las peripecias del protagonista de una película con una versión diluida e inocua de sus propias emociones. Durante una hora y media “somos” él, el protagonista se convierte en nuestro avatar.
Para determinar las razones de que a ti no te pasara eso con La caja Kovak tendría que saber mucho más sobre tus gustos de lo que me cuentas en tu mensaje. No todas las películas nos activan (o no) a unos y otros de la misma manera. Si fuera así, si existiera una fórmula magistral para conseguir cautivar siempre a los espectadores, los guionistas, directores, etc. acertaríamos siempre.
Hombre, si nos vamos a los extremos, parece claro que en teoría es más probable que una película como Babel (Iñárritu es el campeón mundial del golpe bajo emocional) consiga emocionar a un mayor número de espectadores que Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, pero digamos que casi todas las películas pertenecen más bien a una cierta “clase media” emocional, donde caben todo tipo de reacciones mucho menos predecibles, casi todas vinculadas a, como he dicho antes, lo que signifique para nosotros la historia que nos están contando.
De hecho, aunque mi reacción a La caja Kovak fue muy similar a la tuya (me pareció interesante pero me dejó frío) también hay quien la considera un peliculón.
Pero Víctor, como supongo que quizá esta respuesta no va a parecerte muy satisfactoria, se me ha ocurrido preguntarle también qué le pareció la película a mi amigo el editor y traductor Óscar Palmer. Lo he hecho porque si no me falla la memoria, yo vi La caja Kovak porque él me prestó su copia en DVD y después de verla estuvimos hablando un rato de todos estos asuntos. Además, a Óscar, como a mí, suelen gustarle bastante las películas de Daniel Monzón. En mi caso, aunque todas las que he dirigido me parecen interesantes, siento predilección por El robo más grande jamás contado y Celda 211.
Y esto es lo que me contestó Óscar:
“Así a bote pronto recuerdo que la premisa me pareció bastante intrigante y que lo de que la gente se fuera suicidando aparentemente sin motivo estaba llevado de una manera bastante interesante, que daba muy mal rollete (recuerdo que la escena de la mujer del médico que se clava contra los cristales me dio muy mal rollo). Creo que si me dejó frío fue por dos motivos en concreto: el primero y principal por la falta de química entre Lucía Jiménez (que, para empezar, era un personaje muy confuso, que no sabías si era española o americana ni qué pintaba allí en Mallorca, si iba de vacaciones, volvía o qué) y Timothy Hutton. Nada de lo que hace él por salvarla resulta muy convincente porque, francamente, no ves que tengan una relación tan intensa como para motivar tanto sacrificio. El segundo motivo es que, por algún motivo, o al menos eso es lo que recuerdo, apenas tuve viéndola sensación de peligro, no me pareció que las apuestas fueran reales. Todo era como muy mecánico, muy poco apasionado. Y eso es lo único que me queda en la cabeza después de cuatro años.
Por contra, esta noche he estado viendo El Americano, que había leído críticas muy malas diciendo que era un rollete, y me ha encantado. Pero mucho. En esta, que tiene un argumento muchísimo más mínimo y sencillo, sí que he tenido una constante sensación de peligro, de tensión, de que algo malo estaba a punto de pasar”.
La respuesta de Óscar da muchas claves de cuál puede ser el problema de La caja Kovak para los espectadores que la ven con relativa indiferencia (que, repito, no son ni mucho menos todos).
En el cine, nos suelen importan tanto las cosas como les importan a sus protagonistas (da igual que lo único que pretendan es volver a reunirse con su “dueño”, como Woody en Toy Story 3, o embarcarse en una aventura capaz de poner patas arriba el mundo en el que han vivido en ese momento, como Neo en Matrix). Además, para que nos importe como les importa a ellos, tenemos que entender bien sus razones (que no es lo mismo que compartirlas; ¿quién no se angustia en el tramo final de Uno de los nuestros aunque Henry Hill le parezca un tipo despreciable?). Y cómo le pasó a Óscar, en La caja Kovak yo tampoco entendí nunca muy bien la relación entre los personajes de Timothy Hutton y Lucía Jiménez.
Estoy yendo a toda velocidad porque no es plan de escribirme aquí 20 folios sobre este tema (podría escribirse un libro entero) de manera que estoy simplificando mucho las cosas, pero espero que me estés entendiendo.
Sigo.
Sin embargo, para disfrutar con una película no creo que sea imprescindible esa conexión emocional. Creo que esa conexión puede ser también intelectual, ideológica o estética. Tengo un amigo (lo juro) al que le apasiona La brújula dorada. Debió ser el único espectador del mundo al que le dolió que no se rodaran las secuelas. Y estoy convencido de que lo que le sedujo a él de la película fue el mundo en el que transcurre. Independientemente de la historia, a él le mereció la pena pasar dos horas acompañado de “daimones” y osos gigantes que hablan (en lo de los osos, por cierto, estoy de acuerdo con él).
Supongo que pocos espectadores muy de derechas habrán ido al cine a ver la última película de Icíar Bollaín. Y tengo muchos amigos y algunos parientes progres que no irían a ver una de acción norteamericana ni aunque les pagaran.
Por eso, dado que los seres humanos solemos tener más cosas en común a nivel emocional que intelectual, estético o ideológico, las películas con vocación más comercial buscan sobre todo tocar la fibra sensible del espectador. Hasta en el cine espectáculo lo que importa al final suele ser si el protagonista consigue o no a la chica.
Pero insisto en que cada uno tenemos una idea distinta de lo que es satisfactorio o aceptable en ese sentido. E incluso, nuestro criterio cambia con el paso de los años y también dependiendo del momento personal en el que nos encontremos. Y eso nos ocurre como espectadores y como guionistas. En mi caso, como guionista, pasé años siendo deliberadamente frío, y últimamente, no sé muy bien porqué, estoy de un melodramático que no me lo creo ni yo. Pero, como espectador, me siento algo incómodo cuando noto que el guionista está tratando de emocionarme a cualquier precio, sobre todo si ese precio implica hacer trizas el tono narrativo mantenido hasta ese momento.
Un Ej.: hace poco vi una escena con uno de esos momentos en un capítulo de la serie The Walking Dead (que por otra parte me encanta). Intentaré no dar muchos detalles para no destripárosla a quienes no la hayáis visto.
La escena es cómo sigue: un pariente de uno de los protagonistas, al que podemos llamar X, ha muerto tras ser atacado por un zombi. Pero X se niega a hacer lo que sabe que debe de hacer. O sea, reventarle los sesos de un tiro a su pariente para que no “resucite” más pronto que tarde transformado en zombi. Pero en vez, de eso, vela su cuerpo sentado a su lado, haciendo caso omiso de sus compañeros, que una y otra vez le dejan claro que está haciendo una locura y que lo más cuerdo sería sacar la pistola. En un determinado momento, otro personaje se acerca a X, se sienta a su lado, y le cuenta que su mujer murió de cáncer y que sufrió muchísimo. Y lo peor es que él no lo acepto. Claramente, está intentando convencer a X de que debe “dejar marchar” a su pariente.
Y a mí, más que conmovedor, el momento me resultó incómodo. Me dio vergüencilla. Si yo hubiera sido X, le habría contestado: “¿Qué coño me estás contando tú ahora de tu mujer? ¿A mí qué me importa tu mujer? ¿No ves que yace muerta a mi lado la persona que más quería en el mundo?”. Pero, en The Walking Dead, como en por otra parte en la mayor parte de las series norteamericanas de ahora, los personajes se pasan el día contando historias personales, abriendo su corazón, desgranando metáforas, parábolas y relatos ejemplares, y el resto no solo no les mandan a la mierda, sino que les escuchan con atención y parecen maravillarse ante su sabiduría. Y no sé vosotros, pero a mí y la mayor parte de la gente real que conozco, no hay nada que nos toque más las narices que nos digan lo que tenemos que hacer, que nos “echen la monserga”.

Gore y sentimientos en The Walking Dead. Antes de zombies, eran personas. Frank Darabont no nos deja que lo olvidemos nunca.
Pero la frialdad excesiva tampoco suele interesarme. Por eso nunca he disfrutado mucho con los clásicos “Whodunit” (que incluyen desde relatos de detectives a las series donde lo que más importa es cómo se desarrolla la investigación tipo C.S.I.). Normalmente, al protagonista de estas historias el resultado de su investigación le interesa más bien poco desde el punto de vista emocional. Es su trabajo. Como expliqué en el curso sobre guión de thriller que llevé recientemente, la diferencia más importante entre este tipo de historias y los thrillers (con los que a menudo se les confunde), es que en los thrillers, casi siempre lo que está en juego es personal.
A lo mejor es por eso por lo que (por poner otro Ej. reciente), de los tres episodios que componen la miniserie de la BBC Sherlock (una actualización de las historias de Sherlock Holmes), el primero y el tercero me parecieron magistrales y el segundo me aburrió soberanamente. ¿Por qué? Pues porque aparte de que en los casos del primero y el tercero había en juego algo mucho más importante que en el del segundo, en ellos se profundizaba mucho más en lo que para mí es el núcleo emocional de la serie: la evolución de la relación entre Holmes y Watson.
Bueno, Víctor, espero que esta respuesta te haya servido para algo.
Y no te sorprenda que dentro de unos años vuelvas a ver La caja Kovak y pienses (y sientas) algo totalmente distinta respecto a ella.
A mi me ocurrió lo mismo con esta película. Sentía como si el guión fuese técnicamente bueno, o sea hecho por alguien ya curtido (y todos sabemos que sí) pero como si le faltara ese algo con lo que conectas.
Y para mi el fallo esta sobre todo en las motivaciones del malo. Es algo que me molestó desde que se descubren, y mucho. Lo siento pero no me las creía, me parecían una soberana chorrada. Supongo que puedes creerte motivaciones, digamos chorras, si se llevan bien. Pero por ahi cojeaba, creo.
Porque a veces no existe conexión emocional, intelectual, ideológica, estética, ni de ningún tipo. No es culpa de nadie. Y cuando se da esta circunstancia, lo más honesto es aceptarlo tal cual, dejarlo correr y dedicarse a otra cosa.
Desde mi punto de vista (personal) es una cuestión de forma vs. fondo. Me explico.
Buena parte de las teorías modernas acerca de como organizar y estructurar una historia (casi siempre se han escrito orientadas a guiones, pero su uso no se limita a estos) se refieren a la forma: como organizar los actos, los arcos, los puntos de giro, la presentación de la información, los roles de los personajes y este tipo de cosas en general. No importa lo que cuentes: esta estructura es válida para cualquier historia.
Pero bajo está estructura se está transmitiendo (o se debería) una información. Lo que cuentas.
Si coges una serie de números, todos ellos ceros o unos, no transmitirás información. Si coges una serie puramente aleatoria ocurrirá lo mismo. La información está en un punto intermedio entre un orden ‘puro’ y el azar. Llevando esto al tema de la creación de historias: puedes crear un personaje sin problemas respondiendo preguntas al azar en una hoja de Excel: profesión, edad, lugar y ambiente de origen, vocación, rasgos principales de personalidad, objetivos, etc. Y puede que sea un personaje que parezca real y plausible pero, como cualquier otro resultado del azar, no va a transmitirte nada. No lleva ningún mensaje asociado. Hay un formato, en este caso el personaje, pero el contenido es cero.
E igual que un personaje, puedes construir una historia completa. Si no lo crees echa un vistazo a un juego llamado Fiasco (de un tal Jason Morningstar) en el que con cuatro ideas y tirando dados se crea un historia completa al estilo de los Coen. Y funciona. Y probablemente si se llevasen esas historias a la pantalla colarían. Pero les faltaría algo. Llámalo información, llámalo mensaje, llámalo alma, llámalo magia. Llámalo como quieras.
Le falta responder a la pregunta: ‘¿me está contando algo que me emocione, que me interese, que despierte curiosidad, o extrañeza, o fascinación, o nostalgia, o buen rollo, o miedo, o lo que sea?’. Y no se trata de COMO me lo cuenta, sino lo QUE me cuenta.
Mi opinión: la caja Kovak acierta en el ‘como’. Falla en el ‘que’.
Aunque estoy de acuerdo con tu visión ‘formal’ sobre los aspectos ‘formales’ de una película, no estoy de acuerdo contigo en el’que’ de tu comentario; a mi me parece perfecto que la gente se lance a filmar un ‘qué’ personal aunque sea un ‘qué’ que no engancha, no al menos por el momento, y se convierta en una película maldita. A veces me pregunto leyendo por aquí que pasaría si Rohmer o Nicolas Ray estuvieran en cartelera.
Al contrario. El ‘qué’ me parece fundamental. Uno se tiene lanzar a contar algo, lo consiga o no. De hecho el peligro que le veo a las técnicas de guión es que uno pueda centrarse tanto en los aspectos formales que se olvide de que está contando algo.
Por cierto, Rohmer no estaba hace tanto en cartelera :). Y sin romper taquillas nunca se defendió mal. Yo he visto algunas de sus películas en cine.
Y ya puestos, una película que me dejó KO hace poco con una estructura y dialogos absolutamente minimalistas. Y que me dejó la sensación de que con prácticamente nada, era capaz de contar mucho: Winter’s bone.
Si, de acuerdo. Aunque suene sentimental creo que antes el cine se veia más como arte que como entretenimiento, como sucede ahora. Te quiero decir, que uno se sentaba y en muchos casos tenía que hacer un esfuerzo “intelectual” respecto a lo que estaba viendo, no te limitabas tanto a ver con qué te entretenían. De hecho, aprovechando que tengo el día revival, comienzo a considerar los 80 como un “isla” cultural… lo primero que me regaló mi primer novio a los 16 fue “Escupiré sobre vuestra tumba” de Boris Vian, y no eras nadie si no habías visto Jules et Jim… en los 90 se pasó sin transición a “¿no me digas que eres de las que les gusta el cine de autor?” hasta hoy. Que hombre, ni tanto ni tan calvo, el ambiente tan cultureta de aquellos años era muy pesado, pero lo que le siguió fue mucho más aburrido.
Zardoz es un peliculón. Inquietante, rara y divertida.
La dirección artística es… digamos chabacana pero encaja en el tono general de la película. Yo creo, vaya.
La vi hace poco. Antes de verla lo único que sabía de la película era que Sean Connery se había quitado el smoking de James Bond para ponerse esos gayumbos con tirantes. A mí me daba la risa y eso fue la motivación perfecta para verla.
La construcción de una historia para una puesta en “pantalla”, nada tiene que ver con la escritura de una historia para otro soporte… “los actos, los arcos, los puntos de giro, la presentación de la información, los roles de los personajes” etc, se comportan de manera diferente en un guión, en una novela o incluso en una ficción radial. El medio que escoges para tu historia tiene sus propias especificidades.
Tienes el ejemplo de los talleres que ha impartido García Márquez en la Escuela Internacional de Cine. El hombre es un genio y un encanto a la hora de hilvanar una historia narrativamente, nadie le puede quitar el mérito a un Nobel, pero ninguno de los guiones que escribió ha trascendido por su impacto. Él es esencialmente un novelista que sabe contar historias, pero no un guionista.
David “…pasé años siendo deliberadamente frío, y últimamente, no sé muy bien porqué, estoy de un melodramático que no me lo creo ni yo…” Pues “créetelo y disfrútate”. A eso le llamo yo colorearse, crecer humanamente y saltar la barrera del joven rebelde e incomprendido (hay quien nunca lo consiga). Además es preferible estar en el bando de los que piensan que la emoción mueve más el motor del mundo que el frío intelecto. Iñárritu es un buen ejemplo jejej Por cierto, no entendí muy bien lo que quieres decir con “campeón del golpe bajo emocional” ;-) Es evidente que el pasaje de “El negro” por Televisa lo ha marcado, pero creo que para bien…
Los guionistas en el fondo trabajamos mucho más con lo emocional que con la evidencia de lo intelectual, estético o ideológico, o en última instancia lo intelectual, estético e ideológico se supedita a lo emocional, si quieres conectar con el público en detrimento del distanciamiento (esto solo tiene sentido en el teatro) y la industria requiere retornos…
Por supuesto que las técnicas de guión son aplicables a la novela. Eso no quiere decir que la novela no tenga sus propias particularidades y diferencias. Pero si hace falta señalar que una película y un libro no son meras fotocopias el uno de otro, apaga y vámonos.
Por poner un ejemplo que está de moda: la famosa serie (de novelas) ‘Juego de Tronos’ que ahora va a estrenarse como serie de televisión surgió cuando George RR Martin decidió aplicar lo que había aprendido como guionista de series de televisión a la novela fantástica.
El chasco que se va a llevar el hombre cuando se entere de que en realidad no era aplicable…
Creo que ya entiendo porque nadie va a ver pelis españolas que además de malas tienes que conectar con alguien “que tiene un hermano en el trullo que le pide que se folle a su novia para que, una vez embarazada, pase al módulo de maternidad y con un amigo y padre amariconados”.
“Supongo que pocos espectadores muy de derechas habrán ido al cine a ver la última película de Icíar Bollaín”. ¿Sólo los de derechas? Caramba, qué optimista.
David,
Muchas gracias por al respuesta. (Soy yo quien hizo la pregunta)
Tu reflexión y la de tu Oscar Palmer me han ayudado a poner en claro cosas antes solo intuía.
faltaban. Analizando de memoria otras películas que me han ‘tocado’, veo que casi puedo trazar una linea entre aquellas en las que me identificaba al personaje, y aquellas en las que no, pero en las cuales el protagonista si que despertaba en mi una cierta empatia, quizá porque me recordaba a gente que me importa, o que han pasado por problemas/pruebas similares.
Puede ser que cuando el personaje (protagonista o antagonista) actúa de manera forzada, sin motivaciones convincentes, como en el caso de la Caja Kovak la conexión empatica no se produce.
Iñarritu no me convence mucho precisamente porque yo no conozco a nadie tan desgraciado y con tan mala suerte como cualquiera de los personajes de sus películas, y me sueno todo muy falso.
Victor no es necesario conocer a nadie tan desgraciado para creer en “la razón y la verdad” de los personajes. Basta que el trazo del personaje sea coherente con la historia, porque al contrario de lo que Juan expone, es mucho más importante el cómo que el qué…
David Muñoz: te quiero comer a besos.
te leí hace unos días y le sigo dando vueltas:
-¿qué tiene que tener una historia para que guste, para que “atrape”?
La respuesta -como para todo en la vida- es “que nos emocione” (esta respuesta es ciéntifica)
Vale, y… ¿qué nos emociona? -Por los comentarios se ve que ya la respuesta no es tan evidente-. Cada persona tiene su conjunto de cosas que le emocionan. Pero también sabemos que hay una “intersección” -diría universal- de todos los conjuntos personales.
Personalmente de una película puede emocionar desde el simple tema, el género, la época, la ambientación, la estética, pasando por supusto por la historia, hasta un sólo personaje, la estética, o la belleza del actor o actriz…
Vale, pero me sigo preguntando ¿qué tienen esas pelis que nos IMPORTAN-GUSTAN- EMOCIONAN a casi todos???? Y el caso es que ya Aristóteles contestó a esto en su “Poética” y luego otros muchos teóricos… pero luego viene el siguiente paso: ¿y “eso” cómo se consigue????
Si existiera la fórmula mágica, con su receta de ingredientes y modo de preparación las películas las harían los bancos.
Llevo días intentando sistematizar mis conocimientos e intuiciones para obtener una respuesta como guionista.
Y dos de tus respuestas David van posicionándose a la cabeza de mi lista:
1.- “nos suelen importan tanto las cosas como les importan a sus protagonistas”…. “Además, para que nos importe como les importa a ellos, tenemos que entender bien sus razones (que no es lo mismo que compartirlas […] ” O sea, lo primero conseguir la empatía del espectador.
Entender el significado que tiene para el personaje lo que está sucediendo es imprescindible para conectar emocionalmente. Por eso si “aterrizamos” en una peli en una secuencia en la que todo el mundo está agarrado a la silla, expectante, con los ojos como platos o llorando… y nosotros no nos sentimos como todo el mundo, ni entendemos qué es eso tan emocionante que está sucediendo en pantalla…. la respuesta es que no sabemos qué significado tiene lo que sucede para el personaje. Porque lo que está sucediendo es parte de un “sistema”, de un significado tejido desde que la película empezó hasta ese momento.
2.-“la evolución de la relación”. El conocimiento de lo que “el otro” significa para el personaje y que le lleva a quererle u odiarle -o pasar por varias de estas fases-. A veces esta evolución también sucede consigo mismo.
Y de momento añadiría un:
3.- El error. Los personajes se equivocan, o la vida no responde como los personajes esparaban que lo hiciera. Lo que parece fortuna se vuelve desgracia y al revés. Y los personajes tienen que lidiar para conseguir que estos “desajustes” entre sus espectativas y la realidad jueguen a su favor.
Bien mirado, lo que viene siendo la vida misma vaya…
Saludos David, gracias por hacernos reflexionar sobre el ABC de una historia…
expectativas
Pues siento ser tozuda, y por tanto tan pesada, pero creo que es más simple; una película engancha cuando el director y/o guionista hace la película que le gusta a él. Después se trata de ver si al personal nos gusta, o no, lo que a él le gusta. Entiendo que la carga financiera y la dimensión comercial mediaticen el cine, pero si se tratara de sentarse a escribir y a rodar lo que esperas que guste es que simplemente no existiría el cine, no al menos como séptimo arte.
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