¿AUTORES?

por David Muñoz.

¿No será usted guionista?

“Usted ha tratado una gran variedad de temas, ¿pero es consciente de que temas o ideas que le interesen de forma constante?”.

“¿Temas de los que yo quiera hablar? No. Es siempre el proyecto. Sé que hay grandes directores, como Visconti o Bergman, que ven la vida de una cierta manera, pero no creo que un director que sepa como hacer una película necesite imponer sus ideas respecto al mundo. Por supuesto, es una cuestión muy diferente si las ideas forman parte de lo que tratas. Siempre tienes que tomar el lado del autor y creerlo mientras estás haciendo la película”.

“¿Qué es lo que tiende a atraerle de las historias que elige?”.

“Tiendo a buscar algo que sea justo lo contrario de lo que he hecho antes. Puedes encontrar una forma de hacer las cosas que te resulte cómoda, que te permita hacerlas de la mejor manera que sabes, pero eso lo encuentro aburrido”.

El entrevistado es el director inglés Carol Reed, cuya película más conocida es sin duda El tercer hombre, de 1949, protagonizada por Joseph Cotten, Aida Valli y Orson Welles, y escrita por Graham Greene. Las declaraciones que he copiado ahí arriba (el subrayado es mío) pertenecen a una entrevista de 1970 y las he extraído de uno de los capítulos del libro In Search of The Third Man, de Charles Drazin, publicado por la editorial inglesa Methuen en 1999.

El libro es muy interesante, y si os gusta la película de Carol Reed os animo a leerlo. Bueno, incluso aunque no os guste El tercer hombre tanto como a mí, es uno de los “making of” más interesantes que he leído. Como suele pasar, ese interés se debe a que después de tantos años puede contarse realmente lo que ocurrió, no como en los “making of” al uso de los DVD, grabados generalmente incluso antes de que se estrene la película, donde por narices (y por obligaciones contractuales) todo el mundo habla maravillas no solo del largometraje en cuestión sino de su proceso de realización. Todo parece que ha ido siempre sobre ruedas y que no ha habido en ningún momento tensión alguna entre los miembros del equipo. Cuando lo normal es que en cuanto juntas a unas cuantas personas en una habitación –sobre todo con los egos que tenemos todos los que nos dedicamos a esto- es inevitable que salten chispas en algún momento. Algo que además no tiene que ser necesariamente malo de cara al proceso creativo (siempre que no se pierdan las formas). Como decían La Fura Els Baus: “Sin tensión no hay creación”.

Mira que había leído sobre la película de Reed, pero aún así Drazin cuenta bastantes cosas que no sabía tanto sobre el proceso de escritura de su guión como sobre su accidentado rodaje. Entre otros muchos detalles interesantes, se explica que pese a firmarlo en solitario, Greene no es el único autor del guión y que la versión de rodaje fue revisada por otros tres guionistas que firmaron un contrato en el que renunciaban a aparecer en los créditos (siendo la única aportación de Welles, al que no he incluido entre “los tres”, el famoso diálogo sobre Suiza y el reloj de cuco); que el productor americano, David Selznick, y el europeo, Alexander Korda, veían la película de manera muy diferente y acabaron peleados tras el rodaje; que las notas de Selznick acababan siempre en la basura una vez Reed y Greene salían de reuniones con él en las que sin embargo le habían dicho a todo que sí para que no retirara su apoyo al proyecto (¡reuniones en las que en alguna ocasión acudían en barco, atravesando el Atlántico!); o se explica detalladamente porqué se decidió cambiar el final “feliz” del guión original de Greene por otro mucho más amargo.

Pero, como habréis adivinado al leer las declaraciones de Reed que abren este texto, no es de nada de eso de lo que quiero hablar hoy.

Una de las cosas en las que hace más hincapié Charles Drazin es en lo injusto que resulta la creencia generalizada entre muchos críticos e historiadores del cine de que buena parte de la película fue dirigida “en la sombra” por Orson Welles. Pero Drazin deja claro que Welles, aparte de ser bastante pesado e inseguro como actor, como estaba picado con Korda hizo lo posible por ponérselo difícil y anduvo desaparecido medio rodaje. Esa es la razón por la que por Ej. apenas se pasó por el rodaje de exteriores en Viena (su personaje, Harry Lime, lleva sombrero y abrigo largo para que su papel pudiera interpretarlo un doble en los planos donde no se veía su cara; y como las alcantarillas reales le daban asco, se negó a rodar allí y éstas tuvieron que ser reconstruidas en estudio en Inglaterra). Cuesta imaginarle dirigiendo nada, con lo trabajoso que resulta.

Si embargo, son muchos quienes sostienen (sin prueba alguna) que sin él, El tercer hombre no sería como es.

Pero es que, claro, Carol Reed no es un “autor”. Y Welles sí. Bueno, más que un autor es ya una leyenda, un santo fílmico elevado a los altares por las legiones de críticos y de historiadores que han escrito sobre él.

No, si El tercer hombre es magistral tuvo que ser por Welles. Si los monstruos nucleares de los tebeos de los años 50 iban por ahí supurando material radioactivo, contaminando a todo el que se cruzara en su camino, tenemos que creernos que Welles rebosaba genialidad, contagiando de talento a los directores con los que trabajaba, ocupando su lugar a la mínima que se descuidaban.

Respecto a este tema (el director como mito, no solo Welles) podría escribirse un artículo mucho más largo que este. Casi un libro, diría yo. A mí el proceso por el que poco a poco incluso el director con menos personalidad ha pasado a ser considerado inmediatamente un autor en cuanto se coloca tras una cámara me resulta fascinante*. Y también me fascina lo que un amigo llama el “síndrome Hitchcok”. O sea, como en muchas ocasiones el director de éxito lo es en parte porque tiene una imagen fácilmente reconocible, casi icónica y, consciente de ello, la potencia todo lo que puede mientras que al mismo tiempo se empeña en forzar la inclusión de lo que él entiende como sus “constantes autorales” (normalmente más estéticas que dramáticas o temáticas) incluso en proyectos de encargo donde no encajan en absoluto. Y en un momento en la que la autoría vende y todo es marketing, me parece una estrategia muy inteligente. Repetirse ayuda a triunfar. Le permite al público saber qué puede esperar de tu película, a los productores cómo venderla, y a los críticos colocarte en la casilla correspondiente y elaborar una teoría alrededor de ella, explicando su lugar en el corpus creativo del autor.

¡No, en las alcantarillas no!

Pero ya que este es un blog de guión, voy a centrarme en mi subrayado de las declaraciones de Reed.

Para Reed está claro: el “autor” es el guionista (o el autor de la novela que ha sido adaptada en forma de guión). De la misma manera que el autor de la partitura de una obra sinfónica es “EL AUTOR” sin tener que dirigir  la orquesta, o que nadie cuestiona que un autor teatral sigue siéndolo aunque no dirija la representación de su libreto.

Además, ¿qué tiene de malo ser “solo” el director?

Dirigir es un oficio complicado (un oficio de oficios) y un buen director, capaz de transformar un guión en una película que funcione, de convertir palabras en imágenes, vale su peso en oro. Además, no resulta nada fácil hacerlo rodeado de un equipo que no para de hacerte preguntas y con las limitaciones de dinero y de tiempo que condicionan cualquier rodaje. Es mucho más fácil inventar solos en casa frente a la pantalla del ordenador que hacerlo en un plató.

Todo esto no quiere decir que, pretenda o no ser el “autor”, el director no haga suyo el material con el que trabaja. Como explicó el otro día Enrique Urbizu en la magnífica charla que dio el otro día en el curso de thriller del que hablé aquí la semana pasada: “Tú, el director, siempre estás ahí. Todo es autorretrato. Que haya un inserto o no, te define”.

No es necesario arrogarle un plus de autoría para considerar que el trabajo del director es el más importante de todos los que se llevan a cabo en la producción de un largometraje. Y no solo porque a través de su mirada se filtren todas las intenciones del resto del equipo. La puesta de escena no sé si es todo… pero desde luego sí que es la película que “ve” el espectador.

Lo curioso es que si bien el director opina sobre el trabajo de todos sus colaboradores, nunca firma por Ej. la fotografía  o la dirección artística. Y sí hay quien lo hace con los guiones. Pero opinar sobre un guión (por muchas pautas que le des al guionista), no es escribir. Algo que tenían muy claro los directores de los años 50 como Carol Reed.  Ni siquiera Hitchcock firmaba los guiones de sus películas salvo en contadas excepciones. Y eso que muchas veces el trabajo de sus guionistas (como Ernest Lehman en Con la muerte en los talones), era desarrollar una historia basada en sus ideas e incluso en escenas que el director ya había imaginado por su cuenta.

Yo no sé si Carol Reed era un “autor”. Lo que sí sé es que era un director magnífico y que El tercer hombre es una obra maestra que aún respetando escrupulosamente el material del que parte, lo trasciende, dotando a la historia de algo que  casi calificaría como “aliento fantástico”, transformando a la destruida Viena de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en un mundo fascinante por el que apetece perderse. Algo que de ninguna manera puede estar en un guión.

Después de terminar de leer In Search of The Third Man, lo primero que se me ha pasado por la cabeza es que ojala hubiera ahora más directores como Reed. En su libro, Drazin dice que “resulta conmovedor” su empeño en negarse a reinterpretar sus logros a la luz de la “teoría del autor”, que en el momento en el que se llevó a cabo la he entrevista que he citado ya se había convertido en “la nueva ortodoxia”.

Y es cierto. Pero quizá no era solo una cuestión de modestia, quizá es que Reed sabía, como acabamos sabiendo tarde o temprano todos los que nos dedicamos a esto, que ser “simplemente” un buen director no es poca cosa.

*No es plan de explicarlo aquí con detalle, pero supongo que en Internet podréis encontrar muchos textos interesantes sobre la “teoría del autor”, la Nouvelle vague, etc.

11 comentarios en «¿AUTORES?»

  1. Amén. Tu artículo y tu mención a Welles y “El tercer hombre” me ha hecho recordar una anécdota de mi época en la ECAM. Un profesor era un fan irredento de Welles y nos habló de la aportación sustancial que había hecho a esta película, etc. Recuerdo que alguien preguntó: “Welles actuó en más de 50 películas, muchísimas de ellas horribles. ¿Por qué no contagió su talento en esos bodrios y justo sí lo hizo en una de las pocas películas maravillosas en las que sí estuvo como actor?” No hubo respuesta, claro.

  2. Curioso este post el día después de conocer la noticia de la muerte de Irvin Kershner, el director de “El Imperio Contraataca”, la que para mucho es la mejor peli de la saga y que, sin embargo, fue dirigida por un señor casi anónimo y de carrera no demasiado brillante.

    En mi opinión, la “política de los autores” hizo un nefasto favor al cine. Elevar al director a la categoría de semidios no sólo supone un desprecio al resto de componentes del equipo, sino que menosprecia igualmente el trabajo del “realizador”, ese director consciente de su lugar en el proyecto: aglutinar talentos en torno a una visión que depende de cada película; pero que no necesariamente se considera un “autor”, ni siquiera un “artista”, sino una persona que, igual que el director de foto, hace el mejor trabajo posible para que el proyecto salga bien.

    Una vez leí que Ridley Scott no es un verdadero cineasta, sino un “simple hacedor de planos, un tipo con una gran capacidad de traducir en estética y ritmo una historia ya dada”. Para mí, esa es la definición exacta de cineasta.

    Ojalá hubiera más directores como Reed, efectivamente, capaces de hacer una película tan suya como del resto de participantes, identificable pero no sólo propia. Cineastas, en suma.

  3. Muy buen post, y muy de acuerdo con todo lo que cuentas en él sobre el tema de la autoría compartida.

    Bach sigue siendo Bach aunque, según lo toque Glenn Gould o Hannencourt, el resultado sea muy diferente. Autor, interpretación… y dos magníficas experiencias para el amante de al música. Con las historias y el cine pasará algo muy parecido y, aunque reconocer el talento y mérito del director está bien (y en algunos casos, se nota mucho su toque), endiosarlo es pasarse.

    Había oído lo de que mucha gente atribuía la genialidad de “El tercer hombre” a Orson Welles (igual pasa con la “Jane Eyre” de Stevenson), y me alegra saber que es tan infundado. Nunca me lo había creído mucho porque viendo las dos anteriores películas de Reed, “Larga es la noche” y “El ídolo caído”, uno se da cuenta de que “El tercer hombre” no es una excepción, sino un paso más en su brillante carrera. Poco tienen que envidiar esas dos películas a esta, sólo el que no sean tan conocidas.

    Un tipo a reivindicar, Carol Reed, y si era tan humilde y majete, pues aún más…

  4. Ni Hitchcock, ni Ford ni Hawks ni muchos otros directores clásicos firmaban sus guiones. Tampoco lo hace Spielberg, la mayoría de las veces, ahora, o Tim Burton. Pero probablemente en cualquier otro país que no fuese Estados Unidos tendrían créditos de guionista. Porque todos ellos trabajaron y trabajan muy encima del guión que van a rodar. En eso influirán, en parte, las normas del sindicato de guionistas.

  5. Todo el que haya visto “Larga es la noche” (1947), se puede dar cuenta que Carol Reed sí dirigió “El tercer hombre” (1949).

  6. Curiosamente en todas los documentales que vi sobre la historia del cine se hablaba de los grandes directores y actores y de los importantes productores pero nada de los guionistas.
    Recientemente estuve volviendo a ver varias películas de Hitchcock y descubrí que muchas de sus obras están basadas en novelas de Conrad, Highsmith, Woolrich y otros monstruos.
    ¿Estoy equivocado o Coppola había creado una revista para publicar cuentos que pudieran servir de base a guiones de cine?

  7. Al hilo del post y del último comentario, me hace pensar la peli “Algo pasa en Hollywood”. En ella, la figura del guionista, apenas tiene presencia. Lo cual está bien, porque al evidenciar los entresijos de la industria norteamericana se satiriza bastante la figura del director y del actor. No tanto la figura del productor, que soportando las neuras de todos, se victimiza sobremanera. Pero, casi es normal, considerando que el guionista y productor de la peli, Art Linson, son la misma persona.

  8. En general, en los USA se lleva al cine bastante más literatura que aquí. Los directores no tienen pegas en rodar guiones de otros y los guionistas no las tienen en adaptar cuentos y novelas. En la época dorada del cine incluso ponían a los novelistas a escribir guiones. Y eso se nota.
    Aquí (en España) todos los directores de cine quieren dirigir sus propios guiones (aunque no sepan escribir guiones) y todos los guionistas quieren escribir sus propias tramas y crear sus propios personajes (aunque muchos no sepan diseñar tramas ni crear personajes).
    Si ya es difícil construir una buena historia, si ya es difícil darle una estructura cinematográfica, si ya es difícil trasladar esa estructura a imágenes, ¿cómo puede alguien pretender hacerlo todo y bien?

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