Por Daniel Castro (Guionista en Chamberí)
Anteayer vi una de las pelis más encantadoras que he podido ver en una temporada. Seguramente está llena de fallos en todos los apartados: ni la historia engancha mucho, ni la dirección es demasiado cuidada, la fotografía…bueno, no sé qué carajo decir de su fotografía… y la música es rock contemporáneo iraní. Sí, iraní. (Por cierto, nunca menospreciéis a un tipo que rapee en farsi).
La peli se llama “Nadie sabe nada de gatos persas” y, cuando acaba, uno sigue sin saber mucho más sobre estos felinos, pero, en cambio, verla es como hacer un máster sobre el panorama musical del país de Ahmadinejad.
La trama: los líderes (chico y chica) de un grupo de Teherán que ha conseguido un par de conciertos en Europa, buscan músicos para completar la banda y, ayudados por un memorable manager, tratan de conseguir pasaportes y visados para salir del país.
Dicen las notas de prensa de la película que la religión musulmana considera pecado la música, especialmente si (como en el caso del grupo protagonista) es interpretada por mujeres ante un público mixto. Si añadimos que la música que componen estos jóvenes es de estilo occidental, imaginaréis que la persecución a la que están sometidos es bastante estricta.
Estos jóvenes músicos ensayan en sótanos, vaquerías y cobertizos en azoteas. Esperan a que los vecinos que suelen denunciarles a la policía salgan de casa para empezar a tocar. Casi todos ellos han sido detenidos en algún momento de sus vidas simplemente por tocar. Negar, la protagonista, dice que ciertas angustiosas letras las escribió en la cárcel.
En cierto momento, se dice que para tener el permiso oficial para actuar en el extranjero, la banda debería tener tres cantantes femeninas. En otro, que las canciones del grupo son muy negativas y oscuras y que eso no ayuda: sólo los grupos con letras algo más positivas y alegres pueden salir de Irán.
Sea por sus letras o por su escasez de cantantes femeninas, las autoridades les niegan el permiso oficial para salir de Irán y los miembros del grupo y su manager se ven obligados a contratar los servicios de unos fascinantes falsificadores de pasaportes y visados. Pero el asunto no será tan fácil…
No voy a contar nada más sobre la película para no desvelaros nada importante a quienes queráis verla.
Las canciones de las bandas de “Nadie sabe nada de gatos persas” no son conocidas y posiblemente tampoco son demasiado buenas. Algunas reflejan ciertas influencias persas, pero otras podría haberlas escrito un grupo de Bristol. Eso es lo de menos. Casi es lo mejor, de hecho. La película no trata de grandes bandas, con mensajes de un valor cultural incalculable , son, simplemente, gente joven que quiere tocar música y no puede. Les persiguen la policía y los clérigos, con esa perversa mezcla de ley e interpretación restrictiva de la religión musulmana que parece caracterizar al actual régimen iraní.
La película nos muestra que en Teherán la policía vigila a los músicos, impide los ensayos, irrumpe en concierto y fiestas… prohíbe incluso que uno lleve un perro en el interior de un coche.
Evidentemente, Gohbadi, el director y coguionista de la película, no está hablando sólo de los músicos. En la primera secuencia, un tipo, mirando a cámara desde un estudio de sonido, habla de un director de cine cuyas películas están siendo prohibidas por el Gobierno y que se dedica a grabar música para remontar el ánimo. Podría tratarse de una referencia al propio Gohbadi, que ya no puede regresar a su país, y que, además, como dice en esta entrevista, está a punto de editar un disco.
Lo mejor de la película es que uno nota que ha sido grabada clandestinamente, sin los imprescindibles permisos gubernamentales, es decir, en las mismas condiciones en que ensayan los grupos que retrata. Y da la impresión de que es una película tan poco pulida porque tanto los que estaban ante la cámara como quienes la llevaban estaban huyendo de la policía.
Ahora mismo, los dos músicos protagonistas de la película, los que tratan de buscar pasaportes e instrumentistas para sus “bolos” europeos han tenido que exiliarse en Gran Bretaña. Como he dicho, Gohbadi, el director, que procede de le región kurda del país, no puede volver a Irán. Hace casi un año fue retenido por las autoridades durante más de una semana, para que no interfiriera en las elecciones generales. Antes, había sido encarcelada Roxana Saberi, su novia, productora y coguionista de la película, acusada de espionaje y liberada después de empezar una huelga de hambre.
Gohbadi no es el único director de cine perseguido en Irán: desde marzo, Jafar Panahi, autor de “El círculo”, sigue en el módulo 209 de la prisión de Elvin. Aunque su mujer lo desmiente, las autoridades le acusan de estar rodando, sin permiso, una película sobre los acontecimientos acaecidos tras las elecciones de junio de 2009, cuando los seguidores del opositor Mussavi consideraron que los resultados electorales habían sido manipulados por el gobierno de Ahmadinejad.
En esta entrevista, he leído que Gohbadi declara que desde los 18 años, desde que se dedica a trabajar en el cine, a escribir guiones, su mente no ha sido libre: “El 90 por ciento del tiempo estaba nervioso sobre la censura. Todos los días tenía que acudir al Ministerio de Cultura (Islámica) Me pasaba diez horas esperando ahí, en el ministerio. Estoy harto, estoy enfadado con todo eso.”
Llevo casi 15 años trabajando en esto de escribir guiones aquí en España y no he tenido que ir nunca a ningún ministerio a pedir permiso para escribir sobre cierto asunto o no. No conozco a nadie a quien le hayan prohibido rodar una película o un corto por tratar de un asunto espinoso. O viajar a un festival extranjero a presentar tal o cual película. Creo que este tipo de cosas no ocurren desde que vivimos en democracia. Tampoco conozco a ningún español, o extranjero residente aquí, que haya sido detenido en su casa por rodar un documental crítico o al que le hayan prohibido trabajar en el país por haber contado una historia incómoda para el gobierno o para cierta confesión religiosa.
Sí sé de directores españoles que no consiguen financiar sus proyectos personales y conozco a algunos que incluso se han ido a vivir al extranjero para dirigir películas más grandes o espectaculares, pero, afortunadamente, me parece que es bastante evidente que no estamos hablando del mismo tipo de emigración que se da en Irán.
Tal vez por eso sorprende y decepciona bastante, como dicen aquí Daniel Gascón y aquí Jonás Trueba, que uno de los críticos de cine más inteligentes y sensibles de España, no sea capaz de establecer esa ligera diferencia.
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Gracias mil por la referencia, busco el filme.
Ya pasaron algunos años pero también de los persas el genial Abbas Kiarostami y su inolvidable, “El sabor de las Cerezas”, un filme maravilloso! Es triste ver una cultura de milenios, infelizmente maniatada.
En otra latitud conozco artistas que no pueden cantar sus canciones, ni filmar abiertamente lo que quieren, no hay que pedir permiso, se sabe de que No se puede hablar, entre la censura y la autocensura, se han entretejido cincuenta años…!
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Lo de la prohibición de la música en el Islam es un asunto especialmente chusco, y creo que se debería aclarar (Disculpa que me vaya del tema del cine):
1. En el Corán no esta prohibido en ningún momento la música. Y el Corán es especialmente claro a la hora de prohibir cosas (Como la Biblia).
2. La interpretación proviene de una frase del Hadith. ¿Que es el Hadith? Es el relato de dichos y hechos de Mahoma, y en el mundo islámico se le considera una fuente más o menos secundaria de interpretación. El problema es que existen varios relatos y cada escuela o facción islámica pone en importancia el Hadith que más le apetece.
3. Y para rematar la faena, lo expuesto en el Hadith no es una prohibición. La frase textual es “Intentarán en el futuro la gente del Umma (la comunidad de fieles al Islam) legalizar el adulterio, el uso de la seda, el vino y los instrumentos musicales”. Esto ha dado a una serie de interpretaciones, desde que solo condena la música instrumental o que solo condena la música con fines puramente ornamentales. Y eso solo las escuelas islámicas que dan importancia a este Hadith.
En resumidas cuentas, que no es una cuestión islámica, sino una cuestión de un régimen dictatorial que hace una interpretación muy particular del Islam.
Siento la salida fuera del tema del Cine, pero a pesar que soy ateo me pone un poco de los nervios que traten a todo el Islam por el mismo corte. Es como meter protestantes y católicos en el mismo saco.
Al revés, J.E., muchas gracias por tu comentario, que es de lo más iluminador. Lo que leí en la nota de prensa de la película es esto que cito literalmente: “la música (ghéna) es, a ojos del islam, impura, porque produce alegría y gozo. Oír cantar a una mujer se considera pecado por las emociones que despierta”.
No es mi intención, ni muchos menos, asociar todo el islam a las prácticas que se ven en la película. Por eso en una frase del post preciso que se trata de una “interpretación restrictiva de la religión musulmana que parece caracterizar al actual régimen iraní”.
Hombre, me lo he tomado a buenas, y por otro en realidad ni me va ni me viene. Lo único es que lo he escuchado tantas veces…
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Hombre, que tenemos más libertades ahora que cuando el franquismo está claro. Pero de ahí a decir que “vivimos en democracia”…
Al día siguiente del Post de Daniel Castro, Panahi ha iniciado una huelga de hambre.
Sí, es cierto, Hortensia. De todos modos, espero que mi post no tuviera nada que ver con que el director tomara esa decisión tan radical.
Ha sido muy especial el Post que le has dedicado! Y cuando leí la noticia, inmediatamente recordé lo que habías escrito.
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