…las cosas casi nunca son como parecen.
David Muñoz
Es inevitable. Por mucho que los guionistas profesionales nos esforcemos desde nuestros blogs en contar cómo son realmente las cosas cuando te dedicas a esto, muchos internautas siguen prefiriendo tragarse las milongas mitómanas de blogueros cinéfilos que basan sus conocimientos en los “publireportajes” de los extras de los DVD (esos en los que todo el mundo se ve obligado a contar que su experiencia haciendo la película sido maravillosa), o alguno de esos manuales redactados por gente que lo único que sabe sobre cómo es escribir guiones en el mundo real lo ha aprendido viendo los mismos DVD o leyendo algún libro norteamericano de hace 20 años. Quizá por eso a menudo nuestros posts son calificados de “deprimentes” o de “pesimistas”, cuando no son ni una cosa ni la otra. Simplemente describen una realidad profesional. Y en la realidad las cosas no son a menudo ni buenas ni malas. Son… complicadas. Lo bueno suele venir acompañado de algo malo (o de algo que al menos no es cómo tú querrías que fuera). Y es habitual que ni siquiera sepas muy bien qué calificativo merecen ciertos momentos hasta que pasan unos años.
Todo esto viene a cuento de que esta semana me apetece explicar cómo suele ser el proceso de desarrollo de un guión de cine cuando las cosas van más o menos bien. Voy a hacerlo solamente desde el punto de vista creativo, no del contractual (eso daría para escribir otro texto entero). Y tampoco voy a hablar demasiado de los “porqués” sino de los “qués”. Aún así, seguro que habrá quien considerará que estoy siendo muy pesimista, o que trato de disuadir a los aspirantes a guionistas de intentar ganarse la vida con esto. Y mi intención no es ni mucho menos ni una ni otra. A pesar de los reveses, a mí me sigue mereciendo la pena seguir intentando que se ruede alguno de mis guiones de largometraje, y, sobre todo, no creo que porque algo sea difícil no merezca la pena intentarlo. Lo que no quiere decir que de vez en cuando no me levante pensando en que debería sacarme una oposición (¡lo malo es que tampoco es nada fácil aprobar una!) y dedicarme a escribir mis cosas en los ratos libres que me deje un trabajo un poco más seguro. Sobre todo porque no me veo con sesenta años yendo de productora en productora intentando vender mis guiones, y mucho menos formando parte del equipo de una serie con un coordinador de 25 (vamos, yo no es que no me vea, es que seguro que él no me vería a mí). Pero la “fecha de caducidad” de la mayor parte de los guionistas que no dan el salto a la producción o la dirección es otro tema del que creo que acabaré escribiendo tarde o temprano.
Una aclaración: existen tantos posibles procesos de desarrollo como productoras. Una vez te compran un guión (o un tratamiento, o una sinopsis) no existe una sola manera de hacer las cosas. Pero tras años de hablar con otros compañeros, creo que sí que se suelen dar ciertos momentos bastante similares en todos los procesos.
Y más o menos son estos:
-Por fin consigues vender tu sinopsis, tu tratamiento o tu guión (a partir de ahora diré solo “guión” para facilitar la lectura del texto, pero recordad que me refiero a cualquiera de las tres cosas). Has tenido suerte y un productor ha decidido que por la razón que sea merece la pena intentar que tu proyecto acabe convertido en un largometraje. A lo mejor porque encaja con justo el tipo de película que quiere producir en este momento, o porque le ha llegado de la mano de algún director con el que tiene interés en trabajar. Sobre todo si es lo primero que vendes, es probable que en este momento tengas la sensación de que por fin has hecho realidad tus sueños. Tras firmar el contrato sientes por primera vez que eres un profesional del guión.
De momento todo son halagos y parabienes. Parece que tu guión gusta mucho tal y como está. Los “deprimentes” artículos de bloguionistas te parecen cuentos de viejas.
-Llegan las primeras reuniones de desarrollo. De pronto tienes varios interlocutores. Ahora resulta que debes justificar todas y cada una de las decisiones que has tomado al escribir tu guión delante de un productor (o dos: uno de la productora, el otro de la tele que va a invertir en la película), un director, y a lo mejor un jefe de desarrollo. Y lo primero que te choca es que…
…todos tienen una idea ligeramente diferente de cómo debe ser la película. En realidad, da la impresión de que más que tu guión, lo que les gusta es la película que han imaginado leyendo lo que has escrito. Y no, no es la misma que la tuya. Se parece algo, pero no. Para el caso, te habría dado igual haber escrito una novela (o un cómic) y vender los derechos para que luego alguien escribiera un guión con ella. El borrador en el que has trabajado tan duro durante meses es solo una “base”, como mucho “un buen punto de partida”, para escribir algo cuya forma definitiva no está aún clara. Porque lo más habitual es que por ahora nadie sea demasiado concreto. Si das con tipos muy indecisos, lo más normal es que en este momento te des cuenta de que pretenden “descubrir” la película mediante un largo proceso de “prueba y error” en el que debes ir probando si funcionan las diferentes permutaciones de tu historia que te van proponiendo. Hace unas semanas, cuando firmaste el contrato, parecía que todo iba a ir sobre ruedas, y no sólo eso, sino que había mucha prisa porque se quería rodar “ya”. Pero de pronto, nadie parece sentir ninguna urgencia.
Y si… ¿y si los dichosos bloguionistas tenían razón?
Durante algún intercambio de pareceres especialmente sobrecogedor, descubres que uno de tus “jefes” ha malinterpretado totalmente lo que querías contar con tu historia. De hecho, su lectura es totalmente opuesta a la tuya. Pero le das la razón, no vaya a ser que se arrepienta de haberte comprado el guión. Al fin y al cabo todavía quedan muchos meses por delante.
Curiosamente, de momento el director te apoya y es quien menos vehemente se muestra a la hora de pedir grandes cambios.
Por otra parte, no todo es malo, parece inevitable que te esperan por delante varios meses de trabajo duro, pero también es verdad que estas reuniones han servido para detectar los puntos más endebles del guión y que han surgido varias ideas que pueden ayudarte a conseguir que dejen de serlo.
-Entregas tu reescritura. Y…
…sigue sin gustar del todo. ¡Pero cómo es posible si has hecho todo lo que te han pedido y además has modificado muchos detalles que no te pidieron pero que desde tu punto de vista mejoran aún más el guión!
Pues me temo que pasan dos cosas:
1- Tu guión ya no es “nuevo”. Todos los que han leído esta nueva versión ya se conocen la historia. Y, pese a que no debiera ser así, pedirles que sientan el mismo entusiasmo por ella que cuando leyeron la versión que compraron sería como pedirle a un aficionado al fútbol que disfrutara igual con un partido grabado cuyo resultado ya conoce que con uno en directo. Es imposible. Si es una comedia, las bromas hacen mucha menos gracia cuando te las cuentan por segunda vez; si se trata de un thriller, todo el mundo sabe ya cómo va a acabar la película y no siente emoción alguna al pasar las páginas. Eres como esa pareja que a los meses de empezar una relación se da cuenta de que el “otro” ya no tiene tantas ganas de irse a la cama con él ni se ríe por sistema de sus gracias…
Y duele.
2- Llegados a este punto todos los implicados suelen haber caído víctimas de un síndrome muy habitual en los procesos de desarrollo: la búsqueda del “guión perfecto”. Que más o menos es como buscar la mítica ciudad sudamericana de El Dorado que obsesionó a los conquistadores españoles. Además, si en algún momento te ha parecido que existe, basta con que analices cualquiera de tus películas preferidas para darte cuenta de que todas van a la contra de lo que en teoría debe hacerse en uno de esos guiones “ideales”. Piensas en Toy Story, y en lo ortopédicamente que está resuelta la historia de Sid, el niño malo. O en Blade Runner, y en esos casi 20 minutos durante los que el protagonista, Rick Deckard, desaparece de la película. Pero como todas las buenas leyendas, esta también es inmune a cualquier evidencia. Tienes que seguir adelante, navegando por tu particular Amazonas en busca de la ciudad de oro. Ya sólo esperas no acabar tan loco como Lope De Aguirre…
Vale, sí, ya está claro. Los bloguionistas no exageraban. Si acaso, se quedaban cortos.
-Nueva versión. Es recibida con mucha más frialdad que la anterior. Pero sin embargo, quizá porque todo el mundo está ya muy cansado de llevar tantos meses dándole vueltas a la historia, es dada por buena por los productores, que te comunican una posible fecha de rodaje (siempre dependiendo de que logren no sé qué subvención, de que tal actor acepte estar en la película, etc.).
Sientes una extraña mezcla de emociones. Vale, por fin has terminado de reescribir el guión y es un alivio. Pero… te gustaría que alguien demostrara algún tipo de entusiasmo por la última versión que has entregado y no que parezca que van a rodarla porque con todo lo que han gastado ya no les queda más remedio si quieren recuperar la inversión. Pero… ¡si hasta a ti te pasa que ya no sabes si la versión que tienes entre manos es una basura o una obra maestra!
Sin embargo, es entonces cuando, por fin, ahora que no va a tener más remedio que rodar la película que llevas escribiendo todo este tiempo, el director decide pronunciarse. Y vaya… parece que hay muchas cosas que no llegan a convencerle de tu guión.
Se trata de un fenómeno extraño. Pero os aseguro que a mí me ha ocurrido en bastantes ocasiones. Un amigo director que prefiere permanecer en el anonimato lo explica así: “Es verdad que eso pasa. Y creo que se debe a varias razones: la más importante es que el director casi nunca está contratado aún por la productora durante el proceso de desarrollo. Se supone que debe acudir a las reuniones y aportar todo lo que puede sin recibir nada a cambio y sin tener muy claro que en el último momento no vaya a ser reemplazado. Así es muy difícil implicarse. Además, cuando te dicen que realmente vas a rodar el guión y empiezas a visualizarlo, lo ves todo de otra manera y notas problemas distintos que cuando es solo palabras en un papel”.
Lo peor de todo es que estás seguro de que si tú fueras el director, te comportarías igual.

Otro fenómeno extraño: al contrario que los otros niños, Sid sí puede ver a los juguetes moverse. ¿Qué conveniente, no?
Sea por lo que sea, cuando creías que ya habías terminado, te toca hacer más cambios.
Un día te sientas delante del ordenador y caes en que casi sin darte cuenta, has acabado escribiendo algo que tiene muy poco que ver con la película que imaginaste cuando decidiste empezar a escribirla.
Pero aun con el director satisfecho, el proceso todavía no ha terminado.
Si has tenido la desgracia de que el productor decida contratar a un actor de “peso” (o sea: famoso y caro, pero que no garantiza un duro extra en taquilla), puede que éste también tenga ideas sobre cómo debe ser su personaje o que incluso pretenda modificar el resto del guión*.
Y cuando el guión llega al jefe de producción, puede que éste se de cuenta de que no hay dinero para rodar todo lo que has escrito y que tengas que quitarle a tu documento “20 paginillas de nada”. O que te diga que ha perdido la localización con la que contaba “sí o sí” desde hace meses. Ésa sin la cuál no tiene sentido nada de lo que pasa en el guión.
Al final (o casi, todavía puede que acabes reescribiendo páginas durante el rodaje o doblando frases en montaje) la película que se rueda esa casi siempre el resultado de las aportaciones de muchas personas. Aunque solo la firmes tú. Pero el día del estreno te “casas” con el guión. Para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad. En el mundo del ABRE A: no existe el divorcio. Como aún hoy la mayor parte de los espectadores siguen pensando que el guionista se encierra en su casa, escribe el guión que le da la gana, se lo manda a la productora y hala, se rueda tal cual, recibirás halagos por frases que ha “morcilleado” un actor, y críticas por momentos improvisados por el director durante el rodaje o que son el fruto de decisiones tomadas por otros departamentos (fotografía, arte, etc.). Pero en eso también consiste ser guionista. Si lo que deseas es sentirte “autor”, escribe una novela… o mejor, conviértete en director/guionista.
Lo interesante de todo esto (o lo preocupante, no sé) es que casi nadie puede decir que de haberse rodado su guión original la película hubiera sido mejor.
Volviendo a Blade Runner, es curioso ver el making of de la película y escuchar como todos los que participaron en el proceso de desarrollo, e incluso en el rodaje, pensaban que la película iba a ser un desastre después de tantos bandazos como se dieron durante la escritura del guión.
Pero, como digo siempre aquí, no hay recetas que garanticen que al final las cosas salgan mejor o peor.
Dejo para otro día una versión alternativa de este artículo mucho más tremebunda en la que el director es también el coguionista de la película, o peor, el autor de la idea original, y te llama a ti para que escribas el guión que tiene en la cabeza, ése que nunca llega a explicarte demasiado bien, pero que tú tienes que saber trasladar al papel correctamente haciendo uso de esa telepatía que se nos supone innata a todos los guionistas. Eso sí que puede ser una pesadilla. Y dejo también para otro momento la versión en la que el productor decide abandonar el proyecto y te deja sin pagar alguna de las versiones que ya has entregado.
De todas maneras, para no ser tachado de cenizo otra vez, me gustaría acabar de forma todavía más optimista: aunque lo que he contado ha sido lo que he vivido en el 75% de los procesos de desarrollo en los que me he visto envuelto, llevo dos o tres años ya en los que sólo he tenido buenas experiencias. Desde hace mucho únicamente he trabajado con productores que tienen muy claro lo que quieren hacer y con directores que además de aportar muchas cosas buenas al guión han respetado mi trabajo y me han hecho sentirme guionista y no un escriba sin voz ni voto.
Aunque sospecho que poder permitirme salir corriendo cuando noto que pretenden embarcarme de nuevo en pos de El Dorado, seguro que también ha tenido algo que ver con esta buena racha.
Ojala sigan siendo las cosas así a partir de ahora. Pero, por lo que pueda venir, prefiero no olvidar cómo son las cosas la mayor parte del tiempo. Además, si lo olvido… ¿de qué voy a hablar con los compañeros en el bar después de las reuniones de ALMA? Lo único bueno de pasarlo mal es lo bien que lo pasas contándolo cuando transcurren unos años. Aunque, como ya me sobran batallitas… prefiero quedarme como estoy.
*Para los que leáis inglés, merece la pena echarle un vistazo a este artículo del primer guionista de Battlefield Earth (Campo de Batalla: la Tierra), la película de ciencia ficción basada en la novela del mismo título de L. Ron Hubbard, el fundador de la iglesia de la cienciología. Ese sí que fue un proceso de desarrollo complicado.
Y acabo de ver que aquí podéis leer sobre el mismo artículo en español.
“Otro fenómeno extraño: al contrario que los otros niños, Sid sí puede ver a los juguetes moverse. ¿Que conveniente, no?”
Pero, criatura, todo el mundo puede ver a los juguetes moverse, por eso tienen que hacerse los muertos delante de los humanos y están tan preocupados con no ser descubiertos. Simplemente deciden no fingir delante de Sid para acojonarlo.
Que puede que Toy Story tenga algún agujero, pero desde luego ese no es uno.
El post muy bien, y no muy distinto de historias similares leídas en otros blogs (nacionales y de Jolivú). Hay quien afirma que el guion original de “El último gran héroe” era una cosa fantástica…
Creo que en un momento dado los muñecos dicen que tienen que respetar unas “reglas”. Y esas reglas son las que rigen su comportamiento durante toda la película… hasta que conviene romperlas para librarse de Sid. A lo mejor es que lo he expresado mal. No es que los humanos no puedan verles moverse, es que ellos no se dejan ver. De hecho, en un par de escenas parece un reflejo automático, aparece un humano y los juguetes se desploman inertes. Pero vaya, que es un asunto menor. Eso no quita para que sea una peliculón. Lo único que quería decir es que por asuntos como ese puedes tirarte tres meses reescribiendo un guión intentando solucionar algo que no tiene solución porque sino no hay manera de escribir la historia.
No hay ningún momento en que los juguetes “dicen que tienen que respetar unas reglas”.
De hecho hay muchas escenas con humanos cerca en la que los juguetes se esconden para no ser vistos (no se “desmayan” ni se “desploman inertes como por arte de magia”) sólo que, en general, prefieren hacerse los muertos cuando les ven pero con Sid no lo hacen para acojonarle y que no vuelva a maltratar a ningún juguete.
Es decir, de agujero de guión NADA.
Del guión de Toy Story (de aquí http://www.simplyscripts.com):
WOODY
(to Babyface)
Thank you.
(to the others)
Okay. I think I know what to do.
We’re going to have to break a few
rules, but if it works, it’ll help
everybody.
Como es un buen guión, no se dice en un diálogo tipo “estas son las reglas”, pero se sobreentiende que hay unas reglas que gobiernan el mundo de los muñecos (como no permitir que te vean moverte los humanos) que se van a romper para castigar a Sid. De esto hablé en uno de mis primeros artículos aquí. Uno de los personajes dice en voz alta lo que el guionista sabe que no es sino una ruptura con la lógica que ha seguido la historia hasta ese momento y de esa manera la justifica. Y que conste, a mí me parece bien, y creo que ya lo he dicho, Toy Story un peliculón, pero esto es un atajo de guión sí o sí.
Perdona que insista pero es que sigo sin verlo así.
En realidad es, más bien, como si dos policías tienen detenido a un asesino y le dejan en libertad.
Y un policía le dice a otro “Hemos roto un par de reglas, pero bueno…”
No lo veo para nada un atajo de guión. De hecho no ataja nada, Pixar es suficientemente inteligente como para plantear con esa escena 2 cosas:
1.- Realmente los muñecos se mueven. Hasta ese momento, dado que nunca ningún humano les ve podrían hacernos pensar que es mentira, que no se mueven, que son imaginaciones de Andy o una convención para la película.
2.- Los juguetes no se mueven delante de humanos… porque no quieren. Es un interesante dato “psicológico” de los muñecos como colectivo. Y en este instante han “roto las reglas”, ¿por qué? Y aquí surge otra duda, ¿cuántas veces y por cuántas razones los juguetes habrán roto esas reglas alrededor del mundo?
No sé, creo que tiene más enjundia que ser simplemente un atajo.
El pesimismo que pueda emanar bloguionistas me recuerda a esa frase de Woody Allen, lo citaré aproximadamente, “¿Tiene alguna conclusión positiva sobre la vida?” “No, ¿aceptaría dos negativas?”.
Lo triste sería que los aspirantes fueran tan cenizos como los que ya llevamos algunas horas de vuelo. Yo creo que lo bueno es eso, tomárnoslo con humor.
Y cuando el guionista es también director, ¿las cosas son más fáciles?
Pues suele ser más fácil (o eso me dicen los amigos guionistas/directores). Al menos el guionista tiene un interlocutor menos. Un interlocutor cuya opinión, según se acerca la fecha del rodaje, cada vez tiene más peso.
Lo de las oposiciones lo dice en serio o es una boutade? Porque si hasta los profesionales se lo plantean es para ir cerrando el chiringuito…
Phil: a veces lo pienso en serio. Como todos los curros, este también tiene sus días y hay ocasiones en que te dan ganas de tirar la toalla. Pero vamos, que seguro que le pasa también a profesionales de otros sectores.
No hace ni un año que en una clase de Master un profesor nos recomendó hacerlo. Lo que no dijo es lo que señalabas tú, que sacar una oposición requiere unos cuantos años de esfuerzo pleno.
Mejor que convertirse en guionista-director sería hacerlo en guionista-director-productor, ¿no? Es lo que han hecho Almodóvar y Santiago Segura, por ejemplo. Y si la historia solamente tiene un personaje y lo interpretas tú, la repanocha. Vamos, que hay que convertirse en un novelista…
Hola David:
“dedicarme a escribir mis cosas en los ratos libres que me deje un trabajo un poco más seguro”, es exactamente mi situación (aunque quiero, espero y deseo que cambie en breve). Os leo y en algún caso os escucho con atención. En ningún momento pongo en duda lo que dices/decís desde el lado de la experiencia; muy al contrario lo tengo en cuenta por valioso para el futuro. Este post que has escrito no es distinto. Y no lo pongo en duda además de por creer lo que mencionas, porque las cosas por aquí fuera son muy parecidas. Así que tampoco te quepa la menor duda a ti, que si trabajases fuera del mundo del guión tendrías unos problemas distintos, pero semejantes en esencia. Y te digo esto dándote la razón en todo lo demás y admirando la forma en que lo describes. Pero muchas veces no son las circunstancias las que te hacen ver las cosas de una manera determinada, sino el sentido común con que las afrontes. En mi caso tengo una serie vendida en la que ahora está la productora negociando con clientes y la cadena. Si finalmente esto prospera, sé que no va a ser un camino de rosas, ni siquiera va a ser nada divertido y estoy seguro que llegará un momento en el que me voy a arrepentir de haber dejado mi actual trabajo seguro, en el que encima muchos días me estoy tocando la minga. Pero aun así, aún sabiendo que me quedan muchos parientes de gente que no conozco todavía en los que cagarme, no voy a pensar ni media vez en tirar hacia adelante.
En cuanto al resto de tu argumentación, se ha comentado en alguna reunión de ALMA (antes de lo de los bares) que deberíamos negociar por contrato el número de reescrituras máximo y cobrar a partir de aquí por las sucesivas. Evidentemente esto sería una medida para mitigar o por lo menos retribuir en justicia, otro de los problemas que mencionas, aunque a día de hoy no esté muy “de moda” en los contratos.
Saludos
Como auguraban en el Making Of de “Blade Runner”, ésta fue un desastre. Se suponía que iba a ser el taquillazo del momento, pero pinchó en taquilla de manera estrepitosa. El estatus de culto que tiene vino con los años, como con la mayoría de obras de culto, gracias al vídeo y a los pases de madrugada.
En mi opinión, el problema que tuvo esa película radica precisamente en la construcción del personaje de Rick Deckard, que es muchísimo menos interesante que el del villano que interpreta Rutger Hauer. Es por eso por lo que a menudo desaparece de la historia y lo que propició que el público masivo no conectara con la película.
Claro claro, como si no supieramos que los guionistas sois multimillonarios que gozais de lujo y poderes ilimitados y que escribís estos posts para desanimar a posibles aspirantes a su parte del pastel.
Y Blade Runner tiene tantas escenas eliminadas tan mal concebidas y rodadas que la única conclusión es que alguién salvó el desaguisado en postproducción. ¿El montador? ¿Un productor? ¿Scott, que dejó las drogas a tiempo? Algún día se sabrá.
¿Es normal en el cine español, como en Jolivú, que participen diversos guionistas en el proceso de reescritura (el que le gusta al productor, el que le gusta al director, el que tiene que arreglarlo todo al final), o se intenta que el mismo guionista se encargue de todo?
FLJ:El productor español es ahorrativo… así que procura que sea el mismo guionista el que lo haga todo. Aunque he conocido procesos en los que se ha contratado a varios guionistas, pero más que nada porque a los pocos meses de empezar a currar con él los guionistas se negaban a volver a quedar con el director… También suelen encargarse informes que más que informes convencionales (o sea, contando opinión sobre el guión) incluyen sugerencias sobre posibles cambios y la manera de ejecutarlos. Y esto sí que es mucho más barato que encargar una reescritura.
Me he quedado atascado un rato en la sobrecogedora frase sobre la ” fecha de caducidad” de los guionistas. Por lo demás, real como la vida misma. Y eso, cuando el proceso es, digamos, rectilíneo. Son frecuentes los parones, retrasos, virajes inesperados, directores despedidos, actores que renuncian una semana antes del rodaje, películas que no se estrenan. Cuando se habla de la magia del cine, también se refieren a esto: es un tanto milagroso que se haga una película. Todas las grandes películas de la historia del cine estuvieron a punto de no hacerse, o de hacerse de otra manera, con otro director u otro reparto. Hacer una pelicula es un proceso de depuración, una carrera de obstáculos, una selección darwinista de los proyectos. Es decir, mucho trabajo. A veces, mejor que una película no se haya hecho, mejor en un cajón que destrozada. No conviene lamentarse. Y por las mismas razones, es una bendita sorpresa cuando se termina por hacer, sale medianamente bien y encima le gusta a la gente. Pues eso, un milagro.
Gracias, un martes más, por tu post.
¿Que tendrán de malo, digo yo, los documentales de los DVD para que TODOS los redactores de este blog los odien a muerte? Lo único que sé es que yo siempre he sido de “comprar” películas. Y desde que las malditas películas vienen sólo con “acceso directo a escenas” y “trailer”, se me han quitado las ganas de soltar veinte eurazos por disco.
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